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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
10
11 de diciembre de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The milk train doesn’t stop here anymore” (El tren lechero ya no se detendrá más aquí) fue una obra escrita por Tennessee Williams en 1963, y entre los que la pusieron en escena, se encuentran los renombrados directores Tony Richardson y Michael Wilson, quienes la tenían en alta estima. Pero, parece ser que al igual que la película que, con guión del mismo Williams, dirigiera Joseph Losey (titulándola "Boom!"), a los críticos no les agradó mucho y ambas recibieron más palos que flores en tierra inglesa y norteamericana.

¿Razones? Me da la impresión de que la obra, y por supuesto la película, pone a mucha gente frente a un triste y frustrante espejo… y a nadie le agrada que desnuden sus miserias cuando solo ha ido a entretenerse. Y otra razón, es la ya sabida de que, al común de la gente, no le gusta el lenguaje cargado de alegorías y sutilezas que impliquen un gran esfuerzo de comprensión por su parte.

Y es precisamente en estos dos aspectos, donde se centra la gran valía de esta obra que es toda una delicia en sus diálogos y donde el sentido de la vida queda tan bien plasmado, que mucha gente sentirá, quizás, unas cuantas punzadas que le dolerán por un largo rato. Y para complementar la riqueza inherente a sus profundas ideas, el director ha puesto a sus personajes en un set que me recuerda al de “El león en invierno”, donde cada objeto, cada pared y cada estructura, complementan perfecta y delicadamente lo que va ocurriendo entre los personajes.

Esa suntuosa isla convertida en jaula; ese lujo de vajillas donde se deniega una tostada con mantequilla; esa abundancia de joyas y de cristales donde tan solo hay soledad; esa arrogancia ante la vida donde solo hay miedo y afanes de apariencia, deja muy bien sentado el vacío existencial que suele cubrirse con ostentaciones.

“Sissy” Goforth (el nombre bien podría aludir a la categoría de reina) es la clase de ser que lo tiene “todo”… pero nada de lo que tiene le merece ese mínimo de afecto por el cual estaría dispuesta a unos cuantos sacrificios. Su incapacidad de dar hace que su vida luzca ahora como un enorme desperdicio, y es quizás por esto que llega “L’angelo de la morte” (El ángel de la muerte) encarnado en Christopher Flanders, un singular poeta de un solo libro, quien le ha tomado la palabra de visitarla la única vez que había hablado con ella. Y entre ellos estará “El brujo de Capri”, una suerte de barón que resulta muy bien informado y sabe a qué apunta aquella particular visita, y la joven Blackie, la secretaria contratada para escribir las memorias de la “reina”.

La película emana una magia indescriptible, y para quien sea capaz de entregarse sin restricciones a la búsqueda de significados, los encontrará por doquier en las ropas (bata negra de samurai, vestido transparente, gorro colmado de piedras preciosas…), en las estancias (sombrías, apagadas…) y en cada uno de los objetos que llegan a manos de los personajes (el libro de poesía, citófonos, la espada, los papeles en blanco…) o que se ponen a nuestra vista (el abismo que lleva al mar, la comida que nunca se consume... y hasta la chica que descubre cada una de las mentiras), y en conjunto, “LA MUJER MALDITA” es a plenitud una suerte de tesoro por descubrir. Terminé con ganas de volver a verla.

Y en las actuaciones, Elizabeth Taylor, Richard Burton, Noël Coward y Joanna Shimkus, avalando cada uno lo suyo con irreverente precisión.

Título para Latinoamérica: “EL ÁNGEL DE LA MUERTE”
Luis Guillermo Cardona
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9
16 de julio de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
La joven nicaragüense, Carla Delgado, ha decidido quedarse en Glasgow, Escocia, luego de que, con su grupo de bailarines viajara hasta allí en busca de dinero para la causa sandinista, pues, su país, en ese año 1987, todavía sigue en una cruenta guerra ya que, Estados Unidos de Norteamérica, no se muestra dispuesto a permitir que un gobierno socialista se les asiente en América Central. Por largos años, los estadounidenses sostuvieron y protegieron a la brutal dictadura de Anastasio Somoza, y ahora, la CIA financia y organiza la guerra sucia de los Contra, para que derroquen del poder al gobierno sandinista que está en manos del presidente, Daniel Ortega.

