Se me han saltado varias veces las lágrimas con este documental sobre los represaliados del franquismo. Es una maravilla de película: sosegada, emotiva, periodística, veraz, poética... Aunque nos digan que esta lucha no gana votos, que no está en la agenda política, que no interesa a nadie, hay que seguir en la brecha por la verdad, la reparación y la justicia. Por pura honestidad, por poder mirarnos al espejo. Miles de personas siguen en las cunetas enterradas, otras miles han sido torturadas sin que nadie pague por ellos, cientos de bebés fueron robados para dárselos a familias ricas... el franquismo dio un golpe de Estado y acabó con una democracia legítima que fue pisoteada y humillada. En Jerez hay numerosas calles franquistas y cadáveres bajo suelo, en el mismo parque Scout. La Ley de Amnistía es una verdadera vergüenza para cualquier demócrata. Muchas familias se mueren sin saborear la justicia, sin ver luz. Y lo peor es que muchos hijos de los represores y sus cómplices siguen ahí, mandando, blanqueados por los medios y al borde de gobernar el país. Es una infamia.

Otro motivo más para acudir a las urnas.

Vedla, sentidla y llorad.

Es imposible no pensar en la analogía existente entre ‘El Reino’ y la trama Gürtel, la red de corrupción política y empresarial descubierta por la justicia y cuya sentencia provocó la caída del gobierno del Partido Popular, con Mariano Rajoy a la cabeza, el 1 de junio del 2018.

Manuel López-Vidal, el vicesecretario autonómico al que da vida un memorable Antonio de la Torre, podría ser el Francisco Camps de turno, Rodrigo Rato, Ignacio González, quizás Jaume Mata, o cualquiera de los que metieron mano en el erario público para engordar su patrimonio, sus egos y sus cuentas bancarias.

La caída al ostracismo del ladrón de turno la hemos visto una y mil veces en los últimos años —y desde el 15M todavía más— pero pocas veces la había contado a pecho descubierto el cine español: de la vanidad de estos políticos corruptos se pasa al descrédito, de la firmeza a las excusas, de la prepotencia a la súplica. Este descenso a los infiernos está contado por Rodrigo Sorogoyen con un ritmo frenético, cámara nerviosa y poderío visual. A la trama le imprime ironía, nervio y desesperación. Así sentimos muy cercano el agobio de una presa a punto de ser cazada que no consigue salir del laberinto de podredumbre que lo rodea.

Lo más aterrador es que este relato que nos habla de mordidas en las subvenciones públicas, cuentas en Suiza, chanchullos en los despachos, sicarios a sueldo y micrófonos ocultos nos resulta perfectamente veraz. Incluso se queda corto: hasta once personas muertas en extrañas circunstancias nos ha dejado la corrupción del Partido Popular en la hemeroteca. Ese temor a ser asesinado, esa angustiosa incertidumbre acompaña a nuestro protagonista hasta el imponente climax final. Se trata de una potentísima escena con reminiscencias a Network (Sidney Lumet, 1976), sacude la conciencia de los delincuentes y cuestiona el verdadero papel de los medios de comunicación.

‘El Reino’ es el reflejo de una época pestilente que aún colea y que dejó secas las arcas del Estado. Los mecanismos de transparencia y empoderamiento ciudadano (más necesarios que nunca) deberían funcionar como óbice de la corrupción, pero el peligro siempre estará ahí. La codicia del ser humano es infinita. También el cinismo: Cristina Cifuentes, la denostada expresidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid acudió sin aparente rubor a la premiere de la cinta afirmando que se trataba de “una gran película sobre la corrupción política, económica y mediática en España”. Ver para creer.

Es una película cruda, desoladora, deprimente, que trata sobre una mujer a la deriva en una zona industrial norteamericana, sobre sus problemas de autoestima y adaptación en la sociedad de finales de los 60. Puro realismo sucio. Es una película de bares, alcohol, de timadores de baja estofa y perdedores sin esperanza. Barbara Loden, actriz principal, guionista y directora de la obra, está soberbia y demuestra un talento fuera de toda duda en esta película independiente y pesimista sobre la adversidad.

Puntos fuertes de Vengadores Infinity War:

- Es una odisea espacial desacomplejada muy muy cómic, desprovista ya de realismo y volcada en el género.
- Es un gigantesco crossover al estilo de los cómics de Marvel más épicos, el desfile de personajes es fascinante.
- Tiene un último tramo portentoso, con un desenlace impactante, triste. Es lo mejor de la película, perfecto si vas sin saber nada de los planes de los productores.
- Ese traje espacial de Spiderman estilo Ultimate y iromanizado es un pasote.
- Thanos, todo él.
- El tramo de Wakanda

Puntos flojos:

- Hay demasiados momentos en que parece una parte más de Guardianes de la Galaxia y pierde la esencia Marvel por ese nuevo producto pop que no termina de convencerme.
- Sobredosis de ese humor de pelis Marvel con conversaciones muy ocurrentes con Iron Man y los Guardianes que sinceramente, cansan. A mi me sacan de la película bastante. Dos o tres chistes vale, veinte aburren.
- Ese Thor moderno, graciosillo y hispter que no tiene nada de la mitología del personaje Marvel y que se salva del fracaso por una entrada espectacular en medio de una batalla.
- Tienes que haber visto todas las películas previas para enterarte de toda la historia. Si no, te quedan cabos sueltos.
- La peli puede acortarse tranquilamente 30 minutos y no pasaría nada. Su duración es excesiva.

NOTA: 6,5 de 10

"Crumb" no es un documental al uso sobre una figura artística ascendente, la de Robert Crumb, mítico historietista del cómic underground americano, es algo más; es una obra sobre la inadaptación social y los límites del arte, que desprende tristeza, incomprensión y nos deja valiosos debates. Robert Crumb es el mejor parado de una familia hilarante, rota por una estricta educación puritana. Su personaje navega entre la ternura, un machismo atroz, la marginación, la locura, lo grotesco y la genialidad de una manera desconcertante.