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Carretera perdida

Intriga. Cine negro Fred Madison (Bill Pullman), un músico de jazz que vive con su esposa Renee (Patricia Arquette), recibe unas misteriosas cintas de vídeo en las que aparece una grabación de él con su mujer dentro de su propia casa. Poco después, durante una fiesta, un misterioso hombre (Robert Blake) le dice que está precisamente en su casa en ese instante. Las sospechas de que algo raro está pasando se tornan terroríficas cuando ve la siguiente cinta de video... (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 259
Críticas ordenadas por utilidad
11 de abril de 2010
2 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lynch cuenta una historia, que explicada siguiendo la línea natural de los acontecimientos, y tal vez con una voz en off haciendo los incisos necesarios, se entiende a la perfección. Pero eso ya lo hace todo el mundo: si quieres ver algo así no te acercas (ni por asomo) a un film suyo. Es cierto que en ocasiones es un poco tramposo, pero como lo es un cuadro cuando "falsea" la realidad y representa tres dimensiones en un plano de tan sólo dos. Una película nunca será la realidad, sino una abstracción de la misma. Cuando caminas por la calle, vas en coche, o haces el amor con tu pareja, no hay una musiquita de fondo como en los films, que te indican el sentido dramático de la acción, por lo tanto esto también sería trampa. Por otro lado, encuentro en la mayoría de los comentarios intentos por explicar la película hasta su última consecuencia y para mí, la confusión que Lynch genera con su montaje alucinado, y con las piezas fuera de lugar, no es mas que otro elemento (al igual que la música) para indicarnos el sentido dramático de la acción y hacernos partícipes de la particular locura que se desata.
ruanorosa
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2 de enero de 2011
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película dirigida con calidad y personalidad, con actuaciones muy solventes y con un guión que nos desafía y nos exige que estemos con los 5+3 sentidos puestos en el film más un derroche de imaginación constante para ver con que nos puede sorprender y a que está jugando con nosotros.
Los cambios de personajes que utiliza la película, y las diferentes situaciones y frases que desarrolla la película te hacen pensar al máximo en qué clase de película estas: ficción, fantasía, thriller psicológico e incluso terror.
EL guión es tan macabro y enloquecedor que llega un momento en el que no sabes si estás viendo una película o estás jugando una partida de ajedrez o de póker.
En conclusión creo que es una buena película para aquellas personas -que como reza mi título- les guste estar con el botón del pause y los apuntes a tono.
Lun_Cas
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15 de abril de 2008
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay un color dominante a lo largo de toda la cinta ese es el negro. Negro es el vestido de la despampanante Patricia Arquette, la chaqueta de cuero del atormentado Bill Pullman y la motocicleta de su alter ego adolescente, el Mercedes del impetuoso mafioso, y el sostenido humor que en contadas ocasiones golpea la historia.
Remordimient os, celos, sexo, sentimientos acérvicos que se desparraman por aquí y por allá intensamente vivenciados por un músico de jazz atormentado por la obsesiva sospecha de las infidelidades de su chica, una pin-up muy del gusto de Lynch, de labios embadurnados de carmín y sinuosas curvas jamás manchadas por la odiosa silicona.
Trenzando el mundo onírico y ciertos atisbos de irrealidad con una cruda y despechada vida mundana, el director olvida el continuo espacio-tiempo para trasladarnos por una historia de ignominiosas pulsiones, ofreciéndonos planos de secuencias que ocurrirán minutos después, anclándolas en nuestra retina para después rescatarlas e hilvanar esta pérfida historia de traiciones ambientada con una banda sonora, que como no podía ser de otro modo, es deslumbrante.

Lo mejor: la banda sonora. Patricia Arquette. La escena del acalorado Robert Loggia acongojando a un intrépido conductor.

