Si te gastas tu dinero en palacios acabarás protagonizando Predators.
(podéis sustituir este sutil texto por una imagen mental de Adrien Brody a lo Bart Simpson escribiendo en una pizarra: "no volveré a comprarle un Castillo a la Pataky". Quinientas veces. Y la muñeca como una hormigonera.)

Iba a hacer la típica sucesión de adjetivos contradictorios para describir esta película, pero ay de mí, ay, infelice, que se me han adelantado los críticos.

Es admirable la retorcida labor del guionista para crear un sórdido mundo estrafalario y francamente inverosímil e incoherente con la escusa de hacer chistes macabros, absurdos o crueles. Francamente, me he partido el ojete. Sin embargo, me he quedado canino. Seguramente esta película tiene momentos absolutamente brillantes, geniales, pero la base es de gelatina. No soy de los que opinan que una película tiene que empezar, desarrollarse, terminar y desconectar nuestro cerebro, pero sí que pienso que en esta ocasión, el mundo creado como excusa para estremecernos y agitarnos tiene demasiados frentes abiertos. No digo que todo tenga que tener una justificación, pero me ha dado por preguntarme si ese entramado protector/autoritario del padre estaba perfectamente diseñado en las mentes de los creadores de esta película o que simplemente iban arrojando pinceladas excéntricas como arrojaba el propio padre los peces a la piscina.

Es, sin duda, una película a revisar, muy a tener en cuenta para poner en institutos a los adolescentes a la hora de aprender griego y cómo ascender puestos en esta vida a base de lametones. Casi merece un análisis secuencia por secuencia. Es insoportable y una bomba.

Por favor, Giorgios Lanthinos, hazte con el control del mundo, quiero educar así a mis hijos. Cunnilingus.