Nada se le puede reprochar a Pixar desde el factor estético en este tipo de películas. Monsters University es un carnaval de colores y movimientos majestuosos en lo que respecta a darle vida a los personajes. Pero en la balanza, la historia y su dinámica quedan chiquitas en comparación con el aspecto técnico-visual que se nos presenta ante nuestros ojos.
La narración nos remonta a la infancia de estos carismáticos monstruitos, permitiéndonos conocer la vida escolar de nuestro protagonista: Wazowski. Este pequeño esperpento verde de un solo ojo es continuamente aislado y poco tenido en cuenta por sus compañeros; no hacen más que crearle vacío a cada momento. Cuando visita la fábrica y es testigo de cómo ciertos experimentados de su especie brindan grandes saltos a sus “víctimas”, Mike decide que quiere ser asustador. Pero claro, su simpática y poco aterradora apariencia se torna el obstáculo más difícil de sortear cuando emprende su carrera universitaria.
Y a partir de allí, el relato nos sumerge en el mundo académico, permitiéndonos conocer cómo comienza a edificarse la relación entre Wazowski y Sulley, el primero un destacado en lo que concierne en la teoría y táctica de los sustos; el segundo casi un experto por don natural en la práctica. Pero el problema en Monsters University se da en el ritmo del film: probablemente con mucho menos vigor y energía que otras entregas de Pixar, la dinámica no es la apropiada y la cinta cobra fuerza recién cerca del final donde se lleva a cabo la gran competencia de sobresaltos entre los diferentes equipos contendientes.
Impecable desde la animación y con algunos buenos gags, la historia no termina de conectar al espectador por poseer (extrañamente en este género) ciertos aires de densidad que no hacen más que desenfocar la plena atención del público.

LO MEJOR: estética, soberbia desde lo técnico. La contienda final.
LO PEOR: no enriquece ni conmueve desde la narración. Le falta ritmo.
PUNTAJE: 5,2

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Propuesta de ritmo calmo que comienza como una típica película de "chico conoce a chica" y que va combinando géneros, mientras divide a la historia en capítulos que nos permitan conocer, poco a poco, a cada personaje.

'Sharper' nos sumerge de buena forma, con gran poder de enganche, en sus treinta minutos iniciales, esos en los que no se sabe mucho para dónde va a virar el asunto, pero cuando Benjamin Caron, el director, le da rienda suelta al primer giro, la cinta pareciera caer en un vicio o en una suerte de loop de vueltas de tuerca. Es tal el agotamiento del recurso que, más allá de resultar un ejercicio entretenido, deja caer a la obra en una zona en la que se pierde el factor sorpresa, facilitando que el espectador pueda adivinar el próximo paso.

4,7 Alancitos Vuelteros sobre 10

Casi inclasificable obra de intriga enrarecida con un clima de pesadilla, elemento que hace que el relato se vaya tornando cada vez más terrorífico con el correr de los minutos.
Eisenberg y Poots conforman una pareja que busca adquirir una vivienda. El extravagante agente de la inmobiliaria que visitan, los lleva a una urbanización muy particular donde todas las casas son iguales y donde pareciera no haber escape posible de esa suerte de laberinto barrial.
El film de Lorcan Finnegan inquieta desde su primera metafórica escena: ya en su inicio, con lo que se muestra, algo pareciera indicarle al espectador que se prepare para recibir una buena cantidad de estímulos que lo pongan en jaque y lo transporten a estados claustrofóbicos.
Cargada de simbolismos a desenredar, ‘Vivarium’ resulta incómoda, perturbadora (objetivo del realizador), pero también tan agobiante y densa que acaba atentando contra la paciencia de quien se encuentra observando cada situación que se expone en pantalla.

5 Alancitos Perturbados sobre 10

Coproducción entre Uruguay y Argentina de menos de hora y media de metraje.
Se trata de una comedia dramática, donde el humor (a veces negro, a veces inesperado) funciona en la mayoría de las situaciones en las que Matías Ganz, su director, lo aplica.
El film posee unas cuantas dosis de intriga y suspenso, donde se crea una atmósfera enrarecida cuando se apela a un doble juego: tanto los silencios incómodos como el sonido escogido para aclimatar varias secuencias, logran inquietar al espectador.
La historia aborda, además, las paranoias con la inseguridad, los escraches y episodios propios de las crisis de un matrimonio desgastado.
Las actuaciones están realmente muy bien, por la naturalidad propia con la que se desenvuelven cada uno de los intérpretes.
7 Alancitos Montevideanos sobre 10

Secuela para amantes del irreverente humor de Sacha Baron Cohen, donde arremete contra todo y contra todos sin ningún tipo de tapujos, como es habitual en su estilo.
Con la duración justa (extenderla a dos horas hubiese sido innecesario), la cinta explota y saca unas cuantas carcajadas (con intermitencias, es cierto) durante la primera mitad del relato, donde cualquier cosa puede ocurrir.
En los segundos 45 minutos, la historia se desinfla considerablemente y el humor ácido y políticamente incorrecto muta hacia uno menos jugado, bajando el ritmo y la dinámica que arrasaba en el inicio del film.
Acompaña, con mucho talento y frescura, la jovencita Maria Bakalova, de gran labor.
Ácida, con situaciones en las que, como siempre, todo se va al pasto, se recomienda abstenerse al público más susceptible.

6 Alancitos Kazajos sobre 10