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El congreso

Ciencia ficción. Drama. Animación La necesidad de dinero, lleva a una actriz (Robin Wright) a firmar un contrato según el cual los estudios harán una copia de ella y la utilizarán como les plazca. Tras volver a la escena, será invitada a un congreso, que se desarrolla en un mundo que ha cambiado completamente. Basada en una novela de Stanislaw Lem, se trata del retrato de un mundo que se dirige inevitablemente hacia la irrealidad.
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Críticas 61
Críticas ordenadas por utilidad
6 de agosto de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
The Congress es la nueva película de Ari Folman, director de la brillante Waltz with Bashir, donde nos hablaba de un hecho histórico,la matanza de refugiados palestinos en Sabra y Chatila (Líbano) en 1982,y la deshumanizaba trasladándola al mundo de la animación, aquí nos presenta el presente de la industria cinematográfica y el del mundo en general en imagen real para darle una vuelta de tuerca y presentarnos un futuro desolador combinando imagen real y animación.

El tema central es que los grandes estudios deciden digitalizar a los actores para poder hacer películas con ellos pero sin tener que aguantarlos a ellos. A partir de ese punto la deshumanización del cine, del arte y del mundo en general, al que parece que solo se puede sobrevivir gracias a las drogas para poder volver a sentir y tener consciencia de quienes son, aunque al final esa imagen se acerca más a quienes quieren ser, intentando huir de la realidad a la que se han entregado.

Folman nos presenta situaciones en las que vemos que o se acepta seguir las reglas que impone la industria y que los demás han aceptado o nos negamos y nos quedamos fuera y no podemos hacer lo que nos gusta y además nos quedamos sin nuestra forma de vida y de conseguir ingresos. Al final parece que las 2 únicas opciones a la que nos dirigimos son renunciar a lo que queremos pero sobrevivir o luchar por ello para que al final nos quedemos sin conseguirlo y encima nos encontremos fuera del sistema y no podemos conseguir ingresos para vivir.

Muy interesante tanto por los temas que trata como por su estética. En esta ocasión me ha gustado más la parte real que la animación, aunque entiendo que esta es necesariamente loca y sobrecargada de detalles y que es más difícil de digerir.
trocko
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30 de agosto de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como mínimo tienes que admitir que es diferente, original, sorprendente, novedosa, ingeniosa, atrevida..., ahora, decir que te va a gustar o a saciar todas tus expectativas es un riesgo osado que prefiero no aventurar pues tu predilección o rechazo por la misma dependen de una delgada y fina línea difícil de situar.
Dos partes, la anterior y posterior al congreso futurista, la rodada con personajes reales y la ofrecida en versión animada, la protagonizada por una sensacional, cautivante, seductora Robin Wright Penn que expone toda su belleza física, toda su delicada imagen y sensibilidad artística sin contemplación ni protección alguna, sin reservas ni complejos, admirable muestra de valor, cofianza, arte y un excelente saber hacer y su homóloga en dibujo que impresiona y atrae en un principio pero que acaba perdiendo su efecto llamativo.
Sin duda alguna, esa primera escala te va a encantar y admirar, la crueldad y ferocidad de su habla expositiva, la castigada crítica al proceder del business del Séptimo Arte y su atrocidad para con actores desesperados que venden su imagen, que anulan su libertad de elección sobre lo que representan convirtiéndose en títeres sin poder de sublevación o queja, la dolorosa y escalofriante previsión de esta hermosa industria del entretenimiento hacia la frialdad y la pérdida de su alma te va a impregnar y emocionar, te asombrará con fuerza inusitada y te eclipsará por su explosiva honestidad, sincera amargura e impactante reflejo de su interior más desagradable e impúdico, afirmación que se realiza con la misma claridad y evidencia del sabor gustoso y placentero que dejará en ti.
Lo que viene a continuación ya es cosa diferente pues entramos en el mundo de la digitalización, de la animación por códigos y chips que, en un primer instante, impresiona y alienta tu espíritu más rebelde, satisface tu curiosidad más despierta y complace temporalmente pues su discurso moral, lección ética sobre los límites de la diversión y el poder y de cómo ésta se exhibe y se cuida son de lectura satisfactoria y grata seguida hasta..., que pierde su estela y se convierte en una especie de cárcel opresiva, un matrix de dibujos animados donde elegir entre una realidad de dolor, pesadumbre y vacío al escoger la corporalidad y la presencia física de tu andar o el autoengaño voluntario, fantasía imaginativa de un mundo diseñado donde el placer, la felicidad y sonrisa eterna están garantizados a través de la absorción de la nueva, revulsiva y mágica ampolla que te permite decidir quién eres, qué quieres vivir y qué magistral existencia de película quieres protagonizar, un planteamiento exquisito y loable si no fuera porque te aturde y desorienta, abandonas desconcertado ante la confusión abusiva y complejidad liante de su exposición.
En cuanto a imagen, diseño, estética es un portento visual, un giro sensacional que deslumbra y tienta, singular toque que convierte a este filme en algo exclusivo y único de lo visto últimamente pero su mejor don y habilidad se convierte en su mayor queja y lamento al perderse dentro de su propio ego, al sobreexplotar su ansia de más, al indigestar al espectador por no encontrar su límite y por no controlar la masiva cantidad de abundancia en contra de la pérdida evidente de calidad, en los últimos 45 minutos pierde su razón de ser, su maravillosa absorción e identidad y se convierte en un producto mareante por olvidar su frescura, genialidad y viveza con la que inició esta arriesgada aventura y saturar al espectador con imágenes que ya no controlas ni tienen sentido ni sabes por dónde van, torpeza que se corrige en su místico final siempre que sepas captar su mensaje porque sino quedarás despistado para siempre en el país de nunca jamás pues no entender sus últimos virajes y su escogido final existencial es quedarte en el limbo con la eterna pregunta..., ¿qué acabo de ver?, y cuya respuesta sin descanso ni tregua entorpecerá y anulará el posible digno recuerdo de este relato diferente, original, sorprendente, novedoso, ingenioso, atrevido..., del cual decir que te va a gustar o saciar todas tus expectativas es un riesgo osado que prefiero no aventurar pues tu predilección o rechazo por la misma dependen de una delgada y final línea difícil de situar.
Ojalá la percepción de dicha frontera este situada con destreza para disfrute, complacencia y placer de tu persona.

