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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
7
22 de agosto de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En, Port-sur Sarthe, un pueblo imaginario de clase alta, vive una chica de 16 años llamada, Corysande, aunque ella prefiere que la llamen, Chiffon (un término despectivo traducible como trapo o andrajo) … aunque a ella la atrae como una expresión de rebeldía contra la gente de su clase. La acompañan su madre, su padrastro y un “tío” (hermano del padrastro) … del que Chiffon, aún no se entera, que la atrae más de lo que supone. Es él un hombre de mediana edad y no muy apuesto, pero, su respeto y galantería con la muchacha la hace sentir muy a gusto en su presencia. Una fría noche, Chiffon conocerá al Duque d’Aubières, a quien llaman, Sargento, perdón, Coronel, por su rango militar… y también él se sentirá arrobado por esa chiquilla que se muestra coqueta y un tanto dócil. ¿Cuál de ellos merecerá su corazón?... ¡No le pregunten a la madre porque ella elegirá al que más dinero tiene!

Fue, en 1894, que, Gyp, publicó, “Le Mariage de Chiffon”. Nacida como, Sibylle-Marie-Antoinette de Riquetti de Mirabeau, ésta célebre autora francesa de más de cien obras literarias, en su mayoría novelas, fue una rebelde para su época, muy avanzada en sus ideas, proponiéndose satirizar a la sociedad mundana que le tocó padecer, al tiempo que participaba en las luchas nacionalistas.

La novela -llevada primero al cine, en 1918, bajo la dirección de Alberto Carlo Lolli, pero, sin lograr la menor trascendencia-, fue adaptada de nuevo por, Maurice Blondeau y Jean Aurenche, y puesta a cargo del director, Claude Autant-Lara, se convirtió en una simpática comedia que tiene muy buenos momentos (la larga secuencia con el zapato de Chiffon; la discusión con la madre por el diario de su hija; la nota que Jean quiere que lea el Duque…), pero, en otros momentos, falta ese mismo brillo que hubiera dado al filme una mayor trascendencia.

El reparto, encabezado por, Odette Joyeux (quien tenía 28 años al asumir el rol de Chiffon), logra un notable encanto, sobre todo, cuando quien la secunda es, André Luguet, quien, como el sargento, qué digo, ¡Coronel!, demuestra un apreciable carisma y una simpatía que refuerza muchas escenas.

Una nueva versión, dirigida por Jean-Daniel Verhaeghe, se haría en el año 2009, lo que da cuenta del innegable atractivo que tiene esta comedia de costumbres con la que se pasa un rato agradable.

Título para Latinoamérica: <<EL CASAMIENTO DE CHIFFON>>
Luis Guillermo Cardona
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8
19 de agosto de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay momentos en los que, un hombre, tiene que decidir entre defender su honor aun a costa de su vida… o vivir para siempre de rodillas. Decidido lo primero, ya no prima la lealtad puesto que, ésta, tiene un límite: No puede traspasar mis derechos ni vulnerar mi dignidad sin mi consentimiento… porque ahí muere. Ya no cuenta el agradecimiento, si se está haciendo abuso de él y se arrebata lo que me pertenece por un derecho libre y legalmente adquirido; y ya no valen las leyes si, éstas, están -violatoriamente- del lado de los “poderosos”.

En esta situación va a encontrarse, Yogoro Sasáhara, cuando a la mujer que tomó por esposa -aún en contra de los deseos de su madre, y a la que, mientras más conoce, más ama-, se le pida devolverla al gobernador del clan Aizu al que pertenecen él y su familia, pues, habiendo sido el propio Señor, Masakata Matsudaira, quien decidió casarla con su vasallo… ahora (tres años después), quiere tenerla de regreso sin importar que la pareja, incluso, ya tiene una hija. Queda pues, la obediencia o la rebeldía, y por suerte, Yogoro tiene un padre que sabe harto del honor… ¡y ambos van a tener que tomar una decisión a todo riesgo!

Segunda novela del escritor, Yasuhiko Takiguchi (“Hairyô Tsuma Shimatsu”), en ser llevada al cine por Masaki Kobayashi, el director de la inolvidable, “Seppuku” (Harakiri), película y novela entre las que es posible encontrar ciertas similitudes, empezando con que ambas transcurren durante el Shogunato Tokugawa (1600-1868), y en ambas, el honor mancillado tiene un altísimo peso.

Una vez más, el ambiente comienza siendo decididamente teatral y, el director, no lo disimula manteniendo largos planos abiertos y unos pocos espacios comunes… pero, a medida que el drama va alcanzando la cúspide, llegan los exteriores, la narración se vuelve más ágil, y el filme gana con cada nuevo plano con el que demuestra que es un verdadero artista.

