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El expreso de Shanghai

Drama Tras ser plantada por el capitán Donal Harvey (Clie Brook), Lily (Dietrich) gana reputación como una famosa aventurera. Pero la situación se calienta cuando estos ex amantes se encuentran en el tren camino de Shanghai. Compartirán sitio con un grupo de pasajeros de distintas nacionalidades y clases incluido un comerciante muy sospechoso rechazado por la bella Lily. Cuando el tren es asaltado por rebeldes chinos, el capitán Harvey es ... [+]
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Críticas 20
Críticas ordenadas por utilidad
26 de mayo de 2009
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Marlene Dietrich es nuestra Lilí por excelencia. Lilí Marlene y Shanghai Lilí la acreditan. Y aunque es plenamente cierto que el título de Lilí mayor del reino cinematográfico exige más de una película, Marlene lo tiene más que merecido. Y para aquellos que aún recelen de tantas alabanzas, les recomiendo un juego gramatical, cambien las vocales y mantengan las
consonantes. Con pocas dificultades obtendrán el nombre de un ángel azul, Lola, perdición de profesores carpetovetónicos con canas por airear. Y de ahí a la loa (otro jueguecito) no hay mas que un paso.

Para ganarse el apelativo de Shanghai Lilí necesitó también más de uno, no films, sino hombres como ella misma reconoce a su amor, amante, perdido y encontrado. “¿Has pensado mucho en mi Doc?”. “¿Cuánto tiempo ha pasado?” Genial. La vida compendiada en una respuesta. Todo lo demás, el resto de la proyección bascula sobre esta respuesta. ¡Ah! y también sobre un reloj. Ella, mujer, sabe. Él, hombre, cree saber, y solo nosotros, sabemos, que los vientos soplan inexorablemente en una misma dirección. Es la crónica de un final anunciado que, aunque podría haber sido distinto para alabanza de las originalidades de su director, se queda, virgencita, como está. Que está bien, muy bien, con una Marlene que, a diferencia de la mayoría de sus trabajos, muestra fortalezas pero se vislumbran perfectamente las debilidades. Y por ello la sentimos más humana y en la misma medida, más cercana.

Esta película es un mimo de von Sternberg a su diva. Un capricho para su lucimiento. La fotografía la acaricia y la humaniza. Las manos juntas en plegaria dicen mucho mas que las parrafadas del guión. “Tiemblo porque me has tocado”. ¡Que lejos queda Lola Lola! ¡Que lejos queda la Shanghai Lili costera!. ¡Que lejos quedan los hombres que necesitó para cambiar de
apellido!...

Todo ello rodeado del exotismo natural de una China donde el tiempo carece de importancia, donde todo parece girar alrededor de un plato de arroz hasta que un día se descubre que el arroz gira alrededor de la revolución. Y con una comunidad internacional (los americanos con sus apuestas, el alemán con su invalidez, el francés con sus secretos, etc.) algo, pero no demasiado, tópica. Stemberg lo retrata con magisterio, con el ritmo adormecedor de un expreso donde las clases sociales se juntan sin revolverse. “Un billete de primera clase, por favor”, lejos de la chusma y de las mujeres de vida frívola con gramófono incorporado, aunque se llamen Marlene o Anna May Wong..

Una película imprescindible.De esas que recién terminada de ver se rebobinan para un vuelta a empezar imprescindible para el paladeo. Como los vinos. Bouquet. Buen paladar. Afrutado. Envejecido en barrica de celuloide del bueno. Denominación de origen  Josef von Sternberg.
FATHER CAPRIO
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21 de noviembre de 2013
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elegante película que combina intriga y romance, y que tiene como marco una voluptuosa China de carton piedra y como protagonista a una misteriosa aventurera y prostituta (Dietrich) y a su envarado ex amante (Clive Brook), un oficial del ejercito inglés. Todo ello en el contexto de un excitante trayecto ferroviario que los conduce de Pekin a Shangai. La película, retuerce luces y sombras, perfila decorados con el fin de conseguir una atmósfera turbia y sinuosa, convenientemente sintetizada en las gasas y tules, la morbidez y la sensualidad que emanan de la figura de Marlene Dietrich, fotografiada por Lee Garmes como si se tratara no tanto de una mujer real, como de una fascinante ensoñación.

