Sí. Soy plenamente consciente de los sentimientos de decepción y los rasgados de vestiduras que provocan a tantas personas el visionado de esta leviatánica película de enormes efectos especiales, tan enormes que saturan a algunas de las personas que la ven. He leído todo tipo de comentarios negativos acerca de esta película (tanto en Filmaffinity como en otras webs) y, francamente, no me importa en absoluto. A mi Katsuhiro Otomo no me debe nada, con "Akira" logró lo imposible y, aunque tanta gente se niegue a reconocerlo, con "Steamboy" logró algo muy similar y tal vez en mayores proporciones.

Tiene todo lo que mi mente sedienta de paisajes oníricos y grandes aventuras necesita: la historia es menos compleja que "Akira" (faltaría más, pues no está basada en ningún manga de miles de páginas difíciles de resumir en un largometraje) pero igual o más entretenida, personajes no solo carismáticos sino complejos y profundos, aborda temas (especialmente del ámbito ético-científico) que a muchos les puede sonar a tópico pero lo cierto es que nunca antes o después se habían planteado de forma tan magistral como en "Steamboy", y, por supuesto, algo que puede sonar redundante o inútil pero que merece la pena destacar: es una de las poquísimas películas que se ha ganado a pulso la etiqueta del género "Steampunk". Y esto viene a cuento porque muchas veces me he planteado y me he cuestionado cómo se valoraría la historia de esta película si, en lugar de haberla escrito Katsuhiro Otomo, la hubiese escrito (salvando las distancias) el gran Julio Verne. Tal vez no sería estrictamente la mejor obra de ciencia ficción de la historia, pero sí una de las más importantes y sin duda un clásico de la literatura juvenil, más allá del particular interés que algunos sintamos por el retrofuturismo y ese mundo plagado de máquinas de vapor, tecnología del siglo XIX, y atuendos victorianos de belleza arrebatadora.

Como mínimo Ray Steam a estas alturas figuraría junto a Bilbo Bolsón o Harry Potter como uno de los mayores y más queridos héroes perseverantes de ficción jamás inventados. Y es que las cosas no son tan simples como podrían parecer y, bajo la impecable superficie de los dibujos perfectos y las escenas de acción a todo vapor (y nunca mejor dicho) se esconde la clásica historia de un joven que guarda en sí mismo el poder para cambiar el mundo y que debe decidir por su cuenta y riesgo qué debe hacer con tan majestuoso poder (el de la ciencia): servir al hombre, servir a la ciencia, ceder ante los intereses de una nación bien preparada armamentísticamente, utilizarlo para intereses personales... Y se topa con un mundo lleno de adultos que le desconciertan y que opinan de diferentes maneras igualmente apoyables y reprochables (¿el anti-proselitismo y la negación de todo atisbo del maniqueísmo plano y unidireccional tan característico de la inmensa mayoría de películas del género de aventuras no son por sí mismas buenas razones para no condenar tan a la ligera "Steamboy"?).

Entiendo que la gente esperara algo más adulto y más parecido a "Akira", que esperasen una película basada en algún manga de previo gran número de seguidores y tropecientas páginas, algo menos asequible para un público diferente al que disfruta con el Cyberpunk más adulto. Pero francamente, ¿esta película es tan decepcionante como dice la gente? Para mi gusto no, cumple con lo que hay que cumplir, es una magnífica película de aventuras difícilmente comparable a otras vistas anteriormente en el cine de animación (ahora mismo solo se me ocurre "El Castillo En El Cielo" como única película de similar estilo que logra superarla con mucha dignidad), y al margen de que sea mejor o peor que "Akira", es una película de Steampunk, con todo lo que ello supone: dos horas de deleite visual y lo más parecido a una experiencia épica cinematográfica y animada hasta la fecha (y, repito, sin contar con las de Ghibli, pues estas obviamente van mucho más allá que lo que "Steamboy" pretende). Si os gusta el Steampunk, no lo dudéis: esta es vuestra película.

De una obra de arte como esta poco se puede decir a estas alturas. Los otakus y los cinéfilos en general se dividen en dos tipos: los que ya han visto esta película y los que inevitablemente la verán en un futuro tal vez no muy próximo. Es realmente sangrante oír (o leer) decir a personas, con aires gafapastistas y con disimulo para hacer como que saben de lo que hablan, decir eso que tan de moda está en los círculos de fans del cine: que "Akira" es una película sobrevalorada. En fin, ¿hasta qué punto eso es cierto? Yo por desgracia no puedo contestar a tal pregunta y sería una desconsideración por mi parte desprestigiar una película tan bien conseguida como esta.