http://lulupalomitasrojas.blogspot.com.es/
lourdes lulu lou
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9 de diciembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
'The Congress' abre con un plano de exquisita belleza y precisión, pues resume la tesis del primer acto de la película. El rostro de una actriz en declive, con banderas hondeando en el fondo como signos de éxitos pasados que amenazan con derrumbarse para siempre, y las lágrimas que añoran un pasado cada vez más lejano. La cámara se va alejando lentamente, como dejando espacio emocional para que el personaje de Robin Wright pueda asimilar las duras verdades que el personaje de Harvey Keitel le está contando. Es un plano maestro en su sencillez, pues al priorizar el rostro, y la reacción que este tiene ante lo que oye, implica de lleno al espectador en el drama de la protagonista y despliega ya desde el principio algunos apuntes de su discurso sin resultar sobre-explicativo. Sabemos que a Robin le ofrecen una última oportunidad como actriz. Una oportunidad que conlleva someterse a un proceso revolucionario, que por un lado promete inmortalizar la imagen del actor, y por otro, podría destruir la esencia misma de su trabajo.

Otra gran escena merece ser mencionada, una de las últimas antes de que la película pasa a la animación. Es aquella en la que Harvey Keitel fuerza la emoción en Robin Wright para que el programa pueda registrar sus emociones. Keitel cuenta la historia con una naturalidad y cercanía sólo accesible a los de su nivel. Lo curioso es que cuando llega a la parte mala, al miedo al éxito de Robin, a sus ansiedades y a lo fútil de todo su miedo, la película crea un momento genuinamente emotivo partiendo de lo falso: Harvey Keitel cuenta su historia sólo para provocar emoción en Robin, así como el guionista creó esta escena para emocionarnos a nosotros. Pero aquí el guionista va un paso más allá, y con esa falsedad como punto de partida parece arrojar luz sobre los engranajes del cine, reivindicando la capacidad de los trucos de la ficción (que no son más que mentiras en su estado original) para llegar a lo verdadero. Llegados a este punto, 'The Congress' ya podía seguir con un fundido a negro de hora y media, que seguiría teniendo más valor que la mayoría de películas que vemos en la cartelera.

