Mi nombre es Ninguno

Partiendo de la base de que, para mí, el "spaghetti" western es un western de serie C (no llega a la categoría del B) y de que no tengo la mente tan preclara como esa cohorte de críticos aduladores de todo cine que no sea americano. Partiendo de esa base, decía, creo que estamos ante una de las películas más interesante del género y, curiosamente, de las menos renombradas por aquellos analistas tan listos y tan sabios.
Por supuesto, como "spaghetti" que es, no entenderemos la mitad de las cosas, su carencia de ritmo podrá llevarnos a profundos sueños, que, eso sí, se verán disipados de cuajo cuando resuenen los rifles y las pistolas como cañonazos de navío, y, su banda sonora (acertada o no) será cargante y pretenciosa, absolutamente desquiciante cuando se alarguen las escenas en las que tiene que suceder algo importante. Si logramos superar estos "problemillas" habrá que reconocer la extraordinaria interpretación de Terence Hill y Henry Fonda (magníficos los duelos de miradas), la magistral dirección de la secuencia de la mesa de billar y, esa sensación de melancolía por los viejos tiempos en el Oeste que impregna toda la película.
En definitiva, el "spaghetti" western tenía sus "cosillas" pero el resultado final no dejaba de ser una película confusa e incompleta.

"Mi nombre es ninguno" fue uno de los dos westerns que produjo Leone pero no dirigió. Aunque aquí tuvo más mano que la simple producción. Es un spaguetti-western crepuscular, si puede existir algo así, con un elaborado guión y una magnífica dirección de actores. Terence Hill brilla y da réplica a un fantástico Henry Fonda, indemnizado aquí como bueno tras el mítico Frank, malvado donde los haya, de "Hasta que llegó su hora".

La película tuvo mala suerte. Como dice Carlos Aguilar en su libro sobre Leone, habia tal saturación de bodrios infectos (spaguettis y gazpachos-westerns) que el público le dió la espalda y pasó desapercibida. Sin embargo tiene los mimbres de las películas de Leone, la elegancia en los movimientos de cámara y encuadres, la cuidada ambientación, los magníficos diálogos, la música de Morricone, personalizada para cada personaje, las extravagancias como la feria en el Oeste ¡bailando unas jotas!... . La escena del tiroteo en la sala de los espejos es antológica y un homenaje a la Dama de Shangai, aunque su final a bofetones lo estropea algo. Vuelve a no existir el personaje femenino, ya que es una película de hombres de verdad, de muerte, no de creación de vida, aunque si que hay esperanza...

Se advierten algunos chistes italianos que quizá desmerecen la obra: cámaras aceleradas, bofetones, escatológía y bromas con los órganos sexuales, como la escena que cierra la película que desmerece a la misma. Ello se repetiría en las películas chistosas de Trinidad. La música de Morricone brilla en algunos temas, pero en otros parece autoplagiarse, como en la música que acompaña a los duelos, muy parecida a su obra cúlmen "Hasta que llegó su hora".

Esta película la vi en una sesión doble en un cine de barrio. No me acuerdo cuál era la otra. Me gustó. Aunque extraña ,es un digno producto que merecía mejor suerte.

Gran película que parece en muchos tramos cine mudo. Repleto de escenas de splastick estiradas quizás en demasía pero muy buenas. Los diálogos son escasos pero contundentes.
Como curiosidad decir que es el origen de la historia del pajarito que cae del nido y al que le caga una vaca.

Pese a que con los años, Sergio Leone quisiera alejarse de los westerns después de su saga del Dólar, propósito que le resultó altamente complicado, llegando a repudiar un género que él mismo había revolucionado, no obstante, en todo el conjunto que reside en “Mi Nombre es Ninguno”, se encuentra las bazas del mejor Leone, sobre todo en su cinematografia y estilo.

Aunque no sea dirigido un film por él, se nota su puño en todo el metraje, pues al igual que “Hasta que Llegó su Hora”, nos ofrece un western puramente crepuscular, con un mayor enfoque de trascendentalismo y epicidad que de aventura. Es un film con un tono muy peculiar, debido en parte, a que está interpretado por dos intérpretes muy diferentes en lo que se refiere a estilo. Por una parte, tenemos al gran Henry Fonda, cuyo personaje es el que transporta al espectador hacia el ocaso del pistolero, a la renuncia de una vida arriesgada y peligrosa, con una fuerte alegoría a encontrar un remanso de paz y de vida tranquila, con notables toques existenciales de lo que denota ser toda una leyenda y una figura importante en el salvaje mundo del oeste.

Por otro lado tenemos a Terrence Hill, que como no, con él se refuerza el lado más cómico y desenfadado del film, con sus pantomimas ridículas y sus mamporros más que habituales, con un tono más tirando al más puro “Spaghetti Western” que al drama forjado con la trama de Fonda.

Este curioso potaje, hace que estemos ante un film cuya tarea en ser clasificado sea bastante complicada, y empañe el conjunto con ciertas irregularidades, pues los más puristas y amantes del western de Leone, preferirán mucho más la parte de Fonda, donde se denota la mayor carga emocional, y donde se contempla el estilismo de Leone en todo su esplendor.

Es por eso que algunos repudiarán las partes de Hill, aunque sus más fanáticos seguidores quedarán satisfechos con su ración de tundas y de payasadas. El conjunto aún gana por enteros gracias a su bella fotografía y, cómo no, de su mastodóntica banda sonora compuesta por el incomparable Ennio Morricone, con una mezcla de temas tirando al lado más cómico con las apariciones de Hill y con una vertiente más dramática, personal y épica en las apariciones de Henry Fonda.

Un film considerable y muy inteligente, donde Leone ( productor, argumentista, así como realizador del algunas secuencias, sin acreditarse). reflexionó con lucidez y amargura sobre las dos fases del género western ( la norteamericana clásica y la que él inauguro spaguetti) desfasadas por el fenómeno Trinidad. La película combina pues un conseguido tono crepuscular con la utilización significativa de Terence Hill y Henry Fonda, realzando todo una eleborada banda sonora de Morricone.