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Críticas de Daverunner
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Críticas 177
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
9
18 de enero de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Se pueden mezclar el aceite y el agua? ¿Puede el corazón recuperarse tras una dura separación sentimental? ¿Pueden los hombres y las mujeres ser simplemente amigos? Pues a la última pregunta, y quizá, a la segunda, contesten Meg Ryan y Billy Cristal en la fabulosa Cuando Harry encontró a Sally.

Paradigma de la comedia romántica, When Harry met Sally -título original- se mueve entre la comedia de los años 60 y el cine de la década de los 80, con una estructura clásica, que se ve salpicada de la cultura y las situaciones que podían vivir unos yuppies en el Nueva York de finales del siglo XX. A través de una joven pareja de estudiantes que deja Chicago para mudarse a la Gran Manzana y así continuar con sus estudios superiores, Rob Reiner disecciona las relaciones entre hombres y mujeres, desde la amistad al sexo pasando por el amor. Y no necesariamente en ese orden.

Porque Cuando Harry encontró a Sally es una comedia perfecta. Lo es desde el inicio, cuando nos presenta a ambos personajes. Sally, una joven perfeccionista, algo inocente, romántica y discreta. En cambio Harry es un tipo ciertamente engreído, rudo en sus maneras y comentarios, cínico, pesimista, en definitiva un imbécil. Pero ambos tienen que compartir coche para viajar de Chicago a Nueva York. Él sostiene que un hombre y una mujer no pueden ser nunca amigos, ya que siempre estará presente la tensión sexual. Ella no da crédito a esa opinión, pero aguanta el chaparrón estoicamente durante todo el trayecto.

Es ese el primer encuentro de una relación que les hará coincidir y separarse a lo largo de los años. En ese transcurso, ambos maduran, por el paso del tiempo y por los sinsabores sentimentales. Él deja de ser un tipo engreído, tosco, abandonando esa personalidad más propia de un cretino, convirtiéndose así en un tipo más sensato que al inicio de la obra. Ella, a su vez, pierde inevitablemente la candidez de su juventud, mostrándose más segura de sí misma, con mayor autoconocimiento.
Ambos recorren el camino del amor al odio durante toda la película, pero de una forma gozosa. La tensión entre ambos, tanto sentimental como sexual, crece a lo largo de su particular historia sin que el ritmo decaiga en ningún momento. El guion se apoya, muy hábilmente, en declaraciones de parejas, matrimonios cercanos a la tercera edad que cuentan sus inicios, nos explican algunas vicisitudes que han pasado juntos. Reiner salpica la obra con estos testimonios y los utiliza para separar un capítulo de otro como si nos encontrásemos en una novela. Estos matrimonios nos hablan del amor, de su amor y de como lo han vivido.

Amor es el que siente la cámara por Meg Ryan y Billy Crystal. Es posible que ambos intérpretes no hayan estado nunca tan perfectos en una actuación. Hay química entre ellos, parece como si se conocieran de toda la vida. En algunas escenas, Crystal, humorista de profesión y con gran experiencia en el mundo de la televisión, improvisa provocando el nerviosismo de su partenaire. Y funciona a la perfección. Nos regalan una escena que se ha convertido en una de las más icónicas de la historia del cine, la del orgasmo fingido en la cafetería. Como curiosidad, señalar que la mujer que pide lo mismo que está tomando ella es la madre de Rob Reiner.

Y por último, destacar a la ciudad que nunca duerme, a Nueva York. Es un tópico decir que NY se convierte en un personaje más del filme. Pero para eso están los tópicos, para repetirlos y caer en ellos, si puede ser con mesura. Y aquí, la Gran Manzana pasa de ser un marco incomparable en el que se desarrolla la historia a erigirse como un personaje más de la misma. Especialmente en las escenas que se desarrollan durante la Navidad. Es difícil encontrar una urbe que haya lucido más en estas fechas que Nueva York y Cuando Harry encontró a Sally es uno de los mejores ejemplos.

