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España España · Valverde del camino
Críticas de Fleming22
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Críticas 21
Críticas ordenadas por utilidad
7
7 de diciembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El primer trabajo de Alejandro Amenábar llegó a la cartelera española en el año 1996, y desde entonces es una de esas películas catalogadas como de culto, capaz de desatar odios y amores en cada uno de sus visionados. Producida por el también director José Luis Cuerda (‘Amanece, que no es poco’ o ‘El bosque animado’), obtuvo un gran éxito tanto por parte de la crítica como en taquilla, logrando alzarse con siete de los ocho Premios Goya a los que optó en 1997.

Las virtudes del film recaen en la fresca invitación que hace al espectador para que forme parte de la trama, mostrando buenos elementos de intriga y suspense. La ópera prima que inició la prolífica carrera del director español supuso un soplo de aire fresco en la industria cinematográfica nacional, tratando un tema polémico y criticando el morbo que genera la violencia en los espectadores, miembros de una sociedad cada vez más insensibilizada.

Por otra parte, la película se ve lastrada por lo plano de los personajes, muy encasillados en lo que sería la típica investigadora, el amigo friki y el pijo guapo, que solo en escasos momentos consiguen confundir al espectador en la búsqueda del asesino; lo absurdo e inverosímil de algunas situaciones y elementos tales como la localización de la trama (los sótanos de una universidad); o por ejemplo el contraste entre la falta de intervención policial en los delitos y la facilidad con la que investigan los protagonistas.

Posee defectos de fotografía y forma atribuibles al ajustado presupuesto, así como fallos de realización propios de la inexperiencia de Amenábar, pero sin embargo deja ver las ideas y el buen hacer que prometía su cine. Mención además para las pobres interpretaciones, que dejan a la vista la escasa profundidad que comentamos en los personajes.

Podemos mencionar también los muchos elementos relacionados con la cinefilia del director que vemos en el film: el hecho de que tenga lugar en una facultad de comunicación (estudios audiovisuales), las referencias a otras películas como un plano dedicado a ‘La noche del cazador’ (Charles Laughton, 1955), los carteles que se ven en muchas localizaciones, la cámara Sony XT-500 utilizada por Amenábar para grabar sus primeros cortos…

En general es una buena cinta con sus virtudes y sus carencias, algunas más justificadas que otras. Entretenida y admirable, curiosa y necesaria, y que constituye un elemento distintivo dentro del típico panorama cinematográfico español.

La buena escena final nos sirve de cierre. Un hospital donde los enfermos se encuentran pendientes de una pantalla, sedientos de noticias ante las que se exponen impasibles, pero que como nos muestra la película de Amenábar y la tesis de Ángela, son historias reales con más fondo del que nuestra sociedad, insensible y enferma de violencia, quiere ver en la televisión.

Reseña de mi blog -> http://lacintablanca.com
Fleming22
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7
16 de julio de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodada en un estilo casi documental, sin diálogos e invitando al espectador a la mera observación de la naturaleza por medio de ‘personajes’ tan variopintos como un anciano, un rebaño de cabras y un árbol cualquiera de un frondoso bosque de Calabria.
Su director, Michelangelo Frammartino, nos presenta un film poético, armonioso y lleno de belleza a través del cual podremos descubrir los eternos ciclos de la vida. El escenario es un pueblo de Calabria (Italia) encaramado en unas altas colinas desde las cuales se divisa a lo lejos el mar Jónico, un lugar donde el tiempo parece haberse detenido, y donde se puede aún respirar la serenidad del puro y fresco viento. Aquí pasa sus últimos días un viejo pastor (Giuseppe Fuda), el cual encuentra en el polvo recogido de la iglesia el remedio a sus dolencias.

La película, alejada de toda connotación con el cine comercial, transporta al público a un mundo desconocido y mágico para nuestros sentidos ya atrofiados por lo distinto de nuestro modo de vida contemporáneo, llevándonos así a descubrir la esencia de cuatro vidas misteriosamente entrelazadas por la naturaleza, la cultura y, en definitiva, la vida.

El título y la realidad que presenta el film hacen referencia al concepto de Pitágoras por el cual hay cuatro vidas en cada ser: mineral, animal, vegetal y humana. El eterno retorno de la materia, o la energía, que nunca se destruye y solo se transforma.

El profundo poso que deja en el público la pitagórica idea de la trama es, junto con la preciosa fotografía lograda por Andrea Locatelli, la principal bondad que posee el film, lleno también de matices irónicos, humorísticos y, sobre todo, emotivos.