A diferencia de "Ghost In The Shell" (la cual he visto repetidas veces con inicial interés pero puedo asegurar definitivamente que no logro conectar para nada con su argumento de ciencia ficción, y mira que me he esforzado por entenderla siquiera, pero no hay manera), "Akira" fue una película que en un primer visionado me pareció muy confusa e incluso caótica, pero que mantiene el interés en todo momento y, si bien es cierto que no comprendí del todo la primera vez su argumento, me dejó un muy buen sabor de boca más allá de lo agobiante que pueden resultar ciertas escenas y ciertas partes de su extraña y bizarra banda sonora, de modo que no dudé en darle una segunda oportunidad un tiempo después y en la pantalla grande. Acerté de pleno y logré encontrarme con una película que, más allá de lo increíblemente currada que está en el apartado gráfico (que es impecable e irreal para la época), tenía una historia que, aunque enrevesada, enganchaba de principio a fin y que me parece que comprendí casi en su totalidad.

A la espera de poder tener el placer de leer el largo manga en el cual está basado y despejar algunas de mis dudas (y por supuesto confirmar personalmente si es cierto que incluso en este caso el manga supera al anime), puedo decir sin titubear que, aunque la ciencia ficción y el cyberpunk no sean de mi agrado la mayoría de las veces, "Akira" es un peliculón en toda regla, que destaca por lo gráfico pero que, a diferencia de las macroproducciones hollywoodienses de saturados y apabullantes efectos especiales, logra contar una historia de gran calidad y que, aunque primeramente confusa, tiene completo sentido, y lo que es más: lo logró sin ni tan siquiera haber sido acabado en su momento el manga (algo que normalmente da pie a un final abrupto, inventado y decepcionante, pero que en este caso queda bastante bien y no decepciona), al igual que sucedió también con "Nausicaä Del Valle Del Viento", la ópera prima de Hayao Miyazaki.

Sencillamente esta es una película idónea para mostrar el auténtico poderío de la animación, no solo la japonesa, sino la general, y un ejemplo perfecto de cómo se puede lograr hacer igual de bien en una película tanto el argumento como lo que debería ser siempre secundario (su estética). Una patada en la boca y la conciencia a las personas que durante tanto tiempo han creído ingenuamente que la animación es solo patrimonio de los niños o que en el anime no hay historias más complejas, interesantes y mejor planteadas que en la poderosa industria hollywoodiense. Verdadero manual de instrucciones de cómo hacer bien una gran superproducción cinematográfica verdaderamente épica sin caer en la trampa de no prestar atención a la realización de un buen argumento. Da gusto verla... aunque tal vez Tetsuo no esté tan de acuerdo con esta última afirmación.

"El Verano De Coo" es una espléndida y muy conseguida historia, apta para todos los públicos pero argumentalmente tan interesante para un adulto como para un niño, anda sin rodeos y sin tapujos de forma muy acertada y no aburre en ningún momento (a pesar de lo larga que es y de su ritmo narrativo pausado y lento, algo que es posible que algunas personas no terminen de encajar bien). Es muy conocida en el mundillo de la animación japonesa y de hecho ha ganado merecidamente varios premios cinematográficos internacionales. Sin embargo sigue siendo una gran desconocida para mucha gente, espero que algún día no sea así y esta película ocupe el hueco que se merece.

Trata sobre un chaval llamado Koichi Uehara que un día, mientras vuelve del cole a su casa, se encuentra con un extraño fósil que resulta ser el de un pequeño kappa (un ser mitológico del folklore japonés parecido a una tortuga y un mono) que llevaba atrapado en dicha piedra cientos de años. El kappa cobra vida al contacto con el agua y la familia de Koichi decide adoptarlo y llamarle Coo (pues es lo único que pronunciaba mientras se estaba recuperando de tan longevo letargo). La película trata, básicamente, de como Coo mantiene una gran amistad con Koichi y cómo es aceptado como uno más en la familia Uehara, cómo Coo va descubriendo el mundo de los humanos del siglo XXI (con momentos bastante graciosos, y otros bastante trágicos), y cómo llega un momento en que Coo ansía buscar otros kappas como él y emprende un largo viaje junto a Koichi por tal motivo.

Es una auténtica joya del cine familiar, infravaloradísima por ser japonesa (argumentalmente es perfectamente comparable a cintas de Hollywood como "E.T.", incluso llega a ser superior en ciertos sentidos) y que no dejará indiferente a nadie que la vea. Como único posible defecto señalar que el diseño de los personajes (estamos hablando del director de las películas de Shin-chan, aunque en el caso de "El Verano De Coo" está todo mucho más trabajado y menos superdeformed que en la famosa serie sitcom de los Nohara) puede llegar a parecer por momentos un tanto defectuoso y poco definido, incluso algo feo, aunque este punto sin duda se disipa notablemente con el excelente diseño de escenarios, la iluminación y otros elementos gráficos de acompañamiento (impagable la belleza que desprenden los reflejos del agua en esta película) y, por supuesto, lo más importante: una historia imperecedera y tan tierna y entrañable como punzante y melancólica. "El Verano De Coo" es una película que recomiendo encarecidamente y que muy posiblemente no os defraudará en absoluto, como mínimo la recordaréis toda la vida, tal vez menos que las de Ghibli pero sin duda mucho más que la mayoría de películas actuales. Un soplo de aire fresco incomparable en la animación tradicional actual (si no contamos con el buen hacer de Ghibli, reitero) que deja tras de sí el susurro de una intrigante pregunta: "¿Por qué dejó de ser rentable (para la mayoría de las productoras) e interesante (para el gran público) las buenas historias respetuosas con los espectadores y visualmente tan puras e inmaculadas?". Ahí lo dejo.

