La película cuenta la historia de un obispo (David Niven) que está tan interesado en construir una nueva catedral que se olvida de sus orígenes, sus amigos y casi de su mujer (Loretta Young). Pide ayuda a Dios y éste le manda un ángel (Cary Grant). Al principio podría parecer que el diretor trata de hacernos dudar de si es realmente un angel, pero como eso podría dar cierto interés a la película, pues en seguida nos deja claro que sí. El ángel ayuda al obispo, pero no a construir la catedral, por supuesto, sino a encontrarse a sí mismo, con una estrategia que consiste básicamente en darle celos con su mujer. Algunas escenas de poderes sobrenaturales del ángel rellenan el tiempo redordando escenas de películas Disney como "Mi amigo el fantasma". El ángel aprovecha para hacer el bien a diestro y siniestro, de una forma un tanto arbitraria, y finalmente desaparece, se supone que habiendo arregládolo todo, lo que tampoco convence demasiado, el obispo no parece muy cambiado. Una dosis de sermón moralizante termina la película, que entretiene, pero no absorbe.

La película huye de tal forma de cualquier profundidad que asusta. El obispo podría haber sido un poco menos anodino, o el ángel podría haber tenido un poco más de humanidad (como el ángel de "Qué bello es vivir"), en vez de ser como un adolescente jugando con superpoderes, o la mujer podría haberse enamorado un poco del ángel, pero qué va. Esto hace que la película se olvide con más rapidez que lo que tarda en verse.