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Críticas de Gunnar Hansen
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Críticas 40
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
6 de abril de 2009
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
El belga Jean-Claude Van Damme, afincado generalmente en el más roñoso cine de acción, decide dar un imprevisible vuelco a su carrera con el cambio de registro que supone esta obra. Una película asombrosa, en referencia a la sensación que deja una vez concluida: asombro. Si no se sabe lo que se va a ver, este falso biopic (quizá no tan falso después de todo), ejercicio de cine dentro del cine, con todo lo que de paródico tiene, cautiva por lo exótico que representa en la filmografía de su protagonista. No esperes a un Van Damme contorsionista, con gimnásticos saltos y patadas. No es el tipo duro y macho que cruje huesos y rompe cráneos. La película nos ofrece a un Van Damme humano, decadente y perdedor en un ejercicio de autoparodia que encierra más reflexión e ironía de lo que a primera vista cabría esperar en su cine. No hay apenas acción en esta historia. Apriorísticamente, pensar en Van Damme invita a pensar en violencia, escasez de calidad argumental y reiteración de lo ya visto. Sin embargo, esta obra nos muestra al actor y no a sus papeles. Vemos a Jean-Claude interpretarse a sí mismo; un cincuentón acabado, marchito y cansado de su propia mediocridad artística. Un actor consciente de que ha entrado en el camino de la decadencia y el derrumbe final, con problemas personales y de solvencia económica. Este contexto anímico y vital introduce al belga en una trama sencilla pero delirante, a ratos cómica y a ratos dramática, en la cual Van Damme desnuda ante la cámara su corazón y se despoja de su imagen musculosa y hormonada. Todo ello, en medio de un tremendo lío en una oficina de correos belga... ahí es nada.
Interesante obra que redime un poco al actor belga de tanto bodrio sanguinolento descerebrado, con buena dirección y acertados momentos que basculan entre la comedia y el drama humano. Y es que, bajo los músculos y los esteroides hay un ser humano. Sniff...
Gunnar Hansen
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9
18 de marzo de 2009
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si Dogville suponía un descarnado y amargo acercamiento a la decadencia moral y social norteamericana, la continuación de la proyectada trilogía sobre Estados Unidos del director danés (uno de los pioneros del manifiesto DOGMA), Manderlay, no suaviza para nada la visión oscura y pesimista de Lars von Trier. Nuevamente el film juega con formas visuales ajenas a las tradicionales y a través de Grace, personaje protagonista en la primera parte, nos involucra en otro de los grandes problemas sociales del país norteamericano: la esclavitud, el racismo y sus acerbas consecuencias. En este nuevo ensayo sobre la condición humana, nadie sale bien parado. El pesimismo antropológico del danés queda patente en cada personaje y sus motivaciones, en las situaciones que surgen resultado de los intentos de Grace de construir una sociedad más ecuánime. A cada uno de ellos sigue una reacción desastrosa que no conduce al fin que la protagonista persigue y desea. El supuesto mundo justo que a la fuerza quiere imponer la hija del mafioso, colisiona constantemente con una condición humana depravada, soez y egoísta que hace hundirse cada tentativa en la procelosa realidad humana. No hay finales felices posibles para esta obra y la sensación de desasosiego que deja su visionado solo se puede borrar proyectándola parte de un programa doble junto con El Jefe de Todo Esto, película siguiente del danés y comedia con la que von Trier parece querer escapar a la desolación de su amarga visión del mundo.
Altamente recomendable para pesimistas y detractores de la condución humana.
Gunnar Hansen
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5
14 de marzo de 2009
47 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Odiada, perseguida, censurada, prohibida... Nekromantik, salpicada de polémica, es una enfermiza producción sobre necrofilia. Un acercamiento visceral y macabro, sin adornos y en primer plano, a una de las más oscuras y denostadas filias que el ser humano ha sido capaz de tener: follar con cadáveres. Lenta, asfixiante, casi documental, cargada de pesimismo romántico alemán, Nekromantik se arrastra, interminable, por nuestra pantalla. La preña de snuff postmortem, plano a plano, secuencias que se hacen eternas. Te preguntas qué haces viendo esto, pero no dejas de mirar, asombrado, morbosamente interesado en lo que dará de sí el siguiente plano. Fluidos viscosos, abrazos muertos, cuencas vacías, chupetones ásperos y vaselina deambulan de manera nihilista por el film asaltando nuestras retinas. El cerebro, incrédulo, se resiste a actuar. La ví entera. Una veta de fascinación viciada y vacío existencial cruzan toda la obra, nos muestra la muerte desnuda, lúbrica. Algún instinto atávico, anclado en nuestros genes más reconditos y sepultados por la moral nos impulsa (a algunos, por lo menos) a mirar.