Un escueto telón musical de fondo y los detallados sonidos naturales son los únicos acompañantes del espectador a la hora de enfrentarse a la película. La interpretación de los hechos se hace esencial, y para ello hay que buscar un momento de serenidad y paciencia en su visionado, una ocasión donde contemos con la inspiración de una mirada abierta, atenta y sensible, logrando así degustar la cinta como se merece.

Artículo de mi blog -> http://lacintablanca.com/
Fleming22
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9
8 de octubre de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas más taquilleras y de mayor éxito del neorrealismo italiano. Supone el inicio de la trilogía de De Sica, y aparece después de 'El Limpiabotas' (1946) en la filmografía del director italiano, es uno de sus films más importantes y la primera muestra realista del mismo.

En la Roma de la posguerra, Antonio Ricci lleva dos años en busca de trabajo, un valor escaso en la época. Un día lo encuentra como fijador de carteles, pero hay una condición: debe presentarse a por el puesto con una bicicleta. Éste la había empeñado meses antes para conseguir dinero, y ahora se ve obligado a renunciar a las sábanas de su casa, las cuales vende, para recuperarla.
En su primer día de trabajo, un ladrón le roba su preciada bicicleta, Antonio intentará encontrarla a lo largo de toda la película, acompañado de su hijo Bruno.

Algunos apuntan al personaje de Bruno, interpretado por Enzo Staiola, como uno de los niños más emblemáticos y emotivos de la historia del cine. Este éxito alcanzado, le llevó tres años más tarde a interpretar un papel en 'Atrapados' de Joshep Newman, pero nada parecido a lo que hizo con Ladri di biciclette. Fue sin duda el papel que pasó a los anales del cine con esta película.

Otro de los pilares básicos de esta película y del movimiento neorrealista en general, fue el guionista Cesare Zavattini, cuya máxima dentro de este tipo de cine era mostrar la vida cotidiana a través de una especie de exageración poética, implicando al espectador en la historia del film mediante la empatía y la emoción. Su estrecha relación con De Sica le llevó a participar en numerosas películas del director, incluida la trilogía neorrealista completa.
En 'Ladrón de bicicletas' se encargó de adaptar a la gran pantalla la novela homónima escrita por Luigi Bartolini tres años antes.

Una cuidada fotografía en blanco y negro de estilo casi documental, la BSO que acompaña en todo momento a la historia y su crudeza lograda con la máxima sencillez, la convierten en un emblema del cine italiano y en película referencia en la filmografía del siglo XX. Ganó el Oscar a la Mejor película extranjera y recibió otra nominación a Mejor Guión.

Más en -> lacintablanca.com
Fleming22
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8
20 de diciembre de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basado en el relato ‘Os Meninos Milionários‘ de João Rodrigues de Freitas nos hallamos ante el primer trabajo, más allá de la anterior realización de un par de cortometrajes, del longevo director Manoel de Oliveira, el que fuera uno de los autores más importantes de la industria cinematográfica portuguesa.

La cinta narra las aventuras y devaneos de un grupo de niños de baja condición social en la portuaria ciudad de Oporto, una muestra que nos traslada a la Portugal de los años 40, en tiempo de la II Guerra Mundial y apogeo del régimen fascista de Salazar. Aniki-Bóbó no es más, ni menos, que el grito de guerra entonado por la camarilla de zagales antes de poner en marcha sus travesuras, unos episodios infantiles cargados de alegría, inocencia y nostalgia. Será en este escenario y con un tono casi documental, donde vivamos el enfrentamiento de dos muchachos, Carlitos (Horácio Silva) y Eduardinho (António Santos), ambos enamorados de Teresinha (Fernanda Matos) entre los que se despertarán por primera vez sentimientos como el amor, la amistad y los celos.

La primera escena de la película sirve como fatal presagio de lo que vendrá a ocurrir en el desenlace de la trama. En ella vemos como uno de los niños se precipita por un barranco hacia las vías del tren ante la mirada atónita de sus compañeros y el grito de una niña. De Oliveira jugará con la sensación de peligro a lo largo del metraje, haciendo poseedor de una gran tensión al espectador; así como también trasladará al joven protagonista una percepción de culpabilidad por sus actos propia de una edad más adulta.

En la personalidad de los muchachos se encuentra un amalgama de clichés fácilmente identificables para el espectador: Carlitos (protagonista) bondadoso y entrañable, dispuesto a seguir por el buen camino aunque sus sentimientos a veces le tienten a hacer trampas; Batatinhas su fiel amigo, simpático, bajito, algo torpe pero afectuoso; Eduardinho (antagonista) altanero, provocador y cabecilla de la banda; y Teresinha, la guapa, inocente y risueña chica que les enamora. Todos ellos interpretados magníficamente por actores no profesionales.

