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Críticas de Naroa Lopetegi
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Críticas 51
Críticas ordenadas por utilidad
9
12 de junio de 2022
13 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Rakel es un puto desastre. Su casa es una leonera, no nada precisamente en la abundancia, encadenando proyectos que nunca culmina, y la noche le confunde. Pero bueno, al fin y al cabo tiene 23 años, está en la edad de ser tan caótica como le dé la gana. A no ser que los seis meses que lleva sin que le baje la regla no se deban a que toma la píldora…

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
No fue por afinidad con el momento vital de la protagonista, ni por un eventual interés en descubrir cómo afronta ella cuitas personales que puedan traerme recuerdos, o anticiparme perspectivas futuras. Tampoco por un efecto llamada logrado por los numerosos premios que la película ha ido cosechando, desde el de ‘Mejor comedia’ en los Premios del Cine Europeo hasta el ‘Premio del público’ en el reciente D’A Film Festival de Barcelona (me enteré de tales galardones en la sala, al ver los títulos de crédito iniciales). Ni, evidentemente, por apego hacia una directora cuyo único largometraje anterior ni siquiera tiene el título traducido al castellano. Simplemente, durante mi repaso semanal a todos los estrenos de la cartelera, tuve la corazonada de que ésta podía ser mi mejor baza, si es que algún cine en 200 kilómetros a la redonda, entre dinosaurio y dinosaurio, la programaba en versión original. Encontré una, y me fui para allí.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
En ocasiones así, me merezco un aplauso. Desgraciadamente, a menudo hago apuestas cinéfilas con mayor convicción, y me estrello con todo el equipo. Pero cuando tengo el pálpito de que una película rarita me va a gustar, y resulta que doy en la diana, siento un íntimo orgullo que incluso multiplica el placer espectador. En este caso, desde luego, no pude compartir la experiencia, ya que dispuse de la sala enterita para mí… ¡Qué pena!

La directora me presenta a Rakel, mi heroína de la velada, de forma muy eficaz: hace esperar a su amiga porque no se acordaba de que habían quedado en ir a hacer deporte, y porque en ese despacho-habitación en que vive y trabaja resulta complicado encontrar hasta la ropa con que vestirse. En la segunda secuencia, como bien apuntará Mos más tarde, también descubro que nuestra protagonista tiene mente abierta, y que está dispuesta a hacer aikido si su compañera de piso se lo propone. Lo que no esperaba Rakel era que el profesor de esa mezcla entre arte marcial y yoga fuera un tío al que se folló recientemente ”porque olía a mantequilla”.

Tras un estreñido paso por el WC, nuestras chicas vuelven a casa, y atando cabos descubren que el mantequilloso tiene esperma con superpoderes, ya que ese polvo derivó en embarazo pese a que él se puso condón y ella tomaba la píldora. Que el muchacho aparezca justo entonces para invitar a Rakel a un café nos proporciona una escena realmente hilarante. De ahí nos vamos al hospital, para descubrir que lo que creíamos un embarazo incipiente es, en realidad, un bombo de seis meses, lo que significa que el aborto ha dejado de ser una posibilidad… y que el aromático no puede ser el padre. El nuevo candidato es el ‘Jesús de las pollas’, con quien nuestra chica copuló durante su ’pascua de zorreo’. Es tal el desasosiego que impregna a Rakel que nos sacude con un enfervorecido apoyo a la causa de una mormona de someter a todos los niños varones de 12 años a vasectomías preventivas.

Transcurridos 20 minutos de metraje, en fin, la trama ha proporcionado varias sacudidas de alto voltaje, y me estoy divirtiendo mucho tanto con la historia como con el tono del guión, muy bien transmitido por la mamá pro-esterilización universal y su círculo de convivientes. Desde ese momento, un nuevo personaje entra en escena, en forma de monigote surgido de la imaginación de Rakel: el ninjababy que, tras no dar ni señales de vida ni patadas durante seis meses, pasa a compartir jugosas conversaciones con su enajenada mamá. No soy especialmente fan de transgresiones narrativas que desvirtúen el hilo argumental, pero en este caso el feto parlante me resulta muy divertido, y advierto en él un pepito grillo muy punky, pero capaz de ir transformando poco a poco la mentalidad de su inminente progenitora. Incluso, por lo visto, de causarle una revelación boscosa a su superdotado papá…

