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La heredera

Drama. Romance Año 1849, en Nueva York. Catherine Sloper, una rica heredera, tímida, inocente, poco agraciada y no muy joven, es pretendida por un apuesto joven. Ella se enamora de él apasionadamente, pero su cruel y despótico padre se opone a la boda y amenaza con desheredarla. Adaptación de la novela de Henry James "Washington Square". (FILMAFFINITY)
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Críticas 74
Críticas ordenadas por utilidad
7 de septiembre de 2009
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocas veces se habrá contemplado en la pantalla una demostración tan rotunda y convincente de talento interpretativo por parte de un trío protagonista (O. de Havilland, R. Richardson y M. Clift) en una historia fascinante, repleta de matices, cautivadora y estremecedora sobre pasiones y comportamientos humanos. Algunos crudamente contrapuestos (el amor dado y no correspondido). Otros, desgarradores: el crudo y amargo tránsito de la cándida inocencia (representada por los bordados) a una madurez fría y dura, la paternidad bienintencionada, pero retorcida y pervertida por el recuerdo y la comparación entre la madre que ya no está y la hija que ha quedado en su lugar, y el evidente oportunismo disfrazado de encanto y dulces palabras de amor.

Olivia de Havilland alcanza en esta obra una de las dos cúspides de su carrera (la otra, claro, "Lo que el viento se llevó"), y sus duelos a diálogo limpio frente a sus compañeros de reparto son sencillamente inolvidables. Mágica dirección de fotografía, con especial mención para los planos picados de la escalera de la casa, a la luz de las velas, acompañados por la magistral banda sonora. Y no podemos olvidar, claro está, a una Miriam Hopkins de lujo en el papel de tía celestina, tan cargada de ingenua ñoñez romántica como para no ver (o no querer ver) lo que en verdad se esconde tras la amable fachada del seductor Morris Townsend.

Altamente recomendable para cualquier amante del buen cine con mayúsculas. Y un ejemplo perfecto sobre cómo hacer una magnífica película a partir de una historieta de novela rosa.
Spock
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24 de mayo de 2011
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cuánto más atroz es el maltrato psicológico que el maltrato físico? No sabría decirlo exactamente, pero, una palmada o una azotaina quizás deje huellas en el cuerpo, pero pocas veces te carcome el alma. En cambio, aquella punzada constante del “no sirves para nada”, “eres incapaz”, “este nació imbécil”, “no te pareces ni poquito a…”, “deberías ser como…”, va desmoronando el alma y pronto llega ese maldito momento en que te crees plenamente que, “careces de valor alguno”. Entonces, te vuelves rebelde o pusilánime; lleno de odio o de temor; agresivo o totalmente sumiso... pero, de una o de otra manera, te estarás cobrando el daño que te han hecho.

Siempre se está a tiempo de despertar, de abrir los ojos, de darse cuenta. Siempre hay ocasión de comprender que, quienes te maltrataban, no sabían lo que hacían. Quizás recibieron de lo mismo y lo devolvieron por instinto; de pronto, querían decir otra cosa, pero no sabían expresarlo y generalizaban lo particular; o quizás, como el Dr. Sloper, perdieron a alguien muy importante para ellos y anhelan, infructuosamente, que surja otro ser muy semejante a aquel a quien ahora añoran. Se olvidan -o no saben- que cada ser es uno y único.

Katherine Sloper, no se parece en nada a su madre quien era rubia, entusiasta y de excelente gusto; y tras haber fallecido ella, el padre se cobra con su hija el dolor de la pérdida que no consigue sanar. El Dr. Sloper es un eminente cirujano, un hombre brillante y perspicaz, y más por apego al dinero que por amor a su hija, huele a kilómetros quien está tras ella en busca de su dote.

Y así ocurre cuando, con el deseo de pretender a la heredera Katherine, entra en escena, Morris Townsend, un joven bastante atractivo, bien hablado y de buenas maneras, quien, de inmediato pone a la defensiva al avisado médico. Comienza, entonces, un duelo de intereses donde la joven pareciera un conejillo entre dos fuegos, hasta que, quizás, todo esto le sirva para lo que más requiere todo ser humano: La toma de Conciencia.

