Llevaba dirigidos dos o tres cortos y un film cuando Douglas Sirk (Detlef Sierck es como aparece en los créditos) filmó este drama rural basado en una novela de Selma Lagerlof. Ya desde la primera secuencia en la sala de juicios percibimos que ahí hay un director que sabe sacarle partido al guión que tiene.

Dirigió varias películas más en Alemania (algunas muy notables) y saltó a Estados Unidos como tantos otros cineastas centroeuropeos huyendo del fanatismo nazi. Allí, además de modificar levemente nombre y apellidos, se consagró como gran autor de melodramas, pero vale la pena fijarse en esta s primeras películas alemanas donde ya se ve la fuerza de un gran cineasta.

Anna va, viene, entra, sale, viaja para presentar una película y se encuentra con gente. Más que hablar, recitan, monologan: nunca se miran cuando sueltan sus frases y ahí hay parte del error: estos personajes no tienen vida, responden de manera muy evidente a lo que la directora les ha escrito, son meros transmisores de lo que Ackerman quiere que oigamos.
Sus viajes en tren son interminables, largos sus andares de aquí para allí pero no nos dan ninguna información. Todo es frío y desangelado. Ni siquiera cuando se acuesta con un par de tipos hay nada parecido al amor o cariño.
¿Qué película ha realizado un personaje que no transmite nada, no ya solo al público sino a sus interlocutores en el film?

Y más si es el caso de una figura como la de Napoleón y durante 30 años de su vida. Scott ha optado por contar muchos momentos del personaje lo que obliga a pocos minutos por escena y muchos saltos temporales y espaciales. Es muy complicado mantener la continuidad y el interés, y más, si dedica muchas (demasiadas) escenas a la compleja relación sentimental con Josefina (por cierto, algunas confusas, otras poco creíbles y otras repetidas).

Pero lo peor no es eso, sino que encara el personaje como si hubiera sido un ser anodino, apocado, un pelele y un poco tonto y torpe (p.ej. la escena en que la madre le anima a entrar en una habitación en la que una chica desnuda le espera para concebir un hijo). Así no se entiende que llegara a ser lo que fue Bonaparte (un tipo brillante, genial, muy ambicioso, despótico pero nunca vulgar).

A favor del film, las escenas de batallas (fantástica la de Waterloo aunque Napoleón no cargara con sus jinetes) o la coronación (inspirada en el cuadro de J.L. David)

Tiene una primera parte brillante, pero si pensamos bien, la mayor parte de lo que nos gusta es el increíble paisaje de Islandia. Cuando llegan al pueblo (un pueblo que no se ve nunca, por cierto) la película pierde tono y pulso y sólo se aguanta por un par de secundarios. El director repite planos y tomas e incluso diálogos que no hacen avanzar nada el film. El personaje principal, soso, y cada vez menos interesante y más absurdo no hace más que hundir la narración que se hace larga, larga, larga...

Hay muchas películas inglesas de los años 40 y 50 que apenas se conocen y que, modestas ellas, ofrecen resultados muy interesantes y a las que los años no deprecian antes al contrario. Muchas de ellas, bélicas, que quedaron oscurecidas por las norteamericanas, habitualmente con más nombres conocidos y más espectaculares.
Esta es una de ellas. Muy interesante, bien llevada y con implicaciones éticas y nada complacientes más serias de las que solemos ver.
Búsquenla en internet y véanla.