Esa evolución de Rakel, que desde su punto de partida anárquico y libérrimo va migrando hacia postulados más civilizados, provoca que suene una alarma en mi siempre escéptica posición observadora. Por momentos, temo que todo el planteamiento heteronormativo que la directora había erigido no haya sido más que un castillo de naipes que va a derribar sin desdoro para llevarnos hacia una reintroducción de la oveja descarriada en el cálido seno del rebaño. En mi opinión, sí que quizá se le va un poco la mano en algunas escenas demasiado moñas, pero no termina de desbarrar del todo, y además evita caer en el precipicio de culminar el viraje hasta presentarnos a Rakel como una madre abnegada. Ni siquiera la traumática desventura de la incubadora fusila la determinación independiente de esta Rakel que elevo así a los altares de mis personajes femeninos. Ya me había recordado en los primeros compases a una de mis protagonistas favoritas, la Frances Ha de Noah Baumbach. Y aunque luego sus peripecias vitales las separan, sé que esta mamá de ’Ninjababy’ se sube al carro de heroínas sui generis cuyo recuerdo me provocará siempre una mueca de satisfacción.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Naroa Lopetegi
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8
3 de diciembre de 2023
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO:
Nos situamos en una aldea polaca, siglo y medio atrás en el tiempo. Allí vive Jagna, una belleza en edad casadera, que es objeto de deseo tanto de los jóvenes del pueblo como de los terratenientes viudos… Incluso su madre ve en ella un buen negocio, por los pingües beneficios que ha de deparar su boda.

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
Porque sentí un flechazo cuando vi el trailer. Así de simple. No podía privar a mis ojos de la contemplación de esas preciosas imágenes. Husmeando, vi que la pareja de cineastas que firman esta cinta crearon hace unos años ‘Loving Vincent’, una de esas películas que siempre he querido ver, pero que nunca he visto. Tuve claro que, esta vez, no podía dejar pasar esta película de animación con protagonistas de carne y hueso, y aunque tuve que recorrer más de 150 kilómetros para plantarme en el cine más cercado que la programaba en versión original, cogí el coche sin ningún remordimiento.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
Y si hubieran sido 300, también debería haberlos recorrido, so pena de privar a mis pupilas de dos horas de masaje.

Y es que, tal y como recuerdo que me sucedió con ‘El callejón de las almas perdidas’ de Guillermo del Toro o ‘Retrato de una mujer en llamas’ de Celine Sciamma, mi disfrute con ‘En nombre de la tierra’ no provino tanto del aspecto narrativo, preponderante al máximo en el 99% de mis experiencias cinéfilas, sino que me llegó desde lo visual. En este caso, de forma aún más intensa y acusada que en los otros dos precedentes. De hecho, durante el visionado tuve que auto-recordarme varias veces que no podía olvidarme de degustar la continua sucesión de obras de arte pictóricas que desfilaban por la pantalla. Y es que, claro, al cabo de media hora, de una hora, de hora y media… tu cerebro deja de registrarlo todo con el pasmo inicial. Y sentía así cierta culpabilidad por no excitarme más con determinadas composiciones que, a buen seguro, debieron requerir un titánico esfuerzo del equipo de la película.

He de aclarar, no obstante, que no salí del cine sintiendo que había estado en un museo. Tal y como me había parecido en el trailer, también la trama suscitó mi atención, y fue esa conjunción narrativo-visual la que, perfectamente maridada, logró satisfacer las altas expectativas que me había creado. La historia, basada en la novela ‘Los campesinos’ (firmada en 1956 por el nobel W. S. Reymont), arranca en el otoño de esa aldea polaca marcada por los ciclos del trabajo de la tierra. Conocemos entonces a Jagna, y comprendemos rápidamente el entorno en el que le toca vivir, la presión social que recaía sobre una joven casadera como ella. Las tradiciones, costumbres, ritos y disfunciones del mundo rural más profundo son el hilo conductor de la narración, y al subirnos a los zapatos de la protagonista, nos toca enfrentarnos a las dificultades e injusticias que tanto limitaban (quizá emplear el tiempo pasado sea de un optimismo naif) las vidas de las mujeres de esas aldeas recónditas. Al ya reseñado carácter pecuniario de su condición de eventual esposa hay que añadir muchos otros aspectos, siendo los más reflejados en la película los del chismorreo del vecindario y las envidias de otras mujeres del pueblo. Sin que el guión pretenda, en absoluto, beatificar a Jagna, consigue que empaticemos profundamente con ella, sobre todo en sus momentos más peliagudos. Personalmente, ese postrero gesto que protagoniza, cuando desnuda, embarrada y magullada se pone en pie y levanta la cabeza, me pareció un maravilloso ejemplo de empoderamiento.

