Llegando a la conclusión de que en apariencia la trama principal de la película iba estar relacionado con una venganza, pareciendo ser el único aliciente, en realidad esto se iba ir diluyendo en una escusa para enfocarse en tres de las siguientes principales características:

-Personajes con personalidades dispares. En este punto no se puede pasar por alto la actuación de Jeff Bridges. Lo hace tan natural que si no fuera que esta película es un remake cualquiera diría que le han hecho el personaje a su medida.

-Algún que otro mordaz comentario. Quizás aquí es donde los hermanos Coen ponen su sello más personal, no con la intensidad de sus otras películas, pero dejando como siempre alguna que otra dosis de su humor irónico, denuncia racista o simplemente unas burlas propias entre norteños y sureños.

-Una estética con tintes fabulísticos. Un toque infantil en el crudo y salvaje oeste que acerca al film a un terreno algo peligroso como podría a ver sido una de Disney -comercialmente hablando- pero salvándola con la calidad y los dos anteriores puntos que comente. Así pues, en aspecto, “Valor de Ley” llega a un equilibrio perturbador siendo, hasta el momento, la película más taquillera y mainstream de los hermanos Coen.

Cuando estaba viendo esta película pensé en lo saludable que tendría que ser vivir en una granja, donde sólo me tendría que preocupar de que no se escapara ningún becerro o de que no hiciera un tiempo lo suficiente adverso para que se estropeara la cosecha. Y es que pensé que vivir como el tipo de gente que se retrata en la película es demasiado terrible e inhumano para mí. Vamos que, si pececillo de mí, me metieran entre tanto tiburón no tardaría ni cinco segundos.

Por eso, no es raro que la temática de la película me produzca arcadas mentales, poniéndome más de mala leche que otra cosa, y aunque tengo que admitir -a parte- que está muy bien realizada, por ignorancia, me costó entender algunos de los tecnicismos, haciendo que me resultara en ciertos casos algo tediosa. Incluso la historia de amor, que puede ser la parte más digerible, me pareció algo ñoña. Además en algunos momentos de la película, Oliver Stone, parece que hace guiños en los que intenta ponerse a la moda, como si un cincuentón se pusiera a rapear. Creo recordar una escena concreta en el que el chico va conduciendo y hablando con la novia por teléfono, saliendo de repente la imagen de esta en un globo; un gesto que no me resultó para nada “molón”.

En definitiva, esta película, es un retrato a los que venderían a su madre por un puñado de dolares, mezclada a una historia idealizada entre una parejita de enamorados y un final descafeinado, donde un notable Michael Douglas empieza a babear (en la historia quiero decir).

De la misma forma que muchos bichos y animales que conviven en diversas sociedades, el ser humano, aún cuando la humanidad estaba en pañales, siempre ha necesitado de una estructuras social que estuviera encabezada por un líder. Un líder que normalmente era reconocido por el grupo por su naturaleza excepcional, ya sea física o mental, y seguido con una absoluta convicción entre que a veces con temor. Pero, ¿qué pasa cuando el líder es elegido por tradición familiar y las características propias no son las de un líder natural? Pues que tendrá dos opciones: una, claudicar ante otro líder mejor preparado o dos, esforzarse en adquirir las cualidades necesarias para poder gobernar.

Y es de esto de lo que va "El discurso del Rey": un príncipe que se forzado a ser rey en tiempo difíciles con la contrariedad añadida de que este es tartamudo. Así pues, como discursear es un requisito esencial para ser el líder representativo que se le exige en la época que le toca vivir, tendrá que esforzarse para solucionar el problema junto a un peculiar pedagogo y ante un pueblo ávido que lo mira con una cierta desconfianza.

Una de las cosas que podría destacar de la película es el trabajo de Colin Firth. Pese a que no se parece demasiado físicamente al rey Jorge VI, hace que únicamente con la expresión de su cara, esa mirada de tierra trágame, asemejarse de forma sorprendente a este, sacando la auténtica esencia del mismísimo rey que se puede ver en las antiguas fotos y grabaciones.

En fin una película que no aburre, está bien realizada y muestra una estética original y muy refinada.

Recordando esto que se dice del fin del mundo en el 2012 y mi eterna desconfianza a los que nos gobierna (sin o con razón) no pude evitar, cuando salí de ver esta película, que me embargara un profundo y triste desasosiego. Y es que me hizo pensar que si alguna vez la tierra estuviera en una inminente pena de muerte, lo más lógico es que las autoridades responsables de nuestra seguridad decidieran que lo mejor para todos sería en no decir nada. Claro, pensar esto asusta mucho, hasta que te levantas a la mañana siguiente y, como cualquier persona normal, borras toda esa incertidumbre con la misma alegría y fuerza de siempre.

Melancolía es una película dividida básicamente en dos partes, que retratan a dos hermanas con personalidades diferentes y en distintas situaciones. Después de entre diez o quince minutos de una serie de geniales fotografías artísticas en movimiento, que adelantan situaciones de la forma más utópica, empieza la primera parte del film. En este acto se narra el convite de la boda Justine, la hermana más joven. Durante la celebración, poco a poco, se irá descubriendo un aspecto un tanto oculto de la personalidad de Justine, que podrá ser debate de controversias pues al final sólo se puede intuir la razón de su extraño comportamiento. La segunda parte se centra en Clarise, casada y madre de un niño, que sufre con especial temor el acercamiento del planeta Melancolía sobre la tierra. Aquí, Clarise, tendrá que estar a cargo de su hermana, una aparentemente enferma Justine, y escuchará, algo escéptica, la visión optimista de su marido John acerca de la situación del nuevo planeta. Después, transcurridos una serie de desafortunados acontecimientos, nos acercaremos al impactante final, descubriendo y comparando paradójicamente el comportamiento de las dos hermanas, viéndose así la fortaleza de cada una de ellas en los distintos momentos del film.

Como he dicho antes esta película da miedo: tan abstracta como elegante, te hace pensar que cualquier pequeña variante en el universo, de la misma forma que nos dio la vida también nos la puede quitar, y eso, aunque sólo sea un rato después de salir del cine, deberíamos tenerlo presente.

No sé porque me tiene que sorprende que una película basada en la historia, sencilla y cercana, de una persona real dure dos horas y esas dos horas pasen volando. Supongo que estará en nuestro ADN, nos gusta saber, con cierta morbosidad, de esas situaciones que le podría pasar a cualquiera y que por su característica marcan un antes y un después en una vida. También hay que decir que no sólo es esto la parte del mérito, hay dos personas que contribuyen, de muy buena mano y por excepción, para que esta película sea la mejor película española del 2005:

Javier Bardem. Es la persona más destacable artísticamente de la película. No sé si será por verle en la situación del personaje o la misma capacidad de hacerlo, pero resulta bastante atrayente ver su interpretación, y eso que algunas veces ni se le entiende como habla; claro que quizás sea normal si contamos que hace de un gallego tetrapléjico.

Alejandro Amenábar: Como buen contador de historias que es, ha sabido llevar este drama a un termino medio entre lo trágico y lo sensato. Y es que en esta película, Alejandro, toca muy de cerca el delicado tema de la eutanasia, que de la manera más respetuosa posible, va poniendo pesitos en cada extremo de la balanza ideológica, pero dejando muy claro cual es su posición personal.

En fin, en “Mar Adentro”, aparte de pillar una llorera con el abuelo, que a mi personalmente más lástima me dio, te hará reflexionar en que si llegado el caso cual sería la mejor opción de ser o no ser. Ah! y que conste que esta opción es un derecho propio, y que no nos la quite nadie.