Un sueño posible

El dinero sí, para variar, da la felicidad, a aa a, más es más.
El abrazo del oso.
Es una película que vale a la inversa, como defecto o carencia, ausencia, lo que niega, por lo que deja fuera, en off, o (obsesivamente) no cuenta, eso, la realidad (entera y verdadera), la caidita de Roma, el mundo, lo humano, sirve como ejemplo de un tipo de cielo norteamericano (ya también español, hijos de un mismo Dios, amo y esclavo), cómo les gustaría que fueran ellos, las cosas, el mundo, el quilombo, justo exactamente al revés de cómo son, ellos, las cosas, el mundo, nada que ver*, la distancia (infinita) entre el deseo y el hecho, esa tensión irresoluble o irresuelta, hipocresía e hipotenusa, todos los lados del ángulo no tan recto.
Y también es Erin Brockovich, con pasta, una película cuyo único real motivo o sentido es la enloquecedora y abrumadora autofelación (cunnilingus), boca abajo, de la Bullock (lo que comentaba o comentó Gervais que se hacía o hizo Judi Dench en Cats), enfermiza (Oscar de la Academia, causa y efecto, de Pavlov el perro, lógico, el sexo gusta a todo Dios, también a los académicos, faltaría menos, en vivo y el diferido, amor propio o ajeno y compartido, es lo mismo o -no- tan parecido, salivan), obscena, se pajea.
Bueno, es perfecta o repulsiva, según se vea, depende, depende, ¿de qué depende?, de según como se mireeee, todo depeeeeende. Fórmula, rutina, senda, solo te preguntas (la única minúscula minucia posible incógnita ante tanta escandalosa previsibilidad grotesca) cuánto tardará en llegar (¿a la hora, a la hora y cuarto quizás?, hagan apuestas, aquí se demoran bastante, no tienen prisa, calma chicha ni limoná) o producirse el conflicto (estas películas churreras tomateras a toneladas, a peso hechas, el noventa y nueve por ciento de la producción mundial, oh, yeah, siempre respetan las mismas reglas narrativas caiga quien caiga hasta el infinito y muchísimo más allá, asunto peliagudo, acercamiento, dificultad, armonía, crisis, reconciliación, eyaculación, ya sea en cuestiones sociales familiares o en casos solo amorosos, da igual, se respetan los ritos, las liturgias, las ceremonias, los boatos, los pasos y los resultados erre que erre, el tonto y la linde, miles de millones de veces como si fuera siempre la primera vez, reconstrucción del himen, y al público le gusta, son como niños, se resisten a crecer, cuéntame el mismo cuento otra vez en el mismo orden, por fa, papá) y cómo será justo antes de desembocar, tobogán, en el orgasmo final, el toro Ferdinando y la corrida general, aaaa, cómo se la sacan para volver a meterla tan rápidamente tal cual y vaya, ese aspecto suele ser el más cutre y ortopédico en estos pintiparados casos, el más forzado y chungo y aquí sí y no** porque introduce indirectamente un problemón, una real cuestión que hace tambalear el edifico en construcción, sea, habla de si lo cogen o cogieron, adoptan, tutelan, por amor al arte, semos buenos, nazíos para ayudar, vocación de servicio y nada más, o (una vez descartada la opción de la mascota, animal de compañía, les faltaba, a la familia perfecta, el perro pachón que se compra o tiene para cuidar la casa, de forma no tan simbólica, que era la que más prometía o probable era) si fue como el que adquiere letras del tesoro o un piso para especular, y, de paso, sirve, esa duda o proceso, el proyecto del proyecto, como denuncia del mercado persa (negro), estraperlo, contubernio, ¿de esclavos tráfico?, que se traen entre manos las universidades y los atletas (seguramente, otra vez, negros) y sus familias o parásitos, chupópteros, putiferio, prostíbulo, recochineo, conchabeo, politiqueo, manejo.

El film no sale del típico argumento dramático.
Es una de esas muchas películas que nos hacen reír con escenas paternales y familiares y que no nos sorprenden resaltando personajes como S.J. que le dan mucho juego para correr el guión y soltar alguna que otra carcajada. Sin embargo, tal vez sea la, no buena, si no excelentísima actuación de Sandra bullock, con el Oscar bien merecido, tal vez sea la comparación de la cara de Michael al principio y al final de la cinta, tal vez el ambiente tan familiar con el que muchas veces nos identificamos que rodea a los protagonistas, o el sufrimiento de Oher a lo largo de la cinta prácticamente sin diálogos, compartido conmigo en su totalidad, o puede que sea simplemente ese típico argumento que comentaba, que en esta sociedad actual no se hasta que punto puede ser real o utópico, pero es una de las películas que considero dignas y merecedoras de ver.

Qué más decir sin ser repetitivo, por el gran tipicazo del argumento y puede que del guión, a veces hay que bucear y ver un poco por debajo de la superficie, tanto de la película como sus personajes, de la vida que encierran, de los malos y buenos ratos, y de que en una (sabemos que es una historia real) vida de una persona de tantas miles sin oportunidades, sin infancia y sin futuro se pueda crear algo de lo que tener orgullo.