Lo peor: el tempo demasiado lento del comienzo. Le cuesta arrancar.
Manu Corrales
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20 de junio de 2008
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
David Lynch no es Dios. Sentencia que suelto con rotundidad, pero que muchos ponen en tela de juicio continuamente. Para algunos este hombre es el gran director, el ser supremo, el mesías que viene a revelarnos la palabra indescifrable. Nada mas lejos.
Lynch simplemente es ese tipo que tiene a su alcance los medios para impactarnos, atormentarnos y sumergirnos en todas sus paranoias, que no son pocas. Es ese tipo que todos llevamos dentro y que saldría a la luz, si la sociedad nos diera la oportunidad de poder sacarlo o si tuviéramos interés en hacerlo, realizando una película con todas nuestras neuras personales, anhelos, sueños y pesadillas.
Lo que pasa es que Lynch es en parte un tipo que le ha echado valor con sus aportaciones cinematográficas. Arriesgando en cada momento hasta el borde del vaso y rara vez anquilosándose en el modo de hacer cine de la vieja escuela. Y finalmente consiguiendo establecer un estilo propio, a su manera abstracto, que le ha reportado pingues beneficios, seguidores y que su nombre en la actualidad sea sinónimo de locura, rareza o diferencia.
Prácticamente estoy contra todo eso y lo que realmente significa. Que nuestro buen amigo ya descubrió un filón allá en tiempos lejanos, con su enigmática Cabeza borradora y desde entonces no ha parado de explotarlo sin aportar nada perdurable, sin ningún remordimiento de conciencia.
Mucho tiempo ha pasado desde el nacimiento del alabado hombre elefante y aquí sigue hasta Inland Empire. Por eso hay que desmitificar esa figura que se ha creado y que en realidad, es algo tan ilusorio como algunos de sus trabajos mas valorados. Twin Peaks por ejemplo, es una de esas razones por las que desprecio a este director.

Pero he aquí que me encuentro con una película que lleva la palabra onírica escrita en letras de azul y negro. Que consigue que me olvide durante dos horas de las delirantes tramas paranoides y me sumerja en las imágenes. Buscando un conjunto melódico que encaje a la perfección. Maestros como David Bowie o Lou Reed, junto al también reconocible sonido del grupo alemán Rammstein y o el eterno provocador Marilyn Manson. Ya en Corazón Salvaje, Lynch y Badalamenti , dejaron patente el buen gusto y la habilidad de mezclar las imágenes con la banda sonora, convirtiéndolos en algo bello, con una carretera, el desierto y el wicked game de Chris Isaak.
Como bien reza la canción de Doc Pomus, versionada en esta ocasión por Lour Reed, está película contiene momentos mágicos. También contribuye la belleza de Patricia Arquette, rebosando sensualidad en cada escena.
Así es como en una noche, de esas en las que uno no sabe si está dormido o despierto, Bill Pulman conduce por una carretera que puede que no lleve a ninguna parte o a todas a la vez, hacia los sueños o las pesadillas.
David Lynch no es Dios, aunque el se crea uno. Pero tiene algo en común con el todopoderoso, sus caminos, mejor dicho sus carreteras, son inescrutables.
JVMarq
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11 de marzo de 2017
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
07/07(10/01/17) Fascinante film de culto David Lynch (como los son todos los suyos), no apto a todos los paladares cinéfilos, embriagadora obra parece salida de una mente enfermiza, una absorbente obra que mezcla malsanidad el cine negro, el terror, el psycho-thriller, y todo sazonado con alegorías, simbolismos y ambientación que emiten misterio gótico. Lynch co-escribió el guión junto a Barry Gifford (“Corazón salvaje” o “Perdita Durango”), uno de los puntos de partida fue el interés de Lynch por una casi desconocida enfermedad llamada fuga psicogénica (conocida como fuga disociativa) en que el enfermo construye una nueva personalidad huyendo de la anterior a consecuencia de un trauma o sentimiento de culpa. La cinta tiene su fuerte en la cantidad de sublecturas que tiene este relato con trazos de surrealismo abstracto, con efluvios pesadillescos, donde realidad y ensoñaciones se mezclan sin saber bien que es verdad y que fantasía del subconsciente, donde la lógica es algo que ni está si se le espera, con lo que la película se convierte en un ente vivo que gana cada visionado, descubriéndose detalles nuevos que dan un enfoque diferente, derivando en que cada espectador tendrá su propia explicación a lo visto. Lynch nos embarca en una odisea con tintes existencialistas a la complejidad del tormento mental, donde los sentimientos de culpa, las ansias de redención, los celos, la búsqueda de la identidad personal, y la locura se confunden en una espiral delirante que no te dejará indiferente. Fueron las últimas apariciones en una película de Robert Blake, Jack Nance, y Richard Pryor, así como el debut en cine del andrógino cantante Marilyn Manson.