Es, a su vez, un ejemplo de como hacer cine de calidad. De como lo clásico no tiene porqué estar reñido con lo actual y es por ello que el filme que escribió Nora Ephron y dirigió Rob Reiner no ha perdido un ápice de frescura. Tiene, además, un final a la altura del resto de la obra. Un colofón perfecto durante una fiesta de Nochevieja que hace que sea una opción muy disfrutable para estas fechas del año. Para el resto, también. Bienvenidos a una de las mejores comedias de finales de siglo.

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Daverunner
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10
18 de enero de 2023
22 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Babylon es una maravilla. Ya desde su prodigioso prólogo en el que te prepara para todo el torrente que te va a arrastrar a continuación durante algo más de tres horas. La radiografía que Chazelle realiza a los años 20 en la industria de Hollywood es impecable. Sus excesos, sus fiestas, orgías, frenesí, toda esa montaña rusa que llevaba a los que formaban parte de, como dicen sus protagonistas: El lugar más mágico del mundo.

Y tenían razón. Cuando Nellie LaRoy -Margot Robbie- se presenta a su primer rodaje, vemos como en esa parte del desierto californiano están filmando, simultáneamente, películas cuyos escenarios emulan al Antiguo Imperio Romano, aventuras que se desarrollan en el África colonial o en la lejana China, mientras que a unos pocos metros de distancia otra cámara capta a un grupo de personajes dentro de un salón en el lejano y nevado oeste. Todo al mismo tiempo, en el corazón de una industria incipiente en aquella primera parte del siglo XX.

Magia, por otra parte, es lo que hace Chazelle con la cámara. El director consigue que el espectador se sienta parte de esas fiestas desenfrenadas y orgiásticas dando una lección del uso de la steady cam. Primeros planos de esa locura de la que todo el mundo quería formar parte y disfrutar se mezclan con otras tomas y travellings realizados con la grúa de cámara, dejándonos claro que la dirección artística en este film es portentosa.

Nos encontramos sin duda ante uno de los mejores estrenos del año, llamada a ser de las películas del año. Difícilmente veremos una obra más espectacular en la gran pantalla. Incluso una semana después de haberla visto en una sala de cine, sigo emocionado y extasiado por el desenfreno, por la vitalidad, por los momentos de alegría, tristeza y emoción que la película de Chazelle te transmite. Por ese espectacular epílogo que quizá sea el mayor y mejor canto al séptimo arte. Por las lágrimas de Manuel Torres frente a una pantalla de cine.

Quizá ahora estemos viviendo otro momento de cambio. La gente prefiere la comodidad del hogar, con sus plataformas online en las que disponen de un gran catálogo de películas y series. Pero nunca será como asistir a una sala de cine, sentarte en tu butaca y esperar a que los créditos iniciales dejen paso a una historia en la que sumergirte y disfrutar rodeado de extraños con los que compartes afición y placer.

Babylon es la carta de amor al cine de un genio. Damien Chazelle deja claro que el cine es un arte. Hay una escena en la que el personaje interpretado por Brad Pitt le explica a su tercera esposa -Katherine Waterston- una petulante actriz de teatro de Broadway porque ellos, los actores y actrices de Hollywood, son artistas.

La importancia del cine para la sociedad, el fácil acceso que tiene el público para disfrutar de las películas y su combinación de diferentes ramas artísticas en una sola hacen que esta, nuestra afición, sea maravillosa. Una película que bebe de Como plaga de langosta, Así comenzó Hollywood y Boogie Nights y que está destinada a convertirse en uno de los grandes títulos del año. No dejéis pasar la oportunidad y acercaros a vuestra sala más cercana para disfrutar de esta master piece, para disfrutar de Babylon.

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7
24 de marzo de 2022
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Combinando el cine negro con el drama psicológico, Guillermo del Toro pone sobre el tapete todos los ingredientes que conforman su universo cinematográfico. Porque, aunque no nos encontremos ante una película fantástica -ese es medio en el que mejor se mueve este director- hay elementos del mismo en su último trabajo. Especialmente en la primera parte, quizá la más interesante, la más bizarra y que cuenta con una galería muy nutrida de personajes secundarios -Dafoe y Strathairn me parecen lo mejor del filme-.

