Seamos sinceros, he aquí la clase de historia que casi se hace sola.
Un tipo con más cara que espalda, pero con ilusión para llenar un container, se resuelve a conquistar la fama con la única ayuda de su carisma y labia.
Si encima te la protagoniza Eddie Murphy, casi que puedo ver al director reclinado en su asiento, solo a base de "corten" y "¡acción!".

Pero hay que darles las gracias.
Me tragaría cualquier película de Dolemite, el que jodiendo cabronazos es el amo, pero me interesa más cómo llegaron a la idea de desprender el techo mientras con una de sus tías se acuesta.
Ningún documental podría haberme hecho tanta gracia.

Al final, se le coge cariño a esta gente.
A esos soñadores que no tienen nada, y a base de entusiasmo tiran de un carro que otros hacen pesar, a veces más de lo debido.
Esta película a mayor gloria de Rudi Ray Moore es el mejor agradecimiento que se le podría haber concedido, desde el cariño.

Todos comen, todos se vigilan.
Los ruidos y regurgitaciones son de las que te acompañarán mucho después.

Y cada vez más pesados, y cada vez más encerrados en su entropía.
Hay que seguirles, hay que procurar que su banquete sea opulento y magnífico.

Ah, pero... ¿tenemos que bajar siempre las escaleras, hasta el fondo?
Una pregunta que merece la pena plantear.

Lo que casual nace, habitual no debería hacerse... al lugar al que has sido feliz no debieras tratar de volver... segundas partes nunca fueron buenas... todo eso.

'Zombieland' partía de la poca pretensión de sus responsables, del fresco carisma de sus actores y mucha hemoglobina sin corte.
Diez años después, se ""espera"" secuela, algunos se creen más graciosos de lo que son y... ¿zombies? ¿qué zombies?
¿En serio soy yo el único que ha echado de menos más devoradores de carne, que durante tres cuartas partes de la película parecen un ligero, ligerísimo ruido de fondo?
Un inconveniente apenas, que despachan con cuatro tiros al principio de cada enervante escena ""humorística"" improvisada: la historia no va con ellos, ni de ellos, podría ser una "road trip" cualquiera.

Emma Stone es que ni lo intenta, la jodía. Aunque debe dar un gustito especial que te llamen una década después para ofrecerte una pasta por la nueva secuela de una de tus primeras películas, que hiciste cuando eras joven y barata.
A la pija rubia que meten por añadir variedad al grupo se le acaba la mecha a los cinco minutos, y después solo es forzadamente cargante. Entiendo lo que intentan hacer con ella, pero lo bueno, si breve, dos veces bueno; por añadir más dichos rancios a mi crítica (si no esfuerzan los responsables, yo menos).

En fins, para fans poco exigentes.
Debe ser interesante tratar de sacar saga de algo cuya chispa nació de pura chiripa.

Me da un poco igual, para ser sincero, la trama elegida.
A Charlton Heston también un poco, no podría negarlo, pues la despacha con una sonrisa la mayoría y navega con suprema habilidad los momentos tensos y tristes cuando toca.
Pero ese futuro del 2022...

Asfixiante, epatante, superpoblado.
Comiendo restos de restos de restos de restos de restos... de fotocopias.
Heston casi se arrodilla ante una pastilla de jabón mínimamente grande, y le puedo ver reprimiendo una lágrima de gozo.
Todo está terminado o desaparecido, y algo que tenemos al alcance del baño (por ahora) se ve muy parecido a un milagro.

La verdad, no hace falta más.
Ese rellenar el plano de gente hasta que quieras salir a tomar el aire se lleva por delante cualquier pretensión de entretenimiento, y evoca otras cosas, otros futuros, terroríficamente probables.
'Make Room! Make Room!' se llamaba el relato original, y supongo que cambiaron el título porque esa plegaria tan desesperada hubiera sido demasiado a la hora de venderla.

No importa, la película ya agrede por si sola: deja de ser ficción, y se ve en los informativos de cada día.
La pregunta es si viviremos lo suficiente para llegar al final de lo que nos plantea.

Le sienta bien a un thriller con ingenio y labia esa ambientación de "casa chic" suburbana.
Si encima cuentas con Anna Kendrick, junto a Blake Lively en estado de gracia, para qué más.

La cosa empieza jocosa, pero pronto se torna negra y miserable.
Eso, que podría ser una absoluta catástrofe, pronto se revela su punto más fuerte: algunas cosas solo se pueden decir con buena cara, con dientes, dientes, porque es lo que jode a los que te quieren ver jodido.
Stephanie solo quería ser buena madre de su hijo, y buena amiga de sus madres del cole, pero la realidad es que, a poco que intentes ser bienintencionado en esta vida, siempre habrá alguien dispuesto a cogerte el brazo entero, y merendarse tu cabeza si te pillan bien.

Blake Lively nunca ha estado mejor: se le da bien hacer de pija hastiada y destrozona, que te deja en bragas a la menor oportunidad para que encima tú tengas que pedir perdón. (Sí, se le da bien... bastante bien)
La trama, un entretenido rompecabezas de líos que lanzan sus tenazas al pasado, de equívocos resonados ante ojos acusativos y virtuales, salpimentado con un toque de erotismo soterrado que siempre da más sabor a estas cosas, porque nadie se mete en una putada si no le estuviera picando lo de abajo.

Muchas madres con hijos pequeños deben estar deseando hacer algo parecido, bajo las risas falsas de chocar martini seco.