Sin llegar a ser una mala película, más que nada porque los clásicos para mí parten con ventaja, es inexplicable el prestigio alcanzado por esta película que más bien parecen dos películas de tesis contrarias cuyas escenas han sido mezcladas. Multitud de escenas inexplicables y rozando lo ridículo (por ejemplo los dos crímenes, o Lana Turner fregando platos con un turbante y un traje blanco), una estructura deslavazada, y la historia de un amor que cambia de sentido y lealtades con cada escena hacen de esta una película de visión interesante, pero muy alejada de los parámetros de una obra maestra. Disfrutadla en su justa medida, pero que el prestigio adquirido por sus componentes míticos no os ciegue.

Mi comentario, más que en el (deficiente, aburrido y alargado en exceso) argumento, se centra en una advertencia: si no conoces nada de la serie, no vayas a ver la película, o te perderas en varios diálogos, situaciones y, sobre todo, miradas entre los protagonistas, que no sabrás qué quieren decir. Aunque tengas al lado a alguien experto en la serie, la sensación de ignorancia total es bastante incómoda, algo que no ocurre, por ejemplo, con la reciente película de Sexo en Nueva York (de la que tampoco había visto la serie).

Está claro que el director se lo ha pasado genial escribiendo y dirigiendo esta película. Se ha reído tanto con sus propias gracias, que las carcajadas le han impedido pensar en qué historia trataba de contar.

Después de una primera temporada que era la mejor combinación de comedia, drama y misterio a partes iguales vista nunca en la pequeña (y me atrevería decir en la gran) pantalla, la segunda temporada, en vez de desarrollar una trama propia, ha ido ocupándose de cabos sueltos de la anterior, no siempre resolviéndolos satisfactoriamente.

Si en la primera temporada ponían a las protagonistas en situaciones ultratípicas y éstas reaccionaban de una manera totalmente inesperada, en la segunda temporada las situaciones se van acumulando, cambiando y surgiendo de una manera a veces muy próxima al culebrón más ramplón.

Tensión constante, desde los primeros minutos del film, y una divertida interpretación de Johnny Depp. Aunque te hueles el final, la resolución está contada de una manera original, y no te esperas ciertas cosas, en estos tiempos de "to er mundo es güeno" que imperan en Hollywood.