El estilo realista del film, además de ciertas características como la mencionada no profesionalidad de los intérpretes, le ha servido para ser considerado por numerosos críticos como posible precursor del neorrealismo italiano iniciado años después, referencia directa que fue negada al parecer por Manoel de Oliveira.

En general, una gran película, de las mejores del director luso, que encuentra en su sencillez y en una narración simple y directa sus mayores virtudes. Un relato sentimental con escenas particularmente interesantes (como la persecución que se produce entre los niños al jugar a policías y ladrones), un singular juego de perspectivas en los enfoques de la deseada muñeca pretendida por Carlitos para conquistar a su querida Teresinha, y una cercanía al realismo poético capaz de encandilar al espectador.

Blog -> lacintablanca.com
Fleming22
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7
3 de noviembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la novela homónima escrita por Jerzy Andrzejewski una década antes (1948), asistimos al film que supone la tercera entrega de la trilogía de la guerra dirigida por Andrzej Wajda, sirviendo de broche final a sus predecesoras: ‘Generación’ (1955) y ‘Canal’ (1957).

En la aparente simpleza del planteamiento inicial así como en su desarrollo a lo largo de un mismo día, el 8 de mayo de 1945, y poco más que un hotel como único escenario, reside parte de la grandeza que encontramos tanto en la forma como en el fondo de la obra de Wajda.

Al principio todo parece fácil para Maciek (Zbigniew Cybulski) y Andrzej (Adam Pawlikowski), pertenecientes al Ejercito Nacional, o Armia Krajowa: les basta con eliminar a Szczuka, un alto cargo comunista que va a asistir a una fiesta en honor al nombramiento de un ministro menor del nuevo régimen polaco; pero los protagonistas fallan, matando en su lugar a dos trabajadores de una fábrica. Al enterarse de su error, Maciek busca redimirse y terminar la misión, para lo que consigue una habitación en el Hotel Monopol, lugar de hospedaje de Szczuka y donde se desarrollará la celebración del nombramiento, trasladando el resto de acción del film a las distintas estancias de dicho espacio.

Es en el bar del hotel donde se enreda todo para Maciek al conocer a la bella camarera Krystyna (Ewa Krzyzewska), abriéndose en él un debate interno entre sus creencias políticas y el recién conocido amor, y reflejando la batalla entre el libre pensamiento individual y las obligaciones de los ideales colectivos.

Con la magnífica interpretación de Zbigniew Cybulski, esta película entregó al mundo del cine una nueva figura que colocar en la estantería de los James Dean y Jean-Paul Belmondo. El actor polaco, fallecido a los 39 años en un accidente de tren, maravilló a todos con la naturalidad de su actuación y la rebeldía y desesperación de su personaje, logrando escenas que anteceden a títulos de la Nouvelle vague como ‘Hiroshima, mon amour’ (Resnais, 1959) o ‘Al final de la escapada’ (Godard, 1960).

El potencial visual de las barrocas imágenes y la utilización de ciertos iconos en algunos planos (como el cristo de la primera imagen) cargan de simbología a la forma del film, consiguiendo un genial cóctel con la estupenda fotografía en blanco y negro que juega con las luces y las sombras para crear espacios únicos, llenos de nostalgia, desolación y desamparo. Todo un triunfo del estilo de Wajda.

El título de la película, y del libro de Andrzejewski, proviene de un poema de Cyprian Norwid:

Como una antorcha incandescente que arde
esparces a tu alrededor centellas crepitantes.
¿Sabes, al menos, si ardiendo eres más libre
o si aceleras el desastre de todo lo que fue tuyo?
¿Si sólo quedará de ti un puñado de ceniza
dispersado por la tempestad, o si se hallará
en lo más profundo de las cenizas un diamante estrellado
promesa y prueba de victoria eterna?

El mensaje que plantea Wajda se ve reflejado en esta cita de la que brota toda la problemática y la disyuntiva de si a veces la lucha por un ideal colectivo traerá lo que buscamos o quizás nos aleje de ello para siempre; de si nuestras convicciones, a priori inamovibles, nos conducen a lo que realmente perseguimos, o tendremos que buscar un diamante entre la ceniza de todo lo que quemamos al pretenderlo. Obra clave del cine polaco de los años 50 y consagración de su director, Andrzej Wajda, considerado uno de los más importantes de la Escuela Polaca de Cine.

Blog -> lacintablanca.com
Fleming22
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