Érase una vez el reino de Calandar, dominado por la bonachona tribu de los Eslépitz.
Sacudidas las sólidas bases de su pacífica existencia por las invasiones de los temibles orcos Milímaros, se vieron forzados a pactar con la reina Jamintacat, poseedora de la clave para resucitar las almas de los Glurientes, poderosos guerreros que conseguirían la victoria de quien invocara sus justos nombrezzzz, zzzz, zzzz, zzz.
¿Hey? ¿Qué? ¿Qué ha pasado? ¿Ha terminado ya?¿Qué hora es?
¡¡¡Hostiaaaaaaa!!!

Lo siento, pero no me va todo ese rollo del mundo mágico, duendecitos, hadas y cosas por el estilo.
El argumento es más flojo que el fistro de Matusalén. ¿Qué poder es ése que te da la sortija, si tienen que protegerle tantos tíos con espadas, hachas y toda la parafernalia?. Y eso por no hablar de las caritas que pone Elijah Wood, que son irrisorias, y sus pies grotescos.
Por Dios, son los pies más feos de la historia del cine. Menos mal que no los han sacado en primer plano, porque es que no me quiero imaginar cómo tendrá las uñas.

Me gusta sentirme identificado con los personajes, observar en una película la realidad de otras personas, ver los puntos de vistas de otros, pero viendo "El señor de los anillos" tengo la sensación de que me están intentando colar un cuento chino como si fuera un peliculón. Ja.
Todo en esta película es artificioso y petulante. Y lo peor es que aburre.

No os perdáis los gestos de Viggo Mortensen, ni la pretenciosa actuación de Orlando Bloom interpretando a un pseudo ángel metrosexual, que hará las delicias de las adolescentes más creciditas.

En fin, típica peli para frikis gafapastas usuarios de Ipods. No está mal para verla con tu hermano pequeño, o tu hijo, que incluso se lo pasarán bien, pero nada más.

Y si alguien se toma esta película en serio, lo dejaría cargando sacos de mezcla en un andamio un par de semanitas, o abriendo zanjas en un melonar, a ver las ganas de ver magos que se le quedan después.

Le doy un cinco, y eso por la pedazo de banda sonora.

Si tuviera que definir esta película con una palabra, diría mierda. Si tuviera que definirla con dos palabras, diría mierda dos veces.

Estamos ante la versión americana de torrente, el humor más casposo y barriobajero del cine. Una película para idiotas fumadores de opio que adoran cualquier cosa que lleve el emblema de la marihuana y el alcohol.

Un cuarentón venido a menos que se hace llamar "el nota" (exacto) se pasa toda la película en bata, con un constante y deprimente aspecto de recién levantado, y cuyo repertorio verbal consiste en repetir "genialidades" como "Tío ¿de qué cojones estás hablando?" hasta la saciedad. Hasta la saciedad ¿eh?.
No digáis después que no os he avisado.

Me da vergüenza ajena ver a unos hombres tan viejos hablando y comportándose como los niñatos que se reúnen en las plazas a beber litronas, porque ése es el tipo de humor que encontraréis en esta cinta, las paridas que sueltan unos mentecatos medio borrachos en situaciones tan ridículas como aburridas.

Que no os engañe la puntuación de la película, no es humor del bueno.

Lo más gracioso de esta película es la riqueza expresiva de los que la han puntuado positivamente. Y si no me creéis echad un vistazo.
Lázaro Carreter se comería su propio pie.