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México México · Guadalajara
Críticas de Wilmer Ogaz
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Críticas 11
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
6
28 de agosto de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida y obra de una diva francesa en el ocaso de su carrera trae de vuelta a la siempre fantástica Catherine Deneuve ahora bajo las órdenes de Hirokazu Koreeda. Para no ahondar en la conocida trayectoria y los múltiples galardones del director nipón, nos avocaremos en intentar desmenuzar lo que se oculta entre sus líneas. Es la historia de Fabienne (magnífica Catherine Deneuve) una de las grandes actrices del cine francés que ha construido su brillante carrera sobre una remota relación familiar, la más golpeada es Lumir (eficiente Juliette Binoche) su hija guionista. El reencuentro entre madre e hija se da cuando Lumir, acompañada de su esposo Hank (un grisáceo Ethan Hawke) y su pequeña hija Charlotte (Clémentine Grenier), viajan de Nueva York a París para la presentación del libro de memorias de su madre. Enfrentar las dolorosas heridas que las separaron en el pasado será inevitable.

El cine dentro del cine se planta para regalarnos una panorámica entre bambalinas desde los ojos de Lumir, a su madre en plena filmación de la que afirma no será una buena película: ‘‘Memorias de mi madre’’, al lado de una joven promesa del cine francés. La trama espacial es un eco constante de perdón por la ausencia, la misma de Fabienne con Lumir. Pero vayamos por partes.

Lumir, una luna eclipsada.

‘‘Había una vez una bruja que tenía el corazón tan duro como una piedra, y convertía a sus enemigos en animales’’ le lee Lumir a su hija, con el afán de que ‘‘La bruja del bosque de Vincennes’’ se convierta también en su cuento favorito. A ella se le da mejor escribir historias que interpretarlas. Cuando la hizo del león en la puesta ‘‘El mago de Oz’’ estuvo pésima, nos confirma Fabienne en un intento por justificar el no alentar la que hubiera podido ser una prolífica carrera como actriz, quizá porque hubiera podido superarla. A sus callados resentimientos se suman el ajetreo de un marido alcohólico, actor de media pinta, y una hermosa hija que se deslumbra en los estudios de grabación, una futura actriz.

Verdades, sueños y mentiras.

La verdad que guarda celosa nuestra soberana actriz, pende en la ingravidez. Al revelarla, —no quiero spoilear— el momento se desvanece casi tan instantáneamente como un parpadeo. El cálido abrazo que se antoja dure mil años luz, pretende ser utilizado por la diva para mejorar su legado fílmico. Y es que Deneuve tampoco es permisiva, la gracia de sus gestos, elegante sarcasmo y contenidas muestras de afecto, hacen pensar si de verdad aquella diva se mimetiza con ella misma. Como si fuera la bruja del bosque de Vincennes, nuestra protagonista hace creer a su nieta que tiene los poderes de convertir a quienquiera en animal, muestra de lo anterior es la tortuga que vive en los jardines de la casa, y que asegura, es su abuelo que ya la tenía cansada.

El brillo de una estrella muerta.

En diversos momentos se habla de Sarah, sin saber a ciencia cierta si se trata de otra hija, una actriz rival más joven y más guapa, posiblemente más talentosa, o la futura piedra en el zapato. Dejando abierta la posibilidad, como todas las leyendas de la pantalla grande, fuese Fabianne en sus inicios, que tuvo que renunciar al papel de madre amorosa para resurgir en una femme fatale, vanidosa y perfeccionista que no le importa pasar por encima de nada ni nadie para alcanzar sus sueños. Nunca lo sabremos.

El banquete dispuesto por Koreeda logra atrapar la esencia de la belle parisienne, pero no deja que otros sabores distraigan al comensal del ingrediente principal. Deneuve es la carne magra, Binoche la dulce y fina noix de muscade. Todo lo demás se cuece aparte.

Notal final.
Inmersa en su propio bosque, una casa flanqueada de jardines, Fabianne —curiosamente es el segundo nombre de Catherine— tal vez si sea una bruja vanidosa que ha despertado en otra dimensión y por alguna extraña razón desea enmendar el camino, pues ya la memoria ha comenzado a confundir el reflejo de la vida en el trabajo del artista.
Wilmer Ogaz
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9
28 de agosto de 2021
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay ciencia ni técnica para analizar nuestra esencia, versa una canción de Kurt que suena en Spotify, y vaya que tiene toda la razón. Por más que se trate de escudriñar los misterios de la mente humana —al menos en su plano fantástico— siempre fracasarán. Pero existe alguien que nos acerca bastante a su definición, y ese es Ernesto Contreras. Con ‘‘Sueño en otro idioma’’ nos dejó claro el respeto que le tiene a su vocación al crear un nuevo idioma para la película. Parece que armar historias, desde ángulos que jamás se pensaría podrían unirse, es su peculiar estilo. Así pues, tal como lo explica el título de su nuevo filme, logra cosas imposibles.