Lo reconozco: no la entiendo. Mejor dicho, creo que solo la entiendo en parte. Es más, si entiendo ciertos puntos de esta desgraciadamente poco conocida película es gracias a haber visto previamente la maravillosa serie en la cual está basada ("Utena La Chica Revolucionaria", una de mis series de anime preferidas hasta el momento, y todo un clásico de la animación de la década de los 90). Pero es precisamente por eso y por lo contrario por lo que esta bellísima película (no encuentro ningún otro calificativo mejor para una cinta tan bella como extraña) brilla por sí sola y apunta bien fuerte como candidata a ser un clásico perenne del cine de animación japonesa.

Salvando muchísimo las distancias (aunque ahora que me lo planteo, no tanto), esta película puede llegar a recordar bastante a "El Viaje De Chihiro" por varias razones. La primera y más importante es equiparable igualmente a la serie: la gracia del argumento es su planteamiento tan abstracto y simbólico, no exagero cuando digo que puede dar lugar a cientos de interpretaciones con cualquier escena, a cual más retorcida que la anterior, pero igualmente válida y de conclusiones satisfactorias para todo el mundo. La segunda razón es muy sencilla: mientras que en la cinta de Miyazaki se revisa en clave fantástica el proceso de madurez mental y sentido de la responsabilidad de una niña de 10 años que se ve forzada a tomar decisiones individualmente (algo que la transforma en mejor persona), en esta otra Utena Tenjou es una adolescente que posiblemente no tiene las ideas tan claras como podría aparentar a primera vista, y una vida de posible autoengaño en su búsqueda de su particular príncipe azul (quien le regala un precioso y característico anillo con el Emblema de la Rosa) le impide ver que tiene ante sus ojos el amor de su vida, una persona que jamás imaginaba que llegaría a ser su alma gemela (quienes hayan visto la serie saben de sobras a quién me refiero), y de paso va madurando poco a poco como persona, aceptándose a sí misma tal y como es y venciendo sus temores.

El argumento es digno tanto de visionado como de posterior estudio, y muy interesante si se le pilla el tranquillo, pues es muchísimo más de lo que podría parecer a simple vista (no tiene nada que ver con los típicos shojos románticos ni los shonen de luchas con espadas, pese a que estéticamente tome elementos de ambos). Por supuesto no podéis perderos el apartado gráfico, de una frescura y una belleza tan embriagadora como los reiterados pétalos de rosa que aparecen en toda la película y el escenario en el cual se desarrolla toda la historia (la Academia Ohtori), y la música, de entre la cual destaco uno de los temas más bonitos y románticos (si no el que más) que he oído en una peli de anime ("Toki Ni Ai Wa").

Pura poesía abstracta y romántica en su totalidad, esta película merece la pena ser vista repetidas veces para captarla por completo y dejarse llevar por su, por otra parte, aire nostálgico de película de anime de finales de los 90. Con todo, solo una última recomendación: mejor verla después de la serie (y como complemento de esta). Quién ya haya visto la serie que sepa que es una historia paralela, lo cual la hace más interesante, y sin duda es una película que no debería perderse.

"Como suele decirse, la suerte favorece a los tontos". Esta frase pronunciada por el monje Jibo cerraba un capítulo muy importante de la historia del Studio Ghibli. Es la última frase pronunciada en "La Princesa Mononoke", la película con la que Hayao Miyazaki y compañía en su momento dieron lo mejor de sí o incluso más (Miyazaki sufrió lesiones en la mano de tanto dibujar), por lo que a nadie le extrañó que el alma máter del estudio anunciase tras el estreno que esa iba a ser su última película. Lo cierto es que cualquiera que la vea se puede dar cuenta de que, como mínimo en cuanto a nivel técnico, el Studio Ghibli, como embajadora internacional del anime, había tocado techo. No solo lograron encumbrar su propio estudio, y a sus más importantes realizadores, al estrellato de la cinematografía mundial, sino que además lograron demostrar al mundo entero que la animación era mucho más que garabatos en movimiento graciosos e infantiles o peleas absurdas de robots y chicas mágicas. Nadie que realmente esté metido de lleno en el complejo mundo del cine sería capaz de afirmar esas falacias (otros cineastas como Takahata, Otomo, Murakami, Martin Rosen, Don Bluth o un iniciado Satoshi Kon en ese momento ya lo demostraron). Con "La Princesa Mononoke" el Studio Ghibli logró mayor recaudación en taquilla que "Titanic", multitud de prestigiosos premios, el visto bueno de la crítica (incluyendo al recientemente fallecido Roger Ebert, que en paz descanse), y lo más importante: tras mucha lucha y empeño, el anime logró el prestigio que se merecía y que en tanto tiempo no había logrado. Se consiguió todo eso y mucho más, pero... ¿y después qué?