Guillermo Cabrera Infante, el célebre escritor disidente cubano la describió magistralmente: "Su nombre comienza como una caricia (Marlene), y termina como un latigazo (Dietrich)", se refería a su pronunciación figurada obviamente. Era una mujer de fuerte carácter que transmitía su magnetismo más allá de la pantalla, capaz de seducir con un gesto, con una mirada podía transmitir sensaciones inconfesables, de ahí que la mayoría de las películas que interpretó eran casi un vehículo para su lucimiento.

En esta ocasión Von Sternberg con su barroquismo habitual, nos cuenta una exótica historia (típica en aquellos tiempos) a la medida de su musa o amante, demasiado teatral la puesta en escena, en mi opinión, que lastra en exceso la acción, y unos personajes un tanto estereotipados (que en 1932 podía resultar original), la fotografía expresionista está muy lograda y en general me parece un film muy representativo del Hollywood de la época.
Antonio Morales
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28 de enero de 2011
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El expreso de Shanghai (Josef von Sternberg, 1932) sigue siendo una película estupenda y recomendable, cine en estado puro. Hace mucho tiempo que la vi por primera vez, pero recientemente la volví a ver con el mismo placer que en mi juventud. Esta vez en compañía de mi hijo, de 20 años, el cual se quedó impresionado por las fuerza de las imágenes en Blanco y Negro que se muestran (a los jóvenes no les suelen “molar” las pelis en B/N) y la belleza formal del juego de luces y sombras que produce, con su variada gama de grises. Pero es difícil no dejarse impresionar por el detalle de las poderosas ruedas de la máquina del tren, con el humo negro de la chimenea (que alguien ha interpretado acertadamente como un escape a las pasiones de los protagonistas) saliendo a borbotones y envolviendo toda la pantalla, y el ajetreo de la variopinta fauna humana que se muestra.
Destacaría la maestría de la cámara moviéndose entre tantos personajes y con tan poco espacio (al parecer la película se rodó en estudio), la exposición de caracteres y las motivaciones de cada individuo. Marlene Dietrich, aunque se la tache de actriz mediocre, sigue estando maravillosa, sensual y misteriosa, fumando sin cesar (en su tiempo no se sabía lo peligroso del tabaco) y con esa cara que tiene, angulosa y llena de ternura a la vez, de vuelta de todo... Su mirada hipnotiza a la cámara, que la sigue acariciadoramente, totalmente rendida a sus encantos de mujer fatal, pero generosa en el fondo, capaz de sacrificarse por lo que ama. No entiendo cómo una mujer semejante sigue enamorada de un individuo como el doctor, tan estirado y presuntuoso. En sus diálogos iniciales la pareja protagonista me recordó por un momento a Joan Crawford y Sterling Hayden en “Johnny Guitar”(Nicholas Ray, 1954), hablando de su antiguo amor, pero todavía vivo... Porque la película no deja de ser una historia de amor, siendo todo lo demás una excusa para contarla. Pero Shanghai Lily es distinta, más humana y distante a la vez; no en vano aparece como una persona creyente, pese a su vida ligera, sarcástica y alegre, que ha necesitado muchos hombres para llegar a ser la que es.
El malo de la película
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1 de mayo de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El expreso de Shanghai” es sin duda una de las mejores películas que Josef von Sternberg rodó con Marlene Dietrich. Juntos habían hecho ya “El ángel azul”, “Marruecos” y “Fatalidad”, y juntos harían más tarde “La venus rubia”, “Capricho imperial” y “El diablo es una mujer”. En los títulos de crédito de todas estas películas dirigidas por Sternberg encontramos a los mismos fieles colaboradores, aquí es Lee Garmes, el director de fotografía, el que obtiene en “El expreso de Shanghai” lo mejor de la sutil fotogenia de la diva, utilizando luces y sombras, la penumbra de la estación de tren, o las persianas que filtran los rayos del sol, para destacar su belleza y su erotismo en cada plano, alimentando el misterio de su mito, su trabajo fue galardonado con un Oscar. El vestuario, con vestidos de plumas, con velos transparentes, estilizados trajes, o abrigos de piel, está a cargo del célebre especialista de Hollywood, Travis Banton, que alimenta cada aparición de la Dietrich con su propio ingenio.

