Vamos a ver: si el título en español es el que está entre paréntesis, debería ser Amelia, no Amelie. Si los que lo han puesto pretendían hacer alarde de su originalidad o simpatía por prescindir del acento agudo (se llama así, ignorantes, acabo de mirarlo en la wikipedia) para mí que no han logrado nada, pero todo el mundo tiene derecho a chuparse la planta de los pies, y yo no voy a decirles nada.
La película va sobre una muchacha con evidente retraso mental. Para conseguir implicar al espectador, el director ha decidido que todos sintamos lo que es sufrir un retraso mental considerable al verla. De esta manera, consigue que empaticemos con la protagonista, que no es empatar, sino otra cosa más complicada, pero realmente lo que sucede al final es que como nos hemos visto limitados en la capacidad cerebral, no nos damos cuenta.
Y se produce, entonces, el milagro: Amélie parece inteligente.
Ni Juan Tamariz. Aplaudo con las orejas y agito mis pañuelos palestinos.

Hace muchos años que vi esta película, pero se me quedaron grabadas algunas de sus imágenes, unidas para siempre a la mezcla de aburrimiento y ansiedad que me produjeron.
Me dije "tengo que verla otra vez para poder juzgarla".
Por supuesto, no lo hice. No pienso volver a caer en la tomadura de pelo que perpetró Antonioni, los críticos de la época dispuestos a no bajarse del burro, y demás miembros de la corte del progreso de salón, agitadores de bufandas, fumadores de pipa y liberadores del pueblo palestino.

Otra de esas maravillas que sólo puedes recomendar a alguien que te quiera mucho, mucho, porque si no te quiere tanto es capaz de hacerte beber una botella de lejía.
Así de extremo es el cine de Dreyer, contemplativo al máximo. Si ha conseguido tocarte, entonces, entrarás en un mundo irrepetible.
Fue Garci quien me lo mostró, ahora las nuevas generaciones lo tienen imposible, hallar estas cosas sin tener que buscarlas, por casualidad.
La composición de cuadros, a veces estáticos, a veces en movimiento, los contrastes de un blanco y negro irrepetible, no pueden ser repetidos o imitados, no con esa viveza.

Un truño del tamaño del dinosarurio que sale en la peli...
No es por la lentitud -¡Yo, que le limpio los gayumbos a Tarkovski, Dreyer y Bergman, e incluso a Bela Tarr, con más reparos, eso sí- me he sentido dañado, violentado, machacado por esta barbaridad.
Sí, me emociona el momento National Geographic, pero... no me times, querido Malick.
Lo has hecho mejor otras veces, pero en tus cosas.
Reconoce que vuestra cultura, mezcla de anglicanos y puritanos, y todas las ramas del protestantismo, es incapaz de expresar lo no material, porque sois materialistas, cristianos, sí, pero materialistas.
Y si Mel Gibson convirtió a Cristo en Robocop, tú conviertes el más allá en una barbacoa de playa más cursi que un botijo con un forro de encaje.

Llamo a mi doble personalidad para criticar esta peli.
Personalidad 1: A Bela Tarr habría que matarlo antes de que consiga que alguien más se suicide. ¿Que es su última película? Entonces es que ya se han suicidado todos sus potenciales espectadores, y claro, nadie más las va a ver.
Personalidad 2: No es Tarkovski ni Dreyer, pero no está nada mal.
Personalidad 1: Pero por favor, no se la recomiendes a nadie, puede suicidarse.
Personalidad 2: No te preocupes, querido, no correré el riesgo. ¿Me haces cosquillitas en la nuca? Uisch... qué gustillo...