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España España · Zaragoza
Críticas de el chulucu
Críticas 571
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
6 de mayo de 2024
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por una equivocación (soy un zote de la tecnología y confundí los días de proyección) acabé sentado frente a la pantalla en el día de clausura de la cuarta edición del Saraqusta Film Festival. Y, antes de la entrega de galardones, emitieron la película "La Conjura de El Escorial" del director Antonio del Real. Bendita equivocación.

Al llegar a casa leí escandalizado las primeras reseñas de Filmaffinity, algo que siempre hago tras el visionado de cualquier película. Prefiero, además, leer las opiniones de los usuarios. Me fío más de ellos que de los llamados "críticos de verdad". En esta ocasión, sin embargo, quedé estupefacto por las venenosas dosis de saña, odio y tal vez envidia, vertidas sin pudor hacia la cinta de Antonio del Real. Lo malo, lo perverso y lo cruel es que toda esta abyecta inquina iba directa al corazón de Antonio. Ni idea del porqué, ni comprensión por tanta maldad. Pero lo que me queda bastante claro es que esta cobarde "carga de la Brigada Grosera" ni responde a la casualidad ni a la calidad de la obra. Afortunadamente (y, ¡qué cosillas tiene la vida!) en las reseñas avanzadas en el tiempo no sólo se alaba el enorme trabajo realizado sino que en muchas de ellas se ofecen minuciosas y certeras explicaciones sobre la dificultad de la empresa.

"La Conjura de El Escorial" es una excelente película histórica. No haré más hincapié en el merecido elogio a la ambientación, vestuario, música o puesta en escena, ya que algunos de los críticos que me preceden (incluso los envidiosetes) lo han explicado y enaltecido mucho mejor de lo que pudiera hacerlo yo. Para mí (que las películas son, por encima de todo, emociones) el verdadero triunfo de Antonio del Real es introducir un bello poema de amor dentro de una trama histórica absolutamente rigurosa que, no olvidemos, tiene que suponer un ceñidísimo corsé a la libertad creativa del director; esto es, a la capacidad de emocionar. Y esta capacidad de emocionar dentro del cine eminentemente histórico es harto complicado (veánse los "Hamlet", "Enrique VIII", "Machbet"...). Puedes hacerlo si tergiversas, o dulcificas, o simpatizas la historia. Si la respetas al pie de la letra pocos ejemplos dento de este género consiguen emocionar de veras (me vienen ahora a la cabeza "El tormento y el éxtasis", "El árbitro de la elegancia" o "Éxodo").

Pero volviendo a esa oda al amor insertada por el director jiennense en el costreñido contexto histórico creo que es, en el desarrollo de la misma, donde del Real da rienda suelta a su talento. Aparece entonces el creador libre de ataduras y dibuja un periplo amoroso casto, divertido y, cómo no, romántico. Y cuando digo "que dibuja" no lo hago como una metáfora ampulosa y cursi. No, porque del Real dibuja cuadros en lugar de escenas. Y no son naturalezas muertas sino vivas y llenas de color (por lo tanto de emoción). Hay fantasía, delicadeza, inocencia, en cada una de las secuencias a la orilla del río. Es, sin duda, la obra de un artista que mira con asombro por el objetivo de la cámara y es, a partir de esa emoción, de ese descubrimiento místico de que la naturaleza no ofrece dos visiones idénticas jamás, cuando capta, selecciona (y entonces sí) pincela paisajes de ensueño llenos de árboles, de soles y de agua. Añádase la pasión de los enamorados y nos situamos frente a la vida misma: la vida plena. Cuando el director se ha sentido liberado ha compuesto una danza suprema en la que la sensibilidad, la belleza y la armonía bailan ligeras y vaporosas en un escenario de fantasía, de dibujos animados, de Brigadoon.

No puedo finalizar esta crítica sin dejar de loar las excelentes interpretaciones de Julia Ormond, Jason Isaacs, Jordi Mollá, Joaquim de Almeida, Juanjo Puigcorbé y Fabio Testi. Lo que pedía la historia (nunca mejor dicho) se lo han devuelto a la historia. ¿Y Jürgen Prochnow y Blanca Jara, protagonistas absolutos del episodio amoroso y romántico? Prochnow, actor que desconocía por completo, realiza una interpretación sublime del alguacil; cambiando de registro con desenvoltura y eficacia. Tarea, por cierto, nada sencilla: de un ser duro, firme, iracundo, honesto y fuerte, ha de evolucionar a otro, tierno, inocentón, apasionado, delicado, sensible y vengativo. Blanca Jara interpreta a su enamorada "La morisca". Crea un personaje pícaro, inocente, enamoradizo, valiente. "La morisca" siempre tiene una sonrisa en su rostro. Representa la alegría de vivir. Es claramente un oasis, un remanso de paz y belleza insertado en la cruda historia. Del Real, con unos prodigiosos primeros planos de la actriz, deja clara sus intenciones: poesía, hermosura e inocencia frente a la brutalidad de la sinrazón. Más adelante nos mostrará otros de "La morisca" igual de prodigiosos pero llenos de desesperanza y de dolor. Las bestias pisotearán las flores.

