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Críticas de roncesvalles
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Críticas 24
Críticas ordenadas por utilidad
5
18 de marzo de 2018
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Pablo Berger ha filmado sólo tres largometrajes en los 15 años que lleva de carrera, y a cuál menos convencional. Tras la interesante “Torremolinos 73” y la premiadísima “Blancanieves”, se adentra en lo que yo denominaría una comedia negra transgénero, extraña, valiente y algo fallida. Eso no le ha impedido ser nominada a 8 premios Goya, aunque la cosa no pasara de ahí. Y es que la apuesta era arriesgada, pues lo que comienza como una típica comedia española del siglo XXI pronto toma otros derroteros poco o nada transitados.

Entiendo hasta cierto punto que la crítica elogie esta obra, pues en el cine español hace falta atrevimiento para intentar satisfacer al gran público a la par que rompes ciertos moldes de la comedia que sabes que funcionan, por muy manidos que estén. Quizá por ello resulte chocante esta historia, que en su vaivén entre la comedia negra y lo fantástico tiene momentos tensos, oníricos, dramaticos, surrealistas, escatológicos, románticos, reivindicativos… pero que se queda en medio de ninguna parte. No es que el resultado sea malo: tiene una gran factura técnica y visual, sin alardes pero muy convincente, una plantamiento tan absurdo como estimulante, y un reparto extenso y atractivo lleno de nombres propios, en el que aparte de la pareja protagonista (valores seguros siempre la Verdú y De La Torre), hay actores tan dispares y desiguales como José Mota, Josep María Pou, Saturnino García o Javivi, lo que nos da una idea de todo el terreno que intenta abarcar en la escasa hora y media que dura.

“Abracadabra” no es una película complicada de ver pero sí de disfrutar, pues el espectador nunca sabe a qué carta quedarse, y entre tanto atrevimiento asoman con facilidad los defectos, tanto argumentales como de el guión. Tampoco se le ha sacado provecho a las situaciones, ni en el humor, ni en terror, ni en el drama ni en nada, pues da la impresión de que Berger intenta evitar por todos los medios caer en el cine de género, aun a costa de desperdiciar momentos que podrían haber dado más de sí, y con el agravante de que mete alguna escena que chirría por muchas tragaderas que tengamos, como esa enloquecida narración de los hechos de Julián Villagrán. Pero por otra parte, es sugerentemente desconcertante y tiene el atractivo de lo diferente, pues con los elementos de siempre (incluso recurrentes en el cine español, como el fútbol o el macho ibérico) logra hilvanar una historia imposible e improbable que, aunque sólo sea a ratos, nos hipnotiza.
roncesvalles
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7
11 de marzo de 2018
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No ha tenido suerte en los Oscars la historia de “The Room”, la peor película de la historia y sin embargo, o quizá por ello, película de culto, el nuevo “Rocky Horror Picture Show”. El caso es que “The Disaster Artist” había que hacerla. Y James Franco supera el examen con nota, aunque sin graduarse quizá con los honores que corresponden toda la expectación que ha levantado. Y es que Franco se enfrentaba a un obstáculo en mi opinión insalvable.

La clave de todo está, como era de esperar, en el inefable y misterioso Tommy Wiseau, el artífice de “The Room”. Era una historia que merecía ser contada, y Franco acierta al construirla totalmente en torno al esqueleto que supone la amistad entre Wiseau y el joven Greg Sestero, aspirante a actor y pieza clave para que el engendro que rodó el primero saliera adelante. De este modo evita en la medida de lo posible el tono documental y añade una trama que se desarrolla en paralelo al antes, el durante y el después del rodaje propiamente dicho.

Hasta ahí todo bien; Franco está genial como sosias de Wiseau, la historia está contada con fluidez, entretiene y engancha, despeja muchas de las incógnitas que surgen del visionado de la cinta original, y la réplica de las escenas de ésta es extremadamente fiel. Sin grandes alardes en lo cinematográfico, con corrección, pero es que la clave aquí era sumergirnos en el universo Wiseau. Y es aquí donde el director (el de verdad, no el fantoche) se topa con una pared: el propio Wiseau. Un personaje oscuro, hermético, huraño y caótico. ¿Cómo construir un a modo de biopic sobre alguien así, del que no conocemos ni siquiera su origen (y que no suelta prenda acerca del tema)? Ante eso, el director tiene dos opciones: Echarle imaginación y rellenar los huecos con algo de ficción (algo que no creo que Wiseau hubiera permitido y que además habría echado por tierra la credibilidad del proyecto) o atenerse a los hechos y los datos contrastados y confrontar al artista del desastre con su joven amigo, haciéndonos partícipes de su motivación, evolución y perplejidad ante los vaivenes del carácter de ese director-villano al que ni él ni nosotros llegamos a conocer, porque es un misterio envuelto en un misterio.

