Poco suponía George Gershwin que muchas décadas después de componer su genial Rhapsody in Blue Eric Goldberg iba a realizar uno de los videoclips más originales que se han filmado.

Partiendo de la hipnótica música de Gershwin nuestra imaginación vuela durante doce breves minutos al New York de los años veinte, en pleno "crack" del 29, con sus problemas de paro, sus sueños rotos y sus ilusiones incombustibles al desaliento.

Lástima que no haya más cortos así para promocionar la minoritaria música clásica entre los jóvenes, que en muchos casos la viven como un peñazo soporífero

Se me ocurren tantos pensamientos para describir este film:

- La esperanza es el mejor motor para hacer realidad tus sueños...

- A veces nos quedamos atrapados en el barro y no podemos ver hacia dónde vamos. Pero no nos vamos a quedar allí varados esperando al que el mundo nos gane la partida. Dejamos ese charco atrás perdido en una abandonada carretera...

- A Dios pongo por testigo de que nunca volvere a tener miedo (el juramento perfecto)...

- Tenemos una poderosa herramienta para afrontar los problemas, se llama imaginación y hay que entrenarla para que funcione cuando hace falta...

- Nuestros buenos recuerdos son el único paraíso del que nadie nos puede expulsar...

Obra maestra de John Carney, que comenzó a reinventar el musical en "Begin Again" y culmina su genial experimento con esta historia de la grandeza que supone la superación personal, de la magia del primer amor, del deseo lícito de cualquier ser humano de mejorar, del arte como un camino posible para escapar de la mediocridad y de la esperanza como motor para hacer realidad tus sueños.

Después de 32 años se ve con cierta nostalgia esta película que, aunque usa el baloncesto como fondo de la historia, trae muy buenos recuerdos a cualquier aficionado al deporte de la canasta de aquellos años, como es mi caso.

La historia es interesante, sin ser excepcional, y cuenta con varios de los mejores actores del cine español de la época, Federico Luppi, Charo López, Antonio Resines, Francisco Rabal. Pero, independientemente de eso, lo que más me ha gustado es ver a Wright haciendo su pequeño papel, los partidos de la liga española de aquella época, no tan brillante como la actual pero en la que éramos la 3ª potencia mundial (Yugoslavia sufrió el relevo generacional de los Slavnic, Kikanovic, Cosic, Dalipagic,...y nos dejó el terreno expedito para la famosa medalla de Plata de la Olimpiada de Los Ángeles, celebrada un año antes, en 1984).

Ver en pista al propio Wright, a Brabender, a Romay, a Corbalán; ver los vídeos del legendario Antonio Díaz-Miguel, primer español en ingresar en el "Hall of Fame"; ver esos partidos de la liga española en aquellos pabellones pequeños donde el público fumaba sin parar... me hizo pensar al final del film en aquella famosa frase: "Nuestros buenos recuerdos son el único paraíso del que nadie nos puede expulsar".

Película muy recomendable para los que vivimos de alguna forma el baloncesto español de aquella primera Edad de Oro y que poco nos imaginábamos que íbamos a ganar un Mundial en 2006 a la selección USA de la NBA; que íbamos a jugar contra ellos el mejor partido de la historia del baloncesto de selecciones en la final de la Olimpiada de Pekín en 2008 y que íbamos a ver en el salto inicial del partido de las estrellas de la NBA a dos hermanos españoles (los Gasol) frente a frente.

Scrubs nos cuenta la vida de unos Médicos Internos Residentes (M.I.R.) del Hospital Sagrado Corazón, en U.S.A.

Está J.D,, el protagonista, aparentemente inseguro pero capaz de sacar lo mejor de sí mismo en las situaciones más adversas y que nos narra con su voz en off su versión de los hechos. También tenemos al sólido Turk, su mejor amigo y ese apoyo que a todos nos gustaría tener; Ellioth, aparentemente ingenua e insegura pero que sobrevive a cualquier adversidad con un aplomo envidiable; y completa el cuadro el doctor Cox, que se pavonea de estar de vuelta de casi todo pero que en el fondo está muy confuso respecto a quién es y a quién le gustaría ser (de hecho está en tratamiento psicológico y psiquiátrico). El Dr. Cox es sin duda la fuente de inspiración sobre la que se creó la posterior serie de culto "House", aunque Cox está, para mi gusto, mejor conseguido.

Todos ellos tienen algo en común, la importancia que le dan a la opinión y a la aprobación de los demás (aunque Cox se resista a reconocerlo). Lástima que no conozcan la frase "No permitas que el ruido de las opiniones ajenas, silencie tu voz interior.", que acabaría con muchos de sus problemas.

Con estos mimbres y unas grandes dosis de humor y filosofía los creadores conseguirían una serie genial, pero un conjunto de secundarios que rozan lo sublime redondean la que es una de las mejores series que he visto.

Imprescindible.

Paul Thomas Anderson da una vuelta de tuerca imposible en su cine inclasificable con esta película deliciosa y liberadora, "Punch-Drunk Love".

Valga como prueba de lo peculiar que puede llegar a ser esta película el hecho de que la base de su B.S.O. es la canción infantil "He needs me", que interpretaba en los años ochenta Shelley Duval en el film "Popeye".

Gracias sobre todo a esa gran banda sonora (tan estrambótica y extraña como la historia y los personajes de la misma) y a unas interpretaciones magníficas (Adam Sandler haciendo el papel de su vida, un hombre machacado, acomplejado y atemorizado; una Emily Watson arrebatadora y el siempre brillante Phillip Seymour Hoffman), Paul Thomas Anderson consigue crear una atmósfera seductora y de ensueño, "embriagadora",que te contagia y te hace salir flotando al acabar el film.

El argumento también es extraño. Barry (Sandler) es una personilla de lo más patética, se deja pisotear por quién sea y hasta es capaz de pedir perdón por ello, una dinámica que le lleva directo al abismo de la depresión más profunda. Una dinámica que sólo podría cambiar por obra y gracia de una fuerza sobrenatural que sólo tiene el amor verdadero.

Esta fuerza está encarnada por Lena (Emily Watson), símbolo de la pureza y de todo lo bueno que entraña el amor. Porque es obvio que el amor tiene una cara amarga y una dulce… pero para esta inclasificable comedia romántica Anderson decide centrarse sólo en esta segunda cara. El amor como motor de cambio para poder aprender a disfrutar de la vida y perder el miedo asumiendo el riesgo de caerte porque sabes que te vas a poder levantar.

La fuerza del amor como abono mágico para florecer. Nada puede ser más profundo y bonito, y por eso esta película en apariencia extraña e intrascendente es, para mi gusto, una de las más deliciosas y bonitas que he visto.