Lo narrativo, pues, sirvió de correcto acompañamiento. La película, empero, no me habría dejado un poso especialmente duradero solo desde ese prisma. Si volví del cine con ganas de peroratar sobre ‘En nombre de la tierra’ es por esa belleza visual que, desde el primer hasta el último fotograma, me aturdió. Por momentos, me cortó la respiración. No estamos ante meros dibujos animados, obviamente. Aquí hay actrices y actores reales, localizaciones físicas verdaderas. Pero lo que asoman finalmente a la pantalla son las versiones gráficas de esas realidades, pasadas por el tamiz de la rotoscopia y la pintura al óleo. Hasta 40.000 «cuadros» han sido necesarios para componer esta obra de arte, que responde a tal denominación con todas las de la ley. Y es que quienes vemos la película no debemos fundamentar nuestro reconocimiento al equipo autor por el esfuerzo que han hecho, por el tiempo empleado, por la minuciosidad que con toda seguridad ha caracterizado hasta el más mínimo detalle del metraje… Lo bueno, lo verdaderamente valioso, es que todo ese titánico trabajo tiene el efecto de agasajar al espectador, de crear un producto disfrutable, precioso, bello hasta la extenuación.

Quien cometa la torpeza de ver ‘En nombre de la tiera’ en la tele de casa (no digamos ya en una tablet, o peor aún en un puto teléfono móvil) difícilmente podrá calibrar la magnitud de la obra que está consumiendo. Para el argumentario de quienes defendemos a capa y espada la insondable diferencia que existe entre ver una película en el cine o en casa, esta propuesta polaca es todo un regalo. Pagar solo 8 euros por estas dos horas de desparrame artístico es indecoroso, deberían incluir en el ticket un número de cuenta por si queremos hacer una contribución post-visionado. Prometo que, por mi parte, no tardaré en compensar a los Welchman: corregiré mi dislate de tener pendiente, seis años después, ‘Loving Vincent’.

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2023/12/03/critica-de-cine-en-nombre-de-la-tierra
Naroa Lopetegi
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9
17 de abril de 2023
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Tras combatir en la Primera Guerra Mundial, Raphael regresa a su pequeño pueblo, en la Normandía profunda. Vuelve maltrecho en lo físico, pero aún más malherido en lo anímico, porque mientras él sobrevivía a las trincheras, le llegaba la noticia de que su mujer había muerto… poco después de dar a luz a Juliette. Raphael, valiéndose de sus talentosas manos en el manejo de la madera, va a desvivirse en adelante por criar a esa niña.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
Tener un domingo de mierda, y darte cuenta a las siete de la tarde de que no puedes meterte en casa a mascar tus sinsabores; echar un vistazo a la cartelera, confiando en que el cine venga al rescarte para limpiarte un poco la cabeza; apostar por una película lírica, pese a que quizá sería más recomendable, en busca de evasión alguna propuesta más dada a la testosterona y menos a la neurona; sentir pronto que la película te acuna, te sana, te envuelve; disfrutarla de esa manera serena en que se saborea el buen cine de autor; salir de la sala buscando desesperadamente la banda sonora para que te acompañe de camino a casa; recordar, en fin, por qué sigues adorando ese maravillo arte.

De las anteriores obras de Pietro Marcello, solo había visto ‘Martin Eden’, a la que entré con grandes expectativas merced tanto al trailer como a las críticas, pero que me causó una cierta decepción. Valoré los elementos que se me mostraban, pero el conjunto no me penetró. Contra toda lógica, ese gatillazo fue clave para que ahora decidiera entrar a ver ‘Scarlet’ precisamente como colofón a un mal día; si hubiera albergado grandes ilusiones, me la habría reservado para otra ocasión más propicia, en que pudiera entregarme a ella sin desdoro.

Pero hete aquí que arranca la proyección, y los primeros fotogramas ya me hacen ojitos, con esa estética añeja que retrata a las tropas que vuelven a casa tras la Gran Guerra. De lo general pasamos a lo particular, y conocemos a este Raphael en cuya vida nos vamos a involucrar: un ser magullado, derrotado, que más que regresar ufano a su hogar lo que hace es dejar caer su deforme corpachón en el único rincón donde va a ser acogido. Ya no por su fallecida esposa, de quien sigue tan enamorado como el primer día, pero sí por esa vecina tan grandota como él, que le brinda un techo y le presenta a su hija. Raphael no es un dechado de expresividad, y apenas le cambia el rictus cuando conoce a la pequeña Juliette. Pero sabemos la hondura de su sentimiento con su gesto de ofrecerle su dedazo a la criatura. Es así, de manera sutil y contenida, como Marcello nos va a ir dosificando la información.

