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Mauricio (Isla) Mauricio (Isla) · Vheissu
Críticas de Jean Ra
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Críticas 271
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
29 de junio de 2024
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Memory" es un título que ofrece algunas (pero ligeras) diferencias respecto al resto de la filmografía de Michel Franco. Para empezar valdría comentar que el autor mexicano no suele recurrir a música para aderezar imágenes, que yo recuerde sólo en "Nuevo orden" empleó unos instantes de música en momentos muy puntuales. En "Memory" la canción a "Whiter Shade of pale" entra para jugar una notoria baza dramática, pues ejerce como ancla entre Saul y Sylvia, y además también funciona como metáfora de sus dos protagonistas, sobre su presencia fantasmal en el mundo, cosa que sin duda apuntala el guion, nos termina de convencer que sus personajes se sienten identificados con esa canción de gente que languidece desesperanzada pero que cree encontrar algo que podría cambiarlo.

Saul anota en una libreta las cosas que cree importantes porque está en una fase inicial de demencia, de lo contrario es muy posible que las olvide. La primera aparición de Sylvia es en un grupo de alcohólicos anónimos, sabemos que lleva 13 años de sobriedad, superó una adicción al alcohol, que intuimos fue a consecuencia de una situación personal convulsa. Como en "Chronic", Franco vuelve a recurrir a la figura de una cuidadora, ésta de otra esfera, pues es trabajadora social, vuelve a indagar en ese aspecto humano de los cuidadores, cómo los encargados de cuidar también cargan sus propios problemas. La existencia de Sylvia se organiza entorno a ese trabajo y su hija, todo está pensado para correr cuantos menos riesgos sea posible. Sylvia por lo tanto prefiere no recordar. También sabemos que rompió con su madre y sólo contacta con su hermana, cosa que ayuda a que el espectador intuya conexiones con esa gran nube negra que parece flotar tras ella.

Dos personajes distintos, su historia es el contraste que sirve de motor para recorrer una indagación a propósito de la memoria, sobre la relatividad de los recuerdos, que en ocasiones son falsos, en otras se olvidan, pero de todas formas gozan de gran peso en el presente, poseen una gran capacidad para influir en nuestro ánimo, en la configuración mental, en definir nuestras rutinas y esquemas psicológicos, una fuerza motora invisible sobre la que la voluntad tiene poca influencia. Sencillamente ocurre y hemos de cargar con ello, gestionarlo y sobrellevarlo mientras buscamos cosas que ofrezcan recompensas.

En la cuidada construcción dramática también interviene Lucy, la hija de Sylvia, quien lleva una existencia muy reglada y controlada porque su madre no desea que sus traumas y problemas se repliquen en ella, aunque por otro lado también limita notoriamente su libertad personal. En ese aspecto le acerca a Saul, quien debido a su enfermedad también tiene una autonomía reducida. Sus historias discurren en paralelo, parecen replicarse y ofrecer distintos contrastes a propósito de esa necesidad de controlar la propia situación y el anhelo de libre albedrío. Como suele ocurrir en las películas de Franco, asemejándose a la de sus maestros, los hermanos Dardenne, se plantean interrogantes que no terminan de responderse y se cede al espectador el juicio acerca de la ética que se establece en la relación desigual de Saul y Sylvia, cuanto puede haber de insensatez o frivolidad, o cuanto de un simple ejercicio de la libertad personal, que en ocasiones surge en forma de situaciones muy inesperadas y nada sencillas.

El segundo cambio respecto al resto de su obra se encuentra en el hecho que, en esta ocasión, Franco deja abierta la puerta a una razonable esperanza. Si bien siempre se ha caracterizado por un tono tajante y descarnado, en ocasiones muy, muy contundente, en ésta nos habla de capítulos dolorosos, hechos igualmente oscuros, tampoco es que se venda a un optimismo insensato, pero sí que añade matices y menos fatalismo. Hay espectadores que le han preguntado al director sí esa contundencia es su único registro, si no es capaz como creador de encontrar otro tipo de posibilidades en sus historias. "Memory" vendría a ser la respuesta a este tipo de comentarios. Si "Sundown" era la historia de un ocaso, "Memory" aparece como esa primera luz pálida que precede al amanecer.
Jean Ra
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8
5 de junio de 2024
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sorprende que, ya desde su primera obra, la actriz treintañera Charlotte Le bon haya decidido dar el salto a la realización y que lo haya hecho con una obra del todo madura, que desprende aplomo, en la que maneja diferentes elementos del lenguaje cinematográfico para destilar un estilo etéreo que aborda una película que está tratada con delicadeza pero que a la que tampoco le falta humor y desprende sinceridad.