Con todo, estamos ante una cinta necesaria, accesible, bien hecha y que se disfruta sin necesidad de haber visto la otra película, aunque creo que el deleite es mucho mayor si previamente nos hemos armado de paciencia para no levantarnos del sillón durante los 99 minutos que dura “The Room”, y más aún si hemos tenido la capacidad de disfrutarla del único modo que es posible: sabiendo a lo que vamos y con mucho, pero mucho, sentido del humor.
roncesvalles
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4
1 de agosto de 2008
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de culto, sin llegar a ser un clásico. Dejando a un lado lo mal que la ha tratado el tiempo (la ciencia-ficción envejece mal, pero esta película se lleva la palma), si la miramos desde un punto de vista pretendidamente objetivo, poco podemos salvar de este engendro (me refiero a la película). Julie Christie, el particular y fugaz erotismo de esta cinta, algunos momentos de tensión, el extraño octaedro (o lo que sea eso) y poco más.

A lo largo del metraje se suceden los escasos aciertos con tremendos y numerosos fallos (ver spoiler) y defectos: Saltos bruscos, comportamientos absurdos, diálogos sonrojantes, un argumento tramposo, brochazos de serie B y... bueno, ese inadmisible final.

Para incondicionales, cinéfilos, frikis, curiosos y nostálgicos. Resto, abstenerse.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
roncesvalles
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7
31 de marzo de 2018
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Ready Player One" lo tenía todo a su favor para ser una de las películas del año, y puede que lo sea. Una novela de calidad discutible pero convertida en clásico instantáneo por la legión de gamers y nostálgicos de los 80 que la han devorado en cuestión de horas (todo un page-turner de libro, valga la redundancia), y el sello de calidad del mismísimo Steven Spielberg. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y, pese a proporcionarnos más de dos horas de entretenimiento y reencuentros, si nos ponemos serios el resultado deja un poco que desear.

Tampoco esperábamos que la versión para la pantalla proporcionara más profundidad o reflexión que el libro, que es todo un placer culpable lleno (o quizá saturado) de referencias a la cultura pop (y rock, todo sea dicho) de los 80: canciones, videojuegos, películas, etc. No era plan de juzgarla como fantasía distópica de calado, ni de esperar que el maestro Steven elevara la no-literatura de esas páginas al estatus de clásico del séptimo arte, no es eso. Tampoco podemos culparla del los cortes y remiendos realizados en la línea argumental para ajustar su metraje a una duración razonable. Pero vamos antes con las virtudes que con los defectos.

Entretenimiento aparte (eso está garantizado), tiene a su favor por un lado del puro deleite visual; la verdad es que hay que descubrirse ante la labor realizada para plasmar en imágenes todo el universo de OASIS, una empresa faraónica que el equipo resuelve con maestría e imaginación y que da un gran empuje a la película en su primera mitad. Por otro lado, hay un injerto argumental en especial, una sustitución con respecto al libro, que no voy a revelar, que es un gran acierto y todo un golpe de efecto, en especial para los que veníamos con el libro leído. Si la habéis visto, ya sabéis a qué me refiero.

No obstante, y aunque no llegan a hundir el chiringuito, los peros que le pongo no son pocos. Ante todo, un primer tramo que pretende ser vertiginoso pero que llega a resultar precipitado y con una saturación de información que llega a desconcertar hasta a los conocedores de la trama, en el que resulta complicado seguir el paso y que, por ese motivo, impide disfrutar en ocasiones del espectáculo que se nos está ofreciendo (con el añadido en este caso de las continuas referencias culturales, que son parte del asunto). Por otro lado, y asumido como digo que hay que hacer un poco de cirugía argumental, creo que hemos salido perdiendo con el cambio. Uno de los atractivos del libro de Cline era la profusa descripción que hace de los mundos que integran OASIS y de cómo los protagonistas se van moviendo entre ellos, que aquí queda reducido a dos o tres secuencias (espectaculares, eso sí) y, y aquí está lo malo, que han sido sustituidos en buena medida con tramas y secuencias de acción en el mundo real que también engordan la duración de la cinta y que, desde luego, son un pobre y mil veces visto sucedáneo para toda esa magia que se nos ha quedado fuera (¿era necesario echar más cucharadas de acción a una historia como esta?). Eso, unido a un casting poco carismático y un final quizá demasiado corriente en su planteamiento, nos deja con un sabor agridulce, como a medias. Este no es el gran Spielberg de las grandes ocasiones, el que escribe su nombre con letras de oro en la historia del cine.

Por último, el detalle del público, y es que toda película tiene su target pero en este caso es tan específico que excluye de salida a buena parte del mismo, algo nada recomendable para lo que pretende ser un referente entre los blockbusters de 2018. "Ready Player One" depende a partes iguales del conocimiento del medio (geek, gamer, friki, internauta, [ponga aquí su calificativo]) por parte del espectador y de la nostalgia que se desprende de éste, lo que deja fuera a mucha gente, ya sea porque son demasiado jóvenes o demasiado mayores, o simplemente porque durante los 80 estaban a otras cosas. Sea como fuere, en este caso eso supone un fuerte impedimento para disfrutar de la historia y, en algunos casos, para entenderla (y la avalancha de información visual y verbal tampoco es que sea de ayuda).

En resumen, disfrute de calidad moderada para una minoría enorme con sabor a oportunidad desaprovechada.
roncesvalles
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