A partir de ahí, iremos viendo crecer a Juliette, desde su más tierna infancia hasta una lozana juventud. Y seremos cómplices de su curiosidad infantil, de que sigue creyendo en la magia por mucho que madure, de cómo ha heredado el gusto por la música de su padre, del desprecio a que le someten sus vecinos por ser integrante del “huerto de los milagros”… Por amor a su padre renunciará a una educación de calidad en la ciudad, y asistiremos al duelo que tiene lugar en su interior entre sus anhelos románticos (simbolizados en esas velas escarlatas que han de surcar los cielos) y su fidelidad al hogar. Cuando Raphael cumpla con su último encargo, y se asegure de que su amada esposa pueda recorrer los océanos, se le abrirá por fin a Juliette una puerta hacia un futuro lejos de Normandía. Queremos que la cruce, pero agradecemos que Marcello tiña de rojo la pantalla sin ser explícito.

La trama, en definitiva, me interpela, me conmueve, me ata a la pantalla. Pero si salgo del cine habiendo desplazado de mi cabeza mis cuitas personales, y flotando en una nube de bienestar, no es solo por lo argumental. De hecho, es principalmente por el envoltorio. Es, por ejemplo, por esa banda sonora de Gabriel Yared que ya se ha convertido en una playlist de las que no se borran (veo que estamos ante un compositor de larguísima trayectoria, cuya música ya había escuchado en ‘La vida de los otros’, ‘Van Gogh (Vincent y Theo)’o ‘En tierra de sangre y miel’). Es, también, por haber disfrutado gozosamente de Juliette cantando en el río, en unos minutos de exhibición cinematrográfica en los que se alían la fotografía, la canción, la belleza de la actriz, la atmósfera del momento… Es, sin duda, por los reiterados espasmos a que se ven sometidas mis pupilas con esporádicos planos de ésos cuya belleza corta la respiración, pese a que la iluminación siempre es tan tenue como requiere el contexto, y a pesar también de que el granulado parezca ser lo opuesto a las actuales posibilidades del cine hiper-tecnológico.

Recordaré este domingo de otra manera, en definitiva, gracias a ‘Scarlet’. Cómo me compadezco de la gente a la que no le emociona el cine…

https://alliayeraquiahora.wordpress.com/2023/04/16/critica-de-cine-scarlet/
Naroa Lopetegi
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8
17 de marzo de 2024
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
ARGUMENTO
Tara llega a la isla cretense de Malia junto con sus dos amigas del alma, Skye y Em, para disfrutar de «las putas mejores vacaciones» de su vida, lo que sobre todo incluye beber, desfasar y (empezar a) follar. Están en el final de su adolescencia, así que… si no es ahora, ¿cuándo?

¿POR QUÉ LA ELEGÍ?
En realidad, la película que gozaba de más boletos para ser mi primera elección de entre los estrenos de este fin de semana era ‘El caso Goldman’, a la que adjudiqué un 8 como nota alusiva a mis ganas de verla cuando hice mi habitual repaso de los sábados por la mañana a la lista de novedades de la cartelera. La pestaña de esta ‘How to have sex’ casi la abrí por compromiso, pensando que se trataba de una comedia loca y despendolada para adolescentes, de edad y/o de mentalidad. La sinopsis, las críticas y el trailer me sacaron del error, pero aún así se quedó en el segundo puesto de mis prioridades. El transcurso de mi sábado personal, empero, motivó que mi cuerpo prefiriera una película más visceral, menos intelectual que la francesa. Y me decanté por la propuesta de Manning Walker.