Y es que la historia cuenta con varias capas. En la más elemental y aparente, conocemos la historia de Bastien, un muchacho francés de 13 años, casi 14, que viaja con su familia a pasar el verano a un lago en Canadá. La narración se presenta como una especie de rito de pasaje, la historia de un tránsito, donde Bastien está entrando en la adolescencia, con todo lo que ello conlleva, como ahora el despertar sexual y la despedida del mundo de la infancia (olvidarse de los dibujos animados para irse a tantear las relaciones con el sexo opuesto), si bien es inevitable que perduren algunos gestos, hábitos y bromas de la etapa pueril. Uno de esos tics infantiles es la imaginación de historias. Se incorpora al relato e impregna a la atmósfera de la película cierta historia sobre un muchacho que se ahogó en el lago, dotándolo de tintes fantasmales, que además también simboliza el temor que despierta zambullirse en el mundo de los adolescentes que ya tienen 19 años y parecen más formados y desenvueltos.

El agua ocupa un papel relevante en las capas simbólicas de la narración, pues Bastien vivió cierto episodio traumático años atrás y desde entonces la natación le despierta temor, el cual deberá ir venciendo para acercarse a Chloé, la hija de la anfitriona que hospeda a la familia de Bastien, de la que él se enamora casi desde los primeros compases. El agua, como elemento a dominar para superar el temor a la muerte, aparecerá en el trasfondo de dos escenas clave, en las cuales aparecen elementos eróticos muy medidos para simultáneamente transmitir la sensualidad que envuelve a los personajes pero sin necesidad de exhibir y comprometer demasiado a los jóvenes actores. Otro equilibrio que prueba hasta qué punto ha sido meditado este debut en la dirección de Le Bon.

Otra confrontación por la cual la directora también expresa la diferencia entre el mundo adulto y el infantil es en el tipo de fantasías que se cuentan. En una escena Chloé es acusada de fantasear con el mito del muchacho ahogado, de recurrir a un gesto infantil. Más avanzada en esa misma escena, Bastien asiente (afirma) a propósito de una pregunta directa, dando por real una fantasía de él, la cual tiene efectos dañinos en la relación entre Bastien y Chloé, con lo cual se comprueba la diferencia entre las fantasías infantiles y las adultas.

Tanto él como ella son personajes muy bien escritos. A nivel de verosimilitud consigue atar un punto clave en la trama y al final entiendes muy bien los motivos de cada cual para acercarse al otro, porque una muchacha tan pintona como Chloé se puede fijar en un chico tímido y flaco como Bastien: su reciente relación con muchacho más crecido le ha dejado un regusto amargo porque él intentó ir demasiado rápido, pretendió ser demasiado adulto. Por otro lado también se ve como ante las historias y rarezas de Chloé, Bastien siempre se muestra muy receptivo, sin duda a él le interesa y ella no se siente juzgada, con él se nota más cómoda que no los otros chicos. Por descontado también está la evidente cuestión que ella está muy desarrollada a sus 16 años y que para él resulta muy vistosa y atractiva, pues además siempre cuenta con él. Todo ello aderezado por unas actuaciones más que notables por parte del dueto protagónico, que dotan de espontaneidad y textura a todo lo que el guion propone.

A pesar de lo anterior, por más que la narración consigue desarrollarse a buen ritmo y sin duda lleva de la mano al espectador por la historia, todo el rato persiste la sensación que hay gato encerrado, que algo parece ocultarse en lo más hondo. Si alguien ha prestado atención a los detalles, concretamente a los carteles cinematográficos que hay colgados en el dormitorio de Chloé, comprenderá que en verdad son claves, pistas que se nos entrega con disimulo para comprender la realidad última de este título (*), en el cual la directora gradúa la iluminación para crear atmósfera, modula las actuaciones para expresar mucho con gestos sutiles y acierta a alargar los planos para captar las sensaciones, quedándole a la postre una historia sutil y madura y de envolvente tono, en la que comprobamos que no todo estaba dicho en el frecuentado subgénero de las películas de maduración.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jean Ra
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6
3 de junio de 2024
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Bertrand Blier es un director de carrera más o menos ecléctica pero que en diferentes tramos ha tirado hacia tramas de ambiente onírico, obras tales como "Mon homme" o "Beau-père" parecen desarrollarse más en un plano surrealista que no en el realista y material. "Notre histoire" toma esa misma senda con mucha más claridad, efectuando gestos más visibles.