La historia sigue a Matilde (extraordinaria Nora Velázquez) una solitaria viuda, y a su desorientado vecino Miguel (eficaz Benny Emmanuel) un comerciante y dealer de su barrio. Tras la muerte de su esposo, la vida parece haberse detenido en un sinsentido para Mati, cuya única responsabilidad, y compañía, es Fidel, su gato. Sin embargo, hay algo que la atormenta, y es la despreciable presencia de Porfirio (Salvador Garcini) su difunto esposo, que la sigue ofendiendo y menospreciando desde otra dimensión. Los problemas aumentan cuando la compañía de pensiones desaparece y Mati tendrá que averiguárselas sola para poder comer y pagar los gastos de su departamento. Al darse cuenta de su situación, Miguel se acercará para ayudarla, tomando sus vidas un giro inesperado.

Con esta premisa, Contreras reescribe los parámetros de la amistad, y de paso, le devuelve al cine mexicano la oportunidad de demostrar que no todo es sórdido y oscuro, que el sol puede iluminar un multifamiliar de tonos lila, y hasta colarse al interior de los vagones del metro en la Ciudad de México, para brillar con los más hermosos recuerdos de su protagonista.

Quién pensaría que una vertiginosa primavera pudiera influir en el otoño con su dureza implacable. Por eso digo que logra lo imposible, amalgamar a dos almas desorientadas en distintas edades y con distintas costumbres, pero con algo en común: las mismas ganas de soñar.

''Por alguna razón cuando todo está mal, aparece'', le confiesa Matilde a su nuevo amigo refiriéndose a las apariciones de su marido, en un intento por apaciguar sus males. Y es que cuando las soledades se encuentran, el efecto aquí es bastante prometedor, saber escuchar y complacer al otro es pieza clave para empatizar. Todos tenemos una voz que nos taladra la cabeza, algunos suelen llamarla conciencia, aunque no todos le ponen cara. Con o sin ella, de vez en cuando suele recordarnos nuestros peores miedos, para comprobar en la mayoría de los casos, que solo habitan en nuestra cabeza, y nunca se acercan para nada a lo que realmente son.

Mención especial, y grata sorpresa ver a Luisa Huertas, considerada Patrimonio Cultural Vivo de la Ciudad de México en el personaje de Eugenia, para callar bocas y romper etiquetas con sus 50 años de carrera. Los viejos no venden en el cine, aseguran algunos, pero es imposible salir ileso de la extraordinaria emotividad que transmite Nora en complicidad con Benny, una química perfecta que hace parecer son amigos de toda la vida. Y es justo en esos pequeños detalles que su mensaje conecta con el público. Otras películas en la búsqueda de la perfección se pierden, y cometen muchos desatinos. En ‘‘Cosas imposibles’’ se permite dar rienda a la honestidad. El resultado, una película genuina, fresca, revitalizadora y sumamente divertida. Una aspirina que va directo al alma.

Así como Matilde saborea las mieles de hacer cosas por primera vez a sus sesenta y tantos —echarse un porrito, fantasear con el plomero, y hasta tomar clases de baile— el espectador también comparte ese mismo deseo. Ese inusual par enciende las ganas para vivir la vida sin miedo de una vez por todas y hacer planes para visitar muchos lugares.

Matilde nos enseña que nada es para siempre, ni siquiera los insultos y las vejaciones, y que envejecer, es nada más que cambiar de gustos. Con Miguel, la lección es impensable, siempre se puede corregir el rumbo. Ernesto Contreras se erige como el nuevo exponente del realismo mágico en el cine mexicano con sus ‘‘Cosas imposibles’’ para recordarnos que lo maravilloso no tiene que ser hermoso ni amable. Atiende la adversidad con total franqueza y la diversifica. Ojalá algún día recordemos que fuimos un poco como Mati y Miguel, los locos de algún lugar. Que no fuimos perfectos, pero si intentando siempre ser nuestra mejor versión.
Wilmer Ogaz
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Te nombré en el silencio
Documental
México2021
--
Documental
8
28 de agosto de 2021
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Las historias que recoge el documental ''Te nombré en el silencio'' de José María Espinosa de los Monteros, demuestran lo que muchos todavía se niegan a creer: Las más de 72,000 personas desaparecidas en nuestro país.

