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Críticas de Sandro Fiorito
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Críticas 372
Críticas ordenadas por utilidad
7
14 de enero de 2010
32 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un trasfondo bélico, la película, que posee un extraño encanto, es un más que aceptable y emotivo retrato sobre la amistad más sincera, representada por dos jóvenes atletas amateurs que se conocen durante una competición de carreras que supone el pistoletazo de salida de una fuerte amistad que incluso les llevará a compartir uniforme bajo bandera australiana, en la batalla de Gallipoli, en la península turca del mismo nombre, que tuvo lugar en 1915 durante la Primera Guerra Mundial.

Una vez en el frente, los soldados reciben con indiferencia el combate al no percibir los efectos del mismo y su inconsciencia les lleva a desarrollar su vida cotidiana con alegría, tomándose la misión como una aventura vacacional de la que sólo más adelante se darán cuenta que será muy difícil salir airosos de la misma.

Recordando -quizá sin darse cuenta- a la película de Stanley Kubrick, Senderos de gloria (1957), critica la guerra mediante el uso de sus escenas, donde la retrata como algo absurdo e irracional, consiguiendo hacer llegar al espectador una consecuente sensación de impotencia y frialdad.

Su banda sonora combina la excelencia y el acierto del uso del Adagio de Albinoni que, cada vez que hace presencia, estremece, y lo extravagante (que en este caso me encanta) de la inclusión del casi futurista Oxygene (2ª parte) de Jean Michel Jarre. Correcto trabajo de todo su reparto.
Sandro Fiorito
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8
31 de marzo de 2010
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gran película con guión y dirección de Fernando León de Aranoa que no necesita servirse de recursos forzados para ofrecer situaciones tan dramáticas y realistas como las presentadas desde las escenas protagonizadas por Rai, Javi y Manu, tres adolescentes que además de compartir entre sí una sincera amistad, coinciden en el hecho de tener una situación familiar caótica y desesperanzada, sumida en el más profundo sentido de la humildad.

El argumento transcurre durante las vacaciones de verano de 1998, en algún barrio obrero y periférico madrileño del que no se especifica una localización concreta. Los tres adolescentes citados anteriormente vagan, para matar su aburrimiento, por un barrio que parece un laberinto sin salida, utilizando como metáfora de su reclusión urbana las rejas de la barandilla de una pasarela que cruza un tramo de la carretera de circunvalación M-40 sobre la que a veces pasan el rato, hablan, juegan, sueñan, ríen y se intentan impresionar entre ellos mismos mientras creen ser más lógicos que nadie, en esa edad por la que todos pasamos. Intercambian opiniones sobre hechos que en apariencia pueden resultar banales pero que en el fondo son la base de aquello que pretenden conseguir en sus vidas adultas.

Rai (Críspulo Cabezas) disfruta de la situación familiar más estable, pero la falta de control de la misma sobre el chaval fomentará que éste acabe relacionándose con un traficante de drogas de medio pelo, de esos que pasan por la calle luciendo un coche cutre tuneado y con la música a todo volumen, creyéndose los amos del mundo. Javi (Timy Benito) parece ser el menos fantasioso de los tres, pero igualmente acaba entrando en el juego de sus amigos, siempre nacido del aburrimiento y del no saber qué hacer. Vive con sus padres, su hermana Susi (Marieta Orozco) y su abuelo, que no se entera de nada gracias a su sordera. A Susi le apasiona bailar salsa y con ello consigue desprender una exquisita sensualidad que no tardará mucho en apoderarse de Rai, al compás de temas como “Devórame otra vez” de Lalo Rodríguez, que tanto y tan bien pegó en España en su momento. Manu (Eloi Yebra) es quizá el más centrado del pequeño grupo. Por ello empieza a trabajar como repartidor de pizzas, desplazándose en autobús para realizar los repartos, al no contar con la moto propia que le exigen en la pizzería. Vive con su padre, un hombre afable que delata desde su mirada una infinita tristeza que protagonizará algunas de las escenas más encantadoras de la cinta, intentando ser un buen padre desde un estado que se codea con la depresión.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sandro Fiorito
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7
14 de abril de 2010
31 de 36 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercer mediometraje de la serie de diez capítulos de sesenta minutos de duración que Krzystof Kieslowski realizó para la televisión pública polaca entre 1989 y 1990 basándose en los diez mandamientos.

Desde el argumento de este episodio, inspirado en el mandamiento "Santificarás las fiestas", director y reparto dibujan la Nochebuena vista desde la perspectiva de la soledad y la melancolía, mostrando la otra cara del festejo de una forma tan real como la más característica de tan señalada fecha. Las sonrisas, los villancicos y la muchas veces postiza sensación de unión son cambiados por lamentos, miradas que buscan compasión y situaciones desesperadas, vistas desde los ojos de Janusz (Daniel Olbrychski), un taxista que se dispone a celebrar la navidad en una plena armonía que se ve interrumpida al recibir una llamada a su casa desde el portero automático, a pesar del empeño del protagonista de aislarse (desconecta el teléfono de la línea) en esos momentos por completo del exterior. Abajo, ante ese portal de la característica urbanización de gigantes bloques de hormigón, le espera Ewa (Maria Pakulnis), un amor pasado que vuelve pidiendo ayuda ante la reciente desaparición de su marido.

