La pareja protagonista es con diferencia lo mejor de la película, ya que sus tablas y su complicidad son suficientes para que esta comedia funcione a pesar de contar con un guion previsible hasta límites insospechados. Pero el hecho de carecer de sorpresas hace que no debamos pensar demasiado, por lo que es más sencillo dejarse llevar por la preciosidad de las localizaciones indonesias donde se sitúa la acción y disfrutar de las puyas continuas y de la verbosidad de los personajes interpretados por Julia Roberts y George Clooney, dejándonos por el camino algún que otro enredo digno de mención. Un largometraje funcional, simpático y sin pretensiones.

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Cuando parece que Nicolas Cage ha tocado fondo a base de largometrajes de dudosa calidad, toma la acertadísima decisión de protagonizar este drama aderezado de thriller, en el que demuestra porque es el mejor peor actor de la historia, o viceversa.

El arranque, similar al de John Wick pero con una mascota porcina, parece anticipar un festival de sangre y tiros, pero nada más lejos de la realidad, ya que el desarrollo de acontecimientos es más cercano a una cinta estilo cine negro culinario, en la que, de manera incesante pero muy parsimoniosa, nos van sorprendiendo con revelaciones pasadas de los diferentes personajes que encajan a la perfección como los ingredientes de un buen guiso.

Una rara avis dentro del género por la temática, y de su protagonista por la notable calidad de la película.

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Una tormentosa relación de alto copete con una prodigiosa niña de por medio es la base de este dramático musical en el que la prosa no tiene cabida pero en el que sí abundan los recursos característicos del singular director de Holy Motors: una puesta en escena teatral, simbolismos por doquier, una buena dosis de crítica social, visualmente impactante y sobre todo, una frágil barrera entre realidad y ficción que rompe frecuentemente la cuarta pared para involucrar a un espectador que asiste atónito a un espectáculo mayúsculo y menos críptico de lo esperado.

Con el indispensable añadido de un trío protagonista cuyas interpretaciones están a la altura del complicado reto que habrá supuesto filmar este largometraje, que por suerte, han convertido en un deleite para casi todos los sentidos.

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Todo por un sueño podría ser el título alternativo de este largometraje belga ambientado en Japón. Y como si de un sueño se tratara está relatado, con escenas oníricas donde las imágenes y la música se compenetran en perfecta sintonía para sumergirnos en una historia fácil de entender pero difícil de asimilar.

Aunque en realidad lo que vive su protagonista, fabulosamente interpretada por una desconocida Natsuko Kobayashi, es una auténtica pesadilla que retrata las miserias, no solamente de la industria musical, si no de la esencia humana, tocando temas escabrosos de índole sexual con sutileza y buen gusto, lo que no impide que, aún sin dañar la vista, remueva algo en el interior del resto de nuestro cuerpo.

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Cero complicaciones vamos a encontrar en esta nueva producción de la factoría Blumhouse que entra en faena desde el primer minuto y que ofrece las explicaciones necesarias para no dejar ningún cabo suelto a partir de una premisa muchas veces vista.

De este modo, la nota diferencial respecto a otras películas similares, reside en el marcado toque de humor negro que se mantiene en todo momento, y en una irónica e hiperbolizada crítica al sector más políticamente correcto de nuestra sociedad, provocando escenas que conseguirán arrancarnos alguna que otra sonrisa.

Si a todo esto le añadimos una duración que apenas rebasa los noventa minutos, el resultado es un thriller harto entretenido, con bastante acción, un poco de terror a base de escenas ciertamente explícitas y sobre todo, mucha mala leche.

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