Sexy Beast es un claro ejemplo de cuando el estilo mejora la sustancia y no lo eclipsa, como ocurre en muchas películas.
Glazer lo consigue en una película llena de contrastes: elegante pero dura, vibrante y calmada a ratos, llena de una tensión muy bien conseguida (gran montaje y sonido) e incluso divertida.
La película, que empieza bastante pausada, gana exponencialnmente gracias al gran Ben Kingsley, en un papel que parece hecho a su medida y que se convierte desde el primer momento en el que sale en pantalla, en el gran atractivo de la película.
En general, una película muy resultona, con un guión simple pero muy eficaz del que el director le ha sacado mucho juego gracias a ese estilo peculiar que destila y que hace que la película sea más que entretenida, casi hipnótica.

No sería injusto decir que Preminger aqui lo tenía muy fácil, este drama judicial, que tan bien se les dan a los estadounidenses, reposaba en el libro de Voelker y sólo tenía que plasmar en la pantalla esa especie de ring en la biblioteca que narraba la novela. Porque es justamente eso, una lucha de discursos, una pelea de palabras, con temperamento y vehemencia y un par de personajes ambiguos que le dan más jugo a la trama.
Y aunque también es verdad que puede que el metraje sea excesivamente largo, no decae en ningún momento, y estamos tan ensimismados con tanta elocuencia, que cuando llega ese final tan abrupto, el veredicto nos da igual. No gana ninguno, solo gana el espectador.

Valiente, muy valiente fue Proyas mezclando la ciencia ficción, unas especie de distopía, y el género noir, este último ya de por si solo dificil de conseguir porque sigue unas pautas muy propias.
Sin embargo, en la primera parte lo logra en varias ocasiones, sobre todo en la presentación de la trama.
La segunda parte ya es bastante más problemática: la película coge forma de una manera muy intensa (de hecho el filme parece estar en un climax constante) pero bordea por momentos lo ridículo, cruzando esa finísima línea entre lo que puede convertirse en grandioso y en lo que puede arruinar por completo una película.
Me inclino más por lo segundo, porque aunque estaba claro que nadie se iba a creer la historia, lo más sorprendente es que en realidad no te preocupe lo más mínimo el resultado, esa historia de amor tan poco desarollada, ni siquiera que acabe resolviendo un misterio que llevas esperando durante todo el metraje.
Como entretenimiento, no está mal, como arte ya es otra cosa...