Dark Angel, o el ángel morocho, como la llamamos acá en la Pampa, es una serie atrapante de principio a fin creada por James Cameron, coadyuvado por el desconocido pero talentoso Charles Eglee.

La historia gira alrededor de la soldado Max, Jessica Alba, modificada genéticamente en un laboratorio ultrasecreto y que escapa con varios niños-soldado a una ciudad estadounidense del siglo XXI. El arranque de la trama es vertigionoso desde su ritmo narrativo y prometedor desde su parte estética.

La señorita protagonista supone sin dudas un excite visual desde lo erótico, pero envuelta en un halo de cercanía, sin artificiosos ambajes de glamour. Una proximidad casi familiar que sólo las grandes estrellas saben transmitir y que les permite tratar con confianza a los fans que se les acercan con naturalidad y respeto:
- Hola señorita Alba.
- Hola. ¿Cómo le va? ¿Lo conozco?

Estamos ante un producto serio desde su concepción , que considera la ciencia ficción algo adulto que no infradotiza al espectador fanático del género.

Pero no todo es para alabar en esta obra fantacientífica. Su segunda y última temporada adolece de un make up infortunado, con maquillaje de cotillón y caretas berretas, lo que resta méritos y obliga a un descenso en la puntuación numérica de su votación.
Como fanático de la ci-fi me defraudó la declinación y ocaso del producto.
- Esta serie ya es un circo, paren por favor, llamo a la cordura.
Y así fue, 43 episodios después Fox la canceló.

En definitivas, un trabajo interesante desde lo conceptual, galopante desde su puesta en escena y cumplidor desde las interpretaciones, donde el elenco protagónico se funde en la historia y en un soundtrack magistral pero que decae en su segunda mitad dando chance a un ligero aburrimiento.


Palabras claves: Alba, ocaso, Cyberpunk, cuero, macho-man.

“La increíble historia de Superman: ¡Mira al cielo!” es un interesantísimo documental que nos muestra el nacimiento y evolución de uno de los personajes más reconocibles de la cultura popular americana.
De la mano de Kevin Spacey como narrador y con los testimonios de figuras de la talla de Stan Lee, Richard Donner o Bryan Singer, seremos testigos de la fascinante historia y abrumadora influencia del primer superhéroe y de cómo un personaje creado por dos chavales a finales de los años 30 fundó un género y sentó las bases de lo que sería la industria del cómic americano durante los 70 años siguientes.

El documental analiza el Superman de los cómics, seriales de radio, cortometrajes para el cine, series de tv y finalmente películas, desde aquel Action Comics de Junio de 1938 hasta el Superman Returns de Singer.
Es un trabajo ameno y divertido, pero también nostálgico y conmovedor por momentos.
Plagado de antiguas secuencias de cine y tv, algunas mejor logradas que otras pero todas ellas cargadas de magia, este documental nos regala joyas como la aparición de Superman en “Te quiero Lucy” o las pruebas de casting para la película de Donner de las que salió elegido el gran Cristopher Reeve.
Contiene mucha y bien expuesta información; datos, cifras, anécdotas, imágenes de la historia americana del siglo XX, comentarios de actores, directores, guionistas de cómics, jefazos de la DC…

Recomendable tanto para los fans del personaje como para los que sientan solo cierta curiosidad por él.
Quiero recalcar esto último porque se trata de un documental bastante generalista, donde lo que se estudia es la figura de Superman como icono que permea en la sociedad por todas las vías culturales posibles; su presencia en el cine, la tv, la radio y los comics.
Aquellos aficionados a la historieta que esperen ver un repaso exhaustivo a los tebeos de Superman, a sus sagas más significativas o a las obras que definieron al personaje pueden salir decepcionados. Lógicamente algo hay, sobre todo en relación a su origen y a algunos momentos importantes de su vida, como la increíble paliza que le propina Doomsday o el día de su boda; episodios ámbos capaces de generar gran sufrimiento en cualquier hombre, pueda o no levantar un tanque.
Pero que nadie espere disertaciones sobre las imaginativas historias de la Silver Age, la relacion que tiene con Batman o el renacimiento del que disfrutó gracias a Byrne.

En definitiva, un notable producto dirigido a un público amplio, que cumple lo que promete y que muestra un profundo respeto por la esencia de Superman.

Soy un absoluto lego en materia de espada y brujería, fantasía heroica, épica o como queráis llamarlo.
Mi experiencia en este campo se reduce a la genial Conan de Millius, a un compañero de trabajo que dicen que se parece a Gollum y a un par de pajillas viendo un capítulo de Xena, la princesa guerrera, momento que fue directo y por derecho propio al top 5 de los más patéticos de mi vida.

Aún así, esto no es óbice para disfrutar de un cuento tan maravilloso y tan puro como La Princesa Prometida. Porque aunque hayan pasado 22 años desde que se estrenó sigue conservando esa aura mágica, como de ensoñación, esa capacidad de envolver al espectador y transportarlo lejos, a un mundo donde los malos rollos que genera el día a día quedan inevitablemente aplacados. Una de esas películas que se ven con una sonrisa de principio a fin, dejando que esta se vea sustituida por un fruncimiento de ceño y puños apretados únicamente cuando aparecen en pantalla el altivo príncipe o el infame conde. Malditos bellacos, todos los odiamos…
No así a Montoya o Fezzik, redimidos desde el momento en que su honor y honradez quedan patentes. Incluso Vizzini, imprudentemente orgulloso de su formidable intelecto despierta no más que cierta compasión.

