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España España · A Coruña
Críticas de PhantomWave
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Críticas 14
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
14 de febrero de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con sencillez formal y ritmo pausado, Kaidan yukijorô (Tanaka, 1968) se mueve con acierto entre los géneros del terror y el drama, logrando un delicado equilibrio entre ambos espacios. Para mí, esta armonía ya es algo destacable, pero director y guionista se atrevieron a ir más allá, permitiéndose jugar con las limitaciones del cine de terror, invirtiendo estereotipos y derrotando las expectativas del espectador.

El filme está basado en uno de los muchos relatos populares que giran en torno a la figura de Yuki-onna, personaje espectral que forma parte de la mitología japonesa tradicional. Según la leyenda, este espíritu se materializa en forma de mujer de tez pálida y cabello oscuro, dedicándose a deambular de noche por las montañas, congelando hasta la muerte a aquellos que se cruzan en su camino.

¿Os despierta esta descripción del fantasma algún recuerdo? Apuesto a que la imagen una niña de rasgos similares saliendo de un televisor de tubo ha cruzado la mente de más de uno. La caracterización del fantasma y la propia esencia de la leyenda de Yuki-onna, establecen conexiones evidentes entre Kaidan yukijorô y el subgénero J-Horror, cuyo boom se inició 30 años después del estreno de ésta. Sin embargo, a pesar de las similitudes, el filme del ’68 hace algo que The Ring (1998) y sus sucesoras no se han planteado todavía (al menos que yo haya visto), y es el construir a su personaje espectral como protagonista del relato.

En el cuento popular que adapta la película, Yuki-onna se encuentra con dos hombres que se ven atrapados en la montaña por una tormenta. El espíritu mata al más anciano, pero deja vivir al otro, porque es “joven y hermoso” (traducción: le mola). Sin embargo, al perdonarle la vida, el fantasma también le impone una prohibición: nunca podrá contarle a nadie lo que vio esa noche o ella misma tendrá que matarlo. Más tarde, el espíritu oculta su identidad tomando la forma de una humana y se casa con el joven, el cuál no se percata de su naturaleza espectral.

En el relato original, los esfuerzos del autor se concentran en crear intriga en torno a la prohibición impuesta por el espectro, utilizando la posibilidad de que el protagonista incumpla su promesa para generar incertidumbre y suspense. Mientras esta intriga se desarrolla, el espíritu aguarda la resolución de la misma con aparente paciencia y frialdad, escondido tras su aspecto humano.

La adaptación que se realiza en Kaidan yukijorô, respeta la estructura y los núcleos narrativos del relato original, pero se toma ciertas licencias, ubicando el suspense en lugares similares, pero enfocándolo de forma diferente. Este nuevo enfoque se debe sobre todo a que la película coloca al fantasma como protagonista, desarrollándolo como un personaje nuevo.

Lejos de la frialdad y el desafecto que la caracterizan en el cuento, Yuki-onna está representada en el filme como un espíritu que, aunque atesora un resentimiento enorme hacia los humanos, también anhela y envidia su felicidad. Es la lucha por alcanzar esa felicidad la que le da una nueva dimensión al personaje, una dimensión humana, con la que resulta fácil empatizar. La intriga sigue en el mismo sitio, el público sigue temiendo que el hombre incumpla su promesa, pero esta vez no porque ello signifique su muerte, sino porque significaría el fracaso del espectro en su objetivo humano y primario de alcanzar la felicidad.

No estoy diciendo con esto que Yuki-onna pierda en la adaptación todo su carácter vengativo o perverso, la vemos asesinar al anciano en los primeros compases del filme, igual que en el cuento. Su caracterización como fantasma también da bastante miedito, especialmente cuando la vemos desplazarse con delicadeza espectral y perturbadora o cuando dirige a la cámara su inquietante mirada. Pero guionista y director logran acercarnos a este ser complejo, no convirtiéndolo en un arquetipo plano de bondad extrema, sino explorando sus motivaciones y conflictos, dándole profundidad.

Tanto es así, que según avanza el metraje, no solo llegamos a admirar el empeño con el que la protagonista protege su felicidad y la de los suyos, luchando por mantener a su marido y a su hijo a salvo de las injusticias que los acosan, sino que llegamos a entender también su lado oscuro. Esta comprensión empieza a construirse cuando el espíritu adopta su forma de carne y hueso, momento en el que tiene que hacer frente a todos los horrores que un humano puede sufrir por ser mujer, hermosa y pobre en una sociedad como la del Japón feudal.

(Sigo SIN spoilers en la Zona spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
PhantomWave
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8
14 de febrero de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Moviéndose entre el thriller y la erótica, La Doncella nos plantea una intensa encrucijada de deseos y ambiciones en la que todos los personajes ansían algo y todos tienen algo que esconder.

La Doncella se ambienta en la Corea de los años 30, durante la ocupación japonesa del país. Sook-hee, una coreana joven y pobre, es contratada como criada de una rica mujer japonesa, Hideko, que vive en una enorme mansión gobernada por la autoritaria figura de su tío. Cuando un Conde llega para pedir la mano de la dama, la tranquilidad en la casa empezará a resquebrajarse, destapando un mundo de obsesiones e intrigas en el que nadie sabe de quién se puede fiar.

