No va más allá. Presenta un drama disfrazado de comedia. Alberto Sordi la hubiera convertido en una comedia pero en este caso Ugo Tognazzi le da el toque serio que (en parte) busca la historia. Es un argumento que nos retrotrae sin querer a esas españoladas disparatadas de los 60 (dicho con la mejor intención) de Alfredo Landa y compañía. El caso es que no se puede comparar porque, por ejemplo, en el apartado erótico los italianos nos llevaban ventaja sin una censura tan estricta.

Celos a la italiana destaca por sus personajes, su interacción está perfectamente conseguida con ese aire italiano humorístico tan reconocido. Llama la atención el que no aparezca en los créditos José Luis de Vilallonga, que justo la que hace de su mujer, Michele Girardon, es el auténtico punto fuerte de la película. Casualmente, esta guapísima mujer estuvo en la vida real unida sentimentalmente a él. Inolvidable en su papel de Brandy en Hatari. Falleció trágicamente.

Lo demás es la belleza de Claudia y la propuesta consabida de los celos del marido, una enfermedad obsesiva que va en aumento sin remedio. La película tiene un final bastante confuso que no cierra bien la historia.

Drama existencial destacable por Cornel Wilde y por la milonga de papel que le dan al pobre Dan Duryea que no le ha faltado más que lo crucificaran en el poste de la luz. Un pasado que resurge con fuerza con tío Charlie y su banda de pacotilla llegando de improviso a la cabaña de la familia infeliz con Dennis Weaver de por medio, el que fuera McCloud, de Taos, Nuevo Méjico. No se me olvida.
Lo malo de las películas con niño que no son para niños es que traten de protagonizarlas metido en medio de un grupo de mayores todos pasados de rosca. Los niños están bien para los que les gusta las películas en las que tienen un perrito, o un canguro, incluso un delfín o un marcianito, nada más. Además, ya sabemos que:
Si la película es española: el niño cantará.
Si es inglesa: el niño se dará de cabezazos contra la pared.
Si es china: sus padres le gritarán como locos y le arrearán.
Si es italiana: los niños llorarán.
Si es francesa: el niño se fijará en las tetas de la primera que pase.
Si es americana: el niño tendrá su rifle del 22 y de mayor una ametralladora.

Hay mucha más sustancias que agradecer en películas policíacas de serie B de los años 40 o 50, por muy modestas que sean, que en este tipo de películas que vienen a rebufo de pasadas cintas de éxito. Y es porque entonces se creaban guiones, argumentos, historias... que de acuerdo que luego eran repetitivas pero por lo menos no volvían a salir con la única intención de pasar un rato divertido con viejos colegas que un día, cuando eran jóvenes, coincidieron para hacer una película. Y es que aquí está bien saber de ellos, que siguen siendo tipos simpáticos pero es que esto no va más que de destrozar coches y de hacer el tonto pegando tiros. Menos mal que hay una historia entre padre e hija pues resulta que Axel Foley tiene una hija abogado que se han ignorado el uno al otro y ese es el único punto interesante de la película. De ahí que tenga algo de valor, por lo demás, muy poco.

Eddie Murphy retoma su papel bien, correcto, como era de esperar, más contenido que de costumbre, y cae simpático. Kevin Bacon muy bien, le va su papel y Gordon-Levitt pues bien, y los antiguos colegas, pues eso, ya mayorcitos y como de prestados, pero bueno. Taylour Paige, en cambio, un hueso duro de roer.

La película no vale mucho pero es que este cine es así y el mercado de este género está lleno de esto; sólo pedimos que den argumentos lo más novedosos posibles, que cuenten algo que no sea lo de siempre; y, a ser posible, de forma diferente, aunque esto será mucho pedir.