Con todo, la película ofrece como ya he dicho la panorámica de la navidad desde otro punto de vista, en el que las calles desiertas y sólo acompañadas por la nieve, son para los solitarios y los que tienen que trabajar durante esas horas, destacando de entro todos los personajes que componen estos momentos la figura de un médico de urgencias somnoliento, los policías o la vigilante de seguridad de la estación. La atmósfera en la que se ve inmersa la película es inmejorable, apoyado esto por la buena fotografía de Wieslaw Zdort y Edward Klosinski, que consiguen trazar de manera natural el reflejo desolador e introspectivo que radian todos sus fotogramas.

El reparto dota de mayor credibilidad al ya de por sí realista argumento. Daniel Olbrychski y Maria Pakulnis empatan en calidad gracias a unas interpretaciones cargadas de gestos, miradas y excelente narrativa. Artur Barcis, ese simbólico extra que tan intrigado me tiene, vuelve a hacer su aparición estelar en uno de los momentos más impactantes de la cinta.

Como siempre, la buena aportación musical de Zbigniew Preisner engrandece el conjunto del mediometraje compartiendo la fuerza de sus notas al mismo nivel del argumento y las interpretaciones, no teniendo intención los compases de pasar desapercibidos, pero tampoco pretendiendo llevarse un protagonismo excesivo, hecho que confluye en la igualdad general de todo el producto.
Sandro Fiorito
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7
26 de junio de 2010
28 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los valores más tradicionales de la población norteamericana, representados desde uno de sus deportes de mayor popularidad, el béisbol, en esta película dirigida por Barry Levinson (Sleepers, Rain Man) con guión de Roger Towne y Phil Dusenberry, basándose en la novela de Bernard Malamud. Aupado el personaje principal por un buen Robert Redford, la cinta repasa la ficticia vida de Roy Hobbs, un excelente y muy completo jugador de béisbol (mágico bateando e imparable como pitcher) que, lleno de sueños, busca ver cumplidas su intención de convertirse en el mejor jugador de la historia de este deporte.

Comenzando la trama con el joven Hobbs, que al cumplir 19 años también es interpretado por un Redford de 48 (hecho que descoloca bastante al espectador, al ser imposible asumir el ver a una persona bien entrada en edad y con imborrables arrugas en los ojos, encarnando a un ambicioso joven), la película acompaña la trayectoria de este jugador no profesional desde el punto citado hasta dieciséis años después, ya con la treintena de edad superada y con sus aspiraciones aún intactas pero difíciles de ver cumplidas por el gran obstáculo que le supone entrar como jugador en un equipo de béisbol desde la perspectiva de una promesa y con la edad de retirarse. Finalmente, acaba en los Knights, un equipo mediocre entrenado por Red Blow (Richard Farnsworth), quien no confía para nada en las facultades del jugador, recluyéndolo al banquillo, quedando así Hobbs a la espera de una oportunidad para poder demostrar su valía.

Así, la película busca cumplir un sueño desde los ojos de un personaje pero con toda una población detrás, la norteamericana, secundada por todos aquellos amantes de un béisbol que puede extender sus valores hasta cualquier otro deporte, dejando como metáfora el tópico de la superación y la constancia, sin olvidar jamás que para conseguir llegar a la meta jamás hay que abandonar la pista, a pesar de los tumbos que puedan sucederse durante la carrera que uno persiga. Robert Redford (El golpe) gusta y consigue livianamente emocionar, cegando a su personaje de unas emociones que no le impiden distraerse del deporte de manera incomprensible. Richard Farnsworth (The Straight Story) acierta con la interpretación de un personaje frustrado pero también cargado de objetivos. Se agradece la presencia del siempre grande Robert Duvall (El Padrino, Open Range) como reportero deportivo y destacan las sólidas apariciones de Kim Basinger (L.A. Confidential) y Glenn Close (Atracción fatal), representando, cual demonio y ángel respectivamente, la primera, lujuria, pasión y vida glamourosa, y la segunda recuerdos, estabilidad y emociones limpias.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Sandro Fiorito
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8
19 de enero de 2010
28 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un extraño, singular y opaco personaje lleno de misterio, seriedad y soledad, vive desde hace ocho años en un hotel de Suiza. El personal y otros huéspedes del hotel se refieren a él como “el doctor” a pesar de que todo el mundo desconoce su ocupación profesional, si es que la tiene. Su nombre auténtico es Titta di Girolamo. Y está lleno de secretos que la película irá desvelándonos durante su desarrollo de una forma original y entretenida, con las características propias de su director, Paolo Sorrentino, que cuatro años más tarde dirigiría la peculiar cinta sobre la vida de Giulio Andreotti, Il divo (2008), de la que como sucede en Las consecuencias del amor, su protagonista principal está interpretado de manera magistral por Toni Servillo, actor que también dejó constancia de su gran calidad en Gomorra (2008) y otro puñado de cintas.

Pero no todo en esta película es Di Girolimo, aunque éste sí sea lo más importante de la misma. Por el hotel en el que reside, otros huéspedes también forman parte del elenco de curiosos protagonistas que hacen su aparición en la cinta, todos con una historia interesante, tales como la camarera del bar del vestíbulo, muy bien interpretada por la preciosa Olivia Magnani y un matrimonio entrado en edad y frustrado que pasó de tenerlo todo a no tener nada.

El film está rodeado de una atmósfera tranquila y reconfortante que apenas es interrumpida por algún sobresalto, y está reinado por la calidad y la narración del guión de esta película, acompañada por una banda sonora que supera las expectativas. Una cinta que merece realmente la pena ver y que supone una de esas pequeñas joyas que a pesar de su imperfección (destacando por ejemplo el poco jugo sacado a su historia romántica) constituyen un bello ejercicio repleto de curiosidades bien representadas del que no nos olvidaremos fácilmente.
Sandro Fiorito
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