Park Chan-wook vuelve al largometraje después de tres años, y lo hace con la potencia visual y narrativa a la que nos acostumbró con trabajos como Oldboy (2003) o Stoker (2013). El director coreano compone en La Doncella un juego de puntos de vista en el que el significado de los acontecimientos se encuentra siempre en disputa, alterando la percepción del espectador a través de cambios de perspectiva que mantiene vivo el suspense hasta el final.

Este juego, aunque permite cantidad de giros inesperados que mantienen el interés del relato, también trae consigo ciertas contrapartidas. La más grave quizás sea la cantidad de exposición necesaria para presentar el arco de cada personaje, donde se nos explican sus diferentes contextos, objetivos y motivaciones. En algunos casos esta presentación se resuelve de forma excelente, en otros, el ritmo se ve perjudicado.

Sin embargo, la parte más sólida de la película no es la del thriller, sino la erótica, donde se consigue un delicado equilibrio entre lo sugerente y lo narrativo. No es solo que un elemento no entorpezca al otro, sino que ambos espacios desarrollan una sinergia difícil de presenciar en el cine. Esto es posible en parte gracias al fantástico trabajo de las dos actrices protagonistas, que logran convertir las interacciones entre Sook-hee y Hideko en lo más memorable de la cinta.

En definitiva, una película muy recomendable, de lo mejor que he visto este año en cines.

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PhantomWave
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6
14 de febrero de 2018
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Star Wars vuelve a transportarnos a su universo de ciencia ficción setentera, esta vez con una entrecuela que, aunque entretiene, carece de la personalidad de entregas anteriores. Como predijo Night Owl la semana pasada, los magos de Disney mueven en Rogue One un par de cartas de su baraja narrativa, pero esta vez el truco no solo es predecible, sino que le falta chispa.

La mayor flaqueza de la película podemos encontrarla en la débil construcción de su protagonista. Jyn Erso posee una triste historia de origen en la que siendo muy pequeña, el Imperio le arrebata a sus padres, algo que tenemos muy visto pero que sigue funcionando. El problema es que los guionistas esperan que esto y la belleza superficial de Felicity Jones sean suficiente argumento para hacer de ella un personaje por el que nos podamos preocupar. Craso error. Apenas hay un desarrollo del personaje después del origen, los intentos por humanizarla resultan demasiado obvios como para tener efecto y tanto la evolución de su arco como las acciones que lleva a cabo para hacer avanzar la trama, se antojan un tanto artificiales y forzadas.

Por desgracia, el resto de personajes son más o menos igual de insulsos. Algunos sí consiguen desarrollar rasgos de personalidad que, aunque estereotípicos, ayudan a disimular el vacío carismático de Jyn. Aun así, la mayoría carecen de la dimensión y singularidad que pudieran haber dado a sus interacciones cierto peso o haber hecho de ellas algo memorable.

Es curioso que a pesar de lo decepcionantes que son sus personajes, Rogue One consiga alcanzar un aceptable nivel de entretenimiento. Lo consigue en gran parte gracias al uso de la estructura narrativa a la que tanto partido le ha sacado Star Wars desde sus inicios, desarrollándose la aventura de Jyn de forma muy similar a la de Luke y a la de Rey. Esto debería ser un punto negativo, pero lo cierto es que este esqueleto narrativo sigue funcionando, y aquí los guionistas consiguen retocarlo lo suficiente como para hacerlo disfrutable de nuevo.

Por otro lado están los altos valores de producción que uno puede esperarse encontrar en una superproducción de Disney. A nivel visual estos valores consiguen adaptarse a la estética emblemática de la saga original, logrando que el CGI pase desapercibido y que los efectos mecánicos adquieran el suficiente protagonismo como para resultar entrañables sin pasarse de la raya. La película vuelve a abrazar así el look sci-fi setentero, aliñándolo, eso sí, con una pequeña dosis de crudeza realista para no espantar a los nuevos públicos.

En definitiva, Rogue One no es nada nuevo o atrevido, tampoco es una desgracia o un despropósito, es solo lo esperable con un par de cartas cambiadas de sitio. Si aún no has ido a verla, su relato puede ofrecerte entretenimiento, pero sinceramente, puedes encontrarlos mejores y más entretenidos en otros sitios, dentro y fuera de la franquicia Star Wars.

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PhantomWave
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8
14 de febrero de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Damien Chazelle, director y guionista de La La Land, quiere dejar bien claro desde el principio que lo que el espectador paga por ver, es un musical. Por eso, ya en la primera escena tiene lugar un vistoso número de canto y danza que pone en marcha todos los engranajes que caracterizan al género. Yo, que nunca he sido muy fan de sus convenciones, me asusté un poco. Cuando vi que, en medio de un atasco en la autopista, un montón de personajes empezaba a salir de sus coches y a cantar y bailar sobre sus respectivos capós, con una sonrisa en la cara y explicando sus ilusiones y preocupaciones existenciales directamente a la cámara… tuve miedo.

