Son muy pocas las películas basadas en una novela de las que se puede decir que son mejores que las novelas que adaptan. O quizás esto sea un tópico manido y sí que existen más películas de las que pensamos que superan a su génesis literario. En cualquier caso, he aquí uno de estos casos: el señor Trueba tuvo la loable pericia de convertir una novela muy mala en una comedieta simplemente mala. Algo es algo, como diría Perogrullo.

No sé que tal será "The con is on", película coescrita y dirigida por James Oakley, pero lo que sí puedo decir es que "The brits are coming!", película coescrita y dirigida por James Haslam, según los títulos de crédito que he visto y revisto, y que como aquélla tiene el mismo cásting, cuenta la misma historia y comparte el mismo título español, es ese tipo de "flim" que empiezas a ver con una sonrisa y terminas de verla (si es que terminas de verla) con un exabrupto, tal que "¡¡¡pero qué p*** m***** ha sido esto!!!".

Por salvar algo, reconocer que la confusión entre la cocinera mexicana y el chihuahua te puede hacer desfruncir el ceño y soltar una risilla. Pero nada más hay de salvable en esta violenta comedia con un cásting sorprendentemente de campanillas.

El gusto de Ritt por ciertas cuestiones candentes y algunos de sus subrayados se confirmaron en esta historia de un maestro blanco, con un aire hippie y pacifista, que acepta trasladarse a un remoto poblado sureño habitado por negros para encargarse de la escuela local, constituida por una sola aula, donde se verá enfrentado a una ignorancia y precariedad como nunca antes había imaginado que existieran.

Afortunadamente, los aspectos potencialmente espinosos del tema son en su mayoría exorcizados, en parte por un guión férreo (adaptado del libro autobiográfico del docente Pat Conroy), pero sobre todo por la actuación cautivadora y persuasiva que Ritt extrae de Voight (respaldado de manera igualmente convincente por un elenco mayoritariamente juvenil). "Conrack" recorre una línea peligrosamente cercana a un trabajo anterior de Ritt, "Sounder", pero evita el empalagoso artificio de esa película.

He aquí una película que por sí sola responde a la pregunta de por qué el Hollywood clásico acabó yéndose al carajo. Si una comunidad cualquiera es capaz de orquestar algo mínimamente parecido a esto, es que está condenada a una merecidísima extinción.

La película es sensillamente tremebunda. Trata de un barco donde la ñoñez y la cursilería campan a sus anchas. En donde la gente, enloquecida, se dedica a emitir gorgoritos estridentes como si no hubiese un mañana.

Cuentan que agazapados en la jungla vietnamita algunos charlies despistados continuaron poseídos por el ardor guerrero años después de que el enemigo norteamericano hubiese abandonado el país. Es una verdadera lástima que ningún submarino alemán, con una tripulación igualmente desnortada, hubiese continuado haciendo la guerra por su cuenta años después de acabada la Segunda Guerra Mundial y, avistando el barco de marras en medio del océano, le hubiese lanzado un misil a proa, otro a popa, otro a babor, otro a estribor y aun un quinto al pianista. Yo mismo, mirando por el periscopio para no perder detalle, habría dado la orden de hundirlo. Dios me perdone.

Cuando uno se dispone a ver una película titulada "El rayo exterminador", y viendo la filmografía previa del realizador, no puede por menos que esperar ver a un émulo del bueno de Fumanchú con un espectacular cañón sacado de alguna película de aventuras galácticas queriendo fulminar con el susodicho rayo a ese antro de malhechores llamado Occidente.

Pero hete aquí que con lo que se da de narices uno es con las desventuras de un científico medio atontolinado que corre más peligro rodeado de las chicas del lugar donde se hospeda que en manos de los agentes nazis que requieren sus servicios.

En cuanto al terrible rayo titular, se trata en realidad de la ventolera que propaga cierto explosivo y cuyo único objetivo parece ser hacer caer de culo al jefe de los malos, que en lugar de ponerse a cubierto, se arrima a un árbol, que el sol aprieta.

Dado que el guion se basa en una "idea original" de la "hotelera" Vicki Baum y en una ignota novela del no menos ignoto Max Brand, nos quedamos al final con la duda de quién de los dos estafó "más" a los productores.