Visualmente tiene momentos de notable, mezclados con muchos otros muy normalitos. El tema, el proceso totalmente manipulador contra una pobre cría de diecinueve años, te pone la carne de gallina. No es nada nuevo, apaños para cargarse a inocentes con diferentes disculpas estamos, por desgracia, hartos de ver.

Valiente la decisión de Bresson de rodar su película sin hacer demasiado caso a las mentes privilegiadas y manipuladoras de los "talentudos chicos" del Cahiers du Cinema. Por supuesto que en los sesenta era más fácil que en la actualidad correr riesgos con una película como ésta, que fuera de Francia no creo que diese ni un duro.

Bresson dice en una entrevista en el DVD que acompaña a la película, que los actores profesionales tienden a esconderse detrás de sus personajes y que por eso no usa actores profesionales, porque quiere encontrar la verdad en sus intérpretes. Como cometario para resultar original me parece muy bien. Pero a las pruebas me remito. Florence Delay resulta convincente en el personaje de Juana. Creíble cuando es la aldeanita respondona y un poco cortada ante sus jueces. Menos convincente, pero salvable, su actuación en el resto de los momentos. A nivel de actor profesional la actuación de Jean- Claude Fourneau, cómo me recuerda a Jeremy Irons. Si Irons es un magnífico actor para algunos, este Fourneau también lo es. Para los que no pensamos que sea magnífico, Fourneau tampoco lo es lógicamente.
Pero lo que me llama poderosamente la atención y me hace criticar la decisión del director de elegir todos sus actores entre gente que nunca ha actuado, es que todos absolutamente son el mismo personaje. Parecen un auténtico coro griego, todos hablando con el mismo ritmo, tono, entonación. Todos son iguales. Sería imposible distinguir un actor de otro, por lo que hace, dice o cómo lo dice. Una obra como ésta, estoy convencido que cobraría dramatismo, el dramatismo que por si sola tiene, si estaría poblada de seres más variados y por lo tanto más reales. Con los actores que Bresson ha elegido, nos daría lo mismo leer el guión sin verlos ni oírles actuar. No aportan nada a la película. Su forma de decir los textos es la monotonía personificada. Hablando de coros. Los gritos de la multitud (en realidad la multitud no da la sensación de estar compuesta por más de tres personas) son de risa. Un proceso de esa importancia, necesita al pueblo gritando como posesos a favor o en contra de Juana. No tres cuitados pegando grititos de vez en cuando. La contadas actuaciones del caballero inglés son de juzgado de guardia. El pobre aspirante a actor tiene auténtico pavor escénico y se le nota en la mirada cada vez que aparece. Totalmente recomendable la película, aunque el tema puede y ha dado más de sí en otras ocasiones

Basada en la obra de Tom Perrotta que pese a que su mamá probablemente le haya gustado mucho tiene todos los síntomas de ser una auténtica pelmada. El tal Perrotta junto al director de la peli han parido este guión cuya principal característica es el aburrimiento. Para que se note que está basada en una novela que no creo haya leído nadie más que ellos dos y la mamá de Perrotta, nos endilgan una voz en off totalmente innecesaria, producto de la carencia de recursos cinematográficos que nos permitan ver de otra manera lo que pasa por la cabeza de sus personajes. La subtramas: las obsesiones del marido de la Wislet, y las marus que llevan a sus niños al parque no aportan nada a la película a parte de distraer la atención del poco interesante tema principal.
Interpretaciones dignas aunque el casting de los niños deja bastante que desear. Por el tono, ritmo y manera de crear el ambiente me recuerda a veces a "American Beauty", los amantes de esta película pueden entonces disfrutar con "Juegos peligrosos" pero yo debo confesar que detesto profundamente la película que protagonizó Mr. Spacey. La traducción al español del título original es una exhibición más de lo que tratan de vender las distribuidoras. ¡Cómo la vamos a titular "Niños pequeños"!, a lo mejor el público piensa que es una película para niños. Mejor la titulamos "Juegos secretos" y el público piensa que se la van a pasar haciendo cochinadas.
Lo mejor de la película el título en inglés "Little Children" por que sus personajes adultos se comportan realmente como auténticos críos pequeños, suponiendo que los críos pequeños tengan que ser tan capullos.

El primer tercio de la película me cautivó. Tenía la sensación de estar viendo a Bergman en estado puro. El mismo tempo, tipo de encuadres, intensidad en la mirada de sus personajes. Tuve la sensación de que el maestro sueco se había encarnado en Kar- Wai. Lástima. La ilusión no pasó de media hora. El toque Bergman fue desapareciendo. Ahora lo que me estaban contando era una historia de amor, tan "interesante" como podía ser la de la Paulina de Rohmer en la playa, o los amores del carnicero con la maestrilla en el la película de Chabrol. Si el escritor ligaba o no ligaba me traía sin cuidado. La prometedora película se iba diluyendo en el tedio. Solo la estética Almodovar se mantenía. Rojos y verdes intensos inundando la pantalla.
Al final te quedas con lo que has podido disfrutar la primera media hora y con la sensación de haber asistido a poco más que a un ejercicio de estilo. Un buen ejercicio pero sin nada o poco contar