Esa primera mitad de la película es visualmente portentosa y quizá, al menos en mi caso, es la que más engancha al espectador. El mundo del circo, con tantas vidas errantes, rotas y sin futuro que deambulan de ciudad en ciudad sorteando en muchos casos a la justicia, está representado a la perfección y se exhibe de una forma muy tenebrosa, sucia y viciada. Y ese vicio, que parece llevar en su esencia el protagonista -un notable Bradley Cooper- enlaza con la segunda mitad.

Es ahí donde Del Toro cambia el frasco de tinta y juega al cine negro. Y es aquí donde me voy desenganchando de la película. No consigo conectar con esta parte, no me creo el papel de Cate Blanchett, ni entiendo su propósito en la trama. Y a la vez, como este director impregna sus trabajos de tanta potencia visual, me encuentro con las escenas más brutales y violentas que hacen que siga con cierta expectación hasta el final. Pero para mí, como espectador, ya es demasiado tarde. Esa segunda parte del filme me parece ciertamente tediosa, excesivamente alargada.

La oscuridad reina por completo en toda la obra. No únicamente a nivel conceptual, con unos sujetos que, por los azares de la vida o por su avaricia deshumanizada intentan sobrevivir sin importarles las vidas que tienen alrededor, sino desde el punto de vista estético. El manejo que Del Toro hace de esa oscuridad y que esta impregna al filme, predispone al espectador para que éste baje a los infiernos que transitan todos los personajes que aparecen en la trama.

No puedo decir que sea una película mala, para nada, es la visión que el director de Hellboy o La forma del agua quería dar a la novela de William Lindsay Gresham. Que no haya entrado yo en esa propuesta es cosa mía. Me quedo con esa primera parte en la que el autor sitúa todas sus obsesiones cinematográficas. Y éstas, siendo Guillermo del Toro uno de los cineastas más interesantes en la actualidad, merecen todo el respeto y para quien no haya visto el filme, la oportunidad de al menos un visionado.

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9
14 de febrero de 2022
3 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gary Valantine -Cooper Hoffman- ve a Alana Kane -Alana Haim- y se enamora de ella. Un flechazo en toda regla, que constituye el argumento de la nueva película de Paul Thomas Anderson: Licorice Pizza. Una idea principal que encierra no solo una gran historia de amor entre un chico y una chica, sino una carta de amor a una ciudad, el Valle de San Fernando, y a una época, los años 70. Y eso, en manos de un director como PTA es una auténtica delicatessen.

Desde el primer fotograma te das cuenta que vas a asistir a algo especial. La historia entre un atrevido chaval de 15 años, que invita a cenar a una chica 10 años mayor que él. Ese optimismo que presenta el bueno de Gary Valantine ante las barreras y el carácter arisco al principio de Alana, te recuerdan a algunos momentos de tu adolescencia, en la que no había ni temor ni complejos, en los que el atrevimiento propio de la edad te gobernaba y como decían Marvin Gaye y Tammi Terrell: No hay montaña alta, no hay valle bajo, no hay río lo suficientemente ancho, nena -Ain't no mountain high enough, ain't no valley low, ain't no river wide enough, baby- cuando el amor llama a tu corazón. Especialmente el primer amor.

Alrededor de esta encantadora relación, Paul Thomas Anderson rinde homenaje a una época y a una ciudad, como ya lo hizo Quentin Tarantino en Érase una vez en Hollywood. El cine, la música -estupenda banda sonora-, los restaurantes... En definitiva, la vitalidad de la baja California en la década de los 70 aparecen reflejados a la perfección. Lo cotidiano, a través de la cámara de este director, adquiere el carácter de extraordinario. En un filme tan movido y dinámico como el que nos ocupa, los travelling, marca de la casa, acompañan las carreras no solo de los dos protagonistas, sino de otros secundarios -la escena nocturna envuelta en humo de Sean Penn con la moto es una maravilla-.