El personaje de Shanghai Lily, escrito por Jules Furthman a partir de la novela de Harry Hervey, está hecho a la medida de la diva, un mito alimentando al otro, ya que en la ficción la belleza y la reputación de apasionada y caprichosa devoradora de hombres que tiene Shangai Lily, está íntimamente relacionada con la propia reputación que tenía Marlene Dietrich, un nombre, decía Jean Cocteau, que empieza como una caricia y acaba como un latigazo. El mito de Marlene se identifica aquí con el de esa prostituta de lujo que sigue enamorada del único hombre al que amó en su vida y al que encuentra cuatro años después en ese tren, con aquella réplica que se hizo célebre en su época: “necesité muchos hombres en mi vida para cambiar mi nombre por el de Shanghai Lily” dice la actriz en la ficción a su amante interpretado por Clive Brook.

Quizás para compararla con “Gran Hotel”, que ese mismo año, 1932, le arrebató a “El expreso de Shanghai” el Oscar a la mejor película, se apodó a la película de Sternberg como “El gran hotel en movimiento”. La línea ferroviaria que va desde Pekín a Shanghai y en la que Sternberg nos ofrece una fascinante atmósfera en esa época colonial y cosmopolita de los años 30, salió enteramente de su imaginación, pues la película se rodó en una línea férrea en Santa Fe, en los Estados Unidos, con un tren que fue pintado enteramente de blanco.

Una película magistral, que está aún demasiado influida por el cine mudo pero que, sin embargo, aquí no molesta, y con una Dietrich grandiosa en un papel que parece estar escrito expresamente para ella.
Juan Marey
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21 de marzo de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso como al referirse a esta película se suele comenzar diciendo: cuarta colaboración de Sternberg con Marlene Dietrich. Como si todo lo demás no tuviera importancia. Y más o menos es así. El argumento basado libremente en el cuento publicado en 1880 por el autor francés Guy de Maupassant y reciclado nuevamente por John Ford en "La diligencia" es la excusa para que Sternberg dé un clase maestra como creador de atmósferas y encuadres abigarrados y prefigure el abc de las "películas de trenes". La influencia teatral de Reinhardt se hace una vez más presente en su obra y su maestro fílmico Emile Chautard aparece como actor encarnando al mayor Lenard. Así pues la magia y el estilo se hacen notar en toda la narración focalizando a su creación y amante como centro solar nunca tan bella y tan bien fotografiada por Lee Garmes que se llevó un Oscar por su trabajo. Dietrich se come la pantalla gracias a que Sternberg sabe todo lo que puede sacar de ella, de su vestuario, de su mirada misteriosa, provocadora y segura de si misma. No sé si es una lastima o no para la historia que su partener, el británico Clive Brook, con el que ya había trabajado Sternberg, esté tan envarado y tenga tan poco carisma. Si el personaje hubiera sido encarnado por Cooper o alguien similar la historia hubiera sido otra para menoscabo de la leyenda de Marlene.
Exótica, rodada en estudio casi en su totalidad, con su correspondiente moraleja sobre la hipocresía social, (la prostituta es la persona de mayor dignidad ética y moral) sin olvidar a la siempre inquietante y seductora Anna May Wong, capaz de arañar segundos de gloria a la diva.
ELZIETE
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