¿Por qué dulce? Porque son yanquis, y ellos se empeñan en mostrarse pudientes, exitosos, en la cima del mundo. Y me encanta verlos en estas antípodas a su propio establishment. Little Eddie y su madre (Big Eddie) son dos mujeres grandes, descendientes de una familia muy bien acomodada, pero atravesando una actualidad muchísimo menos próspera.
El documental no se detiene a analizar el por qué de su porvenir, lo que significa un gran acierto del film. El peso del presente es lo más relevante, lo más devastador. Little Edie me recuerda mucho a algunas tías, a esos familiares que terminan cuidando a sus madres. Suelen parecer destinados a eso, pero al mismo tiempo tienen una dinámica terrible entre ellos, de reclamos y sufrimientos constantes.
Inevitablemente pienso en mí ¿Y si yo termino así? ¿Y si en algún momento estoy tan perdido en mi vida que resulto ser la persona disponible para cuidar a mis padres? Sería terrible, pero al menos contentaría a algún imperialista en algún lugar.
En fin, es cine trash. Por sus medios y su temática. Big Eddie es una Edith Massey refinada, con retratos profesionales de sus buenas épocas. Y de Little Eddie emana una Dawn Davenport que tranquilamente podríamos ver hacer un berrinche por no tener unos Cha Cha Heels (tranquilos que esto no pasa en el film).

Esta película sea un poema a la decadencia y celebro que así sea.

Cuando un extraterrestre pregunte por Nicolas Cage, hay que mostrarle el video de Te Lo Resumo y esta película, a modo consagratorio. La dualidad que representó el actor a lo largo de su carrera (teniendo en igual medida actuaciones impresionantes y otras lamentables) aparece ahora, en forma de una historia de sueños.

En este film el inconsciente y la realidad es traído con matices, pero sumamente diferenciables uno del otro, no necesita hacernos creer que una escena al final era un sueño, lo sabemos desde el principio. Esto permitió unos juegos con el montaje que son sublimes. Sin la necesidad de hacer pasar un sueño por realidad, se permite jugar con fragmentos de sueños en medio de su narrativa. Estos pequeños fragmentos irrumpen a lo bestia entre escena y escena, son detonados por un sonido o simplemente explicados, pero con una fluidez que es admirable. ¿Cómo logró el director, y montajista (que son la misma persona) que sea fluida una toma violenta de Cage corriendo a cámara con cara de psicópata?
Pero la grandeza del montaje no se detiene ahí, juega con nosotros, nos da pistas, un encuadre en el momento justo nos dice qué esta recordando el personaje, qué esta sintiendo. Aprendan giles.

Retomo lo anterior, la dualidad. Es una película sobre sueños y realidad. Con un actor que se debatió toda su carrera entre ser uno de los más grandes o de los peores. Y la película también es dual en su metraje, después de una de las escenas más incómodas y patéticas jamás vistas en el cine, se cae.
La última media hora del film es flojo, no desde lo técnico ni desde lo actoral. Me molestó que lo alarguen, que finjan explicar, que se excusen. De alguna manera reflejó la actitud paupérrima de nuestro protagonista, como tratando de ser una peli de Villeneuve o de Kaufman a las apuradas, metiendo reflexión pesimista del futuro y algo parecido a una crítica social.
Ese moralismo era mucho más sincero cuando Cage se reusa a algunas propuestas económicas; todo lo otro, junto al conflicto amoroso, que también se sintió poco orgánico, tiran un poquito abajo la originalidad del guion. Aunque decir que un guion es original en la era de las secuelas y las remakes ubican a esta peli en la categoría joyita contemporánea.

Me retracto, ningún extraterrestre preguntará por Nicolas Cage, seguro serán compatriotas.

¿Qué pasa cuando se interioriza y se normaliza la homosexualidad en una historia? Preguntenle a Miranda July, que logra hacer una película que no necesita entrar en la categoría LGBT+ para relatar historias amorosas que escapan a la heteronormatividad.
En realidad ésta película escapa a cualquier normalidad. El ingenio para retratar a los personajes de este film, con todas las pequeñas actitudes y maneras que en su cotidianeidad los definen, hablan de un excelente trabajo, tanto por la cineasta como por les actores a la hora de personificarlos. Y es que construir una verosimilitud coherente en sí misma, no es algo sólo del cine de ciencia ficción. Los personajes de ésta peli tienen conductas tan herráticamente constantes, que se hacen rápidamente consistentes en sus identidades y en la cadencia de sus conductas.
Aplausos por lograr todo esto. Creo que tiene que ver con un excelente casting y con las habilidades de July, quizás traídas por sus prácticas en otras artes. Su trabajo como escritora creo que es el más notable. Sabemos que para una mujer, triunfar en el cine es remarla en dulce de leche. Tiene que ser excepcionalmente buena, y con esto me refiero a mucho mejor que muchos hombres (premiados, millonarios, amigos de alguien influyente) para figurar en algún radar. Bueno, mis fichas en EEUU van todas para Miranda July, aunque continúe estando bastante infravalorada.
Volviendo al film, hay otro rasgo que odio asociar a cineastas mujeres, pero sucede. Se trata de la delicadeza. Los recursos expresivos ligados a la cinematografía, están usados tan bellamente, desde fotográficos, hasta musicales, pasando por un momento surrealista que era lo que necesitaba la película para transformarse en cine de verdad, y no en una simple historia.