Aunque en una sinopsis breve o si es tomado a la ligera, puede pasar como un drama sensiblero (que esta casi en el borde de serlo) el proyecto de Joh Lee Hancock, respeta la obra en la que se basa y "no se pasa de la raya" al mostrarnos la conmovedora y muy real historia de "Big Mike".

Con el implícito mensaje en contra del racismo y la diferencia entre "ricos" y "pobres" la trama se desenvuelve con mucha soltura, gracias a un correcto guión escrito por el mismo Lee Hancock. Pero lo que más llama la atención (en lo personal) es el desempeño del reparto, en este respectivo orden: Sandra Bullock se llevó todos los aplusos (y también el Òscar) por su comprometido papel como una madre de familia adinerada, que lucha por sacar adelante a una promesa deportiva poco convencional, este último interpretado por Quinton Aaron. De ahí también se destacan Tim McGraw y Kathy Bates y el pequeño Jae Head, quien se gana el cariño y respeto de quien lo vea, gracias a un carisma y ternura impresionantes.

Basado en el libro de Michael Lewis, “The Blind Side” (título original de la cinta) se convirtió en una de las películas más aplaudidas del 2009 y en la consagración de Sandra Bullock, otorgándole el -tan esquivo hasta ahora- Premio Oscar a la Mejor Actriz.

Cuando una noche, “Big” Mike se le cruza a pie por delante del auto de los Touhy, con destino incierto y en medio de la noche más oscura, Leigh Anne no dudó en llevarlo a su casa, darle abrigo, cama y comida, con la aprehensión de su marido e hijos. Con el paso del tiempo, esto empieza a cambiar, lo adopta legalmente y Aaron se gana un lugar dentro de la familia, cambiando su vida y, principalmente, cambiándosela a Anne, sacándola de sus frivolidades y superfluas rutinas.

Una cinta sobre el valor de la familia, la superación personal, los tontos prejuicios y el sentimiento más profundo y verdadero que envuelve al ser humano: el amor. Muchos podrán catalogarlo como el típico drama-deportivo-norteamericano, tan usado por la industria estadounidense y con grandes resultados. Recordar a “Field of Dreams” (1989) protagonizada por Kevin Costner, “Any Given Sunday” (1999) de Oliver Stone, o la propia “Million Dollar Baby” (2004) de Eastwood.

El recurso puede ser muy fácil de utilizar, ya que generalmente, hay conceptos de sobrevaloración humana que van muy ligados al deporte, como el esfuerzo, la constancia, la familia, la voluntad y los sacrificios; pero no siempre un director sabe retratar este tipo de dramas, evitando lo meloso, y contar una historia sin mayores pretensiones. Para muchos, el papel mejor logrado de Bullock a la fecha, enseñando su versatilidad y logrando una actuación brillante.

Otro punto a favor es que aún su actuación no logra opacar el notable trabajo de Quentin Aaron, “Big” Mike, quien no emite palabras sino después de largos minutos de ya avanzado el film, pero consigue de igual manera transmitir esa angustia y oculta desesperanza, explicándonos con pocas miradas el sentir de un joven discriminado y desadaptado, casi, de manera involuntaria.

A pesar de ello, el filme no se escapa de los estereotipos, el argumento no desborda originalidad ni tampoco es el drama más conmovedor y sollozante del año, pero -como se mencionó anteriormente-, tiene un gran mérito, y es que se aleja de la sensiblería fácil, sin pretender comprarnos la emoción a costa de bandas sonoras corales, abrazos en primer plano y falsos lagrimones. Puede resultar incluso previsible, pero la cinta trata el tema con sumo cuidado. Bullock se encarga del trabajo sucio y conmueve por su contenido, lo bien que está contada y una adaptación que recoge lo mejor del texto de Michael Lewis, sobre el cual se basó la cinta.

El trabajo del director es sobrio y honesto, lejos de parafernalias técnicas y cuidando el carácter intimista de esta adaptación. Y esto, a estas alturas, donde todo está hecho en el cine, siempre se agradece.

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Veo mucha crítica ácida sobre esta película. Es lo que tiene la amargura. Hay mucho "negro de suburbio" que nunca tuvo alguien que le diera un poco de sensibilidad. Es una buena peli, no es extraordinaria, lo extraordinario es el hecho de que una familia blanca, pija y rica cometiera la locura de meter un negro de dos metros, sin estudios y con un pasado de miedo, en su casa. Un hombre que de un mamporro puede matarte y violar a tu hija. Eso es lo que pensaría cualquiera. Pero aquí la realidad gana a la ficción y la mayoría de esos amargados que se quejan de un mundo de mierda contribuyen a él con su comportamiento.Jamás harían algo así por alguien. Lo mejor es que es un hecho real, el tipo existe, la familia existe. Y la película se ciñe a una historia excepcional sin estorbarla, sin engrandencerla, sin hacer grandes alharacas. La Bullock esta bien, muy bien, pero el niño esta enorme. No conozco al gigantón que hace de actor, pero me recuerda al genial Malkovich en De ratones y de hombres aunque no tengo posibilidad de comparar a este gigante. Buena peli que emociona y hace reír a todo aquel que no necesita ver una pierna cortada o un tiroteo para sentir algo.