No soy yo sospechoso de no valorar como se debe al bueno de Chuck. Sus películas son, cuando menos, entretenidas. En su filmografía se cuentan films entretenidos y divertidos como "Delta Force" o la recomendable y paródica "Invasión USA". Y hasta tiene un buen film inicial como "Código de Silencio". Pero con esta se pasó su director. El amigo Carver es evidente que adora a Leone y sus spaguetti westerns. Y se dedica aquí a homenajearle sin pudor. Pero sin pudor alguno. La BSO ya nos parece decir que estamos ante un nuevo concepto de western, al mezclarlo con esa policía fronteriza.
Pero pronto ese homenaje se torna ridículo. Bárbara Carrera está para matarla (como siempre, sí, pero esta vez ya con ganas) y es la culpable de protagonizar uno de los momentos más ridículos de la carrera de Norris, un revolcón en el barro en plan pseudo-erótico con mensaje, dado que ella sostiene una manguera larga y gruesa entre manos, derramando agua en plan eyaculación mientras el amigo Chuck se dedica a magrearla y besarla con todas sus manos.
Sin embargo Carver reserva algunos momentos para el recuerdo. Esa pelea final algo fallida pero esperada entre Norris y Carradine, y la salida de Norris de un enterramiento en vida gracias a una cerveza milagrosa que le da las fuerzas suficientes para arrancar el vehículo en el que lo han sepultado.

Con estos mimbres, esta producción de Orion -por ser de Orion- tiene sus adeptos, pero lo cierto es que no anda lejos de lo que luego se perpetró en la Cannon. No en vano, tanto Chuck como Steve Carver fueron luego fichados por Golam-Globus. Es lo que tiene el talento, que se persigue de modo incansable.

Envejecida, y mal envejecida, esta obra de Chabrol, como muchas del director en su momento, no ha resistido el paso del tiempo, entendiéndose ese paso del tiempo como el mantenimiento de las opiniones que generó entonces.
Esa obra maestra que muchos vieron a los 4 o 5 años del estreno (curiosamente también se adelantó ciertamente a su época), se desvanece vista hoy.
Predecibles movimientos de cámara, simbolismos risibles como el del botón del ascensor... y no hablemos de las estáticas interpretaciones, sin duda buscadas en su momento.

Cine de autor que, como su propio autor, envejeció.

..pero no por ello menos malo. Cuando se habla de "españolada" esta película parece ajustarse como una guante a la peyorativa definición. Y es que el problema de esta película no es ya su historia folletinesca y de sainete -que es previsible- sino una dirección plana, mala sin paliativos que es incapaz de aprovechar siquiera a Félix Fernández o Antonio Riquelme, los dos únicos que están algo más naturales en la película. Porque el resto, por malos en sí mismos o por mal trabajo de Maroto están de pena: sobreactuados y antinaturales. Juanita Reina, que cuando canta, está muy bien, cuando habla está para matarla.
Hay escenas vergonzantes, y toda la resolución final del pastel es absolutamente lamentable.

En fin, una película sobre la que echar tierra, pues ni siquiera tiene el encanto de aquel cine republicano de farándula que pretende recuperar.

Panfletaria hasta decir basta, "El Justiciero" es un clásico por diversas razones, la mayoría extracinematográficas. Lo es por la presencia de grandes actores que serían más grandes en los siguientes años, desde el primer papel de Ed Begley hasta la intervención muy secundaria de un joven Karl Malden.
Por otro lado, utiliza recursos a la clásica de fotografía, especialmente, aunque sin destacar en aspecto alguno técnicamente, y por último es un clásico por su deseo de narrar lo acontecido realmente, lo que si bien ha estado siempre de moda, para la Fox tuvo su momento de esplendor en este género en los años cuarenta.
El principal problema de esta obra menor del siempre panfletario Kazan es que, junto con "La barrera invisible" y "La ley del silencio", esta obra muestra al 200% cómo el director utiliza el cine para trasladas sus ideas, pero lo hace con mayor descaro que las dos últimas. Hay aquí un narrador que nos lo expone todo claramente, no sea que acabemos pensando que el sistema judicial americano es injusto. Y por si fuera poco el narrador, los personajes secundarios son estereotipos absolutos que sólo pretenden ensalzar la bondad del protagonista, honesto e incorruptible.

Película para conversos y para adeptos inquebrantables, "The case for Christ" llegó a mí con poca información sobre ella. Tan sólo que hablaba de la búsqueda de un periodista sobre hechos tangibles al respecto de la controvertida resurrección que cimenta la fe cristiana. Pensé que podía ser interesante, aportar una visión fresca como la estupenda "The man from Earth". Pero me equivoqué.
La película en todo momento supone un panfletario manifiesto a favor de no cuestionar la verdad oficial. A favor de "creer". El problema es que pretenden bascular la narración con el comportamiento poco ejemplar del protagonista -que odia a su padre, bebe demasiado, es prepotente como periodista y que no duda en dejarse engañar por sus fuentes si eso le permiten firmar un gran reportaje-. La moraleja final es que todo eso lo hizo porque era ateo (escéptico en la película)... cuando se convirtió a la fe cristiana se transformó en una bellísima persona.

Resultan curiosas las aportaciones de un siempre convincente pero nunca brillante Robert Forster y una artificial por operadísima Faye Dunaway, que sin embargo está brillante en su brevísimo papel.