Licorice Pizza no solo un tributo a una ciudad y una época; es la carta de presentación de dos jóvenes valores que demuestran que hay familias que desbordan talento. O que se hereda, según se mire. Sin un gran atractivo físico, ambos intérpretes derrochan frescura y carisma frente a las cámaras.

Hay que aplaudir la valentía de un director, que concede una valiosa oportunidad a dos desconocidos, dos jóvenes inexpertos en esto del cine que llevan el protagonismo de su trabajo más personal detrás de las cámaras. Un brindis a la amistad que tenía con Philip Seymour Hoffman quizá, o tal vez el olfato de un tipo que siempre ha demostrado ser un virtuoso con la cámara. Sea como fuere, PTA arriesgó con estos dos intérpretes y ahora recoge y saborea junto a ellos el triunfo.

En definitiva, Licorice Pizza es un rotundo triunfo. Nostálgica, bulliciosa y con una gran carga humanista, sales del cine feliz, feliz por haber presenciado una historia fascinante, que siempre da la sensación de estar viva y no decaer en ningún momento. Que te atrapa, te hace partícipe de ella y te toca el corazón. Que más le podemos pedir a este arte que tanto nos gusta. Por pedir, que Paul Thomas Anderson siga rindiendo culto a su profesión como lo ha hecho hasta ahora.

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8
27 de diciembre de 2021
2 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Inquietante. Este podría ser el mejor adjetivo para El contador de cartas, la última película de Paul Schrader. Probablemente sea un apelativo que se haya repetido en el noventa por ciento de los trabajos que ha realizado durante toda su carrera, tanto en aquellos casos en los que se encargaba únicamente del guion, como en aquellos en los que se ha puesto tras las cámaras.

Gran parte de los ingredientes de su cine aparecen reflejados en su última obra. Pecado, violencia y redención se posan en el personaje de Oscar Isaac, que como un ángel vengador, debe llevar a cabo una misión que le ha sido concedida por obra y gracia de un ser superior a él y por supuesto, sin contar con él.

El planteamiento del filme es bastante austero. Sin grandes alardes, Schrader nos presenta a Tell, un tipo frío, que posee un don para el juego y el manejo de cartas y que huye de cualquier contacto social o humano. A través de una serie de flashbacks, nos deja ver algo de su pasado, tormentoso, en el ejército, que pueden justificar esa huida hacia adelante pasando de puntillas por su actual vida.

A medida que avanza la obra, la aparición de dos personajes va a trastocar el modus operandi del protagonista, provocando así, un cambio en su personalidad. Por un lado, el joven Cirk, un chico que perdió a su padre y al que Tell acoge como si fuera su mentor, para poder ayudarle a encauzar su vida. Por otro, La Linda -Tiffany Haddish, una mujer que viendo el potencial del protagonista como jugador de cartas, contrata sus servicios para ir de casino en casino buscando rédito económico.Estas dos nuevas presencias borran de un plumazo la soledad del personaje principal y esa sobriedad en el planteamiento inicial que, salvando las distancias, pueden recordar a filmes como El Silencio de un hombre de Melville o El Profesional de Besson, se va transformando.

La segunda parte de la obra es más agitada, mucho más potente si atendemos al aspecto visual. Hay que destacar, en este sentido, el paseo nocturno en el jardín de luces, con la canción Arise Sun de fondo, como punto de inflexión en la historia. Además, se trata de una experiencia sensorial para el espectador, puro espectáculo óptico.

Y, finalmente, la redención, esa que persigue a Schrader desde su niñez, debido a su educación calvinista. Esa que le marcó desde sus orígenes debido a la educación calvinista que recibió y que enfatiza la depravación de la naturaleza moral humana hacia la necesidad de la gracia soberana de Dios en la salvación. Ambas, la depravación en la figura del coronel y la salvación en el acto final del filme, dejan al espectador con una sensación extraña, desasosegante y áspera.

Nadie podrá sorprenderse por ello, es puro cine de Schrader y sabían a lo que se exponían. Muy recomendable, tanto por la historia y su desarrollo, como por el gran papel de Oscar Isaac. Un actor que va camino de convertirse, si no lo es ya, en uno de los tres mejores de su generación.

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