Entramos en la película en sí. Comienza con un ataque entre serbios y bosnios que dejará un herido en medio del campo de batalla y refugiado en una trinchera. Sin embargo, no estará solo, porque unas horas después un mando serbio enviará a dos soldados a explorar esa trinchera. Podéis llamadme paranoico, pero que uno de los dos soldados serbio sea un veterano sin escrúpulos no puede ser otra cosa sino subjetividad. Este mismo soldado será el encargado de colocar una mina de salto (explotan al dejar de tocar el pulsador) junto a un soldado que yace en el suelo, para que sus compañeros salten por los aires al recogerlo. Como el director le tenía ganas, provoca que el bosnio herido se lo acabe cargando para cambiar la situación.

Seguimos en la parte más cómica de la película, con Ciki y Nino, el bosnio herido y el novato serbio. Discuten de la guerra, sobre quién tiene la culpa, quién la empezó y por qué están ahí... Creo que vuelve a haber un cierto deje pro-bosnio, aparte del típico discurso pacifista de cualquier buena película de guerra que se precie (Apocalypse Now, Salvar al soldado Ryan, Johnny cogió su fúsil...). La situación cambia con el despertar del soldado que tenía puesta la mina. Está vivo y se ve en la encrucijada de no poder moverse por la gracieta serbia de colocarle la mina. Aún queda lo mejor

La crítica mordaz va para los pitufos, los famosos cascos azules que tan importante parecen pero tan prescindibles son. Es una cuestión que se plantean los propios hombres de este pelotón de la ONU, formado por franceses “Estamos aquí para evitar que se maten entre ellos sin usar la fuerza”, sumemos las extravagancias de cualquier cadena de mando y vemos cómo el guión nos regala una parsimonia propia de todo aquel foráneo que viene a molestar a mi país. ¿Hay alguien que ame las injerencias externas? Tranquilos, que también cabe hablar del cosquilleo mediático.
Y llegaron las noticias, Jane, una intrépida reportera que colocará a medio mundo pendiente del morbo de ver a dos rivales en una trinchera obligados a entenderse. Entrevistas estúpidas, llamadas de los dirigentes... ¿Cuántas veces hemos visto esto en la asignatura? La presión, las situaciones límites venden... imagínense lo que les pase a tres tipos de Yugoslavia que a ningún belga (coloque aquí la nacionalidad que le de más coraje) con dos dedos de frente le importará ni la más mínima parte. Total, si suena a chiste, “Esto que van un serbio, un bosnio y un francés...”

Pero bueno, ¿Ya se acaba esto aquí? No señores, la ONU ha venido a desmontar la escasa organización equilibrada entre los bandos de esta maldita guerra. Y cuando los Nino y Ciki se hartan el uno del otro para disponerse a matarse, resulta que el héroe francesito, con su pacífico fusil, tiene que guardar la integridad de periodistas y cargos públicos encargados de tan desagradable misión, vamos, que las órdenes de no intervención se convierten en la muerte de nuestros dos protagonistas, con el insaciable ojo de la televisión pendiente de tal suceso. “¡Bueno chicos! Ya tenemos carne para el próximo telediario”

Y si... aún queda el joven con la mina pegada a su cuerpo. La Misión de Paz (sic) ha intervenido, los medios de comunicación han tomado su noticia y la guerra sigue su curso, con unas minas que no perdonan ninguna vida. Son máquinas de matar y son efectivas. El plano final es desolador, una trinchera que se va haciendo cada vez más grande mientras el soldado es más pequeño. No hay movimiento, no hay esperanza, no hay atención. Una vez que el problema se activa nadie puede resolverlo, esto es la guerra y aquí muere gente, vaya lastima para un mundo que creíamos civilizado.