De entrada tal vez no sea ésta la película que uno espera o pueda parecer. Robert Cummings se nos presenta como si fuera a hacer una comedia pero enseguida aparecen Steve Cochran y el malévolo Peter Lorre y la cosa cambia. Ambos hacen una pareja peculiar: Dios los cría y ellos se juntan. Se divierten de lo lindo. Steve Cochran con sus pedales en el asiento trasero es algo inaudito y sacude unos guantazos que tiran de la silla. Ya por ellos la película es meritoria.

Luego está Michele Morgan y si no es una mujer fatal, podría estar a la altura de las grandes: Lauren Bacall, Elizabeth Scott... Robert Cummings y ella imprimen a la acción un ritmo lento, con largas pausas acarameladas; un ritmo romántico e intrigante sin que la acción pierda comba. Acertados diálogos y detalles de altura.

No estará mal enamorarse de la mujer del jefe y pensar escaparse con ella a La Habana y perderse para siempre entre el bullicio de la gente, pero si el jefe está más loco que una cabra, debería uno pensárselo. Y es que la película tiene su lado psicológico, además del ambiente continuo más que peligroso.

Es difícil de aceptar que el tipejo ese llamado Sam Guard sea recordado como una leyenda, ahora bien, si prescindimos de la adaptación del título veremos que de leyenda nada y que Guard es Ward.

Un dato curioso para los muy observadores respecto al elenco de actores secundarios es que Edward Platt, el futuro jefe del superagente 86, empezó firmando como Edward G. Platt. Se ve que luego ya se quitó la G. Respecto a Audie Murphy hay gente que no le gusta por su papel en la II guerra mundial de francotirador. Se hizo popular y protagonizó una serie de Westerns todos cortados con el mismo patrón y en los que actúa de la misma manera. Esta película no va más allá que las otras y no tiene ningún valor especial. Ahora bien, se da el siguiente punto: La banda de Sam Ward roba un banco porque son ladrones y se dedican a ello; pero peor son los de la doble moral del pueblo que van persiguiéndolos para cazarlos y recuperar el dinero, y luego piensan en quedárselo. Son más ladrones, peores sabandijas y encima traidores a sus vecinos.

El que ve estas películas y les da un aprobadillo no es más que por su afición al Western y por poseer esa extraña y esporádica manera de ser de alejarse de convencionalismos, de los marisabidillos y de lo estupendo.

Un recién nacido que no lleva ni dos minutos en la vida, le sacan a hombros para darlo la vuelta al ruedo en medio de una muchedumbre enfervorecida, eso me dice mucho del director. Qué sí..., que es el de El secreto de sus ojos... Pues muy bien. Todo el mundo tiene su momento de debilidad mental. Tengamos en cuenta que en la escena se exhibe de mala manera al bebé que no sé cómo fue capaz de consentirlo la madre, podía haberse obviado algo tan deprimente y real. A mí eso me dice mucho del egoísmo del director anteponiendo su interés personal a los de la criatura.

Pero bueno, dicen que hay gente que no les gustan los buenos principios así que pasamos por alto esa barbaridad y miraremos para otro lado. Podemos ser comprensivos, el director ha querido ser simpático, agradar, mostrar alegría... Y ojo, ha resultado porque la película está bien valorada pero... no hay por donde cogerla. La continua cháchara es angustiosa, apenas se entiende ni interesa, no lleva un hilo conductor de una trama argumental, es inconexa, parca, estúpida e irrelevante. Ya sabemos que los argentinos le dan mucho al pico, entre ellos se entenderán bien, pero para verla —como les gusta a muchos— es mejor que la den en versión original pero subtitulada en castellano. Luego tiene un rollo absurdo para mentes bordelinas con el tema de los 40.000 pesos que no se enteran de dónde les viene ese gasto que es de un planteamiento ridículo. Por más que lo explican no llegan a captar la razón, joder, que pena y que mal planteado, tan repetitivo...

A continuación se pierde un rato la trama con un tío feo que quiere que la chica guapa se case con él que le mete un rollo a la pobre que era ya un poco acoso, mejor dicho: Acoso total. Ese se cree que la globalización y el desarrollo sostenido es que los feos ya tienen derecho a beneficiarse de las chicas guapas, jeje. Son más listos estos argentinos... La tía le da un beso al final para que se calle y va el gilipollas y se mosquea. ¡Encima! En una buena comedia estaría bien la toma pero con el trato debido, un corta y calla, admiración, un gesto de felicidad...

