Un película con toque propagandístico propio de la época; justo cuando Hitler se andaba haciendo fotos delante de la Torre Eiffel.
Como documento de aquel momento resulta muy interesante, aunque cinematográficamente vale más bien poco. Cuando se habla de masonería siempre se habla de conspiración y en sentido peyorativo se dice conspiranoico, como si fuera cosa de locos. Pues no, queridos aficionados, la conspiración es parte inseparable de la historia y ocurre a diario en todos los países; otra cosa es que anden ustedes en el fútbol o en el bar y no se enteren. ¿Les parece poca conspiración este fósil cinematográfico?
Aunque en realidad no sé para qué suelto el rollo, especialmente cuando sé que no lo va a leer casi nadie, porque casi nadie verá ni oirá jamás hablar de esta película y menos leerá las críticas de intrépidos aficionados que precisamente les gusta el cine porque no es el mundo real.
El cine, ese atentado contra la realidad; esa conspiración continuada contra nuestras entendederas; esa capacidad cerebral para cambiar la mentalidad y entrar en el juego de lo que nos proyectan en la pantalla y aceptar como verdadero un absoluto engaño que acaba cuando se enciende la sala.

Siempre impecable, la excelencia en el atuendo es su divisa. Vemos vestirse y desvestirse al señor Peppard en varias ocasiones durante la cinta. Que decir de su peinado, si incluso hay un plano en el que se cepilla la cabellera pasándose el espejo por el cogote para verificar el resultado.
Las tiernas damas que le acompañan en la película no pueden resistir tanto esplendor y ofrecen sus labios sumisas.
Peppard está guapo hasta en ropa interior; varias secuencias lo confirman. Jamás se despeina en las peleas y hasta pareciera que nos llegara a la nariz su perfume de hombre.

Un argumento tan embarullado que incluso en un diálogo del film se da a entender que ni siquiera ellos aciertan a entrever que está pasando. Un western en tono de comedia con paisajes ausentes y alguna escena slapstick que nos hace sonreir.
Peppard, no sabriamos que hacer sin ti.

Distopía desértica con caníbales que aburre al cuarto de hora. Escenas gore con descuartizamientos humanos para los que disfruten con esas porquerías y un argumento tan endeble que lo mejor es la aparición de Jim Carrey como vagabundo con carrito de supermercado, que no recuerdo si llega a decir una sola palabra.
A todo esto hay un personaje que podría decirse que pertenece a la élite de la cochambre deforestada y achicharrada por el sol que pareciera que da la oportunidad a las chicas que le gustan de no perecer devoradas y engrosar así su harén.
Aunque está bien rodada y la fotografía es buena su guión parece un refrito de aquellas películas cutres de explotación de los 70 que en España eran las clasificadas "s" (Yo prefiero aquellas, porque eran tan malas que causaban risa)
Mejor me veo otra en la que Jim Carrey hablé.

Lo primero que se necesita para ver esta serie es mentalidad Marvel o DC. Una vez aceptas que hay tipos indestructibles y que siempre van vestidos con la misma ropa, puedes entrar en el juego.
Es una trama de intriga policial con cierta originalidad, incluso cambiando el objeto del delito podría haberse rodado como un western.
Nadie niega que cada capítulo invite a ver el siguiente, sin embargo las escenas de lucha, aunque están muy bien hechas, en ocasiones son exageradamente inverosímiles.
La cara de Alan Ritchson es de esas que mantienen la misma expresión en un funeral que asistiendo a una boda, algo así como un Steven Seagal de granito.
En cualquier caso, si aceptas que un individuo de dimensiones físicas y fuerza bruta colosales recorra el mundo a pie, vestido con una camiseta y sin equipaje alguno, puedes disfrutar del misterio de la trama y pasarlo bien. Recomiendo verla en v.o. ya que aparecen personajes hispanos que mezclan el español y el inglés y eso se pierde en el doblaje. También conviene destacar la voz del detective Oscar Finlay, es muy particular y le añade dramatismo a la obra.

El cine de amnésicos está muy visto, sin duda; pero en esta el espectador es incapaz de tragarse el argumento. que se desploma a los diez minutos. Efectivamente, Charles Bronson no sirve para hacer de pobre hombre que no sabe quien es ni Anthony Perkins sirve para hacer de buen samaritano que le quiere ayudar. El día que hicieron la película debía estar cerrada la tienda de alquiler de vestuario teatral y les pusieron lo primero que encontraron. Un bodrio alimenticio para los actores que parece que quieren que esto acabe cuanto antes. Un perdida de tiempo para ellos y nosotros.