He leído muy duros e injustos ataques a Antonio del Real y a la interpretación de su hija Blanca. Ataques crueles y cobardes. Como dije antes, directos al corazón de Antonio. ¡Qué pena y qué asco! Inhumana conjura no de El Escorial sino de cierta escoria resentida.
el chulucu
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7
3 de mayo de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una verdadera lástima que películas tan deleznables como la mayoría de las que se hacen hoy en día tengan decenas de comentarios y, una cinta tan divertida, entrañable y llena de humanidad como "Han robado un tranvía", ni una sola reseña. Por si fuera poco, con el extraordinario Aldo Fabrizi como protagonista absoluto. Bueno, así nos va. Y así le luce el pelo al cine actual.

La historia se desarrolla en tono de comedia porque las situaciones, especialmente las que transcurren en el interior del tranvía, son divertidas y geniales. La mayoría de los diálogos son de troncharse (la discusión sobre la gordura de los cobradores entre Mancini y un pasajero del tranvía es desternillante; todavía lo es más el remate final de la conversación: "Nosotros los gordos deberíamos ser buenos, si no seríamos delgados"). Estas pequeñas historietas, aun llenas de comicidad, van dejando un poso de amargura cuando observamos que la bondad y generosidad de Mancini sólo le conduce al fracaso. Y es, a partir de esta situación cuando, a mi modesto entender, la película pierde la ocasión de haberse convertido en algo más que una película costumbrista al uso. Tal vez en un producto final con más empaque y vigor (incluido el narrativo). Y es que, cuando el drama comienza, cuando la situación de Mancini es desesperada, se produce un leve "in crescendo" que culmina con el asombroso, poético y casi fantasmal viaje nocturno del tranvía. He ahí la magnífica oportunidad que tenía Fabrizi (como director) de acabar el trabajo "magna cum laude" (con grandes honores). Pero la pantomima del juicio se convierte en un episodio extravagante en el que, desgraciadamente, el histrionismo del ridículo abogado defensor se impone al sencillo discurso de honestidad de Mancini. Se da pábulo a una situación surrealista que poco o nada tiene que ver con lo exhibido anteriormente. De todas formas, tal vez esté pidiendo demasiado. Con lo que me había reído hasta entonces...
el chulucu
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8
26 de abril de 2024
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un 5 de media. Sí, debo de ser de otro planeta. Bueno, o tal vez un ángel. Desde luego caído, y muchas veces fracasado. Eso sí, con la capacidad de asombro y de fantasear intacta. También de creer, pero esa es otra historia. La que nos ocupa es la magníficamente contada en "Angels in the Outfield". Una fábula tierna, bella y divertida, dirigida por el notable Clarence Brown. Y, esa es la nota que debería otorgársele a esta película: un notable. Creo yo.

Lo he dicho en muchas ocasiones: la clave para que una historia de corte fantástico sea creíble es la NATURALIDAD. Da igual que hablemos de "¡Qué bello es vivir!" o de "La guerra de las galaxias" (dos obras maestras). Si nos hallamos ante un buen director será capaz de ensamblar realidad y fantasía de manera natural, sutil y discreta; el espectador creerá. Así de simple y así de complejo, claro. Sin duda alguna Clarence Brown lo consigue. Mucho tiene que ver, por supuesto, la formidable actuación del iracundo Paul Douglas y de la adorable Donna Corcoran. No hay en el film ni un atisbo de cursilería, de sentimentalismo gratuito. McGovern gruñe, maldice y sacude cada dos por tres. Bridget no llora, ni se queja, ni gesticula con afectación. Janet Leight, bellísima, está correcta y, de entre los secundarios destaca la siempre efectiva Spring Brighton.

Para finalizar, quisiera volver a resaltar la soberbia interpretación de Donna Corcoran. Ella es el verdadero ángel. Flota, sonríe, dulcifica, convence. Si te mira estás perdido, bueno no, estás ganado. Menos los resabiados. Aquellos que hace tiempo tiraron a la basura los vídeos VHS de Disney.
el chulucu
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7
22 de abril de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo cierto es que ver una película de Doris Day te alegra el día, o la noche. Y el espíritu. Y ves la vida de otra manera, con el ánimo por las nubes, aunque sólo sea el tiempo que dura la película. Así que los "lucky" somos nosotros. Recibimos brisa fresca, alegría, color, humor, la dulzura del rostro de Doris y, cómo no, su canto prodigioso. Lo dice Candy en una de sus canciones: "Quiero cantar como un ángel", y lo consigue. El espectador, si no es resabiado, se deja llevar por el país de la ilusión y de la magia; y agradece la tierna y melodiosa canción de cuna que entona Doris Day y que adormece al adulto agotado y desesperanzado.

