Caso real reciente. Check.
Víctimas con las que es fácil empatizar. Check.
Prensa sensacionalista. Check
Material policial de archivo. Check.
No se alarga innecesariamente. Check.

Todos los ingredientes están servidos para un decente platillo de true crime.

En los documentales de true crime, todo el visionado apunta a resolver el caso. Podemos aspirar a que los acusados sean inocentes, que los culpables paguen, que la verdad salga a la luz y que, finalmente, la angustia de las horas invertidas deje lugar a una resolución que nos permita completar el rompecabezas con alivio.

En este documental, todo se cumple. Salvo con unos villanos de cuello blanco que vemos aparecer en los episodios. Y lo digo yo como fan del true crime, a esos villanos de cuello blanco los tengo bastante calados. Son los que salen indemnes siempre, sin siquiera quedar raspados. Más en zona spolier.

Sam Esmail (Mr Robot, Homecoming) ya tiene un nombre sólido en la industria del entretenimiento. Nombre que le permite juntar a un reparto de nombres importantes para presentar en Netflix “Deja el mundo atrás”. Sólo creadores con el peso necesario como Esmail pueden pararse ante Netflix y lograr subir a la plataforma una película en donde se ve que el director estuvo en control de todo.

Se respira la atmósfera de clásicos modernos como, entre muchos ejemplos, Guerra Mundial Z, the Last of US o Black Mirror. Por momentos, parece una película de Shyamalan. Al rato, asoma el estilo de Jordan Peele. Todo parece transitar caminos ya vistos, historias ya contadas. Pero el gran hallazgo de esta película es basarse en narrativas muy conocidas para empaquetarlas en una trama donde la tensión se inocula a cuentagotas, evitando la acción trepidante para manejarse en un plano de suspenso psicológico.

Ahí en donde brilla Esmail. Donde puede husmear en los villanos que manejan los hilos del mundo en vez de mostrar a los super héroes que lo salvan.

Deja los prejuicios atrás. Sumérgete en la trama. Mastícala. Digiérela. Más que divertirte, te hará reflexionar. Que son reflexiones lo que necesitaría cualquier colapso de la humanidad.

Alguien dijo que Shakespeare había escrito todas las tramas posibles. Cuanto más veo contendido, más me doy cuenta de lo acertada de la frase.

La historia de Elizabeth Haysom y Jens Soering tiene el tono de cualquier tragedia shakesperiana, con la diferencia que está ambientada en los años 80 en el estado de Virgina, Estados Unidos.

Esta pieza de Netflix hace un muy buen trabajo reconstruyendo el brutal asesinato de los padres de Elizabeth en su espaciosa casa suburbana y narrando cómo la calma de esa comunidad fue alterada por estos sucesos que llegaron a transformarse en un escándalo judicial y diplomático que involucró a Estados Unidos, Inglaterra y Alemania.

El documental está muy bien documentado (valga la redundancia). Cuenta con imágenes reales grabadas durante el juicio por un equipo de camárografos con verdadero ojo cinematográfico. A eso le sumamos el audio verdadero de cintas con entrevistas. Las imágenes y el audio le agregan mucho peso a lo TRUE de este true crime.

También tiene las usuales imágenes de reconstrucción. Sin embargo, son muy cuidadas y sólo acompañan con discreción a la narración general.

Recomiendo no googlear sobre el caso y sumergirse con la menor información posible a esta entrega de 4 capítulos de menos de una hora de duración. Asesinatos, amor, traiciones, manipulación e intriga internacional. Le funcionaron a Shakespeare y funcionan aquí también

Me gustaría demandar a Netflix para que me devuelva los 90 minutos de mi vida perdidos. Este documental es una farsa. Como probablemente sea todo lo que esta detrás. Que la historia incluya al matrimonio Warren (pareja sospechada de múltiples fraudes) todavía le baja varios puntos en mi estima.

Todo se promociona como “la primera vez que en la historia de Estados Unidos se usó la posesión demoníaca como defensa en un juicio”. Bueno, ese plot point, interesante si los hay, dura exactamente unos segundos en la pantalla. Sí, segundos.

El resto del metraje cuenta la historia de una familia que creyó que uno de sus hijos estaba poseído por el demonio. Y como los Warren se vieron involucrados en el caso. No mucho más. Hay un ligero twist en la última media hora en donde uno de los integrantes de la familia tercia en la discusión.

Si eres un fan de los true crime, ahórratelo. Si te gusta el multiverso de los Warren saldrás satisfecho. Los Warren se caracterizaron por inventar historias sin fundamento para ganarse millones. Justamente lo que intenta hacer Netflix con todos nosotros.

Jeffrey Dahmer narcotizaba a sus víctimas para que caigan en un profundo sueño. A algunas les taladraba el cráneo, aún estando vivas, para inyectarles acido muríatico. Con eso creía que podía dejarlas en un estado zombie para que nunca quisieran abandonarlo.

En las cintas que dan nombre a este documental, se escucha la voz de una interrogadora que le pregunta:

¿Por qué hacías eso?
No lo sé.

Esas tres palabras “No lo sé” pronunciadas por Dahmer abren la puerta de la casa de las horrores y plantean el ABC de cómo descifrarlo. El pretendía ser querido de alguna manera u otra y buscaba formas de conseguirlo.

Las grabaciones son testigos mudos que se sumergen en su psiquis y tratan de darnos algunas claves más de su accionar. Se valora que el documental mantiene un tono sobrio, dando los detalles justos, permitiendo que el espectador cierre el círculo de la comunicación.

Hay dos ingredientes más que sazonan este correcto documental: la mentalidad de pueblo chico de Milwaukee, una ciudad del centro de Estados Unidos, en donde la homosexualidad era un tema muy tabú y el racismo de las fuerzas policiales americanas. Un coctel perfecto para el nacimiento de personajes como este. Y de los que están por venir.