Delon, una de las máximas estrellas del cine francés y europeo, también gustó de tomar desafíos actorales dónde pudiera demostrar su valía para la actuación. En "Notre histoire" encarna a Robert, que es la personificación del hombre común, un perfecto don nadie que al inicio de la historia lo vemos viajando en un compartimiento VIP con aire derrotado y conocemos de su notoria afición al levantamiento de vidrio. Desde el momento en el que entra una joven, interpretada por Nathalie Baye, y explica su situación de forma textual ya entiendes que no estás frente a una narración realista al uso. Conforme conocemos detalles dispersos de Robert comprendemos que en verdad es la historia de un hombre que ha caído en el tedio y que ese aburrimiento se ha contagiado en su matrimonio, generando desafecciones en su esposa y acentuando así su inestabilidad mental. Ya no hay alegría entre los dos, por eso durante la narración se remarca esa ausencia de sonrisa, que él ya no puede hacerla reír. De hecho Robert sospecha que lo engaña con otro tipo más joven.

A lo largo de la narración disparatada también se satiriza la vida matrimonial de clase media, gente que vive en viviendas unifamiliares, rodeada de comodidades y distanciada de sus vecinos. Blier realiza un extrañamiento de todos elementos y los recompone dándole la vuelta, de forma que vemos eso mismo pero al revés: esposos que hablan con los amantes de sus esposas, vecinos que se reúnen para asistir a infidelidades, todo se mezcla en la atormentada mente de Robert, que intenta con empeño buscarle una historia alternativa al que él cree es el amante de su esposa (interpretado por un Jean-Pierre Daroussin de chocante melena), la violencia de las situaciones eclosiona en grandes zafarranchos, en los cuales también las posesiones sufren daños. Y entre medio de esa sátira, persiste la persecución de su esposa, que reaparece con diferentes personalidades y cada vez más alejada de Robert, pues en la vida real se ha distanciado de él, pero él persiste, pues su desesperada mente necesita desesperadamente ese lavado del espíritu.

En general, todo y que Blier acierta con su sobria puesta en escena, el guion tiene varios actos algo descabalgados, que no fluctúan con soltura, al contrario se desarrollan un poco a trompicones. Supongo que, dado que sigue varias normas del teatro del absurdo, la reiteración forma parte del estilo, sin embargo acaba pesando. A Delon tampoco se le nota especialmente inspirado, no sé si a alguien le habrá conmovido, a mí me parece que no está entre sus actuaciones más memorables. Por otro lado, sorprende como este título también funciona como una cantera de futuros talentos del cine francés. Aparecen nombres tales como Vincent Lindon, Jean Reno o Jean-Pierre Daroussin, que acabarían consolidando sus carreras en la gran pantalla gala, lo cual demuestra que Blier también gozaba de buen ojo para los actores, sin necesidad que contaran con cartel o prestigio.

Por lo demás, una historia extraña con momentos divertidos, una sátira surrealista de algunas de las instituciones del mundo burgués y la vida cotidiana que éste genera, que aunque no es redonda sin duda difiere del producto promedio que rodaron y estrenaron en Francia durante esos años. En verdad es una lástima que no me haya gustado más.
Jean Ra
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5
24 de mayo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No ha podido ser. En su día vi con agrado “Les Combattants” de Thomas Cailley, una aproximación amable a la vida de unos soldados franceses, y además el tráiler de este "Le Règne animal" prometía una experiencia tan emocionante como sorprendente. No pude prever que lo que al final encontraría sería una especie de carta de presentación para Hollywood o si no un largometraje de género con vocación de grandes audiencias, es decir un mero producto de ver y olvidar, en la que percibes a un director que no quiere meterse en demasiados charcos y atenúa todos los elementos problemáticos de la narración. No soy tan salvaje de pedir escenas de zoofilia o algo equivalente, lo que sí esperaba era una narración más osada y personajes con un mínimo de identidad, creados de forma que traspasaran el ejercicio de taller de escritura creativa.

A grandes rasgos el argumento se centra en recrear un mundo levemente distópico, en el que una enfermedad misteriosa está transformando a numerosas personas primero en humanoides con rasgos animales y luego en seres plenamente bestiales. En paralelo, un padre y un hijo deben lidiar con una pérdida mientras reconfiguran su relación, pues el muchacho ha iniciado un aprendizaje que lo aleja de su padre y el padre debe aprender a aceptar que su hijo ya no es un niño.

