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España España · Madrid
Críticas de JLB
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Críticas 31
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
26 de abril de 2024
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífico documental, bellamente producido, que ilumina con luz clarísima la actuación que tuvo España en el descubrimiento y conquista de América, poniendo especial énfasis en la forma que adoptó para llevar a cabo tamaña empresa (tan contraria a la utilizada por potencias colonizadoras occidentales, fundamentalmente anglosajonas), y en el legado que, quinientos años después, subsiste todavía hermanando toda Hispanoamérica.

Muy recomendable para gente interesada, amantes de la Historia e imprescindible para ignorantes, que cada vez son más, incluye la intervención de diversos expertos en la materia (catedráticos, historiadores, escritores…), en su mayoría pertenecientes a países del continente americano, los cuales van desgranando su opinión con frases como perlas:

-“España no tuvo colonias en Hispanoamérica”.

-“Quienes dijeron que “el único indio bueno es el indio muerto” (general Philip O. Sheridan) no fueron los españoles”.

-“El encuentro entre ambos continentes se iba a producir antes o después. Gracias a Dios que fueron los españoles quienes lo llevaran a cabo, si no seguramente hoy no estaría yo aquí”.

-“¿Que dónde está el oro de los españoles? Mire a su alrededor: catedrales, ciudades, universidades y hospitales que siguen funcionando a día de hoy”.

-“España no tuvo colonias en Hispanoamérica”. Si hubo abusos (que los hubo), fueron siempre cometidos por indeseables y no institucionalizados; es decir, no fueron patrocinados por la Corona Española, que siempre que pudo persiguió y castigó tales conductas y legisló para que no se repitieran, a diferencia de las formas del colonialismo anglosajón.

-“Antes de los españoles no había ningún paraíso. Los distintos pueblos vivían aislados unos de otros, frecuentemente en guerra entre ellos. Se sacrificaban seres humanos y se practicaba el canibalismo. La hermandad comenzó con la llegada de los españoles, al unir a todos esos pueblos con un mismo propósito".

-“Las revoluciones que buscaban independizarse no estaban apoyadas por el pueblo llano, el cual apoyaba mayoritariamente a la Corona. Sirvieron para rapiñar las tierras comunales que pasaron a manos privadas perjudicando a los más necesitados”.

-“Los españoles nos invadieron, pero los conquistados fueron ellos”.

¡Y qué gran verdad es! Como dice la canción de Nino Bravo: “Cuando Dios hizo el Edén, pensó en América”.

P.D: ¿He dicho ya que en el documental se demuestra que España no tuvo colonias en Hispanoamérica?
JLB
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6
4 de abril de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sencillamente, no puede haber planteamiento más sencillo que el propuesto por Eric Besnard en “Las cosas sencillas”, dicho sea esto con toda sencillez.

A pesar de la fina línea que separa la sencillez de la simpleza, y lo fácil (o sencillo, ¡otra vez!) que es que un argumento que transita cómodamente por el sendero de lo elemental acabe despeñándose sin remedio por el barranco de lo simple, el director consigue mantener el equilibrio regalándonos una simpática e interesante película sin llegar a desbarrar hacia lo insustancial.

Vincent es un “empresario de éxito” con todos los aditamentos que nuestra época actual incorpora a semejante condición: Hiperactivo, hipertecnologizado e hiperventilado. El estrés que le supone su trabajo, así como la modorrez que le procuran el uso constante de todo tipo de gadgets y prótesis electrónicas, le llevan a desear en el fondo otro tipo de vida, una más sencilla (¡y dale!). Por otra parte, Pierre, el otro personaje protagonista y antagonista de Vincent, representa todo lo contrario. Aislado en la montaña, vive en una sencilla (ejem) cabaña trabajando con las manos. El encuentro de uno y otro desencadenará una serie de situaciones donde cada uno de ellos reconocerá en el otro la parte que le falta, la que desearía tener para sentirse completo.

Y hasta aquí el argumento de la película. En verdad no puede ser más sencillo (con perdón). En cualquier caso, una película para pasar un rato agradable, entretenida y con extraordinarios paisajes que, sostenida por la buena interpretación de la pareja protagonista, con mención especial para Lambret Wilson en su papel de Vincent, consigue evadir durante hora y media al espectador, sumergiéndole en florestas nemorosas y lagos de agua fría, donde puede uno bañarse en el cielo.
JLB
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7
16 de febrero de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director Alexander Payne nos invita en “Los que se quedan” a realizar el único turismo realmente digno que merece la pena hacer: el del viaje interior, de autodescubrimiento y crecimiento personal, dirigiendo para ello nuestra atención sobre tres personajes dispares que conviven dentro del microcosmos que supone un internado para jóvenes estudiantes.