<<LA HEREDERA>>, filme que parte de otra gran novela ("Washington Square", 1881) de ese gran escritor que fuera, Henry James, confirma, una vez más, el vigor narrativo del director William Wyler. Cada imagen de esta película, es una perfecta conjunción de brillantes interpretaciones (Olivia de Havilland, Ralph Richardson y Montgomery Clift, absolutamente perfectos); encuadres, ambientación y edición, acordes a plenitud con la carga emocional de cada instante; y la historia: fluida, impactante y sostenida con una fuerte y muy sólida estructura psicológica.

¡Un filme memorable!
Luis Guillermo Cardona
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8 de noviembre de 2009
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peliculón. La palabra que mejor define a “La heredera”.
Parece ser que Olivia de Havilland había visto la versión teatral, interpretada por Wendy Hiller y Basil Rathbone. Desde entonces, su anhelo fue llevarla al cine.

La película avanza sin que te des cuenta. Catherine es la única hija de un acaudalado caballero. Sale poco y su mayor afición es el bordado. El padre recuerda constantemente a su mujer fallecida.
Olivia está sublime, una interpretación magistral. Ligeramente afeada (aún así, bella), está supeditada a su padre, al que siempre intenta contentar y con el que es muy respetuosa. Muy contenida en sus actos, sus gestos, condicionada por su padre, cae rendida ante un atractivo y seductor Montgomery Clift que borda el papel. No será fácil olvidar a Morris Townsend.
También Ralph Richardson (el padre), estricto y cumplidor, llegada la hora es fiel a sus principios. Ya había hecho el mismo personaje en Broadway.
Importante asimismo es Miriam Hopkins, la tía, de un romanticismo redomado, que hace de carabina.

El film no tiene desperdicio. Desde el primer plano, en el que aparece Washington Square, al último, Wyler consigue una obra redonda, en la que demuestra un dominio absoluto de la técnica y una dirección de actores portentosa. Tanto Monty Clift como la protagonista de “No serás un extraño” están brillantes.
Se tachó de injusta la exclusión de Clift de las nominaciones a los Oscar de ese año. La excelente Olivia de Havilland que está de 10, consiguió merecidamente su segunda estatuilla.

Un clásico indispensable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Gabriel Ufa
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26 de enero de 2014
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
William Wyler ha sido denostado en infinidad de ocasiones por la crítica vanguardista cercana al denominado cine de autor, por su falta de “estilo” y personalidad, despachándolo como el representante oficial del academicismo, autor de trabajos más o menos sólidos pero carente de inspiración, un aplicado artesano que, no obstante, tenía una aureola de prestigio por tratarse más de un realizador de guión, que de un realizador de puesta en escena, acusándole también de ganar unos cuantos Oscars por “servir” convenientemente a la industria de Hollywood. Pues bien, menos mal que el tiempo, ese juez insobornable e inmisericorde que deja a cada uno en su lugar, ha hecho justicia, me parece que todas esas insidias han quedado obsoletas y ridículas, y la mayoría de sus películas permanecen en la memoria del cinéfilo.

Nadie como él ha sabido escrutar los pliegues del alma en sus fascinantes y desgarrados melodramas (Jezabel, La loba y La carta, con su admirada Bette Davis), la grandeza de sus temas universales, el amor, el odio, la codicia, el despecho y la venganza, como en este que nos ocupa. Basado en la novela decimonónica de Henry James “Washington Square”, con una excelente adaptación del matrimonio Goetz escrita previamente para Broadway, Wyler recrea la sociedad y los valores de la clase alta neoyorquina, donde el “leit-motiv” de la trama se resume en una palabra: desengaño. Catherine Sloper, heredera de una cuantiosa fortuna (una grandiosa Olivia de Havilland) es una mujer tímida, insegura y poco agraciada físicamente, que vive sometida a la prepotencia y crueldad de su padre, el acaudalado doctor Austin (un excelente Ralph Richardson) que adora a su fallecida esposa denostando a su hija al compararla con ella.