El único pero que le encuentro a 'The Congress' es su dispersión temática. Hay una elipsis de 20 años en la que se nos introduce en el mundo animado de forma algo repentina. Y no sólo eso, sino que también se produce un cambio del eje temático. Lo que parecía un retrato compasivo del actor y su incierto futuro bajo los caprichos de Hollywood (hay ecos a 'Barton Fink', sobre todo en la figura del ejecutivo sin escrúpulos encarnado a la perfección por Danny Huston), pasamos a cuestiones más amplias como la dificultad de retener una noción de la identidad propia, la posibilidad de realidades adyacentes o el cumplimiento de deseos a través de esas realidades imaginadas (aquí hay ecos a 'Paprika' e incluso a 'Synecdoche, New York'); y tras un paseo por esas cuestiones abstractas, viramos a algo más mundano como la búsqueda de un hijo. Pero cuando parecía que la película podía decepcionar al optar por lo simple, volvemos a la imagen real y descubrimos un futuro que se ha ido al garete (varios planos de rostros sucios y desesperanzados recuerdan al clímax 'Hijos de los hombres'), donde el personaje de Paul Giamatti se ha convertido en el último reducto de calor humano para Robin, y la única prueba de que su pasado existió. Mientras, oímos una inspiradísima banda sonora de Max Richter que pone en relieve lo trágico de nuestro devenir como sociedad alienada.

A pesar de que estos cambios del eje temático puedan parecer arbitrarios, responden en realidad a la naturaleza camaleónica del discurso de Ari Folman: en una sociedad en la que el componente humano cabe en un chip y el humano es desterrado a una tierra de alucinaciones, el mundo tal y como lo conocemos se pierde en la lejanía. Cuando lo que creíamos conocer empieza a adoptar formas extrañas e intimidatorias, la necesidad de volver a lo básico (la búsqueda del hijo) es el paso más lógico. Por tanto, es posible que en algún punto del segundo acto el espectador se pregunte el propósito de lo que está viendo, pero esa confusión momentánea responde a la propia confusión que sienten los personajes ante el mundo que les rodea, y se resuelve pronto.
Cinematic
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20 de diciembre de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me resulta difícil enmarcarla en un sólo género o encasillarla de alguna manera (que tampoco quiero hacerlo, ¿qué más da?, no creo en géneros) pues es una mezcla de ciencia ficción, drama, sátira, película que habla sobre su propia industria (el cine). Es onírica, transgresora, original, diferente, fresca, reflexiva, metafórica… mescolanza de animación y de imagen real, con un pie entre alucinación psicótica y el realismo propio de una visión pesimista y descarnada del futuro (y del presente), desolador y narcisista… puedo emplear muchos adjetivos para definirla pero ninguno de ellos por separado… “El congreso” se presenta como simbiosis de géneros y subgéneros que coge lo que necesita de aquí y de allá y hace un remiendo tipo patchwork cinematográfico.

Robin Wright (interpretándose a sí misma): actriz en horas bajas, empezando a envejecer, inestable emocionalmente y con un hijo pequeño que ha padecido desde siempre una enfermedad rara (similar a la sintomatología de una persona con sinestesia) ambos factores la han influido muy negativamente en su carrera (cancelaciones de última hora, depresiones esporádicas, baja confianza en sí misma y carácter irritable). Parece que los estudios empiezan a rechazarla por sistema.

Todo parece ir de mal en peor… y será en este momento cuando los estudios Miramount (acrónimo de los reales Paramount y Miramax) le hagan una curiosa propuesta: “¿querrías ser inmortal y que tu cuerpo rejuvenecido siguiera haciendo cine durante años?… nada de envejecer, nada de arrugas… ni siquiera nada de esfuerzo…”. Lo que le están ofreciendo es la creación de un sucedáneo de su persona, un ser virtual que actuaría por ella; poseería su imagen, su cara, su físico, expresiones faciales… y sería contratada y trabajaría en su lugar… a cambio de que ellos se quedaran con los derechos de imagen y el personaje sería íntegramente de su propiedad, le pagarían una suculenta suma de dinero al comienzo y debería desaparecer, no volver a actuar públicamente en ningún medio de comunicación del mundo.

Le lanzan esta oferta en forma de ultimátum. Robin deberá elegir entre esto o la pérdida de promoción y caída en el olvido.

Empieza a darle vuelta y a pensar en su hijo, en los precios de los cuidados médicos, en el tiempo que nunca ha tenido para estar con él, para cuidar de él… también reflexiona sobre sí misma y su decadencia física y mental… fama o anonimato… belleza o vejez… perder el derecho de elegir en qué películas salir, la intimidad de su personaje, de su imagen, no volver a trabajar como actriz…

Será una decisión sin retorno.

Entré a ver “El congreso” sin estar condicionada por nadie, ni siquiera tenía pensado qué ver esa tarde. No tardé mucho en decidirme al fijarme en un cartel promocional que tenían colgado a la puerta de los cines Golem. Me fijé en que estaba firmada por Ari Folman(¡¡el director de “Vals con Bahir“!!), en el reparto (Keitel es mi punto débil) y, especialmente, me convencí al leer que estaba basada en un relato de Stanislaw Lem… con semejantes premisas y una historia probablemente escrita bajo los efectos del consumo de hongos alucinógenos… (es broma pero es que si lees algo del escritor es lo que acabas pensando) el caso es que no me lo pensé dos veces y me lancé a la aventura.