Es una historia de gente vagabunda, pero más trabajadora que cualquier otra. Se trata de una familia que se las rebusca sin la idea del trabajo formal, pero con preocupaciones económicas constantes, que les obligan a tener una rutina en función exclusiva de conseguir recursos para pagar comida y el alquiler de su casa. Como si la misma estructura social buscara limpiarlos, esa misma casa llena de precariedades, suda espuma constantemente.
La idea del refugio inexistente, una vida nómada interminable y el escaso amor en la vida de los personajes, parecen querer contar un relato depresivo, documental de toda una clase social estadounidense, pero no es el caso. Éste film escapa a análisis clasistas, o al menos no lo arroja en nuestras caras. El relato pasa por otro lado, todo lo otro sobre lo que escribí en esta crítica, es secundario y se inmiscuye en un relato que no nos habla más que del aprender a sentir amor.

Con tan refrescante film, no hace falta la cerveza para bajar la pizza. Hablando de pizza, este misterioso nombre, hace referencia a una forma de referirse a los vinilos en los EEUU de los 70'. Así de importante y cuidadosamente elegida fue la banda sonora del film. Por supuesto que la amé. Pero no fue lo que más disfruté.
Para mi, lo mejor en esta historia de amor adolescente (en donde la historia de amor adolescente viene y se va del eje de la historia constantemente) es la delicadeza del guión. Por favor, que bien escrita, que excelente timing para la entrada y salida de escenas, para los diálogos y las acciones de les actores: esto es saber montar el film desde el guión. Don Anderson es un cineasta con todas las letras y da muchísimo gusto ver cine bien hecho. Sobre todo durante los tiempos que corren. En los cines de mi ciudad este tipo de películas no duran más de un par de semanas en cartelera, si es que llegan.
Igual quiero dejar de lado mis ideas cultu-elitistas un rato. No soy esa clase de persona. O bueno, un poco sí. Es frustrante que estas películas no tengan la relevancia que merecen. Arrastré algunas personas a ver la película conmigo (personas que no consumen cine independiente ni nada por el estilo) y la disfrutaron muchísimo, así que no hay excusa. Porque esa frescura que menciono al principio, hace referencia a una acción, un devenir de la historia ligero. Fundamentalmente, gracias a los pases de comedia constantes y a la efervescencia de Alana Haim (me pongo de pie). Pero lo ligero no la hace carente de contenido valioso.

La película es una invitación a correr. Pero a dejar de hacerlo solos. Y eso es muy bello.

Pues no, no lo es. Porque en este caso, se trata de un producto audiovisual escrito y dirigido por hombres. La protagonista es una mujer, tiene muchos tintes feministas, pero son hombres quienes la crearon. De verdad no entiendo por qué siguen siendo hombres heterosexuales quienes encabezan estos "chick flicks" modernos. Y con esto no planteo desmerecer en ningún momento la presencia de Renate Reinsve que realmente disfrute, pero se siente un timo.
Timo porque no puedo evitar sentir que busca un progresismo político, pero sin comprometer realmente nada. Veamos: Tenemos a una mujer protagonista que es algo rupturista en sus búsquedas personales, sin embargo, absolutamente toda la trama gira en torno a sus desventuras amorosas. Vemos como sus parejas le enseñan lecciones, como crece y cambia en relación a sus parejas. Y luego tenemos una secuencia con el padre, que para mí denotan que se trata de una película masculina.

El problema no es que sea masculina, es que se trate de un cine con pretensiones progres (entre mis amistades le diríamos "de aliade"). Como si de repente en la actualidad, los directores debieran tocar determinadas temáticas para ser relevantes. En buena hora que las temáticas relevantes actuales estén relacionadas al feminismo, pero están haciendo todo mal si no pueden evitar el punto de vista de una mujer. Quién escribió el film no es mujer. Quién lo dirigió tampoco. Busquen experiencias propias, y si no las tienen pero desean proclamarse abanderados de una causa feminista, entonces colaboren con cineastas mujeres. Si no queda como que quieren enseñarle a las mujeres como ser feministas. Mientras escribo me da más rabia.

Ahora toca hablar de cuestiones técnicas o estéticas para remarcar. Pero no tengo ganas. Es un cine que recuerda a otros. Veo a Jean-Marc Vallée, a Richard Ayoade y hasta un poco de Taika Waititi.