Subyugada por la oferta amorosa del arribista Morris Towsend (correcto Monty Clift) sin oficio ni fortuna, pero de lustrosa oratoria, y apoyándose en la tía Lavinia (estupenda Miriam Hopkins), voluntariosa celestina presta a solventar el futuro de su acomplejada sobrina, Catherine aguarda con ilusión y esperanza que su padre aprueba la relación. Y es entonces, cuando apreciamos el “estilo” de Wyler, que lleva el texto a su terreno: la gran dirección de actores en la que podemos intuir lo que piensan, sólo con las miradas y gestos; la brillantez de sus diálogos, lacerantes y perversos algunos del doctor hacia su hija, “Mírate al espejo, tu única virtud es el bordado, he de reconocerlo”; los detalles de puesta en escena, cómo acaricia Catherine los guantes olvidados por Morris; la lluvia y las escaleras como elemento dramático, la dirección artística.

El itinerario moral que sufren los personajes, especialmente Catherine, engañada y estafada en su buena fe, su vestuario es fiel espejo de sus sentimientos, al principio tonos oscuros hasta los tonos claros, las mentiras, las traiciones, el despecho y el rencor, con una gran fotografía de Leo Tover que sustituye al operador habitual Gregg Toland, recién fallecido, su atractivo casting, la seductora música de Aaron Copland adaptando la melodía “Plaisir d´amour”, la difícil sencillez de sus planos, nada aparatoso, tal vez poco personal pero apreciable en su conjunto, este es el “estilo” de Wyler, tanto en el western “El forastero” y “Horizontes de grandeza”, como el gran espectáculo “Ben-Hur”.
Antonio Morales
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7 de noviembre de 2010
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hacía mucho tiempo que no veía una obra tan completa, basada en una historia realmente sencilla, conseguirle un marido a la única hija de un viudo doctor.

Pero no es tan sencillo como lo plasma la sipnosis, ese doctor tiene un grave problema. Era alegre, vivaz, feliz, casado con una mujer de personalidad arrolladora, inteligente y sobretodo extremadamente bella. Pero una vez que se quedó embarazada, todo fueron buenas nuevas, la pareja colmaría su total felicidad, excepto por un acontecimiento muy dramático. La madre muere durante el parto. De ahora en adelante y por el resto de sus días, el doctor mirará a la pequeña, como la causa de su infelicidad, haciendo comparaciones odiosas con su esposa, donde siempre sale perdedora su hija. De este modo crece con muchos complejos de inferioridad, no se ve hermosa, mucho menos inteligente y su personalidad brilla por su ausencia y por ser la marioneta de su padre.

Pero la vida siempre nos prepara algo interesante y es aquí donde aparece el personaje que nos tendrá en vilo durante toda la película, el apuesto y galán Morris Townsend. Con su saber comportarse, sus buenas maneras y su exquisita educación, vendrá disfrazado de Aníbal a la conquista de ese corazón sufrido. Sin embargo, es su padre el que persiste en que la felicidad nunca llegue a ver la luz. Desconfiado debido a la gran fortuna que le espera a la chica, no se fía de las verdaderas intenciones de su " nuevo y único pretendiente ", moverá todos los hilos posibles para según él, desenmascarar a un vil vividor, el cual solo pretende el dinero de su infeliz hija.

Wyler con su dirección magistral, nos hará que nos comamos el coco continuamente, intentado saber quien lleva la razón, si un padre protector, o un chico con unos sentimientos honestos. Las interpretaciones son colosales, tanta calidad proyectada en las mismas tomas es para agradecer. Olivia de Havilland está im-pre-sio-nan-te, una actuación colosal. Disfrutaremos de esa transformación de una chica débil, a una mujer con una personalidad y un carácter arrollador, como pierde esa fresca ternura del principio a base de palos de la gente más allegada a ella. Su cara lo explica todo. Montgomery Clift, es el yerno que toda madre quisiera, pero ¿ esconde malas intenciones ? . Ralph Richardson le ha dado el toque cruel a la historia, lo que nunca haría un padre, ( atentos a la escena donde describe las cualidades de su hija con total repugnancia ). Miriam Hopkins está sensacional en ese papel de " Celestina " , utilizando todos los trucos posibles para conseguir que la pareja sea feliz. Hasta Vanessa Brown en el papel de la sirvienta María, aumenta la calidad de este film. Esas miradas cómplices y a la vez inauditas sobre su jefe y su hija, no entendiendo a veces el comportamiento de ambos, es para observarlo detenidamente.

Una obra maestra a la disposición del personal.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
THE CROW
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