Cielo, infierno y purgatorio es lo que viven las mujeres que conforman el grupo de Las Rastreadoras del Fuerte, lideradas por Mirna. Ante la indiferencia de las autoridades a ellas las une la misma pena, buscar a sus hijos desaparecidos, no buscan culpables, buscan sus tesoros.

El poderoso documental confirma que el negocio sucio trafica con mucho más que droga, destruye sueños y secuestra el derecho a vivir en libertad.
Wilmer Ogaz
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Chavela
Documental
Estados Unidos2017
7,3
1.489
Documental, Intervenciones de: Chavela Vargas, Pedro Almodóvar, Elena Benarroch, Miguel Bosé ...
10
18 de septiembre de 2018
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El documental Chavela, es un viaje introspectivo por la vida y obra de una fabulosa mujer, que por más rota que se encontrara nunca despreció la parranda y los amores. Dirigido por Catherine Gund y Daresha Kyi, guiados a través de una serie de entrevistas grabadas veinte años atrás, convergen en un sendero de historias contadas por sus colegas, amigos y amantes.

Cómo relatar algo nuevo sin caer en lo que tantos han dicho ya. Cómo describir a alguien que supera por mucho los calificativos que puedan adornarle. Cómo transmitir esa franqueza de sus frases con aguardientosa voz. Cómo ubicarla en el tiempo cuando su legado es atemporal.

Empecemos para dónde voy, abre diciendo la fantástica mujer con 71 años a cuestas, en la pantalla grande, pero que no parecen pesarle, o al menos eso aparenta. Su nombre es María Isabel Anita Carmen de Jesús, nació en Costa Rica, pero pícara, asegura que los mexicanos nacen donde se le da la chingada gana. Desde muy niña supo lo que era el desamor, sus padres se avergonzaban de ella y la escondían como si fuera un perro rabioso. Enfermó de poliomelitis cuando estaba al cuidado de sus tíos, pero gracias a la intervención de brujos, logró curarse. De ahí que siempre llevaba amuletos, por lo que se ganó el mote de La Chamana. Siendo ya una adolescente se rindió ante la majestuosidad de México, donde sin saberlo, la esperaba ese ser desconocido que era el arte. Con las venas llenas de coraje invadió las cantinas para cantarle al desamor y a la soledad que conocía bastante bien. Cambió los vestidos por pantalón y un jorongo, cargaba una pistola en su cinturón, y nunca le faltaba la botella de tequila, un escándalo para su época.

Atrás quedó la figura de Isabel Vargas Lizano, para darle paso a Chavela, sí, con ‘v’, nomás por joder, decía. La Chavela era enamoradiza, se acostó con medio México, aseguran sus más allegados; magnética, explosiva, tierna, solitaria, pero más cabrona, más macha y más borracha.

Luchó por muchísimos años contra el monstruo del alcoholismo. El tequila la envalentonaba para abrir sus brazos y entregarse por completo en el escenario. Su compañero de borracheras era José Alfredo Jiménez, pero también fue el mayor impulsor de su carrera. Chavela se codeaba igual con Pablo Neruda, que con Joaquín Sabina, que decía: Las amarguras no son amargas cuando las canta Chavela. Conoció íntimamente a Frida Kahlo, conquistó a la actriz hollywoodense Ava Gardner en la boda de Liz Taylor en Acapulco, y hasta le robó la novia al Tigre Azcárraga, lo que provocó que fuera vetada de su compañía discográfica.

Su magnetismo atrajo también a Pedro Almodóvar, quien le ayudó a internacionalizar su carrera, y a cumplir su sueño de cantar en el Teatro Olympia de París, con un lleno total. En el documental recuerda los momentos tras bambalinas: Ella había dejado el alcohol y yo el tabaco, y en esos instantes, éramos como dos síndromes de abstinencia juntos.

