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España España · Barcelona
Críticas de Gizzu21
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Críticas 29
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
4
1 de junio de 2021
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"Suena bohemio y pretencioso" dice el personaje de Elisabeth Moss cuando Sebastian le cuenta el argumento de una de sus películas. Así podríamos resumir este corto.

El director pretende contar una historia de (des)amor entre dos (des)conocidos en el frenético Tokyo –donde Sofia Coppola nos desarmó el corazón con esa entrañable historia de amistad y de amor entre Charlotte y Bob– y al mismo tiempo hacer una especie de homenaje o referencia a la cinefilia.

No sé cuál de los dos aspectos me chirría más. El romance falla porque no hay química entre los actores, a pesar de que Moss lo intenta y consigue sacar adelante una actuación más que decente. Pero poco puede hacer al lado de ebon Moss-Bachrach, el protagonista masculino, que tiene el carisma de un tronco y desentona completamente. Por otra parte, el intento de homenaje al cine –que se basa en poner un póster enorme de una película de Godard o un fotograma de otra de Kurosawa de vez en cuando– se queda completamente en tierra de nadie. Es forzado y carece de sentido narrativo.

Otro tema que no me ha convencido es el uso de la música, excesivo en mi opinión, que se vuelve completamente cargante en el tramo final de la película. No sé si pretende crear un clima melancólico, pero acaba resultando bastante irritante.

Pero a pesar de todo le doy un cuatro. Quizás porque en algunos momentos emula el Tokyo de Sofia Coppola –los planos iniciales de los coches son una referencia clarísima, también la reunión entre Sebastian y los compradores en potencia o la escena del cóctel– e inevitablemente me transporta a esa película tan especial. O quizás sea porque ver a Elisabeth Moss siempre es un regalo, aunque el proyecte flaquee. O incluso porque, pese a la mala ejecución, se intuyen algunas ideas interesantes.
Gizzu21
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8
12 de febrero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1905 Einstein postulaba la teoría de la relatividad especial. En ella, determinaba que el tiempo es una magnitud relativa y no un concepto absoluto, como se creía hasta el momento. El físico alemán declaró la velocidad de la luz como constante universal absoluta y como único valor legítimo para determinar la posición espacio-temporal de un evento.

Sin embargo, los humanos siempre hemos percibido el tiempo como algo cambiante y relativo, aunque no en el sentido físico de la palabra. Y, a diferencia del universo, la luz no es la constante que determina el ritmo del paso del tiempo, sino nuestras emociones. La felicidad o el dolor pueden reducir una eternidad a un segundo o, por contra, hacer pasar por una infinitud una fracción minúscula de tiempo.

Nostalgia de la luz mira al pasado. Al más próximo y al más lejano. Porque en definitiva, mirar al pasado es la única manera de comprender el presente. Para saber qué somos en el sentido más estrictamente científico de la palabra miramos al cielo. En las estrellas se forman los elementos químicos que constituyen la materia de nuestro organismo. Algunos de estos elementos se formaron incluso antes, en la explosión conocida como Big Bang que daría comienzo a nuestro Universo. Con el que empezó todo, pues no tiene sentido hablar de tiempo antes de la existencia del mismo.

Pero para saber quién somos la física no es suficiente. Entonces, debemos fijarnos en un pasado mucho más reciente y que, sin embargo, muchos se empeñan en borrar. Casi todos los países tienen una historia más o menos reciente de la que están más o menos orgullosos. Pero todo este conjunto de acontecimientos es la herramienta que tenemos para comprender nuestra realidad. En Chile, la dictadura de Pinochet es su particular Big Bang, el evento que dio inicio a una nueva era. Como dice el narrador en algún momento del documental, es difícil de recordar la inocencia del Chile del pasado, el de antes de la dictadura.

