Lo que más aprecio de esta película es lo bien que representa al cine del continente donde fue filmada, en contraposición con el Hollywood más comercial. Me coincidió verla unas días después de asombrarme con el "peculiar" doblaje de Dani Martín en School of Rock, y me hizo gracia que la música protagonizara dos historias tan diferentes. Vemos como ambos guiones empiezan en puntos opuestos para converger en su idea central y despedirse de nuevo con el infinito de por medio.

Documental extenso, con un gran número de protagonistas relevantes (tan solo se echa en falta a Pep Guardiola) y de enorme utilidad para organizar la historia del Barça en la mente de sus millones de aficionados, muchos de ellos atrapados por el vendaval de títulos cosechados recientemente e ignorantes de épocas anteriores. Desde los tiempos de Gamper hasta Luis Enrique en dos horas que con un enfoque mental más moderno podrían haber construído un producto de referencia acorde a la época de la institución.

La evolución deportiva se explica por boca de jugadores y entrenadores, abarcando de manera precisa cómo la revolución futbolística nacida en la cabeza de Rinus Michels terminó por protagonizar la esencia de un club que ha pasado a dominar el balompié mundial. Se tocan los momentos clave del equipo, con imágenes inolvidables en la historia blaugrana e información jugosa para todo aficionado.

Por contra, el victimismo catalanista del que el propio documental se hace eco vuelve a impregnar la narrativa mediante un lamento histórico subjetivo y sin apenas datos contrastados o apartados innecesariamente protagonizados por personajes como José Mourinho, tiempo que hubiera sido sabio emplear en desarrollar el éxito fantástico de las distintas secciones del club, que apenas acaparan unos pocos minutos.

Para el aficionado de fuera de Cataluña, groseramente mayoritario desde hace décadas, será siempre una frustración incurable soportar el anacronismo localista de todos aquellos a los que les aterra aceptar que el Barça es un club deportivo cuya grandeza trasciende a cualquier interés de carácter político.

Floja es un adjetivo que parece adherido al arte moderno, cuya atracción por sacarle jugo artístico a la infinita curiosidad humana con ideas sin pulir es ya legendaria. Teoría de cuerdas te transporta, según el rango de edad / situación personal en el que se encuentre el espectador, a esa entrañable pareja de ancianos que observan de manera indefinida la obra urbana de turno o bien a las aleatorias experiencias alucinógenas de cualquier individuo de la noche en Ibiza. Mi teoría es que a oscuras, infectado de alcohol y a volumen algo por encima de lo correcto debe ser una experiencia fantástica tener sexo con estas imágenes de fondo. Ya que has llegado aquí, si te animas, envíame un mensaje. Por puro placer artístico. Es evidente.

Lo más importante de la saga Zeitgeist, además de su considerable difusión, es su capacidad para despertar ideas y devolver al pensamiento crítico un protagonismo robado a base de hipnosis social. Casi nunca es suficiente pensar algo de vez en cuando, es necesario verlo escrito o en imágenes varias veces y en distintas épocas, destrozar tabúes y escapar de la explicación que viene de serie.

Y hay cosas que sabías y a las que asentirás con fuerza, hay cosas que desconocías con las que pensarás "ahora consigo encajarlo" y a otras simplemente pondrás en duda o buscarás una mejor solución. Y de todo esto se trata, de ofrecer expectativas, de no cruzarse de brazos, de poner su grano de arena y unirse a todos los movimientos activos en contra de un sistema putrefacto al que nadie le encuentra otro fin que el desastre.

Van a pasar grandes cosas en los próximos años, y no vas a querer verlo desde tu ordenador o televisión. Prepárate.

La verdad es que después de más de treinta horas de juego, lo que menos apetece es ver una remezcla bien montada sobre RDR, pero es una excusa perfecta para hablar unos párrafos de un juego fantástico.

Los videojuegos han superado al cine. No solo económicamente, donde no hay color, sino en su apartado creativo. Así como antes los marcianitos parecían una parodia de las grandes películas de ficción, hoy al cine le es casi imposible competir contra historias gigantescas.

Pero esto nunca ha sido una batalla, y RDR tiende la mano al celuloide trayendo al presente un género tan especial como el western. Piensa en cincuenta cosas que te gustaría hacer en un videojuego de vaqueros y las encontrarás en la obra de Rockstar. Está todo.

Un guión complejo y reflexivo, la capacidad de sorpresa continua (sorpresa a lo grande) y la sensación de que a lo mejor te apetece ir a aquel lugar cabalgando en tu caballo en vez de ir automáticamente reflejan la maestría de un juego que pide a gritos ser disfrutado con tranquilidad. ¿Pierde el cine? Ni por asomo. Después de John Marston, no hay alma que se resista a llevar a la tele a Eastwood, Wayne y compañía. Simbiosis en el Lejano Oeste.