Ni por un instante dudo que, de haber sido producida en Estados Unidos, la situación global habría recibido un tratamiento mucho más catastrófico, en plan el mundo se cae a pedazos. Cailley dirige la situación por cauces más razonables, de modo que la crisis sacude a la sociedad, aunque sin empujarla al abismo. A eso hay que añadir que la imaginación entorno a los seres mutantes resulta convincente y encima se recrea mediante unos efectos especiales tan vistosos como verosímiles.

Pero hasta ahí las bondades, porque lo demás resulta cuestionable. Si ves una obra dramática y el personaje que más te interesa es un pequeño secundario entonces es que la cosa no está hecha para ti. En este caso el personaje que encontré más atractivo fue Fix, el hombre pájaro, interpretado por el franco-israelí Tom Mercier, personaje de situación dramática más jugosa y que resulta más esquivo y menos luminoso. El resto de secundarios, como ahora la policía, interpretada por la maravillosa Adèle Exarchopoulos, o la compañera de clase de Émile no son más que esbozos, muy planos. Pero es que el dúo paterno-filial protagónico es de igual forma anodino. El adolescente Émile se limita a llevar la contraria en casi cada escena y mostrarse enfurruñado, y no precisamente por cosas relacionadas con su madre; el padre, encarnado por Romain Duris, no goza más que de una caracterización genérica de progenitor responsable, afectuoso pero con problemas para comprender la naturaleza cambiante de ese adulto incipiente que es su hijo. De ahí, todos los conflictos y las sub-tramas acaban desembocando en la inanidad total.

Los diferentes arcos dramáticos y tramas se perfilan de formas muy previsibles y convencionales. Cuando ves a la muchacha sabes que sólo ejercerá de interés romántico del hijo adolescente. Si el personaje del pájaro conserva el habla es porque será amigo del chico. Y así con todo. Estos resortes dramáticos tan trillados se encajan en cierta visión metafórica, en la que la animalización de las personas huye de cualquier ánimo científico, más bien actúa como metáfora de lo diferente. La situación marginal y proscrita de los animalizados equivale a la de los inmigrantes y refugiados, por eso también hay unas cuantas escenas de la comunidad local que teme o rechaza a esos seres extraños. Supongo que así el visionado resulta más digerible, sólo que no le hallo sentido a andarse con esos subterfugios, como si no se pudiera abordar sin más ese tema. Tampoco me vale que con esa estrategia la narración puede hablar con más soltura, no cuando su hoja de ruta es tan inocua; ni que así su alcance es mayor porque resulta menos encorsetado, dado que no pretende ir muy lejos.

Seamos realistas. Esas posibles hipótesis no hacen más que camuflar el hecho que estamos frente a un título comercial que atesora toda la cursilería del cine multinacional, su ánimo es de ofrecer un entretenimiento inofensivo, por más que aparente cierto compromiso ético, que es insignificante y por eso al final a nadie le va a molestar lo que se ve en “Le Règne animal”, salvo que ya sea un obtuso de los que se molestan por cualquier cosa, los que efectivamente se comportan como basiliscos sin necesidad de efectos especiales.

Se podría haber hablado de la humanidad tras una transformación radical (sea una epidemia, la irrupción de la inteligencia artificial o lo que sea), como el poder maneja estos cambios sociales, qué cosas empeoran y cuales mejoran. También cabe una indagación entorno a los instintos más primarios del ser humano, los que van más allá de la conciencia racional, y hasta qué punto la convivencia resulta ilusoria y quebradiza. O una historia a propósito del luto, cuestión que pasa muy de puntillas y sólo regresa como pirotecnia dramática, cuando ya se ha visto que la pérdida ha tenido un efecto testimonial. Y muchas más. Pero no, es mejor descartarlo todo en aras de una visión melosa y genérica del amor, muy púdica, no sea que alguien se moleste. Prevalece a la postre una narración ligera y colorida, que frente a todas las cuestiones filosóficas que laten en su fondo prefiere dar un paso al lado para no desviarse del molde comercial, tan narrativamente predecible y emocionalmente convencional, incluso mendaz. Y si no, imaginad qué habría hecho David Cronenberg si este argumento llega a caer en sus zapras (seguramente muchos más diálogos y sí, zoofilia de algún tipo).
Jean Ra
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8
4 de mayo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de unos cuantos títulos, digamos singulares, en los que Federico Veiroj narraba experiencias excéntricas desde un ángulo más intimista, parece que ha decidido probar sus armas como director con una historia con un corte diferente, más ambicioso. El resultado este "Así habló el cambista" (preferible el original al recortado español), una historia que si bien parte de un material ajeno, no hay duda que el resultado de la adaptación podría ser una novelita de Robeto Bolaño (a veces nos hace pensar en "Estrella distante"). Así, encontramos una revisión en clave socarrona de la historia reciente de Latinoamérica, que critica las dictaduras militares, reflejando su carácter despiadado y su rapiña voraz, si bien tanto el sexo como la violencia aparecen antes sugeridos que aparecen de forma esquinada, muy elíptica, contando además con ciertas referencias literarias, en este caso de Nietzsche y su habló "Así habló Zaratusta", parábola filosófica con la que el autor alemán buscaba purgarse de los signos de la modernidad del siglo XIX.