DESDE MI PUNTO DE VISTA
Dejé dicho aquí, en mis comentarios sobre ‘Anatomía de una caída’, que difícilmente se puede pretender militar en el ejército de la cinefilia y no ver, cada año, la cinta premiada con la Palma de Oro de Cannes. Al leer que ‘How to have sex’ ganó en la edición de 2023 del festival el premio a mejor película de la sección ‘Un certain regard’, encontré un nuevo argumento para darle una oportunidad. Y más aún al repasar la lista de obras ganadoras de este galardón desde su creación, en 1998, y comprobar con pasmo que no había visto ni una sola de ellas. Quizá no sea obligatorio para mantener el aprobado cinéfilo ver cada producción merecedora de este reconocimiento, pero creo que puede servir para subir nota, así que fui a por el sobresaliente…

La primera recompensa que encontré, y que ya sospechaba tras ver el trailer, fue de carácter visual. Y creo que estamos ante todo un puntazo, porque al fin y al cabo la cámara retrata las vacaciones de tres jovenzuelas con ganas de mambo. Básicamente, van de la habitación del hotel a la discoteca, y si acaso a la playa. No parece un escenario muy prometedor para alardes fotográficos, pero Nicolas Canniccioni, cuya labor en ‘Génesis‘ ya me conmovió, nos regala un masaje visual que, por inesperado, es muy satisfactorio. Personalmente, se me queda en la retina la secuencia en la que la protagonista recorre la solitaria calle central de la Magaluf cretense ya por la mañana, con los restos del naufragio trufando la escena. Pero más allá de ese momento sublime, en general es una película que seduce desde ese prisma, y eso es algo que no entraba en mis pronósticos.

De nada habría servido que las imágenes fueran muy estimulantes si con ellas la directora, debutante en el terreno del largometraje, no nos transmitiera gran cosa. Pero lo hace, vaya que si lo hace… En su haber le reconozco una gran capacidad para crear atmósfera, para ponernos en situación. Y lo mejor de todo es que triunfa en los variados aspectos que requiere su propio guión. Lo mismo nos evidencia el desparrame hormonal con que las tres muchachas llegan a Malia, que es hábil en mostrárnoslas eufóricas en plena juerga o resacosas unas horas después. No contenta con ello, afronta desfíos más exigentes cuando debe excitar nuestro resentimiento contra esa Skye que, lejos de ser una fraternal amiga, se torna en auténtica víbora; y también cuando, en el último tercio de la película, debe cortarnos el rollo, y provocar nuestra empatía para con el mal trago que está pasando, y que trata de disimular, la protagonista. Estamos, pues, ante un abanico de tonalidades atmosféricas, y Manning Walker las solventa todas con gran eficacia. Aquí hay madera.

Otra cima de esta exitosa cordillera que es ‘How to have sex’ es la interpretación de Mia McKenna-Bruce, a quien hasta ahora no tenía el placer de conocer. Soslayando el hecho de que, con 25 años, el casting le encarga encarnar a una menor de edad, ella asume el reto, y borda el papel. No queda rastro de la loca hormonada que vemos en las primeras secuencias cuando, al final, tenemos delante a una mujer sufriente. Pero ella es tan eficaz en el primer rol como en el último, y también en las gamas de grises que se van sucediendo por el camino. Teniendo en cuenta las hondas diferencias, solo una actriz con mucho talento puede defender este personaje con tal manejo. La película se sujeta sobre sus hombros, y jamás se tambalea.

En resumen, solo tengo buenas palabras hacia mi primera inmersión en una ganadora de ‘Un certain regard’. Igual no va a ser mala idea ver cada año, de aquí en adelante, las películas sucesoras en este palmarés…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Naroa Lopetegi
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8
21 de julio de 2019
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Charlotte y Guillaume, dos hermanos de una conservadora familia canadiense, están en plena ebullición adolescente, y cada uno por su lado van a vivir las turbulencias sentimentales y hormonales propias de su momento vital de tránsito entre el acné y la edad adulta. A modo de postre, también veremos cómo Félix y Béatrice viven un efímero y veraniego primer amor.

Tras leer muy buenas referencias sobre él, decidí conocer viendo esta película a Philippe Lesage, autor y director, quien por lo visto ya había dejado muestras previas de su talento, y a quien apunto en mi listado de cineastas a seguir. La explicación es muy simple: estuve más de dos horas a merced de unas historias protagonizadas por personajes muy, pero muy alejados de mi realidad (tanto geográfica como vitalmente); unas tramas a las que durante su desarrollo no terminaba de verles el hilo conductor; y cuando creía que iban a surgir los títulos de crédito, arrancó un nuevo episodio en plan postre al que tuve que readaptarme. La mera descripción de los elementos no suena muy estimulante, en definitiva, y sin embargo disfruté de cada minuto, salí de la sala con un regusto final estupendo, y tengo la nítida sensación de que conforme pasen los días el recuerdo que me va a quedar de “Génesis” aún va a ser mejor. Por tanto, no hay duda: me interesa mucho este Philippe Lesage.