Como anécdota comentar que cuando llevaba más o menos media película (en las primeras escenas de animación) la pareja que estaba sentada a mi lado no lo soportó más y se fueron ligeramente indignados (“esto es una fumada”… – palabras textuales de la chica…) sobra decir que a mí me encantó y que, incluso, me emocioné y estuve a punto de llorar en un par de ocasiones.

Posee más cualidades que defectos. Las guindas del pastel fueron, por un lado, el increíble uso de las técnicas de animación. ¡Qué maravilla!. No queda nada forzado, da mucho juego y es original de verdad (a veces pienso que todo está ya inventado). Los dibujos tienen una plasticidad asombrosa y, si te dejas llevar, consiguen que te sumerjas y captan por completo tu atención. Tienen una clara influencia del trazo de las historias gráficas que se están haciendo actualmente en europa, especialmente de los artistas franceses. Los personajes se alargan y estiran, para luego encogerse, sus brazos se vuelven alas con las que echar a volar, aparecen caricaturas y personajes con colores muy vivos y cálidos como máscara de su oscuro interior… consigue metáforas visuales, algunas casi poéticas, muy efectivas con los giros tan oníricos del guión.

El reparto está muy bien escogido: Wright muy natural, sabía que era buena pero me han sorprendido los matices de registro a los que llega, Keitel siempre sobresaliente (la duda ofende) y el también el resto de secundarios (Giamatti hace una aparición muy fugaz pero efectiva), la banda sonora también me ha llamado la atención…

Y, sobretodo, el guión es lo que más me ha sorprendido. Los diálogos son brillantes y darían pie a buenos debates. Me gusta cómo está tratado el tema de la vejez de la protagonista o la soberbia y el narcisismo. La animación da mucho juego con todos estos temas, sobretodo al mostrar las diferencias, tan humanas, entre la idea de uno mismo que mostramos ante los demás y lo que en verdad somos (podemos verlo muy bien en la escena de la fiesta -congreso- que tiene lugar hacia la mitad de la película con la idea de poder transformarse cualquiera durante un tiempo determinado en lo que se desee sólo “bebiendo la esencia” del famoso a imitar).

La recomiendo totalmente a cualquiera que se atreva, no es una película sencilla de ver y entender. Da pie a paranoias mentales de diversa índole. Es marciana y provocativa, pasando de lo psicodélico a lo poético y de lo poético a lo psicodélico. Con lecturas y mensajes encriptados por doquier. Buen ejemplo de lo que Meliés quiso enseñarnos con su cine: pura magia grabada. En dos palabras: Cine valiente.
Simoun
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6 de septiembre de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película con argumento difícil, como parece no puede ser de otra manera basándose en un relato de Stanislaw Lew. Por si fuera poco creo que Folman todavía lo intenta llevar más allá con su aporte personal, por lo que al final debo decir que a mi la impresión que me ha dejado ha sido la de una retahíla de ideas no del todo bien hilvanadas y quizás en algún momento incluso expuestas sin suficiente claridad o poco desarrolladas. Dicho esto me gustaría destacar:

- las animaciones: un estilo bastante peculiar que desborda fantasía a raudales, te dejan alucinado. Por sí mismas merecen ver la película

- las interpretaciones: el gustazo de ver a Harvey Keitel una vez más. Este tío no tiene precio, es una presencia tan familiar ya que el día que lo perdamos los cinéfilos nos quedaremos huérfanos. Uno de los grandes sin ningún tipo de dudas. También notables Paul Giamati y Danny Huston, un lujo para cualquier película poder contar con ellos

Pero sobretodo Robin Wright. Francamente maravillosa, consigue reivindicarse (por fin) como actriz y luce una belleza serena que te cautiva desde el primer momento. Fenomenal. Creo que, al contrario de lo que se dice en la misma película, esta vez acertó de lleno, además en una decisión muy valiente, pues se interpreta a sí misma con sinceridad desarmante. Espero que sirva para poderla ver más a menudo, pues hacía tiempo que no contemplaba una mujer tan atractiva en las pantallas.

En fin, me imagino que a más de uno le parecerá un rollo pues es complicada y diferente, pero para mi ha valido la pena la experiencia. Sorprende, y eso hoy en día hay que valorarlo
Coverdale
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