¿Si se deja ver la película? Estoy convencido que no. No es para verla, es un tostón con ínfulas, es agónica y petarda. Es exagerada, con un desarrollo a trompicones y con actuaciones sin encanto alguno. Cualquier entendido en la materia diría que no hay que comérsela entera si la empiezas a ver; la quitas y fuera porque va a peor. Es como si empiezas un libro de 500 páginas y no te gusta, muchos empecinados pues dicen: Ya por mis cojones lo acabo, pero es una tontería. Con esta película igual.

Parece que los argentinos gozan de mucho crédito, caen bien, la gente no se atreve a discutirles pero hay que posicionarse en la verdad cuando se requiere hacerlo. Además, a mí me cabrea que se invierta tanto dinero —y de aquí— sin que expertos en el tema estudien el proyecto, el guion, el argumento, etc, para que se den cuenta de la validez del mismo. Habría que haberles dicho: Oiga, la verdad, esto es una caca, no presentan más que a gente mayor que parecen críos, todo el rato bla bla bla... Conversaciones interminables sin ninguna sustancia. Traigan algo mejor que seguro que saben hacerlo pero para esta birria de película busquen a otro que la subvencione, a sus amigos, a sus padres, yo qué sé... Tengan en cuenta que aquí hay gente joven que quiere abrirse paso en este mundo y no tienen oportunidad y presentan ideas mil veces mejores.

No fiarse de la nota, si ya te dicen que no te fíes ni de tu padre y que nunca digas que este cura no es mi padre, aquí fíate menos aún.

Casualmente el año anterior se estrenó Junior Bonner de Sam Peckinpah —una gran película— que tiene su paralelismo con ésta. En aquella, el hijo, Junior Bonner, se dedicaba al rodeo y también buscaba una especie de reconciliación con su padre que tenía problemas con el alcohol. En este caso el padre de Junior Jackson también tiene problemas con el alcohol pero no por beberlo, sino por destilarlo ilegalmente. Tanto el uno Junior como el otro Junior quieren lograr el reconocimiento de su padre ejerciendo en lo que son expertos. En el último héroe americano, Junior es un temerario piloto de carreras de coches.

La película es un exponente americano total con todo el sabor de los 70, y eso es ya un punto a favor —no faltan las persecuciones policiales al estilo Burt Reynolds—, y habla de la gran afición que tiene ese pueblo por los espectáculos a lo grande, como el del tema de esta película: Las clásicas carreras por pistas de tierra de coches de modelos de todos los gustos; o las competiciones en las que los coches terminan destrozados. El ambiente y el paisaje me ha parecido clavado a los que se ven en el programa Los cazatesoros, el de los dos amiguetes que se dedican a comprar antigüedades por los más recónditos lugares. Supongo que algún día visitarán las naves que por aquí se ven buscando viejas glorias de vehículos y demás cacharros olvidados. Igual encuentran a Junior Jackson, ya mayor, que les hablará de su padre con cariño y, a lo mejor, les vende algún alambique antiguo o algún cartel de aquellos famosos de aceites STP o Wynn's, o algún trofeo de los suyos. Los americanos son muy nostálgicos, bueno, como todos; o casi todos.

Por lo demás, la película no es ninguna obra maestra, mucho mejor la de Peckinpah, con Steve McQueen, pero se puede disfrutar sin más. Está siempre presente Jeff Bridges en sus tiempos mozos; de entrada aparece el genial Ned Beatty, siguiéndole el peligroso Falconetti, continuando con el espabilado Ed Lauter y rondando de continuo el escandaloso Gary Busey. Por tanto, tiene miga para verla tranquilamente.

Un periodista a la caza de la noticia (Dennis O´Keefe) con la ayuda de un jefe de la policía (Jeff Chandler), hará más de policía que la propia policía para a ayudar a una mujer (Gale Storm) a buscar a su hermana. Con esto se mostrará la estrecha colaboración existente entre los profesionales de la información y la policía. Si además añadimos a los detectives privados (Raymond Burr) tendremos las tres profesiones que más casan para poner de protagonistas en las películas policíacas. Aquí, lo Noir cumple de sobra pues tenemos las tres figuras en acción más los muertos en extrañas circunstancias, las sombras en la noche, malvados torturadores, violencia no de género sino completa, chantajistas que hacen chantaje hasta a los suyos y corrupción solapada en un aceptable ambiente de tráfico de recién nacidos.

La película, bien narrada, sobrepasa en momentos el romance del periodista con la mujer al más lógico desasosiego de ella por la desaparición de su hermana, pero lo hace de forma aceptable y la película sigue aumentando la intriga según avanza. Con Mike Mazurki —el conocido sargento del 7º de Caballería— llega la violencia, la angustia y el colofón esperado. Un relato más que cumple con sus escuetos comentarios en off como tantas excelentes películas americanas del mismo estilo que se hicieron en aquella época del blanco y negro.