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España España · Móstoles
Críticas de lyncheano
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Críticas 44
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
10
3 de octubre de 2007
57 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera de la serie de tres obras que Kieslowski dedicó a la bandera francesa sienta las bases de lo que este gran artesano entiende por cine, y deja al espectador avisado de sus propósitos reales, bastante alejados de lo que pudiéramos entender como el significado simbólico y simplista de ese primer color de la bandera francesa: el azul, la libertad. Y es que el concepto de libertad que nos propone queda enmarcado en un contexto inverosímil para su apreciación tal y como estuviéramos dispuestos a comprender en un principio, quedando así subyugada desde el principio la temática de esta cinta a la abrumadora sensibilidad de su creador. Sensibilidad, que no sensiblería, nada más alejado de la realidad, pues Kieslowski impregna su obra de un odio sentimental corrosivo y desgarrador, haciendo que compartamos con Juliette Binoche su divorcio con la vida, odiando a Dios por haberla desarraigado así de todo cuanto amaba. El proceso es más complejo, tortuoso y doloroso de lo que pudiera contar con palabras, y Kieslowski lo compone como un maestro, basándose en una bellísima fotografía de constantes tonos azulados, en una impresionante banda sonora que se te mete dentro de los huesos, en un inteligente ahorro argumental y sobre todo en la más que soberbia actuación de Juliette, que con su rostro es capaz de traducir lo que siente en cada momento de mejor manera que si tuviera la oportunidad de hacerlo con palabras u otros recursos más artificiales (esto es, en definitiva, el puro cine de inteligencia emocional). La película, además, no carece de simbolismo (la piscina solitaria a la que Binoche va a nadar, metáfora de aquel rincón de su alma en el que jamás dejará pasar a nadie, pero que rebosa de vida cuando ella acaba necesitándolo); ni romance, entendido este como el destino más prudente para encontrar una balsa en medio de toda esa angustia existencial que desborda la pantalla en cada fotograma.
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lyncheano
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9
11 de septiembre de 2007
164 de 183 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es esta una película hecha para mentes abiertas y cerebros ávidos de retos intelectuales que sepan apreciarla en toda su grandeza, para aquellos espectadores que sepan ver todo el vasto campo de controversia y posibilidades interpretativas que nos ofrece, por encima de lo que pudiera parecer a primera vista entre y a través de tanta sangre y acción. Sin lugar a dudas, Verhoeven quiso transmitirnos un mensaje de lo más actual, peligroso y hasta podríamos decir moralmente dudoso, de la forma más inteligente posible. Para ello fabricó una película comercial, de acción, apoyada en un efectista y directo mensaje principal (''el único bicho bueno es el bicho muerto''), monstruos aracniformes y brigadas espaciales, con gore esplícito, espectaculares efectos especiales y un estilo chabacano, inocente y forzadísimo. No obstante, el ingenio de este irregular pero genuino director, quiso que todo fuera tal y como se nos muestra en pantalla, incluso me hace pensar que contratara tan pésimos actores (Denisse Richards y Casper Van Diem) de forma deliberada para conseguir ese estilo único de folletín bélico, almas superficiales y amor de cartón. Temáticamente da lugar a múltiples interpretaciones: desde el concepto de ciudadanía como individuo subyugado a los intereses de la sociedad, la diferenciación explícita de clases sociales (con privilegios y obligaciones intrínsecas a tales consideraciones), la propia sociedad reconvertida y estructurada de acuerdo a un régimen semi-fascista belicoso y con ansias de supremacía, ese ansia de conquista y la autoproclamación de amos y señores del universo (metáfora supraterrenal de ese sentimiento de superioridad infundado e ilegítimo que sin embargo reina hoy en día desde Occidente para con Oriente)... El hecho de pintar a los malos con forma de insectos, seres que aquí en la Tierra consideramos infinitamente inferiores a la raza humana (exquisita la escena en la que unos niños pisan bichos con gesto de ira apenas contenida, pagando con los débiles lo que no son capaces de arreglar con quienes realmente les hacen daño), no hace sino aumentar esa sensación de pisar terreno pantanoso cuando el hombre sale de su hábitat natural e intenta invadir lo que no le es propio: son las arañas gigantes las que inician la guerra contra la humanidad, como queriendo decir que ese sentimiento de supremacía es propio de todo ser vivo, que el sometimiento (el nazismo) quizá sea una cualidad innata de todos los seres de la existencia, y por extensión del hombre, que se considera insultado e intenta hacerlo suyo con más enfasis que ninguna otra criatura viviente.