Héroe, princesa, villanos, secundarios, monstruos, todos tienen su hueco en el recuerdo.
Es entretenimiento limpio, inocente y que no exige más esfuerzo al espectador que el de bajar la guardia, olvidarse del edulcorado espectáculo al que está asistiendo y dejarse llevar, mecer durante el viaje, estallando en aplausos como una quinceañera al final de la película.

El título de mi crítica no es ningún patético ardid para atraer la atención de los lectores y mendigar así votos útiles. Lo que sucede es que al leer los comentarios anteriores me he dado cuenta de que la mayoría, si no todos, provienen de personas que vieron esta película de niños. Fueron embaucados por la misma y como todos sabemos que la nostalgia es poderosa la duda sobre la validez de sus opiniones planea sobre todas ellas.
Mi caso es diferente, acabo de verla por primera vez a mis 29 años.
¿Motivo? Simple, descubrir si realmente es una película especial o sólo un producto inflado por los sueños de unos cuantos prepúberes ávidos de nocilla y pegatinas de "V".
Así que la alquilé, disponiéndome a desmantelar este supuesto clásico de los 80.
¿Y sabéis qué? Todos tienen razón. He sido vapuleado por una de las películas que rezuman más magia de la historia.
Los 15 primeros minutos suponen uno de los arranques más extraordinarios que he visto nunca.
Con un ritmo trepidante el director nos presenta el pueblo idóneo para el desarrollo de la trama, introduce a los villanos y a los chicos y deja ver cual es el tono general del film.
Para colmo todo comienza un viernes, con el fin de semana por delante, lo que añade una mayor sensación de aventura venidera. A partir de aquí todo viene rodado.
Quizá a los 3/4 de metraje pierda algo de ritmo pero ni por asomo influye en su valoración total. Para mí lo más importante es que Donner demuestra aquí respetar al espectador.
Hoy día no se hacen pelis así. O tratan a los espectadores jóvenes como absolutos retrasados mentales o se pasan y les meten violencia y sexo por un tubo (mmm, sexo por un tubo..., una nueva idea para mis maratonianas jornadas de frenético onanismo...).
En fin, que la recomiendo a todo aquel que no haya visto su capacidad de soñar lastrada por la siempre gris madurez, y sobre todo, la aconsejo como regalo para sus niños a todos aquellos padres que tengan hijos con edades comprendidas entre los 10 y los 45 años.
Una joyita de película.
Ahora, si me perdonais, he de ir a la ferretería a comprar una cosa.

Escogiendo y combinando extractos de algunas de las opiniones anteriores se podría redactar la crítica perfecta de esta serie. Hay comentarios muy acertados que sintetizan perfectamente lo que es el microcosmos Seinfeld. Por eso, más que una crítica, me limitaré a aclarar un par de puntos que creo deben ser tenidos en cuenta por cualquier no iniciado en esta sitcom antes de que decida comprobar por sí mismo el porqué de su éxito.

Primero, y lo más importante, Seinfeld no es una serie de chistes, no tiene de base el uso de gags verbales como es el caso de Cheers, Frasier, Friends o Norm, entre muchas otras.
En estas el argumento, aunque importante y necesario, se supedita a una sucesión de ingeniosos comentarios, lo que permite que podamos ver, disfrutar y reir en cualquiera de ellas aunque sólo veamos, por ejemplo, los 5 últimos minutos.
Por eso estos programas enganchan tan rápidamente; son en esencia un producto fácil. Seinfeld no es así. Seinfeld es una serie de argumento, un argumento que parte de cuatro historias aparentemente alejadas unas de otras pero que logran conectarse entre ellas en una extraordinaria labor de precisión. Hay que ver el capítulo entero, de nada sirve quedarse con la mitad.
Esto es particularmente constatable en las primeras temporadas donde la acción transcurre más pausadamente, donde los chistes brillan por su ausencia y donde realmente se puede afirmar eso de que la serie trata sobre nada. Tras las cuatro primeras temporadas empiezan a pasar muchísimas cosas en cada episodio, más que en cualquier otra serie y el humor se democratiza, añadiendo a lo denominado humor judío mejores chistes y absolutos malabarismos de guión que son auténticas lecciones para guionistas advenedizos que tienen aquí un filón inagotable.

Lo ideal para gozar plenamente con esta serie es verla desde el principio. Capítulo por capítulo, sin saltarse ninguno. Seinfeld debe ser paladeada y no hay mejor forma que hacerlo de esta manera.
Es posible que al principio resulte pelín sosa, e incluso ligeramente tediosa (perdonadme por la blasfemia) pero a medida que vamos calando a fondo a estos estrambóticos personajes y empezamos a empaparnos de sus fobias y filias, el trayecto hasta el último capítulo se convierte en una experiencia, no ya solo audiovisual sino incluso emocional, inolvidable. LLegaremos a conocerlos y entenderlos a la perfección, hasta el punto de considerar totalmente lógico que George simule ser inválido para disfrutar de cuarto de baño privado en la oficina o que Kramer se compre una gallina para tener huevos frescos en la nevera.
Aplastando por completo a cualquier otra sitcom en este sentido, esos cuatro perdedores nos acompañarán en el recuerdo para siempre otorgando a esta serie un halo de viaje iniciático que la convierte sin lugar a dudas en la mejor de la historia de la televisión.