Un estricto profesor de historia (magníficamente interpretado por Paul Giamatti, si bien el resto de actores rayan también a gran altura), un estudiante conflictivo y una cocinera, se ven obligados por diversas circunstancias a permanecer en el citado centro durante las breves vacaciones de Navidad. A ninguno le hace especial ilusión semejante perspectiva, si bien esto les embarcará en un viaje transformador de pocos días a cuyo término no volverán a ser los mismos. Pertrechados cada uno con su propia mochila de problemas personales (soledad, abandono, la ausencia de un ser querido), la continua fricción entre ellos irá suavizando la convivencia, iluminando y despejando con ello sus respectivas sombras interiores, despertándoles a una nueva vida.

Película de gran ambientación, recrea extraordinariamente la atmósfera de los famosos “boarding schools” anglosajones: internados donde una balumba de estudiantes convive hombro con hombro con compañeros y profesores en busca de una mejor educación, para dejar tranquilos a sus padres, porque no les queda más remedio, o todo esto a la vez.

En definitiva, una sugerente propuesta que combina momentos divertidos con otros más dramáticos, pero siempre agradable y enriquecedora.
JLB
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8
9 de febrero de 2024
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película entretenida y sugeridora, me atrevería a decir que incluso peligrosa, dada la época en que vivimos, pero que desde luego supone un cubo de agua fría lanzado al rostro de una sociedad aletargada y de conciencia moral adormecida por falta de uso, incapaz ya de discernir entre el bien y el mal, y más acostumbrada a que le regalen los oídos con perifollos dialécticos para tranquilizar conciencias que a que le cuenten la realidad de las cosas tal como son.

No se trata de una película de terror propiamente dicha, si bien es realmente aterradora. Carece de la pepitoria de efectos digitales destinados a sobresaltar de cuando en cuando al espectador en su butaca, propia de las mazorrales producciones de terror al uso, pero a cambio consigue sobrecoger su alma con la infinita crueldad que desprende el preso Edward Wayne, magníficamente interpretado por Sean Patrick Flanery.

El argumento se desarrolla en la celda de una prisión en la que el psiquiatra James Martin trata de hacer un informe pericial sobre el preso Edward Wayne, sentenciado a la pena capital y que afirma ser un demonio (Nefarious) que ha poseído el cuerpo del recluso.

A partir de ahí se despliega un interesante intercambio dialéctico entre doctor y preso en el que se irán resquebrajando muchas de las convicciones del primero (que son las propias del mundo actual) abriéndole los ojos a la realidad que era incapaz de ver.

A buen seguro suscitará reacciones de lo más variopintas pero su originalidad e interés hacen de Nefarious una película muy recomendable.
JLB
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7
18 de enero de 2024
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hirayama, personaje protagonista de esta película, pertenece a una empresa de limpieza de baños públicos en Tokio. Día tras día y como si del día de la marmota billmurrayano se tratara, se enfrenta con la misma rutina en la que las horas se van sucediendo sin apenas variaciones de ningún tipo. Pertrechado con los trebejos propios de su profesión (mono de trabajo, cubeta y mocho), así como con gran sosiego de espíritu, cumple con su responsabilidad concienzudamente.

Por desagradable que pueda ser es consciente de la importancia de su trabajo e intenta hacerlo de la mejor manera posible: pasados y repasados con denuedo, los inodoros quedan limpios como la patena y, tras esmerados fregoteos, los baños quedan que da gloria verlos. También saca tiempo para disfrutar de esas pequeñas alegrías de la vida que los ojos de la mayoría de nosotros (acostumbrados sin remedio a complejos artificios vacíos de contenido) apenas saben ya reconocer y que, sin embargo, dotan a la existencia de todo su sentido: el amanecer de un nuevo día, la brisa en el rostro, las mil y una formas caprichosas que forman las ramas de un árbol…

Con aparente sencillez Wenders hace recuento de este quehacer rutinario sin escatimar tomas de gran belleza y aderezándolo todo con una banda sonora de calado. Los personajes secundarios iluminan poco a poco las motivaciones del personaje dejando al espectador con ganas de más, invitándole a acompañar al protagonista hasta el final del metraje, quizá algo alargado.

Ignoro si el bueno de Hirayama hubiera seguido manteniendo su proverbial calma zen si le tocara en suerte limpiar alguno de los baños públicos con los que he tenido la desgracia de toparme en España. Desconozco si esa entrega inquebrantable que pone en recoger un papel aquí, otro allá, de los baños de Tokio, no hubiera decaído irremisiblemente de tener que enfrentarse al espeluznante pandemónium de determinados baños que Vd. y yo sabemos...

Si bien creo que incluso en esas circunstancias extraordinarias Hirayama hubiera respondido de manera sobresaliente porque, a pesar de la rutina y los sinsabores, Hirayama espera algo, sabe que hay un sentido (un sentido auténtico, con mayúsculas), un significado para todo lo que nos rodea y que nos será revelado en su momento si no perdemos la esperanza.
JLB
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