Gerald Mohr por lo que tengo visto no da el pego de galán; en Guns, Girls and Gangsters, del mismo año que ésta, también hacía de tipo duro pero no de galán conquistador de primeras dadas, ya que ni siquiera gusta a las mujeres protagonistas, y es que, claro, resulta que no es el Brad Pitt de los años 50 que digamos, ni ninguno de esos fijos del cine negro de antes como George Raft, o Steve Cochran, Dennis O´Keefe, Sterling Hayden, Dana Andrews, Victor Mature, John Payne, Alan Ladd, Rod Cameron, Brian Keith, Fred McMurray, Robert Mitchum, Edmon O´Brien, Glenn Ford, Barry Sullivan, ni siquiera Scott Brady, por lo que tenemos a un actor que ofrece una variación a tener en cuenta, en este caso la de un personaje que hace su papel de hombre con doble moral y para eso, Gerald Mohr sirve aceptablemente.

Y lo mismo pasa con esta película, que aparte de los tiros y los muertos de rigor, tiene variaciones en cuanto a la clásica trama policial o de cine negro, porque el vagabundo errante se encuentra a un muerto por su triste caminar y lo aprovecha, y eso también la hace interesante.

La película tiene un empiece prometedor y una continuación algo ligera en cuanto a credibilidad, pero eran otros tiempos y la confirmación de personalidades con la central estaba aún por desarrollar, por lo que se ve, por tanto es creíble en la medida que uno quiera. Puede gustar porque el tío se lo monta bien, con inteligencia y aprovechando sus oportunidades, lidia con la policía, con los mafiosos y con el ayuntamiento en pleno si hace falta, que como son las cabezas pensantes pues resulta que el guion tiene buenos razonamientos y así todos contentos.

Engañosa puntuación la que goza esta película, más que película culebrón de carretera comarcal, que no vale para nada. Yo aviso, no me mueve ningún interés especial hablar mal de las películas del señorito Eastwood, al que aprecio como buen vecino, que si fuera buena película pues se dice sin problemas, pero es que la vida, a veces, le hace a uno protestar, pero esto es como todo, un día da uno un pelotazo y ya está, y esto es lo que ocurre aquí.
—Primero, de aventurero Clint aquí, nada. Robaperas, nada más.
—Segundo, está bien que enchufe al hijo porque es su hijo y si nadie le da una oportunidad al niño (han pasado 30 años y nadie se la dio luego) pues para eso está su papi y ya le ayudará las veces que sea. Pero vamos, que el niño ni bien ni mal, neutro.
—Tercero. La película es un recital penoso de canciones aburridas que llegan hasta cantarse de cachondeo con la muchacha esa que se suma al viaje y que no tiene gracia ninguna porque encima te canta la canción entera. Hasta Rosario Flores, o su gato, cantan mejor. Eso es maltrato machista ni más ni menos, porque la obligaron a la muchacha a hacer el imbécil para que el espectador se cachondeara y en vez de eso, da pena, y por tanto es una falta de respeto al público porque no tiene ni pizca de gracia ese abuso a menores.
—Cuarto, el personaje del cantante que hace el robagallinas, el ínclito señor Clint, acepta un trabajo para ganar 100 dólares atracando un comercio. Le dicen que es un favor que hace a los dueños porque luego ellos declaran al seguro que les han robado 200 y salen ganando. Sí, claro, los del seguro son tan gilipollas como lo puedan ser en casa del ínclito señor Eastwood. Joder, pues para eso declara que te han robado 1.000 euros o los que te parezca y ganas más, so gilipollas.
—Quinto, de todas las críticas que hay, sólo una acierta, y está la última, ¿cómo es posible? ¿Acaso se debe a la política de sobrevaloración de películas en filmaffinity? Según dijo uno.
Y ya de paso, como diría cripta, lo de robagallinas a medianoche va de que el personaje que hace Clint Eastwood roba gallinas por la noche. Aventuras no las tiene ni soñando con tías buenas, y no es medianoche, es plena noche, y no hay más que una, la de las gallinas.
La película basa su argumento en tonterías pobres tales como el recurso de ser un cantante putero, borracho y egoísta, que podía tener gracia, pero no la tiene porque para eso el personaje del cantante se tenía que haber ganado un respeto ante el espectador y así hubiera conseguido ser algo, algo respetable, pero que no tiene ni pizca de gracia, ni tiene aventuras, ni emoción.
La escena con el toro, otra pasada para la posteridad...
Clint tiene buenas películas y tiene derecho a equivocarse como todo el mundo, ésta fue una más de sus equivocaciones.