Mirar al pasado no solo es lícito, sino necesario. Prácticamente obligatorio. El desierto de Atacama, esconde los secretos mejor guardados del pasado. Allí van quienes buscan respuestas. Desde el sitio más seco de la tierra, los astrónomos miran el cielo que nos acercará a la respuesta del origen de la vida. En ese mismo lugar, los familiares de las víctimas de la dictadura buscan los restos de sus seres queridos, sin ni siquiera la certeza de que estén allí. En el desierto, la búsqueda del qué y la del quién se encuentran una frente a otra. Y es que, podemos buscarlas por separado, pero para comprenderlas de verdad tenemos que mirarlas juntas.

La memoria es necesaria para avanzar. Chile, como otros países rotos por las dictaduras en el siglo XX, se debate constantemente entre el recuerdo y el olvido. Algunos opinan que es mejor pasar página. En cambio, aquellos que vivieron la crueldad de la dictadura en sus propias carnes son incapaces de olvidar. Es fascinante cómo funciona la memoria, que permite recordar a un prisionero político las dimensiones exactas de la celda en que vivió recluido hace décadas, o los nombres y apellidos de cada uno de los compañeros, y sin embargo es capaz de olvidar cualquier banalidad del día a día reciente. Y es que pedirle a alguien que olvide un horror tal, es casi tan cruel como perpetrarlo.

Nostalgia de la luz combina conceptos que aparentemente no tienen ninguna relación para darles un sentido más amplio y tridimensional. Los mezcla con maestría, con una sensibilidad y emotividad enormes. La fotografía es brillante, Guzmán compone imágenes bellísimas y significativas, que dejan huella en el espectador. Y no es para menos la banda sonora, arropadora y emotiva, que acompaña las imágenes y la voz del narrador, aportando un extraño lirismo a un documental ya de por sí trascendental.
Gizzu21
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6
7 de enero de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
PIECES OF A WOMAN empieza de manera frenética. Sus primeros 30 minutos, sin apenas cortes, son de infarto. Kornél Mundruczó nos somete a una atmósfera en la que la tensión va aumentando gradualmente hasta culminar en lo que ya nos anticipa la historia, que resulta igualmente impactante gracias a la maestría del director.

Pero después de esta genial apertura, las siguientes escenas no logran mantener el alto nivel. La película falla a la hora de seguir un hilo claro en la historia, que va tomando caminos dispares sin un rumbo definido. Lanza algunas ideas interesantes, pero muchas de ellas no las acaba de desarrollar y en general es un irregular, alternando escenas de alta intensidad dramática y en que se vislumbran conceptos interesantes, con otras que pasan sin pena ni gloria, siguiendo caminos casi paralelos al resto de la historia.

A mi parecer, uno de los problemas de la película es el uso de la música, algo desconcertante. Hay excelentes piezas de jazz que, sin embargo, no parecen encajar lo más mínimo en la historia y que, como espectadora, me sacan de ella. En otros momentos, las piezas musicales son excesivamente melodramáticas y me provocan cierta aversión, pues se me antojan como un recurso demasiado fácil y efectista.

Otro tema de debate son las –más que obvias– metáforas. Aunque inicialmente resultan interesantes e inteligentes, Mandruczó abusa demasiado de ellas y las hace demasiado evidentes a ojos del espectador –las manzanas, el puente en construcción, las uñas negras– y como en el caso de la música, me acaba provocando un poco de rechazo por su falta absoluta de sutileza.

Ahora bien, no todo es malo. Pues las evidentes debilidades del guion y demás se ven suplidas por una DESCOMUNAL (sí, en mayúsculas) Vanessa Kirby en la piel de una madre rota de dolor por la inexplicable muerte de su hija. Ella es la dueña y señora de la película. Maneja con una sutileza increíble (la que le falta al guion) hasta el más mínimo detalle, desde la gesticulación facial hasta la manera de caminar. De la contención inicial a la explosión de emociones hacia el tramo final, la inglesa domina cada segundo de la película, con una naturalidad y un realismo remarcables.