Pixar (antes de ser absorbida del todo por Disney) empezó a hacer hincapié en que la animación completamente por computadora era "la técnica del futuro" y que podía llegar mucho más lejos de lo que había llegado “Toy Story”. Dreamworks también se percató de ello en el momento oportuno, y fruto de esa apuesta “Shrek” ganó en 2001 el Oscar a “mejor película de animación”, siendo así la cinta que inauguraba esta nueva categoría. No importa cuántas muñecas puedan destrozarse en la conchinchina por medio de la animación tradicional lápiz en mano: fue con el CGI cuando el gran público empezó a pensar en el cine de animación, y de hecho actualmente casi han logrado hacer desaparecer en el mar del olvido a los proyectos de ayer y hoy realizados por medio de la ya pasada de moda animación tradicional. Parecía una batalla perdida, pero aún hubo personas que sabían que el lápiz nunca perdería contra el ratón a nivel de calidad artística. Todos sabían que el cine, al igual que la sociedad, estaba cambiando. Pero no se sabía hasta qué punto un proyecto lograría desmarcarse por completo y destacar con su singularidad. Estaba a punto de dar a luz un auténtico hito, una joya del arte contemporáneo. Y casi nadie sospechaba que vendría de Japón.

“El Viaje De Chihiro” irrumpió con fuerza en el panorama cinematográfico mundial. No es ninguna exageración: de la noche a la mañana el anime dio otro enorme salto que solo había logrado con “Akira”, “Ghost In The Shell” y la anterior obra de Miyazaki. Pero fue mucho más allá: se convirtió no solo en la primera película de animación ganadora del premio del Festival de Cine de Berlín en la categoría de “mejor película”, sino que fue la primera película de la historia en recaudar más de 200 millones de dólares en taquilla antes de estrenarse en EE.UU., lo que la convirtió por mucho tiempo en la película no anglosajona más exitosa de la historia del cine. Un honroso puesto que ha sido recientemente superado por la comedia francesa “Intocable”, y que pone en seria tela de juicio la afirmación de que el mejor cine es solo estadounidense. ¿Cómo una película “de dibujos” había podido conseguir algo así y ni tan siquiera siendo de un estudio de Hollywood? ¿Cuál fue el truco? Ninguno. Salvo el de contar una historia sólida, emotiva y que, por encima de todo, perdurara y sobreviviera al paso del tiempo sin perder ni un ápice de su genialidad y su carácter propio. Eso y el estar solventado por una técnica gráfica sobresaliente. Sería tal vez una exageración decir que “El Viaje De Chihiro” es la mejor película de la historia o que Hayao Miyazaki es el cineasta perfecto. Lo que no es tan descabellado es hacer hincapié en el hecho de que una película así solo se encuentra cada muchos años, y que muy pocas personas son afortunadas de poseer el don de hacer llegar sus mensajes por medio del arte con tanta maestría, sensibilidad e inteligencia como lo logró Hayao Miyazaki en 2001 con esta joya del cine moderno.

La historia comienza con una confundida niña que por las malas fuerzas del azar se ve obligada a mudarse y cambiar de hogar, hacia un destino que ella misma desconoce y teme y rechaza a las primeras de cambio. Nunca es fácil cambiar de vida de la noche a la mañana, menos aún cuando "la culpa" es de otros. Se plantea de este modo una de las grandes incertidumbres de la sociedad moderna: el estado del bienestar y el sistema de libre mercado (y por extensión la globalización) se impone ante lo que se suponía correcto antes. El arte, la cultura, los ideales… todo es sustituido por algo supuestamente mejor. Es el precio del "progreso". El padre de Chihiro se lo deja claro desde el principio a su hija: el hecho de que se hayan tenido que mudar y que esas ruinas sean un antiguo parque de atracciones abandonado por la crisis son cosas inevitables. Chihiro, lejos de ser idealizada, es una niña que deja bien claro desde el inicio que está mimada, es dependiente totalmente de sus padres, y nunca se conforma con nada de lo que tiene: “una flor no es un ramo”. Miyazaki sabe la juventud de nuestra época no está siendo educada como se debe, y eso a la larga puede provocar una madurez tardía.