La trama, el guión de "Lucky me" no aporta nada nuevo al género. Los bailes y los acompañantes de la risueña cantante de los ojos azules son más bien discretos (¡ojo!, en comparación con aquella época de excelsas coreografías), y el personaje de Hap es más cargante que hilarante. Cummings está divertido, especialmente mientras actúa como Eddie, el mecánico. En cuanto a Martha Hyer, su ridículo peinado echa a perder el rictus enigmático y seductor de su boca. Y la historia discurre simpática y entretenida. Pero, al apagar la televisión, uno-a cierra los ojos y adora y admira tres imágenes de Doris Day: la pizpireta y alocada que canta a la mala suerte, la elegante y cautivadora que busca la perfección sonora del ángel y, sobre todo sobre todo, la romántica, fantasiosa y solitaria que eleva su canto divino en mitad de la noche buscando respuestas en el cielo estrellado. "Lucky me" por conocerte, Doris Day.
el chulucu
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3
16 de abril de 2024
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gabin, junto a sus tres compañeros de carpa, Fofón, Milikín y Fofitón, triunfa como payaso serio en "El loco mundo de los payasos" de TVE. Una tarde discute con Chinarrón y abandona el circo de sus éxitos para hacerse camionero. Conduce muchas horas siempre por la misma carretera de mierda y acompañado de su alegre y avispado compañero Berty. Gabin, sin embargo, ya no se divierte como antaño y su cara se le ha desfigurado por completo a causa de las continuas y desagradables flatulencias de Berty, verdaderamente insoportables en el interior de la minúscula cabina del camión. A causa de estos olores y de los causados por los pies cuando Berty duerme y airea alegremente sus pinreles en la cara de Gabin, a éste se le ha ensanchado la nariz de tal forma que ha sido requerido en varias ocasiones para doblar a Karl Malden.

Ambos hacen parada y fonda en un cafetucho de carretera llamado "La Caradehaba" regentado por un cojo palizas para el que trabaja una linda muchacha que, al ver los andares de Don Pimpón de Gabin, toma las de Villadiego con un oficial norteamericano. En una de las elegantes y luminosas habitaciones de "La Caradehaba", Ñaplas Gabin recuerda con alegría contagiosa un episodio del pasado. Una hermosa joven llamada Clo se enamoró de su apolínea figura, su risueño y expresivo rostro y su firmeza de valores. Todo fluye perfecto y los dos pipiolos lo pasan en grande retozando locuelos entre las sábadas de seda de "La Caradehaba", lugar que visitan con frecuencia. Pero, ¡hay que joderse! Un mal día, el jefe de Gabin descubre que, en un viaje de trabajo entre Vladivostok y Nueva Delhi, su infatigable conductor ha realizado una parada de veinte días en "La Caradehaba" sita en La France. Los indios se han quedado sin su cargamento de cobras bailarinas y han montado en cólera. El jefe de almacén de la empresa de transporte, con su habitual sensibilidad y delicadeza, comunica a Gabin su despido inmediato, a lo que éste responde, en un enésimo alarde de templanza y educación, incrustando al almacenero en la máquina del café, entre el espresso y el macchiato. Clo, mientras tanto, se gana la vida como limpiadora de habitaciones en un lupanar a 2.000 francos la hora. A los cinco minutos de colocar toallas sobre las cama abandona el duro y tedioso trabajo y se reúne con Gabin a la sombra de su camión. Ambos inician una huida desesperada compartiendo el hediondo cubículo aún perfumado por el simpático Berty.

¡Ah! Ha sido un sueño. Ya me lo parecía. Otra joya durmiente del sobrevalorado cine francés clásico que sigue los cánones de sus contemporáneas desarrollando la enésima historia capaz de conducir al espectador al tedio más insoportable, a la amargura más profunda o al puente más cercano, bien para vomitar o bien para perpetrar el último salto proclamando: "La vida es una mierda".

P.D.: Es la octava película que veo de Jean Gabin. Hubo un tiempo en el que me pareció un gran actor. Ahora cada vez tengo más claro que Gabin sólo interpreta a Gabin. Y sólo le reconozco una actuación portentosa en una película inolvidable: "Moontide" (1942) dirigida por Archie Mayo y Fritz Lang. Evidentemente lejos de Francia. Fue rodada en ese insignificante país que tantos odian llamado Estados Unidos.
el chulucu
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