La película comienza con Guillaume subido encima de su pupitre cantando y bailando una canción popular canadiense ante el despiporre de sus compañeros de clase (todo chicos); después, vemos a la guapísima Charlotte sufrir como una tonta porque su noviete le dice que no puede jurarle amor eterno, que la vida es muy larga como para renunciar a follar con otras. En otras películas, ya podríamos tener un asidero al que aferrarnos, una referencia sobre la que calibrar los futuros comportamientos de los dos hermanos protagonistas. Y, además, les veríamos interactuar entre sí, cruzar sus caminos, coordinar sus andanzas. Sin embargo, “Génesis” rompe esas reglas tácitas. Ni Guillaume va a ser durante todo el metraje el típico alumno payaso, ni Charlotte va a mendigar el cariño de su promiscuo pero sincero noviete, ni las vidas de los dos hermanos van a entrecruzarse constantemente.
Una de los características del guión de Lesage es la evolución que otorga a sus protagonistas, los vaivenes con que nos van a sorprender. Cuando vemos a Guillaume emocionarse leyendo “El guardián entre el centeno” descubrimos que es mucho más que un gamberro bufón, y a lo largo de la película le veremos enfrentarse a sus debilidades, descubrir sus más hondos sentimientos, quitarse máscaras a costa de perder prestigio, pagar las consecuencias, llorar a moco tendido… Lo mismo sucede con Charlotte, también ella fluctúa y se reinventa. Tras su llanto inicial, la siguiente vez que la vemos en pantalla exhibe una faceta diametralmente opuesta, de femme fatal adolescente que hace suya la tesis del poliamor de su novio. De ahí en adelante, ante nuestros ojos desfilarán diferentes versiones de ella, unas desafiantes, otras desamparadas, algunas incluso de doliente patetismo.
Otra pauta que define la obra de Lesage es la sensación durante el visionado de que las cosas no progresan, parece que meramente estamos viendo capítulos de las incipientes vidas de estos dos hermanos. Pero al final del viaje comprendemos que sí que han avanzado, que de hecho ambos han llegado a otro lugar muy diferente del inicial, y les hemos acompañado tan de cerca que sentimos gran identificación con ellos cuando convergen en la preciosa estampa que les vuelve a reunir en la cama al final de su periplo en la pantalla.
Ése es el momento en que pensaba que iba a saltar el ‘The end’. Y habría sido un gran final. Pero entonces vuelve a sonar la canción popular con que arranca la película, esta vez interpretada por un grupeto de músicos rurales ante una audiencia aún más joven, pre-adolescente. El plano secuencia de Lesage nos conduce primero a un lado del campestre auditorio, y nos presenta vía zoom a una niña rubita; después nos traslada al otro lado, y esta vez se acerca hasta un barbilampiño moreno. Cuesta entender qué está sucediendo, pero finalmente asumimos que empieza una nueva historia, la tercera, absolutamente aislada de las otras dos en el tiempo y en el espacio, pero coincidente en su temática sobre el despertar emocional. Desde mi punto de vista, este postre baja un poco el nivel, pero sigo viéndolo con gusto, y sobre todo refuerza mi impresión de que estoy disfrutando la experiencia, porque el nuevo arranque de una trama no me causa pereza, sino alegría al comprender que aún queda metraje por delante.

Supongo que toda la temática de primer amor, del despertar al deseo y al sufrimiento emocional, provocará más o menos mariposas en el estómago de cada espectador en función de las vivencias que haya tenido, de las cicatrices que le queden, y de lo frescas que las pueda tener. En todo caso, Lesage sabe transmitirnos las andanzas de Guillaume, Charlotte, Félix y Béatrice de tal modo que las sintamos a flor de piel, no necesitamos tener las hormonas revolucionadas para empatizar con los personajes.
Pero es que, además, el autor y su equipo saben seducirnos con otros valores añadidos. Por ejemplo, es muy destacable la potencia evocadora y atmosférica que tiene la música durante toda la película. Igualmente, hay numerosos impactos visuales de gran belleza, la fotografía es uno de los puntos álgidos de “Génesis”. En definitiva, la suma de factores tanto narrativos como artísticos depara una obra intensa e interesante en el primer ámbito, y absolutamente disfrutable en el segundo. Poco más se le pueden pedir a dos horas de cine…
Naroa Lopetegi
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