En este caso la parábola de Veiroj la protagoniza Brause, un oficinista bancario de carácter introvertido aunque sin escrúpulos, no posee precisamente los atractivos de un gran protagonista carismático, sin embargo conviene ese hermetismo para introducirlo en esas operaciones delicadas y fuera de la ley. El marco temporal no puede ser más oportuno: los años 70, cuando diferentes países del cono sur vivieron dictaduras militares de diferentes escalas de asesinato y violencia. En la historia particular del cambista intervienen Uruguay, Argentina y Brasil en un momento en el que los poderes militares sacuden el tablero político, tomando a la fuerza el poder con la intención velada de tomar los bienes y recursos obviando cualquier escrúpulo ético. Las matanzas de indígenas, los fraudes y los engaños son los ingredientes principales de ese clima moral por el que se mueven los personajes, que trazan alianzas de interés, planean y conspiran sin tapujos, un clima de vileza absoluta, disimulado bajo una apariencia intachable y adecuada al buen gusto de la clase media.

El contrapunto a todo ese ir y venir de canallas lo pone Gudrun, la esposa de Brause, de origen alemán, quien lo enciende y le pone como una moto, sólo que por su carácter conservador la señora no es de fácil acceso, lo cual frustra a Brauser y él reacciona de una forma que todavía empeora más el matrimonio. Tal y cómo se va viendo, las reservas de Gudrun por las prácticas criminales de Brauser poco a poco se van deshaciendo, hasta que alcanza el punto que se acostumbra y sencillamente disfruta del dinero, lo cual vendría a exponer como incluso los temperamentos más rígidos pueden acabar doblegándose frente al efecto disolvente del poder y el dinero, una fuerza que empuja hacia la corrupción y compra voluntades, por impolutas que sean. Por ello se nos presenta tanto a terratenientes, políticos, militares o banqueros, sectores muy diversos susceptibles de dejarse pudrir por las ingentes montañas de dinero. Por el contrario, Schweinsteiger, el padre de Gudrun, vendría a exponer a ese hombre de negocios a la vieja usanza, nacidos en el siglo XIX, que tiene unos límites éticos muy marcados y jamás los rebasa, cosa que sí sucede con las generaciones diferentes, lo que supongo que es uno de los puntos clave que elabora el guion, en dibujar qué clase de generación hizo posible todo ese clima de rapiña y violencia.

La muy reconcentrada expresividad de las actuaciones, recurso habitual en el director uruguayo, sirve para crear ese clima de comedia hierática y deja mucho espacio para que sea la ironía y el humor negro lo que marquen el compás y manejen las riendas de la Historia, que expone las mayores atrocidades como de pasada y deja a la postre un retrato nada amable de esa generación de los años 30, que surgió en los 50 y en los 70 encabezaba la toma decisiones, que por más que sean observados por un lente de causticidad expone como hicieron posible una época muy convulsa y oscura. Otro punto a favor de Veiroj es como logra exponer toda esa brutalidad, le bastan apenas algunas gotas para resultar impactante. En ese sentido la aparición de Bonplan, una suerte de sicario de los militares argentinos, resulta muy iluminadora y clave, sólo necesita de un par de grabaciones sonoras de sus torturas para expresar qué clase de infierno desataron, de lo lejos que eran capaces con tal de agenciarse más riquezas.

Parece entonces que Veiroj estaba preparado para asumir una propuesta más ambiciosa, susceptible de alcanzar audiencias más amplias sin renunciar a sello de autor, sólo acomodándolo a un marco más potente que propensa una narración en la que prácticamente cada escena posee interés y, en mi caso, logró atraparme pronto y mantener el interés los casi 100 minutos que dura, sin forzar el gesto, inyectando de forma continua esas bromas taimadas que traza la historia secreta de las naciones, un gran fresco repleto de abyección e injusticia, que sin duda debería ser visto en cada instituto de cada ciudad, para que esas escenas inolvidables no nos permitan minimizar una época criminal.
Jean Ra
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