Es una turbadora obra que se convierte en un viaje al fondo de la demencia, un submundo filtrado (probablemente) por la enfermiza mente de Fred Madison, esto remarcado cuando el protagonista dice “Me gusta recordar las cosas a mi manera, no necesariamente como han ocurrido”, con lo que vemos puede ser una idealización perturbada y alambicada de una realidad alternativa, donde las obsesiones, miedos y bajos instintos son retorcidos por el enfoque distorsionado del realizador de Montana. Y es que el director es un maestro haciendo sentir incómodo al espectador, removiéndolo, haciéndolo reflexionar sobre lo que ve, emitiendo emociones encontradas, sabiendo dosificar los momentos impactantes, enmarcándolos en clima convencional, para cuando estos se dan shockearnos, salpicando el metraje (como en Lynch es habitual) con sugestivas dosis de sensualidad, de violencia salvaje y con goteo de humor negro. Un descenso escalofriante a un apocalipsis mental, una inmersión de resonancias alucinógenas en que te sentirás zarandeado por esta narración lisérgica, donde los sonidos (y ruidos), las luces, las frases sueltas que parecen inconexas, los personajes excéntricos, se dan cita en un universo opresivo y asfixiante, salido del subconsciente ácido de un ser inseguro y dubitativo, que parece corroído por dentro, un recorrido laberíntico en el que Lynch está más preocupado de componer un microcosmos decadente inundado de preguntas que dar respuesta (ninguna da), un rompecabezas de piezas que provocan y descolocan inquietan; cortinas rojas (símbolo freudiano de la locura), teléfonos que suenan constantemente, desapariciones y apariciones fantasmales, luces parpadeantes, mensajes en telefonillos, relámpagos, cintas de video sombrías, llamadas de teléfono sórdidas, un tipo pálido, cinturones de seguridad sin poner, y más detalles.

Lynch da pistas sobre lo que veremos ya desde su hipnótico arranque, durante los créditos iníciales vemos de noche como un auto va iluminando a gran velocidad las líneas (medianeras) de una carretera, ello mientras de fondo se oye el tema de David Bowie “I’m dangered”, sea, traducido sería “Estoy loco”, proponiendo ya la entrada a esta historia sobre la locura, donde no parece haber ni principio ni final, más bien puede ser algo circular, una especie de condena que entroncaría con “El mito de Sísifo”, una carretera sin meta.

Cinta partida en dos notoriamente: En la primera el protagonista es el saxofonista Fred y su relación extraña con su hermosa y voluptuosa esposa. Los ambientes son sofisticados, como la vivienda de diseño moderno, el salón donde toca Fred o el lugar de la fiesta. Esto se mezcla con la llamada al telefonillo “Dick Laurent está muerto”, la llegada de las cintas de video, las visiones terroríficas de Fred, o la aparición del lúgubre tipo pálido. Este tramo es de cadencia más lenta, pausada, a ritmo de jazz, donde el clima gradualmente creced en absorbente; En el segundo tramo el protagonista pasa a Pete, un mecánico joven y mujeriego que vive con sus modernos padres (visten de vaqueros y con chupa de cuero). El escenario pasa a ser más mundano, la casa donde reside Pete es modesta, trabaja en taller grasiento, lleva una moto, con lo que el contraste es diáfano. El ritmo es más acelerado, más a ritmo de rock. Aquí lo desconcertante continua, la protagonista del primer bloque aquí es el mismo cuerpo pero con otro nombre y rubia, aturdiendo al espectador a lo Buñuel, eclosionando un villano a lo Dennis Hopper en “Terciopelo azul”, brutal, atávico, impulsivo, y muy celoso. Aquí al igual que en el primer segmento los celos y la duda es el motor, donde lo figurado se funde con lo real y viceversa, perdiéndose por el camino cualquier anclaje sólido; Y en su rush final las dos se van entremezclando para volver a dar dos guantazos (figurados) al espectador que debe ir recomponiendo este aparente castillo de naipes, donde las preguntas se amontonan cual torrente; Los dos protagonistas (Fred y Pete) son la misma persona? Cuál de los dos es real? Lo son los dos? Lo es ninguno? Son las protagonistas femeninas (la misma actriz, morena y rubia) diferentes o la misma persona? Cómo puede un hombre estar en dos lugares al tiempo? Quien es el tipo pálido sin cejas? Preguntas sin respuestas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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