Si después de leer las críticas anteriores todavía hay alguien capaz de leer la mía, se preguntará quien es el zumbao que se atreve a ver la influencia de John Ford en esta película. Dos opciones se me ocurren: o los que han escrito los comentarios anteriores no tienen ni idea de cine, o el tal “Yonfor” está más sonao que una maraca. Olvidemos la primera opción. No rechacemos la segunda. La explicación sobre la influencia de Ford si nos os importa la dejo para el final. Reconozco los aciertos a lo largo de la carrera de Chavarri aunque no me considere precisamente un fan suyo. Una de sus características más destacables incluso en aquellas obras que han funcionado, es su tendencia a aburrir al espectador. Esta vez lo hace a lo largo de toda la película. De acuerdo que la obra en que está basada no debe ser una maravilla, pero es que el guión no la ha mejorado. Probablemente en la novela cosas que en la película nos tenemos que creer simplemente porque al director le apetece, estén mejor explicadas. La historia de amor es francamente penosa. No me he enamorado nunca de un tío, pero no creo que el Grandenitti sea una tentación de tal calibre como para que la monja se vuelva loquita por él. Si me enamorado de alguna tía, pero tampoco creo que la Ardant sea la tentación más irresistible que haya pasado por una pantalla. En cuanto a sus habilidades interpretativas demostradas en esta película, son más bien escasas. Vaya como atenuante en mi crítica a su labor, que nunca me maravillaron las interpretaciones de ninguno de los dos en otras ocasiones.
Termino con la tontería sobre Ford. Hay una pequeña joya dirigida por John Ford que lleva por título “La salida de la luna”. En realidad son tres mediometrajes. El segundo y el tercero deliciosos. En uno de los episodios dos mujeres disfrazadas de monjas entran en una prisión para tratar de salvar a un preso. A una de ellas la descubrirán porque lleva zapatos de tacón. Fanny Ardant se debe sentir bajita y por eso le dijo a Chavarri que le dejase llevar tacones, que total debajo de los hábitos no se le iban a notar. Chavarri que tenía cosas más importantes en que pensar, posiblemente en la siguiente película, porque en esta no gastó muchas neuronas, le dijo que o.k. Y ahora colocamos la cámara aquí muy cerca del suelo, dijo Chavarri pensando en su siguiente película. El cámara que es un mandao la colocó donde decía Chavarri. ¡Acción! Precioso primer plano de los pies de Fanny con sus zapatitos de tacón. Tic, toc. Se pierde en la lejanía y... lo siento Fanny pero pareces igual de chaparrita. Lo que en realidad me fastidia es no poder decir nada de está película que me recuerde a John Ford. Bueno, si habéis tenido la paciencia de leer hasta aquí, no tengáis la sensación de haber perdido el tiempo dos veces: viendo la película y leyendo estas líneas. Como regalo os invito a que veáis “La salida de la luna” seguro que entonces la sensación no será de perder el tiempo.

Que conste que Robert Rodríguez empezó a insultarme primero. Nunca en mi vida como espectador cinematográfico me habían insultado con este descaro. Bien es sabido que los insultos al público muy a menudo vienen disfrazados de progresismo, o “culo listismo”. Rodríguez, sin entrar a valorar si es un tipo progresista o un culolisto, es sin lugar a dudas un jeta con mucha potra. Se le apareció Nuestra Señora de Guadalupe cuando hizo “El mariachi” y a partir de ahí tuvo carta blanca para hacer todo lo que le diese la gana. Respeto “El mariachi”, porque es una obra hecha con pocas pelas y bastante talento, aplaudo “Sin City” aunque me gustaría saber cuan importante fue la ayuda de Frank Miller, me divierte la historia de Harvey Keitel y la Lewis, llegando a la disco en la carretera plagada de vampiros en “Abierto hasta el amanecer”. Pero no me ha gustado nada como se ha portado con el publico Rodríguez en esta cosa ( llamarle película sería demasiado) que tiene por título Grindhouse. Juro solemnemente que quise verla con los ojos puros de un comedor de palomitas de maíz, asesino de zombies en la Playstation, pero no pude mantener mi estado. Esta cosa de Rodríguez tiene como principal característica no ser capaz de mantener el tono en ningún momento. Pasa de un toque medio-pseudo realista al desmadre más atroz con interludios de horterada supina, escenas de acción de serie z e interpretaciones de amiguetes incapaces de llegar al los niveles actorales más bajos que se puedan esperar en una película, donde si algo ni ha faltado es el dinero ¡Y enciman hablan! Soportar los diálogos que pasan de la memez al intento sin éxito de ser mordaces o atrevidos y trasgresores, es una experiencia que no la recomiendo. No creo haberse sonreído más allá de tres veces, por supuesto en ningún momento me emocioné o sentí el más mínimo suspense.