Tantísimas historias que los 93 minutos que dura el metraje parecen no bastar para este icono de la mexicanidad. Lo inédito de Chavela no es ni su lesbianismo, ni su alcoholismo, ni su explosivo carácter, ni siquiera lo es su inconfundible poncho rojo; el mito de su vida se vuelve eterno con el testimonio de sus amigos más íntimos coincidiendo, todos, en una sola idea: Chavela Vargas era magia pura.
Wilmer Ogaz
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8
18 de septiembre de 2018
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La vida es un libro en blanco que nuestras decisiones, buenas o malas, van escribiéndolo poco a poco. La pluma de Rosario Castellanos, era distinta. No solo por aportar a la literatura mexicana poesías, cuentos, ensayos y novelas; sino porque dio voz a los invisibles de su época, que curiosamente, a más de cuatro décadas de su partida, siguen siendo los mismos.

Considerada la escritora más sobresaliente del siglo XX en nuestro país, icono del feminismo después de Sor Juana Inés de la Cruz; su brillante obra, adelantada para su época, contrasta con las indulgencias que marcaron su vida íntima.

El zoom que la directora Natalia Beristáin —directora de tres episodios del fenómeno de Luis Miguel: La serie, y directora de casting en Las Tinieblas— hace de la escritora en su más reciente película titulada como una de sus poesías, Los Adioses, es tan solo un pasaje de su vertiginoso y efímero paso por este mundo. Depresiones por las constantes infidelidades de su marido Ricardo Guerra —interpretado en su edad adulta por el veterano Daniel Giménez Cacho— un profesor de filosofía con el que estuvo casada más de una década, y otras causadas por abortos involuntarios, fueron calvarios que padeció en silencio.

La historia de Chayo —una contenida Karina Gidi— comienza en 1950, en la Ciudad de México cuando apenas alcanzaba los tres millones de habitantes, y se vivía una época de grandes cambios. Aunque gobernados por el machismo, el entonces presidente Adolfo Ruiz Cortines concedería el voto por primera vez a la mujer. En ese contexto, se erige la carrera de la mujer que sería precursora de otras. La Castellanos fue una de las grandes, contemporánea de Dolores Castro, Jaime Sabines y Augusto Monterroso, por mencionar algunos de sus más allegados. Cuesta imaginar que las letras, de la también diplomática, plasmadas en tantas obras haciendo alusión a la opresión de las de su género, hubiera abierto campante las puertas de su hogar, para invitar a quedarse a todo aquello que tanto reprochaba.

Mención aparte merecen las actuaciones de Tessa Ia, que la interpreta en sus años mozos, a quien no debemos perderle la pista, y por supuesto la estupenda Karina Gidi, quien por momentos recuerda, sobre todo al principio del filme, a Beatríz, el personaje de la novela Demasiado Amor, de Sara Sefchovich, en donde ambas mujeres le dan otro sabor a las mieles del sexo. Su trabajo en ese entonces le valió una nominación al Ariel a Mejor Actriz, pero fue gracias a Castellanos que Gidi pudo alzar su primer Ariel. Su belleza de antaño, delicadeza y pequeñas dosis de furia, hacen creíble el personaje de amante y maestra; madre y escritora, que interpreta la formidable actriz.

La acompaña el no menos estupendo Giménez Cacho, haciendo mancuerna con Pedro De Tavira, quien da vida a su contraparte adolescente, completan el ensamble actoral en Los Adioses.

Ese pequeño instante en la vida de la señora Castellanos, saca a flote, una vez más, su lucha. Y no puede ser más ad hoc a los tiempos actuales. Ojalá se viralizaran sus letras, y un poco de su filosofía y coraje, ese que la vida cortó en plenitud a los 49 años cuando trabajaba como catedrática en la Universidad Hebrea de Jerusalén y se desempeñaba como embajadora de Mexico en Jerusalén.

Abriendo brecha, aún con lo inesperado de su partida, en 1974 se fue una grande de las letras, viviendo en Tel Aviv, una descarga eléctrica le arrebataría su último aliento cuando acudía al llamado telefónico de su hijo Gabriel que la escuchó por última vez.

No voy a dejar de ser mamá, no voy a dejar de ser maestra, y no voy a dejar de escribir, recita desde lo más profundo de sus entrañas Rosario Castellanos en una de las escenas, vaya forma de recordarnos que muchas veces la medalla, o el dulce, que tanto anhelamos se encuentra escondido en las pequeñas cosas, y peor tantito, tan absurdas como el sentarse a contemplar la blancura resplandeciente de una cocina. Por eso yo ya no espero, vivo.
Wilmer Ogaz
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