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lyncheano
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8
6 de septiembre de 2007
100 de 111 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película preciosa, que te hace pensar no sólo en aquello que puede haber tras la muerte (la cuestión fundamental de cualquier rama del arte y en ocasiones también de la ciencia), sino también en el extraño mecanismo que controla nuestras emociones y sentimientos en vida. ¿Qué es el amor? ¿De qué nos enamoramos realmente? Una bella mujer (Nicole Kidman) pierde a su marido cuando este sufre un repentino ataque cardíaco mientras hacía ''footing'' una fría mañana de otoño. Tiempo después, cuando la pobre mujer comenzaba a rehacer su vida y se había llegado a comprometer con otro hombre, aparece un niño que asegura ser la reencarnación de su marido muerto. El hecho de que sepa todas las intimidades de la pareja y de que reaccione de una manera tan convincente, comportándose con la absoluta seguridad de saber que en realidad es quien dice ser, hace dudar al personaje encarnado por Nicole Kidman de si realmente se pudiera tratar de él, del que había sido su vida entera, enfrentando sus sentimientos con las propias convicciones de una educación clásica basada en las leyes lógicas de la vida y la muerte, creando un conflicto (posiblemente sin retorno ni resolución) con su familia, con su prometido, con el niño y con su propia alma.
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lyncheano
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8
6 de septiembre de 2007
16 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya desde su ópera prima nos encontramos con el Medem amante de las relaciones personales tensas, dolorosas e imposibles; simbolista y tremendamente genuino, con ese estilo que más tarde depuraría, pero que aquí se nos muestra en su estado más puro e intrigante. Quizás lo que hace de Medem uno de los directores con mayor magnetismo del panorama europeo sea ese tratamiento mágico y bastante metafórico con el que impregna sus imágenes, creando sensaciones y sentimientos más allá del argumento de sus cintas, algo que no deja de ser interesante y cuanto menos atrevido. En Vacas se nos narra la historia de dos familias vascas a lo largo de tres generaciones, desde la Guerra Carlista hasta la Guerra Civil, amalgamando un cuento de conciencias enturbiadas, amores apenas disimulados, inocencias interrumpidas, y competiciones de ''troncolaris'' a ambos lados de un misterioso bosque que sirve de nexo espacial y temporal para todos los personajes que aparecen en la cinta, muchos de ellos interpretados por los mismos y geniales actores (Carmelo Gómez en su primera película, qué gran descubrimiento, la bellísima y medemiana Emma Suárez, Ana Torrent, etc.) Se trata de una película que penetra tímidamente en las raíces del denominado Conflicto Vasco que tanto preocupa a Medem, pero cuyo propósito más íntimo es el de mostrarnos una vía de escape para las conciencias intranquilas, que abundan en esta cinta. Aquí es donde entran en juego las vacas, animales omnipresentes en las vidas de esas yentes, símbolos de ''lagunas en calma'' donde poder evadirse cuando uno no entiende por qué ha de ir a la guerra, por qué ha de luchar si es feliz en su tierra, en paz y con los suyos.
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lyncheano
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6
6 de septiembre de 2007
15 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando un director decide hacer una película, el motivo que le arrastra a ello puede ser derivado desde el mero impulso artístico hasta la necesidad de desembarazarse del lastre de la imaginación, pasando por el deseo de plasmar cualquier idea, vida o suceso en una pantalla de cine; o también para reivindicar principios o situaciones de actualidad social con la intención de exigir o acaso buscar un compromiso por parte del público, que rara vez no se consigue. Este último, supongo, es el caso de la cinta que nos ocupa. El tema o lacra social de lo que se ha dado en llamar violencia de género tiene en esta cinta un reflejo tan realista como escalofriante que difícilmente podrá pasar por alto el espectador comprometido. La radiografía del macho ibérico descerebrado, machista, violento, egoísta y repulsivo aflora en cada intento del protagonista (demasiado bien interpretado, como diría aquel) por ser perdonado; mientras que por otro lado, sentimos impotencia al comprobar la inefable atracción que siente la maltratada por el maltratador, una necesidad de ayudar y no poder dejar de querer mezclada con una gran proporción de miedo, pánico, terror...
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lyncheano
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