En Glasgow, Carla conocerá a George Lennox, un conductor de autobús que se obsesiona con la intención de ayudarla, y será él quien, al verla traumatizada y con fuertes impulsos suicidas, termine animándola a que vayan juntos a Nicaragua para que ella pueda enfrentar la realidad y quizás logre reencontrarse con aquellos seres a quienes tanto ama.

<<LA CANCIÓN DE CARLA>>, es otro plausible título en la filmografía del director, Ken Loach. Como historia, es importante por su eficiente recuento de uno de los episodios más deplorables del pasado latinoamericano; recrea un sensible drama donde la solidaridad y el compromiso brotan de seres sencillos sin más poder que su espíritu de unión, su buena voluntad y su corazón enorme; y nos da cuenta de cómo el imperialismo se sostiene con la fórmula del arrasamiento y patrocinando la infamia y la crueldad contra la gente del pueblo.

Comienza, aquí, una nueva y notable sinergia. Esta vez, entre el director, Ken Loach, y el guionista escocés, Paul Laverty, quien se convertirá en la fuente literaria de casi todos sus filmes posteriores.
Abogado y comprometido defensor de los derechos humanos (tres años en Nicaragua, y otros más en El Salvador y Guatemala), Laverty será “representado” en la película con el personaje de Bradley que se le encargó a Scott Glenn, pero, quedé con la impresión de que su rostro se asemeja más al de Robert Carlyle, quien lleva el mayor peso del filme con impagable carisma, como el conductor rebelde dispuesto a dejarlo todo atrás para salvar la vida de la sufrida muchacha de la que se ha enamorado.

A, Carla, la representa, Oyanka Cabezas, una legítima hija de Nicaragua, diseñadora de vestuario que tiene aquí su primer y único filme como protagonista, y cuyo rol logra conmovernos con su traumática existencia, dejando bien presente el inconmensurable sufrimiento que causan a la humanidad los usurpadores del poder.

<<LA CANCIÓN DE CARLA>>, reafirma a, Ken Loach, como un director comprometido con la historia y con la causa de los oprimidos. Es cine testimonial de primera línea.
Luis Guillermo Cardona
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9
26 de mayo de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Usted está convencido de que su esposa murió en un naufragio hace casi siete años. Ahora, ha vuelto a enamorarse y quizás piense en una nueva madre para los pequeños hijos que han quedado a su cargo. ¿Qué haría usted, si justo el día en que ha contraído matrimonio con su nueva enamorada, se entera de que, su primera y muy querida esposa, continúa viva y ahora busca recuperar a su familia?

En este embrollo ha metido, el director Garson Kanin, al protagonista de su chispeante comedia <<MI MUJER FAVORITA>> -el título original es “My Favorite Wife”, pero decir ésto ‘es bigamia y es pecado’ (¿?), y tocaba suavizarlo para no meterse en líos con la inquisición-. La situación es muy original y embarazosa… y para acabar de enredar las decisiones, nos daremos cuenta luego de que la esposita no es ningún sufrido angelito y que, en aquella isla donde pasó siete años “extraviada”, consiguió llevar a cabo una suerte de remembranza del paraíso, con Adán y Eva incluidos.

Con la maravillosa Irene Dunne, representando a Ellen Arden, la esposa reaparecida, y desbordando ingenio, marrullas y encanto a borbotones, la situación resulta cada vez más ingeniosa y alocada, al tiempo que el pobre Nicky -el abogado tontuelo que representa con suma gracia el estupendo, Cary Grant-, se debate entre decirle la verdad a su nueva esposa Bianca o mandar al cuerno a la cachona madre de sus hijos.