Buttgereit, no contento con el revuelo que armó con esta perturbadora obra, rodaría años más tarde y con algo más presupuesto una segunda parte que, si has conseguido terminar la presente, puede resultarte interesante. Más cuerpos muertos, más sexo, más dolor visual y frío detallismo para una saga no apta para confesar que has visto.
Gunnar Hansen
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5
6 de marzo de 2009
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes de dar el salto al otro lado del charco y afincarse en la placentera y suntuosa comodidad de Hollywood, Aja realizó un par de pequeñas obras de terror europeo. Pequeñas en lo que se refiere a producción, ya que, mediante un estilo simple y sencillo a la par que elegante y eficaz, este francés de crueles gustos nos legó, al menos en lo que respecta a Alta Tensión, un genial ejercicio de terror con elevadas dosis de adrenalina.
Impresionante arranque y desarrollo inicial de película que mantiene en verdadera Alta Tensión al espectador, reducido éste a mero vouayer que acude impotente a un desfile de situaciones opresivas y violentas, sintiendose violado por la genial puesta en escena del francés Aja. Todo trascurre dentro de un más que satisfactorio esquema de terror psicológico con ciertas dosis de gore y brutales sobresaltos. El avance de la película nos sofoca y envuelve en la angustia más feroz y claustrofóbica, aval de que todo funciona como debiera funcionar. Con mano maestra, Aja va tejiendo un sudario que nos atrapa dentro de la agonía compartida con los protagonistas. Pero algo ocurre, algo se desmorona al final del film. Tras una virtuosa narración visual, un argumento simple pero efectivo (aunque algo manido), un tempo brillante que te eriza los pelos y una ambientación musical-atmosférica certera (todas ellas piezas suficientes para concluir una buena pieza de terror contemporáneo) debe llegar el colofón, un final que cierre la obra con suficiente contundencia y credibilidad como para convencer. Y esto es lo que, en mi opinión, no ocurre. El giro final, buscando la sorpresa en el espectador, resulta totalmente inverosímil y carente de sentido, dejando al descubierto bastantes errores que, con otra conclusión, no hubieran saltado a la luz. Una innecesaria búsqueda de originalidad que, en géneros como el terror donde los fans incondicionales no la demandamos, demuele lo que pudiera haber sido con otro final un genial film.
Habría que esperar a Las Colinas Tienen Ojos para que Aja se resarciera con enorme poderío del error final que en Alta Tensión le ha costado una mejor nota.
Gunnar Hansen
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4
4 de marzo de 2009
15 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alexander Aja realiza una parada técnica entre su brutal y muy particular remake de Las Colinas Tienen Ojos y su anunciada revisión del clásico Piraña. Es decir, que todo parece quedar en repeticiones de lo ya realizado y más si atendemos a que Reflejos, el caso que ahora nos ocupa, no es otra cosa que una nueva versión de la película surcoreana Into the Mirrors. Si bien hay que reconocer que en este cansino auge de los llamados remakes no todos se limitan a la mera y anodina copia del original, llegando algunos de ellos a superar con creces la matriz de origen, llega un momento en el cual el espectador no puede dejar de preguntarse a qué se debe esa falta de ideas que lleva a grandes estudios, guionistas y directores a repetir, con mayor o menor acierto, lo ya contado. Y más si, como en Reflejos, nos topamos con la peor obra de un talentoso director.
Reflejos es una película que trata (otra vez) de jugar con el miedo innato del ser humano hacia los reflejos y las visiones especulares. No en vano muchas culturas, actuales así como extintas, han otorgado a los espejos y las superficies reflectantes capacidades de comunicación con otros espacios y planos cosmológicos. Sin embargo y aún partiendo de este intrigante supuesto universal, la reflexión de Aja no deja de ser mediocre y de segunda mano. Adolece de todos los clichés del cine de terror, lastrando tal convencionalismo el desarrollo natural del metraje o lo que este pudiera haber sido. El espectador ya sabe lo que va a ver antes de verlo pues ya ha sido contado una y otra vez y, además, en forma muy parecida. Unido a este importante escollo, no se puede dejar de apuntar que es una obra narrada en un estilo burdo y al peso que desdibuja las cualidades de su director a la vez que la potencialidad del film. Ni siquiera las escasas escenas gore que salpican el desarrollo de la película sacan este popurrí de la mediocridad más doliente. Más presupuesto en actores (que no mejores actuaciones), eso sí, para un guión gastado, con absurdos giros y previsibles consecuencias: aburrimiento y desencanto.
Gunnar Hansen
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