Ópera prima de su director, y va a serle difícil mantener el nivel, pues para mí roza la calificación de obra maestra. Basado en una novela ya de por sí cáustica, este film es un lanzazo cómico, por momentos surrealista (y al mesmo tiempo realista) dirigido contra la corrección política y la mediocridad que muchas veces va asociada a ella. Pero también sirve de advertencia para todos aquellos que, considerándose superiores intelectualmente a quienes los rodean, pagan el precio de una amarga soledad.
Con todo, y con independencia de que el espectador suscriba más o menos estas tesis, lo importante es que son expuestas con inteligencia, ritmo y elegancia en todos los aspectos de la producción. En mi opinión, debe ser considerada la mejor película estadounidense del año 2023.

Christopher Nolan es un experto en manipular la estructura narrativa y el tempo del relato para penetrar en lo que más le interesa: los recovecos de la mente humana, con su tan característica mezcla de racionalidad y emotividad. Sin renunciar a tal perspectiva, en esta película el cineasta sacrifica una pizca de la complejidad que algunos le critican para facilitar la comprensión de la historia que narra. Y es una invitación, además, a que comprendamos hasta qué punto afectó a un ser humano, por inteligente y firme que fuese, el hecho de cambiar el mundo tal y como se conocía hasta su época.
De lo que nos cuenta Nolan puede deducirse que el poder para el que trabajó trató injustamente a J. Robert Oppenheimer; pero también podemos interpretar que él asumió su castigo como un descanso para su propia conciencia.
En resumen, un profundo análisis psicológico del ser humano, en lo individual y en lo colectivo, inserto en un film espléndidamente fotografiado, montado e interpretado.

En mi opinión, en comparación con "¡Viven!" ("Alive", F. Marshall, 1993), poco o nada nuevo aporta esta película del, para mi gusto, efectista J. A. Bayona. Es cierto que la puesta en escena y la ambientación son muy detalladas, pero con un gran presupuesto no resulta difícil llegar a esas cotas, dado el talento que hay en la industria. Y no es menos cierto que el hecho de que los actores sean originarios de la zona del Río de la Plata aporta verismo a la narración. Pero, por lo demás, veo en este film los mismos recursos grandilocuentes que el mismo director ponía en juego en "Lo imposible", y que a mí me llegan a cansar. Más eficaz, creo, ha sido la enorme campaña de márketing de la que se ha beneficiado: en eso Bayona y sus agentes sí son muy buenos.

En primera persona, el hijo de una familia china emigrada a Taiwán huyendo del Estado comunista, y luego criado en los Estados Unidos, nos hace reflexionar sobre cómo las fuerzas de la geopolítica -esto es, los altos intereses de los centros de poder- pueden jugar al billar incluso con los descendientes de aquellos que sufrieron un conflicto. Por lo tanto, la herida sigue abierta y, lo que es peor, puede hacerse más grande en caso de que los conflictos se reaviven o tomen una nueva forma. Y no parece que pueda ser de otra manera.

Este corto animado puede hacernos pensar en los miedos de nuestra infancia, y en cómo, para no sufrirlos, los guardábamos dentro de algún objeto, preferiblemente alguno envuelto en misterio. Una historia simple, resuelta con agilidad en solo diez minutos, y con un diseño visual coherente. Pero poco más.