Escrita por Sam y Bella Spewack, con la colaboración del brillante escritor y director, Leo McCarey, (merecedores de una nominación al Oscar), era éste último quien había comenzado a dirigir la película, pero un accidente en automóvil lo sacó del rodaje y él mismo decidió dejarla en manos de, Garson Kanin, quien era su amigo, y por entonces, tenía ya alguna experiencia como director de comedias. Años después, más se oiría de Kanin como excelente guionista, siendo el autor de joyas dirigidas por George Cukor, como: “Adam’s Rib”, “Born Yesterday” o “It Should happen to you!”, entre otras.

El punto de partida de ésta disparatada y deliciosa comedia, fue “Enoch Arden”, el famosísimo poema de Alfred Lord Tennyson que ya había inspirado, entre otros, a David W. Griffith para su película del mismo nombre... y para darnos esta pista, a la pareja principal se le puso a llevar el apellido Arden. Llama también la atención ver a Randolph Scott -el reconocido héroe de tantísimos westerns-, haciendo aquí del Adán que empaña la hoja de vida de la encantadora señora Arden, aunque también está dispuesto a casarse con ella.

Es muy probable que, Leo McCarey, haya asistido a Kanin durante el rodaje del resto de la película, porque en el filme se adivina el espíritu de ambos; y la magia que, McCarey, había ya impregnado en sus anteriores y memorables comedias con Irene Dunne, “Awful Truth” y “Love affair”, reluce de nuevo aquí, en esa romántica compenetración en la que el amor late muy, pero muy hondo, y el espíritu de re-unión familiar está dispuesto a salirse con la suya.
Luis Guillermo Cardona
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8
18 de abril de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con más frecuencia de la que puede imaginarse, los más pequeños dan muestras de una sabiduría, fortaleza, solidaridad y lealtad, que podría enorgullecer (o avergonzar) a muchos adultos… si tan siquiera se dieran por enterados. Pareciera que valores como estos viniesen de una herencia muy lejana, pues cuando se observa el comportamiento de los padres, no resulta evidente que pudiese esto haber sido heredado de ellos. Quizás la reencarnación sea lo que explique este fenómeno, pues sorprende grandemente el comportamiento que a veces vemos hasta en nuestros propios críos.

Ahmad (seguro homenaje del director Abbas Kiarostami a uno de sus hijos) es la clase de niño que tarda muy poco en despertar afecto, respaldo, consideración y el más profundo encomio, cuando vemos la indeclinable paciencia con que se enfrenta a aquel puñado de adultos indiferentes (madre, padre, abuelo, cerrajero…), que metidos en lo suyo son incapaces de escucharlo. Además, tiene que soportar la arcaica educación del abuelo quien piensa que, el castigo físico periódico, es la única manera de formar a hombres dignos.

Por fortuna, en el camino de Ahmad, la vida sabrá poner a uno de aquellos escasos adultos sabios que entienden de solidaridad y de respeto, como para que el niño no pierda del todo la esperanza en la deplorable generación que le precede. Más, al momento de emprender su pequeña odisea para encontrar a su compañero de escuela, Nemazadeh, para devolverle el cuaderno que se guardó por error, lo que sentimos por Ahmad desborda cualquier sentimiento, y como el inolvidable Ali de “Niños del paraíso” que corre con ansia desesperada en procura de ganar las zapatillas para su hermanita Zahra, este pequeño iraní (bellamente representado por Babek Ahmed Poor) también se mete en nuestro corazón y nos hace desear con fervor que consiga alcanzar su propósito en aquel ambiente donde sufre muchísimas carencias.

Es hermoso y aleccionador que, un cuento tan decididamente sencillo, contado en el más pleno estilo neorrealista, con técnicos de segunda línea y con actores naturales, pueda alcanzar una profundidad humana de tanto significado y de tantísimo valor como ejercicio de valoración de la infancia.