En los diálogos, es posible encontrar la más clara y precisa definición del honor... y aquellos hombres de un pasado felizmente extinguido, cobran actualidad con aquellos rasgos de gran valor que también había en ellos. La lucha de clases queda también finamente plasmada, y de nuevo, se recuerda que el poder corrompe y que, los “poderosos”, siempre tendrán que contar con que, habrá hombres valientes y justos, dispuestos a hacer tambalear sus sólidas estructuras.

El reparto, encabezado por el gran, Toshiro Mifune (Isaburo Sasáhara), Yôko Tsukasa (Ichi), Gô Katô (Yogoro) y Tatsuya Nakadai (Tatewaki), impone gran fuerza a un drama de alto calibre donde lo psicológico y lo sociológico darán forma a amplios significados.

Sin duda, <<EL SAMURÁI REBELDE>>, es cine japonés de notable calidad.

Título para Latinoamérica: <<LA REBELIÓN DE LOS SAMURÁIS>>
Luis Guillermo Cardona
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9
31 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como, Tratado de Guadalupe Hidalgo, se conoce al acuerdo definitivo al que llegó México con los Estados Unidos de Norteamérica, luego de terminada la guerra que ambos países sostuvieron entre 1846-1848, la cual tuvo lugar dadas las constantes pretensiones expansionistas del imperio del tío Sam. Al acuerdo se llegó, forzosamente, luego de que los gringos se tomaran a Ciudad de México, y para su liberación, exigieron la ventajosa entrega de los territorios de Alta California, Nuevo México y Tejas… territorios que, luego, se sumaron a Colorado, Arizona, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Es decir, México tuvo que ceder más de la mitad de su territorio a las fauces imperialistas… y todavía, cuando EE.UU. ratificó el tratado, osaron eliminar el acordado artículo 10 al tiempo que modificaron el 9, donde se garantizaba el respeto por las concesiones de tierra previamente hechas a los mexicanos y se aseguraban sus derechos ciudadanos.

Probablemente, este hecho pudo haber servido de inspiración para la historia, “Invitation to a Gunfighter”, que, en 1957, escribieran, Hal Goodman y Larry Klein, la cual se convirtió, inicialmente, en un episodio del programa televisivo, Playhouse 90, el cual fue dirigido por Arthur Penn y protagonizado por Hugh O’Brian, Anne Bancroft y Gilbert Roland. Algunos años después, Elizabeth y Richard Wilson, extendieron la historia a un guion cinematográfico y convencieron a, Stanley Kramer Productions, para que hiciera posible realizar la película, la cual, el propio Wilson, conseguiría dirigirla.

<<INVITACIÓN A UN PISTOLERO>>, comienza con, Matt Weaver, un joven confederado (ya sabremos la poderosa razón por la que se sumó a este bando rebelde) que, a su regreso a casa, luego de terminada La Guerra Civil (1865), descubre que su madre ha muerto y que su casa fue vendida, mediante un remate ilegal, por el banquero y mandamás del pueblo, Sam Brewster. Cuando, Matt reclama su derecho ante las autoridades, están se limitan a expulsarlo del pueblo, pero él decide quedarse… y ante la amenaza que representa, el banquero contrata a un pistolero profesional que andaba de paso, pero que, al enterarse de lo que sucede, decide hospedarse unos días en el pueblo.

Lo que sigue, es una impecable historia que, por momentos, contiene cierto humor negro (herencia inevitable de Goodman-Klein), pero que, de pronto, se convierte en un drama humano altamente sensible y decididamente crítico, cuando ilustra la desigual lucha de clases a que se ve sometido el arrinconado pueblo mexicano.

Yul Brynner, con su inefable personaje, Jules Gaspard D’Estang, nos asegura un ambiguo carácter que nos brindará unas buenas sorpresas a lo largo de la historia, y su alto carisma -un poco al estilo del, Rick Blaine de “Casablanca”-, logrará que tengamos con él una gran empatía y un aprecio inevitable. Janice Rule (Ruth), Pat Hingle (Brewster) y, George Segal (Matt), complementan magníficamente este singular western que me ha dejado hondamente satisfecho.
Luis Guillermo Cardona
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10
30 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En las familias, es mucho más común de lo que debería, el Modelo Subestimador, el cual consiste en que hay uno de los hijos en el que se ha perdido toda credibilidad. Su progenitor lo ve como un chico débil, sin empuje ni talento; mientras la madre lo trata con lástima porque siente que es el que más la necesita. Por su parte, los hermanos se mofan con frecuencia de él, lo discriminan y lo maltratan verbal y/o físicamente. Ni aquellos, ni estos, hacen gran cosa por este hijo-hermano para sacarlo adelante… y la idea que se mantiene es la de que, “es un inútil de nacimiento del que nunca se podrá esperar absolutamente nada” … ¡y lo más triste, es que él (o ella) termina creyendo que esto es cierto, y actuará con temor e inseguridad ante cualquier tarea que emprenda, y si a su vida no llega alguien que le sirva de sólido y constante estímulo, este muchacho(a) se malogrará para siempre.

