En un cine rebosante de público, el día de su estreno, vi Caleta Palace. Mi interés por el documental radica en la necesidad de saber lo que ocurrió en los días posteriores a la entrada de las tropas rebeldes en la Málaga republicana que, entre otras, produjo la no muy bien conocida Desbandá, que se saldó con entre 3000 y 5000 civiles asesinados. Si el bombardeo de Guernica tiene su cuadro que lo recuerda mundialmente, la Desbandá, que fue uno de las mayores matanzas perpetradas contra la población civil, fue forzosamente olvidada y tan solo reaparece en la memoria colectiva hacia el 1985. El documental es pobre en su realización, muy escaso de medios visuales, poniendo las voces del pasado en imágenes de calles, paseos y buses urbanos actuales; pero lo peor son las lindezas que la voz en off se permite decir y el ocultamiento de aquellos terribles hechos. Un documental que da voz a los ricos que veían los acontecimientos desde sus residencias palaciegas saboreando buen coñac; los pobres, las masas, no cuentan en él. Para este viaje no se necesitaban esas alforjas.