Abbas Kiarostami nos deja hondamente sensibilizados, y de nuevo, queda bien demostrado que el arte es ante todo un impulso del espíritu y que, por más parafernalia con la que pueda contarse, si se carece de aquello, el resultado será siempre fatuo y probablemente inane.

Tengo la impresión de que “¿DÓNDE ESTÁ LA CASA DE MI AMIGO?”, no dejará indiferente a ningún corazón que palpite con vigor y con ternura. ¡Ah! Y si los profesores supieran un poco más acerca de la vida personal de sus alumnos, ¡cuánto más tolerantes y comprensivos serían con aquellos que faltan a sus deberes!
Luis Guillermo Cardona
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8
16 de enero de 2013
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué será que la vida no nos concede a veces las pequeñas cosas que le pedimos?, ¿Por qué habrá personas que se pasan la vida entera anhelando algo en particular y jamás lo consiguen ni por asomo?, ¿Por qué ha de ser que algunos solo aspiren a lo que las vida les deniega y no ven jamás la posibilidad de buscarse otra cosa?... Nada sencilla resulta la comprensión de la existencia, sobre todo cuando se nos enseña que, si no logras lo que tanto ansiabas, solo frustración puede caber en tu alma. Y por esto, tantas cabezas bajas entre los mayores, tantos hombros encogidos y tantos ceños fruncidos.

A nadie, o a casi nadie, se le ocurre enseñarnos que puede tener mejor suerte el que no logra lo que desea que el que siempre obtiene lo que se le antoja, porque no siempre es bueno lo que deseamos y no deseamos siempre lo que sería correcto. Tampoco se nos enseña que no basta con anhelar las cosas, ya que muchos desean con temor, con maleabilidad, con negligencia y hasta con sentimientos de no merecer aquello desean… y a quienes así piden, jamás se les concederá lo que dicen desear. Y también deberían enseñarnos, que a veces la vida nos deniega algunas cosas porque tiene para nosotros otras mucho mejores. De estas, nos dará pistas, pero es deber nuestro estar atentos para conseguir verlas.

En una ciudad (Atlantic city) que está siendo demolida paso a paso para dar lugar a una nueva esperanza, Lou Pascal, ahora viejo, no desea grandes cosas: solo sueña con ser un gánster (como Capone), tener una amante joven (como Sally la vecina de al lado) y ser capaz de defenderla de todo aquel que pretenda maltratarla. Pero, desde hace 40 años, Lou es solo un mantenido, cuidandero y amante esporádico de la enferma mujer de su exjefe... y consiguiendo centavos con pequeñas apuestas en las frías calles de las afueras.

Cuando Buddy, el arruinado marido de Sally, osa aparecerse con la hermana de ésta… embarazada de él, una ocasión de oro se presenta en el destino de Lou, cuando Buddy lo entra en el negocio de vender una droga que recién ha hurtado a unos mafiosos. Quizás, entonces, comience a tomar forma su lejano sueño y sus últimos días den sentido a las eternas mentiras que sobre su propia vida pregonó ante los demás.

Louis Malle, un director que sabía mucho de seres humanos, ya que tuvo sobradas experiencias de las buenas y de las malas, logra bordar unas figuras humanas vibrantes y muy sentidas. Y sirviéndose de solventes intérpretes como Burt Lancaster, Susan Sarandon y Kate Reid, consigue uno de los más redondos filmes de su carrera. “ATLANTIC CITY” desborda nostalgia, mirando con respeto ese turbio pasado que a veces persiste como si perteneciera a lo eterno.

Tanto Lou como Sally -quien por su parte ansía convertirse en la primera mujer croupier del casino de Montecarlo-, sienten los tropiezos, pero ellos insistirán en sus anhelos porque no han tenido ocasión de comprender otra cosa. No pueden verse como seres ejemplares, pero lograremos comprenderlos y aceptarlos en su pequeñez existencial y en esa sensación de soledad que les ha deparado la vida.
Luis Guillermo Cardona
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