La idea de tener que enfrentarme a una ristra de escenas de baile con personajes que no me importaban lo más mínimo contándome sus vidas, me tenía preocupado. Este miedo me acompañó a lo largo de los primeros compases del metraje, pero poco a poco fue desvaneciéndose. El relato empezó a tomar forma y los números musicales empezaron a funcionar más como oportunidades para contar una historia y desarrollar a los personajes que como simples espectáculos de música y color. Sin embargo, aún tuve que hacer frente a otro elemento que desafiaba mi completo disfrute de la película: el homenaje.

Escena tras escena, Chazelle parecía empeñado en hacer guiños a las viejas glorias del cine clásico en general y del género musical en concreto, recreándose en una cinefilia apasionada y que dejaba claros sus referentes, pero que se antojaba hueca de significado para la narración. Esto no me asustó, ya estoy acostumbrado al espíritu nostálgico que caracteriza a las películas comerciales de nuestra época, pero sí que me hizo dudar de la capacidad del director para distanciarse lo suficiente de estos referentes como para contar algo nuevo.

Mis dudas se resolvieron en parte, ya que a pesar de no ser una historia demasiado original –chica conoce a chico y se enamoran–, el guion y las interpretaciones logran darle a los protagonistas una dimensión humana y emocional con la que resulta muy fácil conectar. Ryan Gosling y especialmente Emma Stone, se aprovechan de la sencillez del relato para crear personajes con alma y separarlos de los manidos arquetipos de musical con los que son identificados en un principio.

A esto le añades una música pegadiza y el deslumbrante estilo visual de las coreografías, la fotografía, las localizaciones y la puesta en escena, y ya me tienes vendido. La La Land tiene sus defectos, pero el corazón con el que está relatada su historia y la forma en que logra crear un nexo emocional con el espectador, hacen que te olvides pronto de ellos para poder disfrutar del espectáculo. Y eso que a mí… ni siquiera me gustan los musicales.

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PhantomWave
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7
8 de enero de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con ritmo pausado y cuidado estilo visual, Moonlight compone un relato íntimo y personal, desarrollando su narrativa en torno al conflicto generado entre la identidad individual del protagonista, Chiron, y las expectativas que le impone su entorno. El resultado es un drama con mucha fuerza, capaz de conectar al público con personajes y realidades duras y complejas.

Chiron es un joven negro que crece en un barrio pobre del sur de Estados Unidos y en el seno de una familia desestructurada, con un padre ausente y una madre inestable. Las cosas no son más fáciles en su colegio, donde sus compañeros lo marginan y humillan por considerarlo diferente, una diferencia que le hace ganarse la etiqueta de “maricón”. Esta alienación le llevará a explorar su identidad, más concretamente la sexual.

En Moonlight, este viaje de descubrimiento se divide en tres capítulos vitales, donde se relatan la infancia, adolescencia y vida adulta de Chiron, profundizando en las dificultades, expectativas y presiones sociales propias de cada fase. Esta división hace que la exploración temática sea más profunda, aunque a cambio también se sacrifica parte de la fluidez narrativa de la historia.

La construcción y desarrollo del protagonista es uno de los elementos más destacables de Moonlight. Barry Jenkins y su equipo son capaces de utilizar con sencillez e inteligencia los tiempos y los silencios de cada escena, logrando ahondar en los conflictos internos de Chiron, sin necesidad de recurrir a exposiciones artificiales o subrayados innecesarios. El relato confía en el espectador para cubrir los espacios dejados en blanco, implicándolo totalmente en la narración de la forma más natural posible.

A la sencillez de la propuesta se le une una cinematografía al servicio de la historia, los temas y, sobre todo, los personajes. La cámara y la edición se alían con el uso del color y el diseño de sonido para imprimir pulso y expresividad a una narración que deja marcada su huella en el espectador.

Nota editorial: En medio de esta nueva fiebre que vive Hollywood, donde las grandes productoras (y los poderes financieros que tienen detrás) tratan de demostrar su compromiso con las minorías sociales, podría pensarse que Moonlight es solo un engranaje más de esta estrategia propagandística.

¿Un filme que habla de identidad sexual, que está protagonizado por afroamericanos, que es paseado por los festivales y galas más importantes de Estados Unidos, en el momento tan delicado por el que está pasando el país…? Es normal que a uno le pueda parecer que Moonlight es un simple truco de marketing para que la “fábrica de los sueños” se sitúe en el lado “progre” de la ecuación a ojos de la opinión pública.

Sin embargo, el acercamiento a las minorías de esta película no tiene nada de institucional, tal y como otras películas recientes sí parecen tenerlo (Figuras Ocultas, te estoy mirando a ti), esta es una aproximación íntima y honesta a realidades humanas de las que no se habla lo suficiente. Puede que los motivos por los que está nominada a los Oscar tengan más que ver con ese lavado de cara institucional que con sus méritos como obra de ficción, pero que eso no te quite de verla, porque merece la pena.

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PhantomWave
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