Harry Hogan, hace parte de una de estas deplorables familias, y el Modelo Subestimador se aplica en él con tal rigor que, un día, el padre decide botarlo de su casa. El chico, que ha fracasado en sus clases como estudiante de violoncelo, se va con su instrumento y con un diploma de conveniencia dado por su profesor… y vamos a ver que le depara la vida cuando, al fin, llegue ese alguien que consigue ver en él lo que nunca nadie ha visto.

Este es uno de los más bellos cortometrajes que haya podido ofrecernos la Edad de Oro de la Comedia Hollywoodense, pues, además de ser un doloroso espejo de la vida, contiene un ingenio y un encanto que resulta indescriptible. Cada plano, cada situación y cada gesto actoral, produce esa conjugación que nos dice siempre más de lo que se ve a simple vista… y uno siente que está ante la comedia de la vida con sus enormes encantos y sus particulares frustraciones.

De alguna manera podríamos decir que, en esta historia, el Fatum y don Luci, están siempre presentes como esas fuerzas invisibles que intervienen en nuestra existencia, y cada cosa que sucede, tendrá un resultado que dará cuenta de quien, entre ellos, ha intervenido en su momento. Algunos lo llaman casualidad, pero, cabría pensar que puede ser la causalidad.

Con otra de esas certeras historias escritas por el tándem, Arthur Ripley y Frank Capra –quienes ya andaban con la inspiración en pleno vuelo-, el director Harry Edwards, regresa con su eterno pupilo, Harry Langdon, y nos entrega una verdadera gema cinematográfica que nadie en el mundo debería perderse.

<<FIDDLESTICKS>>, título que podría traducirse como “Violines” o “El Violonchelista”, es un filme para llorar, para reír… y para comprender que no se debe subestimar a nadie porque ¡sorpresas nos da la vida!
Luis Guillermo Cardona
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9
26 de julio de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llegado el año 1630, cientos de guerreros samuráis se habían venido a menos tras la llegada de la paz durante el Shogunato Tokugawa. Ya las espadas habían vuelto a sus vainas; el empleo para ellos a casi nadie interesaba; y la falta de otro oficio llevó a muchos de sus hogares a la más extrema pobreza. Esta difícil situación, forzó a algunos guerreros a buscar darle un final “digno” a sus vidas… y el método se llamaba ¡harakiri!, (grotesca costumbre de abrirse, con la espada, el vientre en cruz hasta desangrarse); y hacer esto, era todo un ritual público para dejar testigos de ese “acto de valor”.

Un adolorido samurái, Hanshiro Tsugumo, acude a la casa de Iyi, un renombrado recinto feudal regido por Saitō Kageyu, donde espera poder llevar adelante el rito del harakiri con el que quiere dar fin a su vida. Pero, con la esperanza de que desista, Kageyu decide contarle la historia del último guerrero que pasó por allí en el mismo plan… y al oír el nombre: Motome Chijiiwa, Tsugumo prestará toda su atención y, seguidamente, será él mismo quien decida contar su propia historia con el clan Geishu y la situación que devino con la paz… y ¡un estado de alerta cundirá por aquel recinto!

La novela, "Ibun rônin ki”, de Yasuhiko Takiguchi, convertida a guion por Shinobu Hashimoto, fue la base de la que se sirvió el celebrado director, Masaki Kobayashi, para contar una historia que pretende ilustrar una época felizmente terminada.

Sirviéndose de largos planos generales (que por instantes distraen el foco de atención, pues, omiten esfuerzos de edición que vemos necesarios) y unos pocos primeros planos en instantes muy precisos, Kobayashi, logra crear un clima de tensión en constante crescendo, mientras la habitual venganza que tanto animaba a los famosos guerreros parece tomar forma.

Los diálogos, bordando con eficacia las reglas de la época, nos acercan a ese mundo temible donde el honor y la muerte siempre venían ligados… y el sufrimiento humano parecía conmover a muy pocos. El drama de Tsugumo es la historia de un hombre que se dirige a la eternidad, pero, antes quiere serenar su conciencia haciendo lo que el honor le reclama que tiene que hacer.

Tatsuya Nakadai, veterano y muy prolífico actor al que, años después, volveríamos a aplaudir en, “Kagemusha” (Akira Kurosawa, 1980), logra como, Tsugumo, un impresionante rol que ha quedado para la eterna memoria. A su lado, Rentarô Mikuni (Kageyu), Akira Ishihama (Motome); Shima Iwashita (Miho) y Tetsurô Tanba (Hikokuro), consolidan una historia que ha dejado honda huella, siendo <<HARAKIRI>>, uno de los más notables filmes de samuráis que se hayan realizado en Japón.
Luis Guillermo Cardona
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