Años antes de la considerada por los fans la secuela bastarda de Blancanieves de Walt Disney, “Blancanieves y el Castillo Encantado”, la Filmation ya había producido una continuación de la clásica historia en formato de especial televisivo y destinada a emitirse en época navideña a juzgar por su telón de fondo.

La historia comienza años después de que el príncipe despertara a Blancanieves con un beso y se la llevara a vivir a su castillo. Ahora son rey y reina, tienen una hija que también se llama Blancanieves: una especie de versión albina de Peter Pan en mujer. La reina, que por alguna razón desconocida no está muerta, sino congelada, despierta y lanza un maleficio para vengarse de la familia al completo.

Una producción donde no faltan los típicos recursos de Filmation para alargar metraje y reducir costo como escenas humorísticas prescindibles, abuso de primeros planos o repetición de secuencias. Tampoco faltan las múltiples referencias/homenajes/plagios al film del 37 como un par de buitres que merodean el castillo de la reina esperando a pillar carnaza o unos gigantes con personalidades semejantes a los enanitos y de igual número (intuyo que los propios enanitos no aparecen para evitar el demandazo por parte de la Disney).

Lo peor sin duda es el trasfondo navideño con arbolito y villancicos en pleno auge renacentista europeo, época en la que se supone que se ambienta el cuento (sólo falta Papá Noel repartiendo regalitos por todas las chimeneas). Eso y el diseño de la mini Blancanieves albina que es para sacarse los ojos con cucharillas de café.

En resumen, una obra sumamente infantil sin ningún elemento digno de elogio pero que no pretende quedar por encima de sus posibilidades y constituye toda una rareza para los amantes de este tipo de frikadas.