Shia LaBeouf tiene buenos momentos, aunque se hace pequeño al lado de Kirby. Su actuación es algo irregular, le falta contención, pues en algunos momentos tiende demasiado al exceso y la sobreactuación. Aunque, todo sea dicho, en términos generales no está nada mal. Elle Burstyn se enfrenta a uno de los personajes más complejos y desagradables de la película. Pero la veterana actriz demuestra una vez más que es una de las grandes y a pesar de su corto papel, realiza un trabajo excelente.

Es una película interesante, pero no termina de alcanzar todo su potencial. Aún así, el tema del dolor está muy bien tratado, especialmente en el personaje de Kirby, que pasa por un proceso de aceptación y superación (una vez más, el puente que completa su construcción, las semillas que se convierten en manzanero o las uñas desgastadas que aceptan que ya han perdido su esmalte). Merece la pena verla, a pesar de sus muchas imperfecciones.
Gizzu21
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7
28 de noviembre de 2020
1 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las películas de Hong Sang-Soo son como un viaje cuya sustancia reside en el viaje en sí, y no en el hecho de llegar a un destino concreto. Todas sus películas son diferentes pero se construyen entorno a los mismos elementos: deliciosas conversaciones y situaciones cotidianas. Diálogos que pueden parecer banales en la superficie, y a veces lo son, pero a menudo esconden reflexiones mucho más profundas sobre la propia condición humana.

En 'The Woman Who Ran', Sang Soo explora el mundo femenino desde el realismo estático que tanto le caracteriza. Con un minimalismo extremo, nos va lanzando ideas sutiles sobre el matrimonio, los roles de género en la Corea actual y sobre la felicidad cotidiana de las pequeñas cosas. Durante 77 minutos asistimos a conversaciones entre mujeres, en medio de largas sobremesas y cafés en bares. Solo 3 hombres intervienen en la película y lo hacen dando la espalda a la cámara, porque esta historia no va con ellos.

A quienes no les guste Hong Sang Soo probablemente no disfrutarán de esta película, pero los que sean capaces de entrar en el mundo del director se van a transportar a esa realidad calmada que tanto caracteriza sus películas y se verán cautivados por esta pequeña joya.
Gizzu21
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2
24 de noviembre de 2020
8 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
'Hillbilly Elegy' resulta muy floja en todos los aspectos. Ron Howard no es un director que me inspire mucha confianza y, efectivamente, ha cumplido mis expectativas e incluso las ha superado: esta película es un despropósito absoluto.

El protagonista de la cinta es J.D., un chico nacido en una familia desestructurada en la América profunda. El papel lo llevan a cabo Gabriel Basso (de mayor) y Owen Asztalos (de adolescente) y siento decirlo así, pero ambos actores me parecen bastante limitados. Entre las flojas actuaciones y lo mal escrito que está escrito el personaje (plano y moralista) logro conectar entre poco y nada con él. Amy Adams, que encarna a la madre drogadicta y problemática, y Glenn Close, la abuela, están pasadísimas de rosca, muy sobreactuadas. Me duele decirlo, pero sus actuaciones me producen vergüenza ajena (y eso que ambas actrices me encantan). La única que salvaría es a Haley Bennett en el papel de la hermana, mucho más contenida que las anteriores, resulta más natural y entrañable.

En cuanto al guion, no se aguanta por ningún sitio, entre los "speeches" moralistas forzadísimos, que parecen sacados de un libro de superación personal, y los diálogos nada realistas y plagados de clichés. En general, los recursos narrativos que utiliza el director son efectistas pero inefectivos y producen vergüenza ajena (tanto la voz en off que no tiene ningún tipo de sentido como los flashbacks repetitivos y poco imaginativos). Ron Howard no solo carece de sutileza sino que infravalora bastante la inteligencia del espectador.

Pero quizás lo peor es que, a pesar de todos sus excesos y el abuso de recursos artificiosos y sensacionalistas, lejos de ser entretenida, resulta increíblemente sosa, monótona e intranscendental.
Gizzu21
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