El reino de las tinieblas

No es una película que dé miedo si es eso lo que se busca. Por tanto como oferta de terror es tremendamente fallida, no sólo porque no hay una sola escena que sobresalte o inquiete, sino por lo ridícula que se pone la trama en varios pasajes.

Y si hablamos de la historia de la cinta hay que decir que es un despropósito de principio a fin. La estructura argumental no sólo que no tiene ni pies ni cabeza, sino que las interacciones entre los personajes son tan traídas de los pelos que causan gracia o terminan repeliendo de lo absurdas que son.

Es una película de terror con temática sobrenatural, específicamente aborda el tópico de la ultratumba, pero de forma muy poco coherente y nada prolija.

El guión desarrolla una retahíla de situaciones delirantes al extremo, lo cual hace que nunca nos sintamos atraídos ni atrapados por las circunstancias que se nos narran.

Si uno lee la sinopsis, a priori se imagina una cinta interesante. Pues se nos habla de un doctor loco que experimenta con un paciente fallecido y lo trae a la vida nuevamente. Luego se nos dice que quien regresa a la vida empieza a experimentar extrañas pesadillas y se termina dando cuenta de que está conectado extrasensorialmente con un asesino en serie.

Pero claro, cuando el filme empieza a desarrollar el conflicto, la trama empieza a hacer aguas por todos lados, pues se mezclan temas tales como el infierno o Satanás mismo y terminamos visionando una cinta muy incoherente, llena de bizarros efectos especiales que quieren simbolizar a almas en penas, pero mostrados de una manera tan disparatada que terminan causando la carcajada del espectador de tan cutre que queda.

Las actuaciones son funcionales, apenas que cumplen las pocas exigencias de un guión que es para la quema. Jeff Goldblum y Christine Lahti se toman en serio sus personajes, pero no se dan cuenta de que ya están mal barajados desde la confección del guión mismo, por tanto tampoco sirven demasiado sus interpretaciones para mejorar en algo el desastre de este filme.
Y si hablamos de desastre, hay que mencionar que Alfred Molina y Alicia Silverstone están para el olvido en sus composiciones artísticas. Ya de por sí sus personajes son planísimos y sin nada de atractivo o profundidad, pero encima los actores parecen que salen en pantalla en forma displicente o sin ánimos suficientes como para transmitir el más mínimo atisbo de convicción a la platea.
Jeremy Sisto también para el olvido como psycho killer de ultratumba, encima su apariencia física deja mucho que desear, con labios que parecen inyectados con Botox y una estética muy similar a la Jim Morrison.

La música es horrible, una especie de heavy metal que sólo ensucia y aturde más la fea presentación visual de esta cinta.

En fin, a priori parece una trama original y sugerente, pero cuando empezamos a mirar la cinta rápidamente perdemos cualquier esperanza de ver algo logrado e inmediatamente le empezamos a faltar el respeto riéndonos de ella.

En los 90 hubo una mini-moda de películas con esta temática. El protagonista, por alguna razón, mantiene un vínculo con un asesino y es el único que puede cazarlo a través de las visiones de los asesinatos.
En esta ocasión es con Jeff Goldblum y basada en una historia de Dean Koontz. Todo es muy convencional, pero consigue mantener el interés del espectador a lo largo de su duración, pues no tiene tiempos muertos ni escenas de relleno.
Para echar el rato está bien, aunque no deja de tener aroma de serie B.
Lo peor: La anticlimática banda sonora y los efectos especiales infográficos de Spectrum.

Thriller comercial y efectista con ciertos tintes paranormales.

Goldblum está convincente. La película tiene ritmo. Mostrando un ambiente noventero y yuppie en muchas escenas.

El comienzo con los arrebatos violentos del sicópata son "fuertecillos", así le queda claro al espectador que el malo es muy malo y te estremece ya desde el comienzo.
El desarrollo está bien. La alternancia entre lo que ve el protagonista en la realidad y sus destellos mentales en la cabeza del asesino en serie están bien llevados para mantener un buen ritmo.

Te entretiene y te recuerda a muchas películas parecidas.

Lo mejor de la película es el minuto 103, cuando comienzas a ver los títulos de crédito finales. Y ni aún así, porque, después de los títulos de crédito, hay un trozo de película (uno de esos "punto y final")que la hacen aún más penosa. ¿Cómo pudo el protagonista de "La Mosca" participar en un bodrio semejante? No tiene ni pies ni cabeza el argumento. Parece que tiene un final improvisado. Y el "malo" de la película hace reír. Ha sido la hora y cuarenta minutos peor invertidos de mi vida. Es una película completamente prescindible.

Reino de Tinieblas es el título en castellano de la novela que Dean R. Koontz publicó en 1992 con el título original de Hideaway -traducido, Escondite-. Solo tres años más tarde llega a la cartelera Asesino del Más Allá (1995), psycho-thriller sobrenatural que plasma en imagen este libro. Dirigió Brett Leonard, en aquel momento conocido por ser firmante de El Cortador de Césped (1992). Protagonizan Jeff Goldblum, Christine Lahti, Alicia Silverstone, Jeremy Sisto, Alfred Molina y Rae Dawn Chong.

Hatch Harrison (Goldblum) es un padre de familia (Lahti, Silverstone) que cuando vuelve con los mismos de un fin de semana de escapada, tiene un accidente de coche del que sale muerto, por lo menos dos horas; los doctores (Alfred Molina al frente) consiguen salvarle de milagro. Consecuencias, a punto de irse al otro barrio se ha creado un vínculo con otra persona que ha padecido una experiencia similar, un psicópata que se hace llamar Vassago (Sisto).

Buscando información en internet sobre Asesino del Más Allá me ha llamado la atención un par de detalles que indican ante qué clase de película estamos. El actor Dennis Quaid es productor del film, pero tras ver el resultado final decidió retirar su nombre de los créditos. Lo mismo sucede con el escritor de la novela, un Dean R. Koontz que también quiso desentenderse de tener algo que ver -pero no pudo-. Sabiendo esto es posible que cada uno de los involucrados en Asesino del Más Allá la haya intentado borrar de su vida, en el mejor de los casos, del currículum.

¿Es para tanto? No me ando con rodeos ni me quiero extender con una película que no necesita de un análisis muy profundo. Es mala, y en cada uno de los apartados. El look visual, lo poco que pasa para lo mucho que dura, los efectos especiales de risa, la manía de meter música de fondo aunque no pegue ni con cola, los personajes de la Silverstone y un villano algo niñato. Pero la palma pienso se la lleva el guión, que no se molesta en explicar lo irracional de cada situación -la conexión entre héroe y villano ¿por qué? o las apariciones celestiales y demoniacas del clímax, un poco por la cara-.

A salvar: Jeff Goldblum, que sin hacer un papelón consigue mantener el poco interés que despierta esta película.